martes, 20 de diciembre de 2011

Celia, de las flores más auténticas de la Revolución


AÍDA QUINTERO DIP
En estos días cercanos a la alborada 53 de la epopeya de enero de 1959, hay un recuerdo muy especial en mi Patria para quienes  participaron de forma destacada en el acontecimiento desde su propia génesis,  como Celia Sánchez Manduley, una mujer imprescindible de la Revolución, que sigue hechizando con su historia.
Aseguran que el 9 de mayo de 1920 en Media Luna hubo luna llena para alumbrar el nacimiento de una niña de nueve libras y 12 onzas. Irradió tanta luz que su protagonismo fue singular en los nuevos amaneceres de Cuba.
Celia fue una niña bonita, las fotos de la infancia revelan a una pequeña de bello rostro; tez blanca, óvalo más bien redondeado y hermosos ojos negros; fue educada como el resto de sus hermanos sin convencionalismos, prejuicios ni rigideces.
Así nació la flor, impregnada de un aroma silvestre,  hija de los placeres de la lluvia y el viento;  niña atrevida, traviesa, tierna y vehemente en su manera de querer a los demás. De su padre Manuel adquirió la tenacidad, la sensibilidad patriótica y política; de su madre Acacia, la pureza de las intenciones, alegría y cordialidad.
Tal mezcla de intranquilidad y pasión, de ternura e intrepidez tenían que convertirla, al paso del tiempo, en una de las personalidades más seductoras de la historia de Cuba.
En 1955 viajó a México donde fundó el Movimiento 26 de Julio; fue  de las primeras mujeres en empuñar las armas durante la Revolución. Su principal papel en la guerra de liberación nacional lo desempeñó en la preparación, desde su natal Manzanillo, del desembarco de los expedicionarios del yate Granma, el 2 de diciembre de 1956.
El 19 de marzo de 1957 sube a la Sierra Maestra y se incorpora como combatiente al Ejército Rebelde. Fue la principal promotora de la creación del pelotón femenino Mariana Grajales, y  junto a Fidel participa en diversos combates y marcha en la Caravana de la Victoria.
Tal vez la leyenda de guerrillera ha empañado un tanto a la mujer de carne y hueso. Celia fue mucho más que la brava heroína, capaz de disfrazarse de embarazada o desafiar las espinas de un marabuzal para burlar al enemigo. Amante de la naturaleza,  adoraba el paisaje de Pilón, esa simbiosis de mar y lomas, donde vivió desde 1940 a 1956; la Mariposa en el cabello no era obra de la causalidad.
Otra virtud que la hizo imprescindible era su capacidad para estar pendiente del detalle; y los ejemplos están en los papelitos y notas de la mochila guerrillera que supo conservar para armar la historia.
Celia es expresión de lo autóctono por su criollez, su cubanía; siendo diputada, del Consejo de Estado, del Comité Central del Partido, nunca dejó de comportarse con su gracia y acento campesinos, de gente del pueblo. Ni miró jamás por encima del hombro a alguien.
Resulta inconcebible que no se enamorara: Sí tuvo novios y varios pretendientes; y vivió fracasos en su juventud. Se habla, por ejemplo, de su enorme tristeza después que rompió el noviazgo con un muchacho manzanillero. “Lo que hay que entender y subrayar es que el gran amor de su existencia fue la Revolución. Por esta, lo antepuso todo, se desveló, dio el alma y la vida”, según criterios de sus biógrafos.
El 11 de enero de 1980 no se marchitó la flor; fue sembrada en tierra fértil  “la flor más autóctona de la Revolución”, una mujer imprescindible de la Revolución que siempre despertaba  nítidos sentimientos en la multitud cubana, lo que asegura que nunca será olvidada.

domingo, 18 de diciembre de 2011

Yunidis: Reina del atletismo para discapacitados

AÍDA QUINTERO DIP
Gladiadora hecha a la medida de los tiempos, ya sean de bonanza o de adversidad; es el mejor calificativo que se me ocurre  para halagar a una atleta de la talla de Yunidis  Castillo, ahora con la mirada puesta en las Paralimpiadas de Londres 2012.
Paradójicamente a  Yunidis no le gustaba el atletismo, pero comenzó a practicarlo a los ocho años, con el entrenador Jorge Alberto García Ávila, en la barriada de Boniato, en Santiago de Cuba, después pasó a la natación, al taekwondó y terminó en el yudo en el que duró más tiempo, pero entonces sobrevino el accidente y la discapacidad…
Para no perderla del todo, pues ya había descubierto sus potencialidades, el comisionado provincial de yudo la llevó a la Escuela de Perfeccionamiento Atlético  y allí ella vuelve a encontrarse con el atletismo y su primer maestro, Jorge Alberto, que la acogió con el cariño de un verdadero padre, en momentos en que más requería de los afectos.
Es entonces cuando comenzó a cimentarse la gloria de esta muchacha en esa disciplina de campo y pista, una  verdadera revelación, forjando paso a paso su propia obra, que con la guía y la paciencia de un riguroso orfebre dio resultados. Al cabo de unos pocos años la alumna  proporcionó satisfacción a la Patria grande, y especialmente a quienes la hicieron crecer desde su terruño natal en Santiago de Cuba.
El éxito más significativo que marcó su vida deportiva lo alcanzó  en 2008,  en la Paralimpiada de Beijing,  “el evento máximo al que todo atleta quiere llegar y si es posible triunfar y donde me alcé con el oro tan acariciado.
“La competición fue muy  fuerte y la acogida del público maravillosa, me saludaban en la calle, me pedían autógrafos, me besaban, parecía que estaba en mi Cuba”.
La única derrota que le duele todavía es la de Atenas, en 2004, tenía  apenas 16 años, el pronóstico era de oro en salto de longitud, pero problemas técnicos echaron por tierra sus aspiraciones.
“Yo había saboreado el oro en los Parapanamericanos de Mar del Plata, en Argentina,  en la carrera de 200 m y en salto, aunque allí no pude correr  en 100 m por haber llegado tarde a la competencia.
Tesón por medio, invariablemente, ella siempre es noticia, es triunfadora. Motivos suficientes hubo en Cuba, y  especialmente en su tierra natal, para sentir orgullo al saber que subieron a lo más alto del podio Yunidis Castillo y su coterránea de 19 años, Omara Durand, las dos  representantes al Campeonato Mundial de Atletismo para ciegos, débiles visuales y limitados físico-motores, efectuado en Nueva Zelanda, en 2011.
Allí, con 23 años en ese momento, volvió a demostrar por qué está considerada la mejor del orbe en las carreras de 100 y 200 metros, categoría T-46 (amputada de un miembro superior), al pasear estas dos distancias con impresionantes cronos de 12,20  y  24,86 segundos, respectivamente.
Pero  como Yunidis  es sencillamente una  deportista de talla extra, se impuso  asimismo, incuestionablemente,  en la prueba de los 400 metros, en lo que constituyó su primera incursión en esta modalidad, para  proclamarse la reina de ese Campeonato Mundial, y llenar de júbilo otra vez  a su pueblo.
Ella no es solo la reina del atletismo en la categoría de discapacitados, sino también en el seno de la familia al convertirse  en la damisela del hogar, donde se siente muy amada y apoyada, desde su mamá Elena hasta sus hermanos y otros familiares.
Tiene su ídolo en el deporte,  que admira mucho más por su tenacidad en la vida;  esa no podía ser otra que Ana Fidelia Quirot. Pronuncia el nombre de la legendaria atleta con respeto y cariño. ”Tenemos mucha afinidad, una linda amistad que me enorgullece, ella ha sido mi gran inspiración en el atletismo y más allá de las pistas también.
“Atribuyo la principal causa de mis resultados en el hecho de ser  muy voluntariosa, persistente, no me amilano ante nada, tampoco  me pongo trabas, ni en el deporte ni en la vida, no hay obstáculos que me detengan”.
La misma Yunidis se clasifica entre los atrevidos. Su osadía traspasa los límites del deporte, con una amplia sonrisa en los labios confiesa: “Si es sido capaz de ser premiada en competencias internacionales del más alto nivel, cómo no voy a lavar, peinarme y hasta manejar, mi discapacidad no es impedimento en ningún sentido.
Ha alcanzado otros peldaños importantes para una joven de 24 años, acaba de recibir su título de licenciada en Cultura Física,  otro motivo de satisfacción  para que le abre nuevos horizontes,  pero le quedan todavía sueños.
Quien acaba de sumar otros triunfos a  su carrera en los  Parapanamericanos  de Guadalajara, en México, “ahora solo pienso en la cita de Londres, en la que espero hacer un buen papel, me estoy preparando con tesón para lograr mi propósito: merecer otra medalla de oro. Lo primero, llegar físicamente en condiciones  óptimas y competir  con el corazón, lo demás sale en la pista”.
Y otro sueño: ser madre, qué mujer no piensa en la maternidad…además de seguir siendo ejemplo de las cubanas de todas las épocas, desde el frente que le tocó desempeñarse, el  deportivo.
Ha adquirido una disciplina tal que también disfruta del tiempo libre, cuando le gusta descansar, y el fin de semana bailar, degustar comidas típicas, ir a la discoteca, pero nada en exceso, lo normal que se le admite a un atleta de alto rendimiento que respete y  quiera su deporte.
A pesar de su juventud, pero como una consagrada en su especialidad, Yunidis tiene consejos para los más jóvenes: “Que cuando brillen en el deporte, nunca se le suba la fama para la cabeza. Y que si verdaderamente aman esta carrera que no le falte voluntad no solo para llegar, sino para mantenerse y darle gloria a la Patria  que es lo que más nos enaltece”.


jueves, 15 de diciembre de 2011

Ciencia y técnica al servicio de la economía


AÍDA QUINTERO DIP
Las generalizaciones de las innovaciones y racionalizaciones  sigue siendo uno de los imperativos por solucionar en la labor de los foros de Ciencia y Técnica,  que periódicamente se realizan en centros de trabajo,  fábricas e industrias con incidencia directa en tan importante actividad para el avance socioeconómico de cada territorio, mucho más ahora cuando Cuba está inmersa en un proceso de actualización de su modelo económico.
Hay conciencia en los  colectivos laborales de la trascendencia  de aplicar la ciencia y la técnica en los procesos productivos y de servicios,  pero resulta que en algunos  sitios se frena su puesta en práctica, a veces por desconocimiento de  lo que puede representar  a la hora de resolver cuestiones de la economía y  del desarrollo de la sociedad.
Es tan así esa afirmación que  si fueran generalizadas la mayoría de las  soluciones aportadas  en esos eventos que cada año estimulan el intelecto de obreros, técnicos y profesionales, la economía se vería beneficiada con mayor eficiencia y calidad  y muchos de los servicios  serían más efectivos.
Buenos ejemplos abundan  en la geografía cubana en los que son aprovechados convenientemente los resultados,  pero la realidad  indica que hay resistencia en algunos lugares a poner  en práctica soluciones que redundarían en progresos de toda índole.
En algunos sitios  faltan  mayores motivaciones y reconocimiento al trabajo anónimo de muchos innovadores y racionalizadores, quienes han  enfrentado con talento y laboriosidad  las escaseces, problemas materiales  y el criminal bloqueo imperialista contra la nación.
Aunque hay dificultades  en las generalizaciones de muchas inventivas, no pueden negarse  esfuerzos  y resultados y hasta el apoyo incondicional de las administraciones, pero es preciso que ese proceder se generalice también  porque así gana la sociedad en su conjunto.
No  es un lema, sino un verdadero reto generalizar las generalizaciones,  hecho que agradecerá en primer lugar nuestra economía, afectada también ante la crisis global que se cierne sobre el planeta;  y, sobre todo,  gratificará a los hombres y mujeres que derrochan energía e ingeniosidad en un afán creativo que nace del  desinterés  de beneficio personal, desconocido en otras partes del mundo.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Huellas de la Campaña de Alfabetización

Aída Quintero Dip
La Campaña de Alfabetización está entre los acontecimientos vividos en Cuba que más huellas ha dejado en el pueblo por su misión enaltecedora y carácter  popular,  al involucrar una gran mayoría de personas, unos como brigadistas que enseñaron y otros iletrados que aprendieron a leer y escribir.
Han pasado 50 años pero esa epopeya se mantiene intacta en la memoria colectiva. Abundan las imágenes en archivos de la prensa escrita y la televisiva que todavía impresionan observando a hombres y mujeres intentando sus primeras letras con mucho esfuerzo, apoyados en la cartilla y el manual,  bajo la luz de un farol.
Esos fueron los principales instrumentos de los brigadistas que apenas rebasaban los 16 años, los cuales se lanzaron con pasión a esa cruzada de amor por sembrar el saber y  barrer siglos de ignorancia, cruzando ríos, escalando montañas, caminando los valles porque no hubo obstáculo para su noble faena.
Mi padre vivió intensamente la Campaña de Alfabetización porque era de las personas responsables en la zona donde residía y siempre me contaba pormenores de aquellos días, que también le impresionaron por la alta disposición de los muchachos y muchachas que abandonaban las comodidades de la casa en las ciudades para ir por los campos a enseñar y también a aprender.
Recuerdo que me contaba de cuatro muchachas de Sagua de Tánamo, en Holguín,  a las que les tuvo mucho cariño como si fueran sus verdaderas hijas. Vinieron a alfabetizar a El Caney, en Santiago de Cuba, eran tres hermanas Isabel, Consuelo y Martha, y su prima Milda, las cuales mantuvieron el contacto, le escribían y hasta volvieron de visita después de la Campaña.
Al principio lloraban como niñas por la nostalgia y lejanía de la familia, lo que no impidió que cumplieron su deber, pues al final de la epopeya, cuando disfrutaron la fiesta de izar la bandera de territorio libre de analfabetismo, después de haber enseñado a más de 40 iletrados entre todas, no ocultaron el orgullo de ser protagonistas de esa obra.
Luego en la Plaza de la Revolución capitalina al festejar el triunfo del saber sobre la ignorancia,  cuando pidieron: “Fidel, Fidel, dinos qué otra cosa tenemos que hacer”, las jóvenes de Sagua de Tánamo asumieron con alegría la orden del líder, de estudiar y estudiar para serles más útiles aún a la nación.
Todas se prepararon en diversas ramas, según testimonio de mi padre, sé que Martha se hizo profesora de Español y Literatura. Y Milda, se enamoró en El Caney, más tarde se casó y se convirtió en hija adoptiva de esta tierra, donde enseñó a vislumbrar los nuevos horizontes propiciados por la Revolución en el poder.

martes, 13 de diciembre de 2011

El poeta del Moncada


Aída Quintero Dip
“Ya estamos en combate”, un poema notorio dentro de la poesía social política-cubana, que todavía hace vibrar de emoción; y su autor, Raúl Gómez García, expresión de fortaleza y sensibilidad al servicio de los más altruistas ideales, constituyen un binomio inseparable cuando se hace referencia a la gesta del Moncada o a la vida y obra del héroe.
Ese último poema para el primer combate,  en el que vertió su alma convencido de que no hay gesta sin himno, fue enarbolado por la Generación del Centenario, con Fidel al frente, en la granjita Siboney, pocas horas antes de partir hacia el ataque a la segunda fortaleza de la nación, es decir, hacia la historia.
Aunque nació en La Habana, el 14 de diciembre de 1928, en cuyo honor se celebra en esa fecha el Día del Trabajador de la Cultura, su cercanía afectiva e histórica con Santiago de Cuba fue muy grande desde que este maestro,  poeta  y periodista fuera uno de los 135 asaltantes en la epopeya, y redactara el Programa de la Revolución o Manifiesto de la Nación, por indicaciones del joven abogado Fidel Castro, líder del Movimiento Revolucionario.
Tiempo convulso y de definiciones, ese julio de 1953, el joven de apenas 24 años recibió de Fidel  la tarea más trascendental de su vida revolucionaria: redactar el Manifiesto a la Nación, aquella proclama que, en nombre de la Generación del Centenario, sería dada a conocer al pueblo de Cuba, cuando por fin tuviera lugar la primera gran acción del movimiento.
De su intrepidez y disciplina deben nutrirse los  jóvenes de hoy, pues escribir el Manifiesto era una tarea peliaguda. Fidel había explicado a Gómez García las ideas esenciales, las mismas que todos compartían; y confiaba en quien desde el primer momento integró el núcleo fundador y dirigente del movimiento; en su condición de periodista y de intelectual de profundas raíces martianas y revolucionarias, sería una vez más capaz de poner en blanco y negro sus convicciones, por las que -por primera vez- iban a la pelea con las armas en las manos.
Él estaba probado desde mucho antes. Como fundador y director del periódico Son los Mismos, en la primera mitad de 1952, había expresado sus cualidades al frente de la redacción, y se había revelado pensador político de alto vuelo y excelente comunicador, con el seudónimo de “El Ciudadano”. Al incorporarse Fidel a ese grupo, y proponer la salida de El Acusador, Gómez García mantuvo su autoridad como director de la nueva publicación clandestina, y Fidel, como su orientador político, sabía que era suficiente con situar las líneas fundamentales que debían trasmitirse.
En el apartamento de Abel y Haydée Santamaría, en 25 y O, en el Vedado, convertido en el puesto de mando del Movimiento, en una pequeña máquina de escribir, que aún atesora el Museo Abel Santamaría, Raúl Gómez escribió con pasión la obra urgente
En ese mismo equipo, por encomienda de Fidel, igualmente redactó el Manifiesto a la Nación, que sería dado a conocer tras el asalto al Moncada,  lo que constituiría la raíz  programática de la lucha de la nueva hornada de revolucionarios  cubanos.
A lo largo de  estos años, un grupo de los asaltantes que sobrevivió a la epopeya ha recordado, en numerosas  entrevistas, que ya en la Granjita Siboney, después que Fidel les informó sobre los pormenores de la acción que en unas horas los incorporaría para siempre a la historia Patria, Raúl Gómez García leyó emocionado su épico poema “Ya estamos en combate”. Lo cierto es que sus mejores acordes resonaron bien alto aquella mañana de la Santa Ana, contra los muros de la otrora fortaleza militar santiaguera.
Raúl estudió Derecho, hasta el segundo año y también Pedagogía    -que no llegó a concluir- en la Universidad de La Habana. En esa época trabajó como maestro en el colegio privado Baldor, uno de los más exclusivos, en la capital cubana, al que solo iban alumnos pertenecientes a familias de amplios recursos económicos.
Aunque la dirección del centro educacional lo empleó por sus amplios conocimientos, no lo incorporó a la plantilla como personal fijo, pues los propietarios del plantel sabían de sus ideas a favor de los cambios sociales que necesitaba el país, que no eran precisamente las que ellos  respaldaban.
El joven que abrazó con igual pasión el magisterio y la poesía,  recordado especialmente cada 14 de Diciembre por los trabajadores  de la Cultura que lo honran, constituye un ejemplo para las nuevas generaciones que como él, en su tiempo, tienen la posibilidad de engrandecer la Patria con las manos y el corazón.
Esa es la gran lección legada por este insigne maestro que enseñó más allá de las aulas  a conquistar la libertad. Ese es el compromiso de sus seguidores: mantener vivo entre nosotros a quien perdió la vida, después de ser cruelmente torturado,  en la gesta del Moncada, tal como señalara, “por su honor de hombre”.


Un monumento más allá del aula

AÍDA QUINTERO DIP  Foto
Es realmente un monumento la obra educacional que la Revolución ha edificado en Santiago de Cuba, convertida en referencia obligada y parte significativa del patrimonio que la nación ha creado en ese campo.
Más de 50 años forjando, venciendo desafíos para barrer el secular atraso  socioeconómico, educacional y cultural  en que estaba sometido este territorio antes de 1959, bien merecen un himno que cante a sus logros en todas las vertientes del quehacer humano y, sobre todo, en  educación, una de sus más apreciadas conquistas.
La tradición del magisterio santiaguero se asienta  en  su rico legado y la consagración de sus trabajadores, empeñados en elevar constantemente la calidad del proceso docente-educativo como característica consustancial a tan prioritario sector.
Patriotas y maestros nacidos en esta tierra enaltecieron las aulas primero,  y después los claustros como Juan Bautista Sagarra Blez, Desiderio Fajardo Ortiz, Francisco Ibarra Martínez, Leocadia Araújo (Cayita), Frank País García, María Caridad Rodríguez Guibert y José Antonio Portuondo Valdor.
Durante varios años el sistema educacional de la provincia se ha
mantenido en los primeros planos en el ámbito nacional, como obra del talento y la dedicación,  especialmente del personal docente.
Un territorio que cuando el asalto al cuartel Moncada, el 26 de julio de 1953,  el nivel escolar promedio era de segundo grado, presenta hoy avances elocuentes en todas las enseñanzas.
Los círculos infantiles que acogen a niños y niñas desde primer a sexto años de vida,  son un tesoro protegido como la niña de los ojos, porque en esas instituciones se está forjando el mañana.
La educación se prestigia con resultados de primer nivel en una enseñanza inexistente antes del Primero de Enero: la Especial, ante la mirada amorosa de los docentes, dotados de condiciones muy especiales también para obtener progresos en el aprendizaje de sus discípulos. Y la Enseñanza Técnico-profesional, otro logro del  período revolucionario, tiene ahora alta prioridad ante las necesidades del país.
Una cualidad de la escuela cubana actual  es la de dirigir científicamente la formación integral de los educandos  y  la preparación de los pedagogos, expresión de lo cual ha crecido el número de Doctores en Ciencias Pedagógicas y   másteres.
El incremento del número de estudiantes que transita hacia niveles superiores de desempeño cognitivo, a partir de un mayor porcentaje de respuestas correctas; la transformación en la secundaria básica, el fomento de pre pedagógicos y  resultados positivos en los exámenes de ingreso a la Educación Superior, son  ejemplos que resaltan.
Precisamente los planteles de la Enseñanza Superior como la Universidad de Oriente, los institutos superiores de Ciencias Médicas y Pedagógico,  entre otros,  contribuyen a incrementar cada curso el potencial científico-técnico, con la preparación de profesionales de alta calidad y compromiso político, capaces de enfrentar los reclamos de hoy.
Pese a las adversas situaciones económicas, el presupuesto dedicado a la Educación en el territorio ha ido creciendo año tras año como muestra de desvelo del Estado, pues ya en 1990 rebasaba los 100 millones de pesos y equivalía a cuatro veces más que el del país antes del triunfo de la Revolución.
Los hijos e hijas de Santiago de Cuba  no son únicamente testigos excepcionales del Moncada, y de la victoria del Primero de Enero, sino protagonistas de su obra, y la erigida en educación -en más de  medio siglo- bien merece un himno que trascienda como aquel de 1961 dedicado a la Campaña de Alfabetización: Lápiz, cartilla,  manual,  ¡alfabetizar,  alfabetizar!

miércoles, 7 de diciembre de 2011

La estatura de Baraguá; la hidalguía de Maceo

AÍDA QUINTERO DIP
Mangos de Baraguá es mucho más que un entrañable sitio de la historia, donde el 15 de marzo de 1878 se alzó la voz de Antonio Maceo para que la dignidad de Cuba  ascendiera a estatura universal.
Ese nombre no envejece; trasciende,  se ha convertido en símbolo por ser expresión del arraigado sentimiento patriótico de un pueblo.
La Protesta de Baraguá, protagonizada por el Titán de Bronce y otros valientes luchadores, como única respuesta ante el bochornoso Pacto del Zanjón, no ha perdido  un ápice de  hidalguía; sigue siendo lección para quienes socavan su soberanía,  vulneran principios o claudican ante las presiones.
La sabia advertencia de Maceo de no queremos paz sin independencia, está incólume, como si estuviera recién estrenada.
No había mejor escenario para que la historia lo escogiera  otra vez -el 19 de febrero del 2000-, cuando miles de  compatriotas, en combativa tribuna, exigieron la devolución  al seno de su familia y de la Patria de un niño secuestrado  en las entrañas del monstruo.
Desde esa fecha, Baraguá  es aún más imprescindible, referencia,  parte decisiva de una Batalla de Ideas que se hizo juramento para todos los tiempos,  contra la que se estrellan armas tecnológicas, militares o científicas, el monopolio de los medios de comunicación y el poder político y económico del imperio.
Sin precedentes en la historia por lo sorprendente y novedosa,  se desató una ofensiva de pueblo y de pensamiento,  ya que en ninguna época se  entabló semejante conciencia en el campo de ideas y de la ética de un poderoso imperio y una nación pequeña pero valiente, a solo 90 millas de sus costas.
Los cubanos juraron defender, bajo cualquier circunstancia,  su derecho a la paz, a la vida, al desarrollo, el respeto a la soberanía y a sus intereses más sagrados.  Por su cumplimiento,  se ha obrado con inteligencia y sin tregua, pero el combate continúa.
Prometieron luchar  -y así lo han hecho-  contra las agresiones y amenazas a la seguridad nacional y los actos de terrorismo;  el bloqueo y la guerra económica, los planes de subversión, diversionismo ideológico, sabotaje y desestabilización interna.
Como  consecuencia de lo jurado, ante la gloria inmortal de Maceo y sus compañeros de armas, desde el mismo sitio donde partió,  el 22 de octubre de 1895, la invasión de Oriente a Occidente, se ha profundizado en una más sólida conciencia revolucionaria, en el logro de elevados conocimientos y una más amplia cultura general e integral a favor del  pueblo.
El juramento de Baraguá  es mucho más que deber y compromiso con el presente y el porvenir; como documento de alta prioridad y vigencia, por su valor estratégico y como texto de perenne consulta, se ha convertido en un  modo de ser y de actuar, de acuerdo con las exigencias del momento que  vive hoy Cuba.
Con el machete salvador  e ideas de meridiano filo del General Antonio Maceo en lo más alto de la conciencia nacional, muy cohesionados los veteranos y los pinos nuevos, seguiremos abriéndole caminos al sol. Es el tributo del pueblo en el  115 aniversario de la pérdida de su más bravo gladiador.

Camilo Cienfuegos: El Héroe de Cuba, no solo de Yaguajay

AÍDA QUINTERO DIP
Bastaría la hazaña protagonizada por Camilo Cienfuegos  y sus compañeros de armas en el combate de Yaguajay, para  que este hombre corajudo ocupe un lugar en la historia de Cuba, pero desde mucho antes él había tejido una página de gloria  en la epopeya por la libertad  como para perpetuar su propia leyenda.
Una de las batallas más complejas durante la insurrección nacional, que duró 10 largos días, lo elevó a la categoría de Héroe, si bien ya esa condición la había ganado tácitamente en otros tantos episodios en los que sobresalió gracias a su arrojo  y brilló -como soldado primero y jefe después-  por su puntería ante el enemigo.
En Yaguajay  es considerado como un ídolo, allí se construyó un museo para enaltecer esta figura insigne y querida de la  nación; allí la gente lo recuerda porque no obstante los avatares de la lucha, tuvo tiempo Camilo para ganarse el afecto y admiración de las personas  humildes del pueblo;  dejó una estela de cariño a su paso por esa tierra del centro del archipiélago, sobre todo, con los niños y niñas de las escuelas  aledañas de entonces.
Es notoria su audacia, recogida en numerosos testimonios de quienes lo conocieron,  que se hizo temeraria cuando lideró la columna invasora en el camino hacia la libertad, con el nombre de  Antonio Maceo, a quien él veneraba desde los años infantiles pues las ansias de independencia  del patriota,  le conmovió su estirpe guerrera.
Una vez logrado el triunfo, otra de las hazañas que  encumbró a Camilo  fue su participación como jefe del Ejército ante la situación creada en Camagüey por la traición de Hubert Matos, en octubre de 1959. La misión  confiada por  Fidel  es muestra del carácter, integridad  y lealtad del legendario guerrillero, devenido Comandante del Ejército Rebelde.
Precisamente cuando Fidel lo ascendió a ese grado que muy pocos combatientes alcanzaron en los tiempos difíciles de la guerra, quien más tarde fue bautizado como el Señor de la Vanguardia  expresó que primero dejaría de ser,  que dejar de ser fiel a la confianza  del Máximo Líder de la Revolución, una frase que lo inmortalizó ante el pueblo del cual surgió.
Del Héroe de Yaguajay  -que bien podría llamársele el Héroe de Cuba ha expresado Fidel- hay mil anécdotas en correspondencia con su carácter jaranero y jovial, de cubano típico que supo ser verdadero amigo y hermano de sus compañeros, especialmente de aquel argentino, el Che Guevara,  al que lo unió una amistad entrañable identificado por ideales  más allá de cualquier geografía.
Una de las más conocidas está relacionada con Fidel, cuando  Camilo se negó a integrar un equipo de pelota contrario al del Comandante en Jefe, alegando que contra Fidel,  él no estaba ni en la pelota, reflejo de que abrazó las  mismas convicciones de aquel otro revolucionario simpar con el cual había simpatizado desde los días de México, al enrolarse en la expedición del yate Granma, y después en las acciones rebeldes en la Sierra Maestra hasta el primero de enero de 1959.
Pasados 52 años de su desaparición física,   no se ha borrado de la memoria del pueblo la imagen de Camilo, sobre todo, la que lo simboliza junto a Fidel en la caravana de la libertad que recorrió toda Cuba y entró triunfalmente a la capital, el 8 de enero,  en una jornada memorable en que recibieron el cariño del pueblo eufórico también por  la victoria. 
Hombre atractivo, de cautivadora sonrisa,  de dulce y penetrante  mirada, alegre, no es difícil imaginarlo conquistando el amor de la enfermera salvadoreña Isabel Blandón, con quien contrajo matrimonio ni prodigando cariño a su madre Emilia o a su padre Ramón,  en su corto pero fructífero paso por la vida.
Quiso ser escultor,  pero tuvo que postergar sus sueños y ser  mozo de limpieza, mensajero, pintor de brocha gorda,  trabajar en una sastrería, emigrar a Estados Unidos en busca de mejor suerte, y hasta escribir artículos en un periódico  para divulgar sus ideas. Quién duda hoy  que de alguna manera  hizo realidad sus anhelos: fue un arquitecto, un artista en la lucha guerrillera y en la edificación de una  Patria nueva para su pueblo.
Camilo Cienfuegos será el revolucionario al que siempre tendremos que apelar ante situaciones adversas, cuando la Patria esté en peligro;  nos servirán de estandarte las palabras de su último discurso, al citar los encendidos versos de Bonifacio Byrne: Si deshecha en menudos pedazos/ llega a ser mi bandera algún día/ nuestros muertos, alzando los brazos/ la sabrán defender todavía.