jueves, 30 de junio de 2016

Palabras a los intelectuales; cimiente de una Revolución cultural



Lourdes Elena García Bereau
   La historia reclama los recuerdos, en un retroceso rápido a las relecturas inteligentes de palabras que, con más de cinco décadas, marcan la postura cultural de la Revolución Cubana, iniciada el primero de enero de 1959.
   Distantes en tiempo -55 años después-,  los creadores de la Isla reviven hoy aquellos intercambios sostenidos los días 16, 23 y 30 de junio de 1961, entre la dirección de la Revolución, en especial su Líder Fidel Castro, y un grupo de escritores y artistas.
   A la luz del presente, “Palabras a los Intelectuales” –discurso final protagonizado por el Comandante en Jefe- resulta una inequívoca guía, testigo impreso de esa libertad, que en los primeros años de Revolución fue concedida a los más eruditos artistas de Cuba.
   “La Revolución no puede pretender asfixiar el arte o la cultura, cuando una de las metas y uno de los propósitos fundamentales de la Revolución es desarrollar el arte y la cultura, precisamente para que el arte y la cultura lleguen a ser un verdadero patrimonio del pueblo”, dijo Fidel en aquella ocasión, frente a un salón lleno de intelectuales preocupados por sus espacios y derechos en el seno del nuevo Estado.
  Entre los escuchas, personalidades como Roberto Fernández Retamar, Alfredo Guevara, Graziella Pogolotti, Lisandro Otero, Pablo Armando Fernández, José Lezama Lima, Virgilio Piñera y Miguel Barnet, buscaban respuestas y discutían sobre temores acerca de la influencia del “realismo socialista” en la naciente Revolución.
    El contexto socio-cultural auguraba cambios positivos para la formación y educación del pueblo, con la puesta en marcha de la Campaña de Alfabetización, el fortalecimiento del Ballet Nacional de Cuba y la Biblioteca Nacional, la construcción del Teatro Nacional y la fundación del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), la Casa de las Américas, la Orquesta Sinfónica y la Imprenta Nacional.
  Los debates dieron sus frutos ese mismo año con la creación de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, representación seria de una institucionalidad que apoyaba y fomentaba el desarrollo artístico desde las ciudades hasta las comunidades más recónditas.
  “Palabras a los intelectuales” constituyó un llamado a la acción conjunta para el crecimiento espiritual de un pueblo que definiría Fidel como “olvidado y cruelmente explotado”.
  Miguel Barnet, con motivo del advenimiento del aniversario 55 de este histórico encuentro, expresó a la prensa que: “aquellas palabras fueron una revelación para todos los que estábamos allí. Fue un acto de una lucidez meridiana”.
   El escritor, folclorista y etnólogo, Premio Nacional de Literatura en 1994, recuerda esos intercambios como “un giro de inflexión y un cambio de mi concepto de la cultura, a pesar de que siempre tuve vocación por la cultura popular, por las tradiciones, por el folclor”.
  Aun cuando varios enemigos de la Revolución a la lo largo de la historia han querido descontextualizar la famosa cita del Comandante: “Dentro de la Revolución todo, contra la Revolución nada”, el autor de Biografía de un Cimarrón confesó que “esas palabras de unidad, de coherencia, fueron la plataforma inicial de lo que es hoy nuestra política cultural: abierta, flexible, con libertad de tendencias”.
   “Permítanme decirles en primer lugar que la Revolución defiende la libertad, que la Revolución ha traído al país una suma muy grande de libertades, que la Revolución no puede ser por esencia enemiga de las libertades; que si la preocupación de alguno es que la Revolución vaya a asfixiar su espíritu creador, que esa preocupación es innecesaria, que esa preocupación no tiene razón de ser”, alegó Fidel hace 55 años, tras horas de diálogo y consenso con la vanguardia artística más prominente de la Isla.
   Sus palabras –pruebas incuestionables de la importancia e igualdad de todos para el Gobierno Revolucionario- sirvieron de impulso para una pléyade de creadores que nutrieron y conformaron su obra desde el espíritu honesto y revolucionario.
  Hoy, cuando la penetración cultural y los modelos de consumo importados buscan con más ahínco abrirse paso entre los artistas y escritores de Cuba, las ideas esbozadas hace más de cinco décadas aún explican la necesidad de un arte comprometido con el pueblo y su historia.
  “Las Palabras a los Intelectuales fueron una iluminación, para mí y para muchos de los que estábamos allí, no solamente por los conceptos que el Comandante en Jefe expresó, sino por aquel lenguaje. Era discursivo, coloquial, dialogante. Tengo frescos en mi memoria aquellos días que fueron decisivos para un hombre como yo”, recordó en una ocasión  Miguel Barnet, quien ha seguido desde la UNEAC las premisas pactadas en aquellos días de 1961. 

viernes, 17 de junio de 2016

“Te portaste bien, te felicito”, dijo Fidel



Aída Quintero Dip
  El destacado locutor santiaguero Noel Pérez Batista tuvo la dicha de escuchar ese elogio a su persona del propio Comandante en Jefe Fidel Castro, quien reconocía así al hombre que arriesgó la vida para cumplir todas sus órdenes, el Primero de Enero de 1959.
  La misión no la asumió con un fusil, la materializó tras enlazarse con Radio Rebelde micrófono en manos, un arma también poderosa que le permitió dar a conocer al pueblo de Cuba orientaciones precisas del líder rebelde para evitar más derramamiento de sangre y  convocar a la Huelga General.
   “Ese día por la tarde-noche Fidel llegó a CMKC, Radio Oriente, en la ciudad de Santiago de Cuba, donde yo trabajaba, y fue directo hacia la ventana a hablarles a quienes se congregaron en los bajos de la emisora, y yo detrás con el micrófono abierto todo el tiempo pidiéndole unas palabras para el pueblo.
  “Él saludó a los reunidos espontáneamente al saber de su presencia en el lugar, los llamó a la calma y los convidó a estar muy atento a las orientaciones.
  “Cierro los ojos y lo recuerdo como si fuera ahora mismo: intranquilo, caminando de aquí para allá, analizando, alertando, con su proverbial manera de preguntar por el más mínimo detalle.
  “Estaba incómodo, pues presentía que le querían escamotear la Revolución y, estratega al fin, adoptaba medidas con el alto mando, casi en pleno presente en Aguilera  511, entre Reloj y Clarín, local de CMKC en aquella época, convertido prácticamente en su Comandancia.
  “Ya yo había apreciado la grandeza de Fidel pero su postura creció ante mí con su previsor discurso, más bien conversación con el pueblo en el Parque Céspedes, de la legendaria urbe, en la jornada inicial del 59, que también tuve el honor de transmitir por radio.
  “Custodiado por barbudos y con santiagueros de testigo, la euforia era tan grande que apenas lo dejaban hablar por los aplausos y yo me sentí enaltecido al ser protagonista de ese momento histórico”, recuerda sin ocultar su orgullo.
   Pudo haber visto a Fidel muchas veces después, pero guarda cual tesoro en su memoria el instante mágico en que parecía que el sufrimiento por años de injusticia se derrumbaba y daba paso a la felicidad y a la vida.
  Noel Pérez Batista, locutor que simboliza la voz de la Revolución junto a valiosos colegas de Radio Rebelde, vivió con intensidad el Primero de Enero, sin percatarse de horas ni minutos, cuando tuvo la oportunidad de enlazar la reconocida emisora del Ejército Rebelde para dar las órdenes de Fidel.
   “Dígale al Comandante en Jefe que la radio santiaguera está dispuesta a dar el apoyo que sea necesario, hasta las últimas consecuencias; lo dije así categórico y radical, ya que conocía bien a la mayoría de los trabajadores del medio y había sido testigo de sus muchos actos conspirativos”.
  Con 24 años entonces, este hombre tuvo la osadía de afirmar en nombre del Movimiento 26 de Julio (M-26-7), al cual pertenecía, la disposición de CMKC, Radio Oriente, de dar respaldo a los rebeldes en el cerco y posible ataque a la ciudad de Santiago de Cuba.
  Se le considera el locutor que se atrevió a hablar con Fidel en peligrosas circunstancias a expensas de que lo mataran, en tiempos cuando aún se paseaban por las calles de la histórica localidad los batistianos y el riesgo era enorme, “pero no se podía estar con medias tintas”, subraya.
  Meses después, en su primer reencuentro, el Comandante en Jefe lo miraba de arriba abajo como reconociéndolo cuando lo presentó como orador, el 30 de julio de 1959, en un acto donde se recordaba la muerte de Frank País
  Otra vez lo invitó personalmente a los festejos por un aniversario de Radio Rebelde, fundada por Ernesto Che Guevara, el 24 de febrero de 1958, en la Sierra Maestra. Fue aquella la ocasión en que le dijo: “Te portaste bien, te felicito”, haciendo alusión a la actuación valiente de Noel el Primero de Enero.
  Premio Nacional de la Radio Cubana, con 84 años, este hombre vive el privilegio de sentir la trascendencia del hecho en que participó, hace casi seis décadas, con Fidel como principal protagonista, a quien califica como uno de los estadistas y revolucionarios más notables de esta época que celebrará en agosto su cumpleaños 90.

viernes, 10 de junio de 2016

Enmienda Platt, un alerta que viene de la historia



Marta Gómez Ferrals
   Declaraciones recientes de dirigentes de Estados Unidos no dejan lugar a dudas sobre las intenciones verdaderas de su plan con Cuba, dichas sin tapujos y, mucho menos sonrojo.
   Pero si aún alguien se preguntara sobre las razones de la suspicacia de muchos compatriotas, nada mejor que ir a la historia y recordar la imposición del engendro de la Enmienda Platt como apéndice de la Constitución neocolonial cubana de 1901, aprobada el 12 de junio de ese año.
   De acciones engañosas y maquiavélicas se valió el entonces presidente William McKinley para llevar a vías de hecho la famosa doctrina de la fruta madura, enunciada en 1823 por John Quincy Adams, incluso antes de ser presidente de EE.UU.
  Según esta, Cuba debía caer casi grácilmente en sus manos, por gravitación, cuando las condiciones (fin del dominio colonial español) así lo propiciaran.
   La historia consigna que Washington vio llegar ese momento en 1898 cuando el Ejército Libertador, tras años de heroicos combates, había desgastado y agotado el poderío peninsular y estaba muy cercana la anhelada victoria e independencia.
   Vino después el horrendo pretexto de la voladura del Maine en La Habana, todavía con misterios por descubrir, su decisión de entrar en la guerra, la derrota de la escuadra española frente a la bahía de Santiago de Cuba, el desembarco de sus tropas en la Isla y la infamia del Tratado de París, que excluyó en su cita y acuerdos a la beligerancia patriótica cubana.
   El fin del colonialismo hispano derivado oficialmente del tratado, no marcó el fin de la intervención estadounidense.
    Se usaron la injerencia y la fuerza, a pesar de que el presidente William McKinley había rubricado una resolución Conjunta el 20 de abril de 1898, en la cual declaraba “…que el pueblo de la isla de Cuba es y de derecho debe ser libre e independiente”.
   Leonard Wood, gobernador militar norteamericano y Mayor General del Ejército, en 1900 dictó la Orden que decretó elecciones para crear la Asamblea Constituyente, que entraría en funciones en ese año y redactaría la Constitución.
    En la instauración de la Constituyente Word llegó a pedirles a los cubanos su parecer en torno a las relaciones que deseaban sostener con EE.UU., el cual debía ser redactado para llegar a un acuerdo final, beneficioso para todos. Puras mentiras.
   Escrita la Constitución, se dio paso al momento de definir las relaciones políticas bilaterales, para lo cual se creó una comisión que trabajaría en ello en febrero de 1901.
   Con la posición de fuerza que le daba su ocupación militar, su formidable desarrollo industrial y militar, las cosas entre los constituyentes y los interventores llevaron fatalmente a la creación e imposición de la Enmienda Platt, ultraje y cercenamiento de la soberanía cubana.
   No se consiguió plasmar la afrenta sin batalla, hay que reconocerlo con rigor. A pesar de la desmesurada diferencia entre contendientes. Hubo rechazo, desacuerdos de muchos destacados patriotas, discusiones acaloradas, valientes disposiciones en contra, envío de una comisión a Estados Unidos.
   Entre los más valiosos defensores de la dignidad nacional estuvieron el connotado combatiente mambí Manuel Sanguily y el preclaro Juan Gualberto Gómez, amigo y hombre de confianza del Apóstol en el 95.
      El quinto aspecto de los que regirían las citadas relaciones incluía el derecho de esa nación a adquirir título, y conservarlo, de terrenos para estaciones navales y mantener estas en ciertos puntos específicos.
   Se informó sin miramientos a la Constituyente cubana que la Enmienda Platt debía ser aprobada en su totalidad sin ninguna aclaración o cambio, como así querían muchos buenos cubanos al no poder impedir su inclusión.
    El 12 de junio de 1901, en sesión secreta de la Asamblea Constituyente, fue sometida a votación la incorporación de la Enmienda Platt en calidad de apéndice a la Constitución de la República, aprobada el 21 de febrero.
El propio Leonard Wood, en carta confidencial a Theodore  Roosevelt consignaba en ese año:
“Por supuesto que a Cuba se le ha dejado poca o ninguna independencia con la Enmienda Platt y lo único indicado ahora es buscar la anexión. …“Con el control que sin duda pronto se convertirá en posesión, en breve prácticamente controlaremos el comercio de azúcar en el mundo. La isla se americanizará gradualmente y, a su debido tiempo, contaremos con una de las más ricas y deseables posesiones que haya en el mundo…”
   En 1934 fue abolido el apéndice de la Constitución, por razones que convenían entonces a la política de la potencia y nada más.
   Pero las consecuencias, persisten. El territorio ilegalmente ocupado por la base naval en Guantánamo, no ha sido devuelto y es hoy uno de los puntos que plantea Cuba para la normalización de relaciones con Estados Unidos.
    Esa zona usurpada ha sido utilizada para fines execrables en los últimos tiempos a los ojos del orbe, como la instalación de cárceles y la tortura de reos que han permanecido por años en un limbo jurídico. Cuba reclama porque la injuria no ha cesado.

Símbolos que hacen vibrar el alma

Aída Quintero Dip
   Profanar un símbolo es una herejía, no reverenciarlo  es una incultura  que raya en el irrespeto, venerarlo y colocarlo en el pedestal más alto muestra los valores identitarios que distinguen a un pueblo, a una nación.
  Cuba está llena de símbolos: la Bandera de la Estrella Solitaria, el Escudo de la Palma Real y el Himno  Nacional son los más sagrados.
  También atesora atributos como la Flor Mariposa, la Palma Real y el Tocororo, que nos identifican en cualquier lugar del mundo.
  Todos encierran valores y legados, alimentan el espíritu y de hecho lo fortalecen para dar  paso a una vida de entrega y a las acciones más heroicas, que sin esa fuerza tal vez seríamos incapaces de asumir o protagonizar.
  Cuando se está lejos de la Patria escuchar apenas la música  de esa ardiente estrofa: Al combate corred bayameses, puede provocar hasta las lágrimas.
  Ver izar la Bandera en lo más alto del podio olímpico o de otra competición deportiva internacional  y  contemplar al atleta recorrer el estadio abrazado a tan entrañable símbolo, suscita  emociones únicas.
  Cada uno tiene su historia vinculada al acontecer de este
archipiélago donde se ha nacido y muchos quisiéramos también morir, para ser enterrados a la manera de la poetisa cubana Carilda Oliver Labra: Con toda la tierra encima.
  La música del Himno fue estrenada el 11 de junio de 1868, pero no para acompañar el combate, sino en funciones religiosas. Días más tarde, el 20 de octubre, la melodía iniciada en la iglesia regresó a la Plaza central de Bayamo, donde el pueblo celebraba la victoria de los mambises sobre las fuerzas españolas.
  En ese momento, el patriota Perucho Figueredo pidió papel y pluma, y sobre la silla de su caballo escribió esos versos guerreros que constituyen hoy la letra del Himno Nacional.
  Cuentan que cerca de la Plaza, en el lugar donde estaba confinado, por las huestes cubanas, el teniente coronel Julián Udaeta reconoció la música escuchada en la iglesia, y expresó: “Yo sabía que no estaba equivocado; no era música religiosa, sino una marcha patriótica”.
  El Escudo, dibujado en 1849 por Miguel TeurbeTolón, tiene la configuración de una adarga ojival, en cuyo cuartel superior aparece enmarcada entre dos extremos de tierra una llave dorada sobre un mar azul, que representa la posición de Cuba entre las dos Américas y un sol naciente que simboliza el surgimiento de una nueva nación.
  Está avalado por una rama de laurel y otra de encina, símbolos de la victoria y la fortaleza, y descansa sobre un haz de varas que encarna la unidad de los cubanos, coronado por el gorro frigio de la libertad, con la estrella solitaria, alegoría de una sola e indivisible nación.
  La Bandera, diseñada también por el escritor, poeta y dibujante TeurbeTolón, fue izada por primera vez en 1850 por los miembros de la expedición libertaria de Narciso  López, y se adopta como Enseña Nacional el 11 de abril de 1869, por la Asamblea Constituyente de Guáimaro.
  Así la Mariposa, flor nacional, por su blancura se le asocia a la pureza de los ideales, es expresión de delicadeza, gracia y esbeltez de la mujer y fue empleada por ella como una especie de clave en las guerras libertarias del siglo XIX.
  Celia Sánchez y Vilma Espín, aún en misiones de guerrilleras, gustaban de usarla en el pelo como símbolo de feminidad, en los días difíciles de la guerra.
  El Tocororo, ave nacional endémica de la Isla, es de bellos y
vistosos colores y de nombre indígena Guatiní que habita en los lugares boscosos del país, especialmente en zonas montañosas.
  La Palma Real, el árbol nacional, su figura enhiesta soporta en pie la fuerza de los más furiosos vendavales, siendo expresión de la firmeza e hidalguía de este terruño frente a la hostilidad exterior.
  Siempre han estado en nuestras luchas por la libertad, ayer junto a los mambises y rebeldes; hoy, acompañando a los cubanos en incontables batallas dentro y fuera de sus fronteras.
  Cuba atesora también otra herencia tangible, sus héroes y mártires, museos y monumentos, los mausoleos que guardan los restos de Martí, Maceo, Céspedes, Agramonte; de los que cayeron en el Moncada, en la guerra de liberación nacional o en las misiones internacionalistas.
  Tiene a Camilo, al Che, a Almeida; posee tradiciones, combatientes del Ejército Rebelde y la lucha clandestina, Héroes del Trabajo, personalidades míticas de la ciencia, la medicina, la pedagogía, la cultura y el deporte que son patrimonios de esta nación forjada con la gloria de sus mejores hijos.
   Preservar tan rico legado constituye el gran desafío ante un mundo globalizado y frente a un imperio que quiere hacer prevalecer su hegemonía a toda costa.

miércoles, 8 de junio de 2016

Caridad es feliz: ha asumido el legado de Ana Betancourt



Aída Quintero Dip
   Cuántos recuerdos acudirían a la mente de Caridad García Rondón aquel 23 de agosto del 2000, cuando el General de Ejército Raúl Castro colocaba en su pecho la Orden Ana Betancourt que le confiriera el Consejo de Estado de la República de Cuba, junto a un grupo de sobresalientes mujeres.
   “Tanto honor todavía me emociona, guardo con especial cariño ese momento que tiene una significación muy grande en mi vida”, confesó.
   Precisamente en la Escuela para Campesinas Ana Betancourt, en La Habana, creada por interés del Líder de la Revolución, Fidel Castro, llegó casi niña en 1963 para aprender corte y costura y elevar su nivel escolar desde su natal El Arpón, un paraje intrincado del actual municipio de Segundo Frente, en la provincia de Santiago de Cuba.
   En la vida de Caridad, licenciada en Derecho en 1977 en la Universidad de La Habana, es recurrente el nombre de la insigne patriota, precursora en la lucha por los derechos de la mujer, quien alzó su voz para defenderlos, anticipándose a su época, en el Guáimaro insurrecto de la Asamblea Constituyente de 1869.
   También ella ha escrito su propia historia que gustosamente comparte: “Fui la primera mujer Presidenta del Tribunal Provincial Popular en Santiago de Cuba desde 1994 hasta el 2000, y luego, por solicitud del Tribunal Supremo, ocupé igual cargo en la provincia de Matanzas hasta el 2006, responsabilidad que me exigió una alta dosis de dedicación y entrega”.
   Esta santiaguera constituye un buen ejemplo del desempeño de las féminas en la rama de la administración de justicia en Cuba, quienes merecen el reconocimiento junto a todos sus colegas, en ocasión de celebrarse el Día del Trabajador Jurídico, este ocho de junio.
   “La gran pasión de mi vida era ser jueza, y una vez graduada en Derecho ejercí el oficio de administrar justicia, me enamoré de ese trabajo con el cual cumplía mi sueño, pues siempre tuve un sentimiento muy arraigado contra la injusticia y la maldad”, expresa feliz del camino transitado.
   “Tuve la suerte de tomar posesión del cargo el 24 de febrero de 1978, en ocasión del aniversario 83 del Grito de Baire, en el mismo sitio que ha pasado a la posteridad por su trascendencia en el devenir histórico de la Patria”.
   Esos mismos ideales de justicia que ha defendido invariablemente la llevaron a Venezuela, en el período 2010-2011, primero como profesora de la Escuela Nacional de Cuadros del Poder Popular y luego metodóloga de la misión de formación del Frente Francisco Miranda.
   Su otra pasión, la enseñanza, la satisfizo de muchas maneras: “Impartí clases en la Universidad de Oriente (UO) de Derecho Penal, Derecho Penal General, Penal Especial y Procesal Penal, y Criminología, así como Derecho Constitucional y Filosofía del Derecho en la Universidad de Matanzas, labor que me nutrió considerablemente”.
   “Ahora cuando se cumplen 40 años de creados los órganos del Poder Popular me complace haber dado mi aporte a su desarrollo, al ser delegada de circunscripción en el centro urbano José Martí y de la Asamblea Provincial en Santiago de Cuba por tres mandatos, faena que repetí en territorio yumurino por cinco años”, recuerda.
   Cary, como la llaman cariñosamente, ha tenido una vida social y de trabajo muy intensa, enaltecedora; fue diputada al Parlamento cubano en la Quinta Legislatura, en la que integró la Comisión de Asuntos Jurídicos y Constitucionales y el grupo parlamentario Cuba-Italia.
   Hoy jubilada no se detiene, sigue siendo útil frente al aula en la UO: “No concibo quedarme de brazos cruzados con cuanto he aprendido en el ejercicio profesional, es un deber transmitirlo a las nuevas generaciones”, afirma.
   Con igual energía se entrega a sus otros amores, prioridad importante en su vida, como su esposo René Blanco Heredia, ingeniero civil y profesor de la UO; y sus tres nietos: Liliana, Rodrigo y Fernanda, los dos últimos mellizos que han alborotado la paz del hogar desde el 28 de abril pasado.
   Caridad García Rondón bien merece las palabras que José Martí dedicara a la patriota camagüeyana: "...y en el noble tumulto una mujer de oratoria vibrante, Ana Betancourt, anuncia que el fuego de la libertad y el ansia de martirio no calienta con más viveza el alma del hombre que la de la mujer cubana."