miércoles, 20 de marzo de 2013

HUGO CHÁVEZ: HA MUERTO EL HOMBRE, VIVE SU REVOLUCIÓN


Este  material refleja los sentimientos de dolor que brotaron del corazón de un profesor cubano y de su colectivo laboral, instantes después de conocerse la fatídica noticia de la muerte de Chávez. Aunque han pasado unos días, tiene plena vigencia y lo publico en mi página como tributo a este digno hombre que nos legó un ejemplo imperecedero.

Wilkie Delgado Correa 
Hoy todos sufrimos el impacto de la triste noticia: Hugo Chávez había muerto a las cuatro y veinticinco de la tarde a consecuencia de las complicaciones surgidas en el periodo de convalecencia.
Casualmente nos encontrábamos en una actividad en defensa de nuestros 5 Héroes en la sede de la Universidad de Ciencias Médicas de Santiago de Cuba, cuando fuimos informados, al inicio de la misma y justo a las cinco de la tarde, que el desenlace trágico había ocurrido.
Y a la vez que aplazábamos el programa concebido, en forma improvisada hicimos una intervención sobre la actitud consecuente para continuar la marcha revolucionaria en las presentes circunstancias y la responsabilidad que tiene el pueblo venezolano de ser fiel al legado político e ideológico dejado por Chávez. Fue el humilde homenaje al combatiente caído de un grupo de trabajadores, profesores y estudiantes que daban muestra emocionada de cuán hondo era el dolor por la pérdida del hombre y del líder que nos era tan cercano como un compañero muy íntimo.
Mirando, como en un espejo, en la historia de nuestras luchas pasadas y revisando las horas de las caídas de los grandes hombres, nos queda como herencia la voz quebrada que exclama: que siga la marcha y el combate.
Quedan en Venezuela, en Latinoamérica y el Caribe, en el mundo, la voz y las ideas de un líder extraordinario. Quedan los gestos y las obras en los diversos campos dentro y fuera de su país. Queda su ejemplo para las generaciones presentes y futuras. Por todo esto, en esta hora de luto, honra para el grande hombre de nuestra América.
Si los miserables levantaran en su muerte las intrigas y las campañas como las que hicieron en vida, ahora o después, no podrán ensombrecer la luz que irradia su fecunda trayectoria y vida, y, al contrario, se hundirían mucho más en el pantano del desprestigio y la impudicia.
Adelantándonos al futuro inmediato, cabe que cada venezolano tenga presente su llamado al pueblo en diciembre antes de su partida a Cuba para la operación quirúrgica. Ese es su legado póstumo y su pedido ferviente. Significa que es la unidad lo que hay que preservar, porque es la garantía de la marcha de la revolución bolivariana y socialista. Y en las próximas elecciones, el voto de todos los patriotas a favor de Nicolás Maduro debe ser el instrumento para hacer realidad el mandato de Chávez. La victoria contundente debe ser el más hermoso ramo de flores rojas que se ponga, a modo de tributo, en su tumba imperecedera.
Hay que mantener vivo a Chávez más allá de su muerte. Y eso es posible si se mantiene viva, más que nunca, a la patria bonita, según acostumbrada a decir. Que el recuerdo y el amor nos permita llevarlo adentro como algo consustancial a nuestro propio ser. Que la acción tenaz y consecuente sirva para dar remate a la obra inconclusa que delineó y soñó el líder y abanderado del socialismo del siglo XXI.
Estamos seguros de que Chávez no se irá, quedará con su pueblo y otros pueblos del mundo como un paradigma de los mejores tiempos presentes y los del porvenir. ¡Gloria eterna al gran Comandante bolivariano!

lunes, 18 de marzo de 2013

De Sabaneta de Barinas a la inmortalidad


Aída Quintero Dip
El niño arañero de Sabaneta de Barinas, el soldado forjado en el honor, el protagonista de la rebelión cívico-militar del 4 de febrero de 1992, devenido Comandante Presidente; llegó en la vanguardia  de su tropa o de su pueblo al museo histórico militar Cuartel de la Montaña, convertido desde el 15 de marzo de 2013 en santuario de la nueva Patria, la de Bolívar, la de Chávez.
“Llegamos a este punto del camino con usted al frente y hoy iniciamos la marcha sin usted presente, pero con usted al frente, líder supremo de la Revolución Bolivariana, Hugo Chávez, porque sus ideas nos iluminan y su ejemplo es imperecedero”, expresó visiblemente conmovido Nicolás Maduro, en las honras fúnebres desde ese simbólico altar.
Y allí estará vigilante, custodiando a Venezuela, a nuestra América, uniendo en un abrazo a todos los pueblos que la integran. Es el sitio donde comenzó todo, la génesis de la Revolución Bolivariana; no pudo haber lugar tan sagrado para sembrarlo, hasta que se encuentre definitivamente con el Libertador.
Es el Chávez de la suficiente hidalguía para decir por ahora, admitiendo que en ese momento no era posible; mas el país tenía que enrumbarse hacia un destino mejor, era su certeza. Tal convicción y  gallardía se multiplicaron hasta edificar “la Patria que ahora sí tenemos”, para defenderla hasta el último aliento.
Todavía me parece escucharlo cantar con el alma misma su “Patria, Patria, Patria querida, eres mi sol, eres mi vida, eres mi amor”, retumbando en la voz de un hombre que redujo la pobreza, regaló salud, y le puso melodía a la política que la entendió como el arte de amar al prójimo.
Los testimonios de venezolanos, cubanos o bolivianos;  reconocimientos de estadistas, políticos, intelectuales, deportistas, me lo devuelven en su gran dimensión humana,  dignificando a la población más humilde, más pobre y necesitada. Es como si hubiese nacido para cumplir la misión de hacer el bien  y convertir lo extraordinario en cotidiano.
Por las calles de Caracas lo llevaron en brazos sus hermanos de lucha, su pueblo; la Plaza de Bolívar, el Prado de los Próceres lo reverenciaron; los mismos sitios que lo victorearon en las campañas electorales, en los proyectos de beneficio social para sus compatriotas o en cada misión realizando sueños, como preceptor de Venezuela, su segundo libertador.
Fue impresionante, conmovedora, la multitudinaria manifestación de tributo al Comandante Presidente Hugo Chávez Frías, que acompañó el cortejo fúnebre por áreas emblemáticas de su amada tierra desde la Academia Militar hasta el Cuartel de la Montaña, donde el destacado líder  puso la simiente para el despertar y resurgir de la nación suramericana.
Nicolás Maduro, presidente encargado de Venezuela, aspira a una campaña electoral de altura que tendrá su veredicto el próximo 14 de abril. Y yo pienso que en estos días difíciles pero de grandeza para el país y su epopeya revolucionaria, el legado de Chávez está presente y su pueblo sabrá crecerse con estoicismo y altivez en esa nueva batalla.
Ya lo confirmó su hermano Adán, en la íntima y emotiva ceremonia en su honor, en el Cuartel de la Montaña, donde agradeció en nombre de la familia tantas muestras de amor y solidaridad, y dijo: “Haremos todo lo posible para que la Revolución Bolivariana sea irreversible”.
La convicción de que el líder vive y la lucha sigue es grande. “Para los que piensen que ahora no tenemos a Chávez, se equivocan, ahora es cuando nosotros tenemos a Chávez”, ha subrayado Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional.
El fiel amigo que se mantuvo a su lado en los tiempos de edificación de la Patria nueva,  Evo Morales, presidente de Bolivia,  sigue junto a él en estas jornadas de dolor y esperanza cuando el gran patriota ha trascendido a la inmortalidad. Hugo, no nos abandone, expresó conmovido, para asegurar que su legado permanece en Latinoamérica y en el mundo.
“Perdimos al mejor amigo de Cuba”, sintetizó Fidel hace pocos días en un artículo, una frase que encierra cuánto Chávez significada para los cubanos, que es decir para el propio Fidel.
Y no deja de sorprendernos, a medida en que más lo conocemos, es mayor su grandeza. Como excelente comunicador siempre partía de la historia, también abrazó el periodismo desde su cátedra política de Aló Presidente, la mirada con los ojos del sur de Tele Sur y  su cuenta @chavezcandanga en Twitter, que fue no solo tribuna sino campo de batalla.
A un cantor llanero de su estirpe,  orfebre de ideas y obras fecundas, de vocación humanista y democrática, bien cabría dedicarle esta frase de una canción: “Yo te saludo en nombre de los nuevos, de los que no han de acusarte por amar…”. Chávez por ahora y por siempre estarás en el corazón de los pueblos de la América nuestra.

Mi madre es sabia y amorosa



Aída Quintero Dip
Este 11 de marzo mi madre, Artimia Dip Aranda, descendiente de árabe pero con una cubanía que le brota por los poros, cumplió 92 años. Es sorprendente su vitalidad   -todavía cocina- y la  prodigiosa memoria que conserva capaz de recordar los hechos más lejanos e increíbles. Es una mujer que se distingue por su bondad, siempre presta a servir a los demás, nunca se pone brava, mantiene su alegría y su sonrisa, solo le atormenta tener enfermos a alguna de sus cuatro hijas, ocho nietos o tres bisnietos.
Cada 11 de marzo nos reunimos y celebramos su cumpleaños con una fiesta de cariño, y mi primo Félix Oscar que la consiente como nadie, dice que ella es el horcón de la familia, y espera que integre el club de los 120 años. No está del todo errado, pues el círculo de abuelo del barrio al que pertenece la considera muy activa, de las primeras en  las actividades que organizan.
Es Artimia, pero muy bien podría llamarse maravilla;  parecía frágil, mas desde que mi padre murió, hace ya 24 años, asumió con una fortaleza que asombra las riendas de una familia forjada sobre la base del amor y el respeto. Mis hermanas y yo nos sentimos privilegiadas de tenerla, de mimarla; estamos orgullosas de nuestra madre, muy querida también entre sus vecinos en la barriada de El Caney en  Santiago de Cuba.
Félix, mi padre, fue su único novio, su único esposo, el gran amor de su vida que solo la muerte pudo separar, aunque no quebrarlo porque se mantuvo vivo, latente en su corazón. Cuarenta y un años de casados es un tiempo suficiente como para no olvidar la felicidad y avatares compartidos.
Su salud es envidiable,  no sabe de altanería  ni de  fastuosidades ni orgullo, es una mujer sencilla, feliz de lo que tiene, que no sufre por lo que le falta,  le basta el amor y respeto de sus semejantes para sentirse plena. Y esa fue la educación que fomentó en sus descendientes.
Su gran premio y  satisfacción que no puede ocultar: que sus cuatro hijas sean profesionales, aunque procedan de una familia muy humilde. Hilda es pedagoga en Química; Irma, en Cultura Física; Marelis, médica pediatra, y Aída, periodista. Sus nietos van por similar camino.
Ella tiene dones, pero hay uno muy especial que motiva curiosidad: cura empachos como por arte de magia, sencillamente pasa sus manos suavemente por el vientre de la persona en cuestión y  pasado unos 10 minutos una buena tisana de menta, mejorana, o cualquier planta similar y remedio santo, como dicen los abuelos. Hasta los médicos se la recomiendan a sus pacientes, sobre todo cuando son niños.
Cuenta que mi abuelo, su padre, vino de Siria con apenas 18 años, llegó hasta Cuba de polizonte en un barco en busca de fortuna y casi se hace “millonario”, pero de amor cuando al poco tiempo conoció a una linda guajira santiaguera llamada Juaquina, de la cual se enamoró a “lo árabe”, formaron un  matrimonio de 12 hijos, forjados en la rectitud y el apego al trabajo.
Mi madre Artimia es de alma noble y corazón de oro, ¿qué mayor premio podría darme la vida?

jueves, 14 de marzo de 2013

Secretas ciencias del periodismo martiano

Aída Quintero Dip
El periodismo de José Martí es de predica y de combate, desde el concebido como pura pedagogía al estilo de La Edad de Oro, hasta el que aparece en el periódico Patria, que merece mención aparte porque resume el concepto martiano de que el periodista es un soldado de las ideas, y como tal ha de tener bien definida su estrategia y su táctica, pues  no todos los temas pueden tratarse de la misma manera en cada momento.
Un análisis sincero de una cuestión determinada hecho a destiempo, puede malograr el resultado de una acción ineludible para la consecución de un objetivo vital a la causa que se defiende. Se infiere que,  además de sabio y bueno, el buen periodista debe ser astuto, de lo contrario volverá contra sí mismo sus armas. Aquellas flaquezas de lo propio que es imprescindible ventilar entre los compatriotas -porque lo que ha de interesar al profesional  honrado es sanear el mal y no armar alharaca-, no han de sacarse innecesariamente a la vista del enemigo que las aprovechará sin dudas en su beneficio.
En el artículo Nuestra Prensa, publicado en Patria, Martí expresa: “una es la prensa, y mayor su libertad, cuando en la república segura se contiende, sin más escudo que ella, por defender las libertades de los que las invocan  para violarlas, de los que hacen de ella mercancía, y de los que las persiguen como enemigas de sus privilegios y de su autoridad.
“Pero la prensa es otra cuando se tiene  en frente al enemigo. Entonces en voz baja se pasa la señal. Lo que el enemigo ha de oír,  no es más que la voz de ataque.” Esta lección es permanente.
Muchas son las enseñanzas que de su vasta obra podemos asimilar los profesionales de la prensa revolucionaria a 160 años del natalicio de quien, el 8 de junio de 1875, en La Revista Universal de México, definía con inusitada profundidad el papel que debía asumir la prensa: “…Toca a la prensa encaminar, explicar, enseñar, guiar, dirigir; tócale examinar los conflictos, no irritarlos  con un juicio apasionado; no encarnizarlos con un alarde de adhesión  tal vez extemporánea, tócale proponer soluciones, madurarlas y hacerlas fáciles, someterlas a consulta y reformarlas según ella; tócale, en fin, establecer y fundamentar enseñanzas, si pretende que el país la respete, y que conforme a sus servicios y merecimientos, la proteja y la honre.”
Entonces tenía sólo 22 años, pero ya resumía con tal discernimiento y agudeza los objetivos y las misiones  del periodismo ético y revolucionario que predicó, revelándose como periodista de afilada pluma y acercándose a todos los temas con igual sabiduría, rapidez y seguridad.
Desde la perspectiva del Maestro, el periodista debía ser orgánicamente revolucionario, no sólo en política, sino en el más cabal sentido del término; o quedar reducido a la categoría de  simple repetidor o amplificador de acontecimientos. Debía conocer desde la nube hasta el microbio y estar atento a los signos de los tiempos.
Sólo a la enorme base cultural que cimentó y en la que se apoyaban sus juicios, unida a la capacidad excepcional de ver  -porque miraba con el corazón- donde otros no veían, por la comparación, por el análisis, se debe la magnitud de su legado periodístico; y a su indómita  voluntad de participar de manera activa en la construcción de un mundo nuevo en una época, donde debía cotejarse a la novedad de los sucesos, la novedad de la palabra y del estilo que debían describirlos y desentrañarlos.
Y es que Martí se expresó en un tono profundamente revolucionario, vitalidad ética y movilizadora de oyentes y lectores. A esto se debe, en esencia, que  sus textos fundadores sean totalmente contemporáneos.
Conocer y meditar, y viceversa, son dos factores imprescindibles a la hora de enfrentar el análisis de cualquier asunto, aunque sea el más trivial. He ahí una secreta ciencia del periodismo martiano.
El tamaño del periodista que fue no está dado por la poquedad de su época, que dio voces que aún hacen vibrar los claustros de las escuelas de letras; tampoco por el grado de desarrollo en que se encontraban las repúblicas americanas. La lectura de sus textos ruboriza el más exigente, pues él habló como un erudito de economía política, agricultura, arte, literatura, modas y costumbres, y de cuanto fue preciso y creyó útil al mejoramiento humano.
En su función formativa, el periodista debía tener claro su objetivo. No decir por la avidez de sentar cátedra en la prensa o en la lengua, ni hacer gala de una sapiencia estéril, sino decir con aquel elevado concepto ético de lo humano trascendente que lleva al individuo a ser su mayor crítico y su mejor preceptor.
No para exhibir desde una vitrina, Martí legó ese sentido de responsabilidad de la prensa y el periodista, cuando insistía en que el periódico: “Debe ser coqueta para seducir, catedrático para explicar, filósofo para mejorar, pilluelo para penetrar, guerrero para combatir. Debe ser útil, sano, elegante, oportuno y valiente”.
Por eso una labor como la nuestra no puede caer en el error de los esquemas, mucho menos si se trata de reflejar la propia esencia de la  Revolución, que es fruto de sus ideas,  y  es la constante renovación, y, por lo tanto,  el periodismo tiene que parecerse a la Revolución en ese sentido de cambio, de búsqueda.
En la medida en que asimilemos conscientemente la necesidad de elaborar un mensaje cada vez más integral, profundo, equilibrado, maduro; que estudiemos y profundicemos en función del papel político que nos corresponde, como hacedores de una prensa comprometida y militante, estaremos más en la avanzada de una nación que lideran Fidel y Raúl, con la presencia indiscutible de Martí en esa guerra mayor de pensamiento que se nos hace, la cual requiere dar prioridad al conocimiento abarcador, como estrategia vital.
Y no ser simples críticos, sino actuar y obrar con la certeza de que la Revolución es nuestra y en función de esto develamos errores, deficiencias, tendencias negativas, y proponemos alternativas, caminos, con la pasión de la verdad como premisa.
El papel de la prensa en general  debe proyectarse en tal sentido, no puede ser mero reproductor, sino debe partir de un ejercicio coherente de contrastar opiniones y profundizar en la investigación de temas neurálgicos o de gran incidencia en la vida nacional y de elevada repercusión pública.
No podemos ver a Martí como un personaje histórico anclado en los 42 años de su existencia física en la segunda mitad del siglo XIX. Es el patriota que nos acompaña en este siglo XXI, una fuente inagotable de espiritualidad y sabiduría no sólo por lo que sabe, que es mucho, sino por las ansias que transmite de aprender aquello que no se conoce, o se conoce mal. Es el guía que nos enrumba por el único camino que hará perdurable nuestra obra, y ese camino es la entrega sin límites al logro del mejoramiento humano, la confianza infinita en la vida futura y en la utilidad de la virtud.