sábado, 29 de julio de 2017

En pleno 1957: dos hijos asesinados, un pueblo enardecido



 Aída Quintero Dip
    Santiago de Cuba y sus valientes hijos habían dado sólidas muestras de heroísmo en el devenir histórico de la Patria, pero la manifestación popular del 31 de julio de 1957 por el vil asesinato de Frank País García, jefe nacional de Acción y Sabotaje del Movimiento 26 de Julio, un día antes, impactó a su pueblo, a la opinión pública y a la tiranía de Fulgencio Batista.
  Los más veteranos tienen grabada en la memoria aquella multitud compacta y enardecida por la muerte de Frank y su compañero de armas, Raúl Pujol Arencibia, hace 60 años, cuando las calles del centro de la ciudad latían bravas y rebeldes como expresión de repudio al régimen.
   Juan Grau Durán, uno de los combatientes que estuvo bajo las órdenes del avezado jefe clandestino, retrató así esa jornada de dolor y patriotismo: “Hombre inmenso, revolucionario cabal, capaz de levantar en vida a Santiago de Cuba y de levantarla también en la muerte”.
  Pasadas las cuatro de la tarde del aciago martes 30 de julio de 1957 la noticia del asesinato del ejemplar luchador se regó como pólvora, muchos no lo creían pero en el Callejón del Muro caía baleado por los sicarios de la dictadura, con el teniente coronel José María Salas Cañizares a la cabeza.
  Muy cerca del lugar, en la calle San Germán, el cadáver de Pujol inundaba con su sangre generosa el borde de la acera tras ser ultimado a balazos por las crueles manos de Salas Cañizares.
  La respuesta del pueblo fue contundente, no hubo órdenes, solo el tácito llamado de la Patria y el corazón; la heroica y rebelde ciudad estalló de ira como si hubiese sido herida en el medio del pecho y cientos de personas acudieron a la casa de San Bartolomé 226 donde velaban el cuerpo de Frank.
  Con el  permiso de Doña Rosario, la amantísima madre, y a propuesta del Movimiento 26 de Julio, los restos del joven héroe fueron trasladados a Heredia y Clarín, donde vivía la novia, América Domitro, mejor sitio para rendirle tributo.
  Allí lo vistieron con el uniforme verde olivo, sobre el pecho una
boina negra, una rosa blanca y la bandera rojinegra del 26, para
honrar al profundo martiano, el alma del levantamiento armado de Santiago de Cuba, el 30 de noviembre de 1956, quien radicalizó sus ideas aún más tras el asalto al  Cuartel Moncada.
  Otro tanto sucedía en la funeraria de la Colonia Española, en la conocida calle Trocha, de la urbe, donde fueron velados los restos del combatiente Raúl Pujol.
  El propio sanguinario Salas Cañizares mostró temor ante la determinación popular, no se imaginó nunca que aquel joven asesinado por él de apenas 22 años, se convirtiera en una bandera de lucha en manos de todo un pueblo enérgico que desafiada el poder del régimen.
  Al siguiente día, 31 de julio, una huelga general espontánea paralizó a Santiago de Cuba y a la hora del entierro las calles Heredia, Clarín, San Agustín, Reloj y Aguilera ampararon a una multitud impresionante dispuesta a acompañar a toda costa y a todo costo al joven revolucionario hasta su última morada, en el cementerio Santa Ifigenia.
  Los comercios, las fábricas, las empresas, los centros de trabajo se cerraron en protesta por el cruel asesinato de esos hijos tan queridos, en un hecho devenido verdaderamente extraordinario.
   Se fue extendiendo la huelga a otros pueblos y ciudades de la provincia oriental y se propagó hasta llegar a las mismas puertas de la capital cubana, a pesar de la represión desatada por las Fuerzas Armadas de la dictadura.
  La ciudad hizo gala de su ancestral rebeldía, el pueblo llevó en brazos de la Patria agradecida a sus valientes hijos, mientras los esbirros se refugiaron en sus cuarteles, quietos porque temían a la ira de los santiagueros.
   También la Resistencia Cívica y el Frente Cívico de Mujeres Martianas habían convocado una manifestación para el 31 de julio por la anunciada visita del nuevo embajador de los Estados Unidos a Santiago de Cuba, y con la caída de Frank y Pujol, se transformó en una combativa demostración de condena a la dictadura de Batista, una batalla campal contra Salas Cañizares.
   Quienes vivieron ese día de 1957 no olvidan el desafío de la gran manifestación en el Parque Céspedes y las calles,  donde personas de todas las capas sociales, credos religiosos, militancia revolucionaria y política, sexo, color y edades, alzaban sus voces con gritos de condena a la tiranía.
   En el recuerdo de muchos pervive el panorama de más de veinte cuadras de compacta multitud con banderas cubanas  y del 26 de Julio, flores desde los balcones, los vibrantes   ¡Abajo Batista!, ¡Viva la Revolución!, y el Himno Nacional en la garganta de todo un pueblo que gritaba: ¡Revolución!, ¡Revolución!
   Se hizo realidad la idea de Vilma Espín, Taras Domitro, René Ramos Latour y otros, de movilizar al pueblo y convertir el sepelio en una vigorosa demostración de repudio a la tiranía, y expresión de respeto y amor a quien tanto había luchado contra la dictadura desde el mismo 10 de marzo de 1952.
   Hombres, mujeres, jóvenes, niños y ancianos marcharon  honrando a Frank y a Pujol y pasadas las cinco de la tarde los cortejos fúnebres llegaron a la necrópolis, aunque en esa jornada no se efectuó el enterramiento que se pospuso para el primero de agosto, en ceremonia íntima y familiar.
   Por eso  los santiagueros tienen una cita sagrada cada 30 de julio, a las cuatro y 30 de la tarde, en la peregrinación en honor a Frank y a Pujol, evocando aquella manifestación de duelo de 1957;  no importa si hay sol ardiente o si llueve, esa conmovedora marcha es parte de la vida de su tierra natal.

lunes, 10 de julio de 2017

Con el ejemplo de la mambisa irreductible



Aída Quintero Dip
  “Muchas veces, sin que me hubiera olvidado de mi deber de hombre, habría vuelto a él con el ejemplo de aquella mujer”, escribió José Martí acerca de la insigne patriota Mariana Grajales.
   Solo una persona de la exquisita sensibilidad del Apóstol de la independencia de Cuba podría reflejar con tanta sencillez y elocuencia la grandeza de quien consideró una de las mujeres que más conmovieron su corazón.
    En Santiago de Cuba vio la luz primera Mariana Grajales, el 12 de julio de 1815, tierra que fue testigo de su crecimiento con una educación ética en el seno de la familia y también la vio elevarse en estoicismo, cuando con amor de madre y orgullo de patriota, entregó sus hijos a la causa redentora.
      Su gloria no se ciñe únicamente a que gestara y pariera una legión de héroes; su estatura se encumbra aún más al instruir a sus descendientes para que fueran hombres y mujeres de bien, y forjar artífices en la lucha por la independencia de la nación del colonialismo español.
   Para Joel Mourlot Mercaderes, estudioso de la familia Maceo-Grajales, es Mariana madre excepcional de Cuba, la que parió, educó hijos virtuosos, y alcanzó la supervivencia a 11 vástagos en el ejercicio de las mejores cualidades humanas, un logro extraordinario que la sociedad debe justipreciar siempre.
   La periodista cubana Argentina Jiménez, en uno de sus artículos, expresa que la nombran la Madre de los Maceo, la Madre de todos los cubanos, la Madre de la Patria, y Martí la llamó Mariana Maceo, apellido de hombres valientes, corajudos, inscritos para siempre en la historia; mas, Mariana Grajales Cuello brilla con luz propia.
   Se las ingenió para fraguar una familia sustentada en sólidos valores, bondadosa y tierna con sus hijos, pero severa en la disciplina, les hizo jurar de rodillas libertar a la Patria o morir por ella, aunque era innegable que su corazón de progenitora palpitase ante la posibilidad de que alguno pudiera morir.
    Mariana Castillo Felicó, una santiaguera que lleva con orgullo su nombre, piensa que lo más importante es honrarla siempre,  haciendo realidad su legado, para que las nuevas generaciones se formen con el espíritu de ella como ser humano y en la formación y educación de sus descendientes.
   Hay que recordarla especialmente por sus virtudes que son fuente de inspiración constante, y sobre todo por la capacidad para anteponer a sus sentimientos, los intereses de la nación, los anhelos de independencia de la tierra esclava, resalta.
   En las páginas que ofrendó  destaca ese grito heroico de “fuera, fuera de aquí no aguanto lágrimas”, recreado por Navarro Luna en su poema, un mensaje que la retrata y la inmortaliza al forjar valientes y fieles defensores de la libertad, entre ellos hombres de la talla de Antonio y José Maceo.
   Huellas dejó su vida en ese cuarto de siglo en combate sin tregua por la soberanía de Cuba desde la pequeña hacienda de Majaguabo, en San Luis, el peregrinar de 10 años por la manigua redentora hasta el obligado exilio en Jamaica.
   Existencia azarosa, pero edificante, conservó la dulzura propia de su fecunda maternidad, aun lejos de su amada Patria, y en su casa en la calle Iglesia No. 34, en Kingston, halló consuelo todo cubano patriota.
   En tierra extraña encontró la muerte el 27 de noviembre de 1893 a los 85 años, y a la tumba la siguieron muchos compatriotas, quienes la recordarían con sus ojos de madre amorosa y pañuelo en la cabeza, como si fuera una corona.
    Alguien que la conoció  bien y admiró en los campamentos y escenarios de batallas, el mayor general José María Rodríguez Rodríguez (Mayía), enterado tarde de la triste noticia, subrayó meses después del suceso:
    “Pobre Mariana, murió sin ver a su Cuba libre, pero murió como mueren los buenos, después de haber consagrado a su Patria todos sus servicios y la sangre de su esposo y de sus hijos. Pocas matronas producirá Cuba de tanto mérito, y ninguna de más virtudes.”
    Ejemplo excepcional de conducta humana desde el hogar en un medio y circunstancias muy hostiles, lo que ensancha su mérito, Mariana Grajales ha devenido símbolo. Fue de las mujeres que más conmovió el corazón de José Martí. 

viernes, 7 de julio de 2017

Roberto Pérez: periodismo en la vida o la vida en el periodismo



    John Vila Acosta
    Hoy, como cualquier otro día, Roberto Pérez Betancourt regó sus plantas al salir el sol.
   Cuatro horas antes despertó, redactó, envió y publicó. La típica rutina que lo conduce desde hace más de medio siglo aún lo acompaña, lo enamora, porque según cuenta “no existen dolencias físicas ni enfermedades que puedan con el tesón del verdadero periodista”.
  Pérez Betancourt, reconocido profesional de la prensa en Cuba, no anda a la velocidad de antes porque sufre de una hernia discal, tiene dos osteofitos que le oprimen la médula ósea y padece de broncoespasmo, todo ello a la avanzada edad de 77 años lacera la salud, pero no la mente.
  El retiro me llegó al inicio de la actual centuria, sin embargo considero que desde la jubilación hasta la fecha las colaboraciones con diversos medios informativos me mantuvieron activo, jamás perdí los deseos de hacer periodismo y creo que no los perderé, dice y sonríe.
  Reportero y articulista del hoy semanario Girón, la emisora provincial Radio 26, la televisora TV Yumurí y la corresponsalía de la antigua Agencia de Información Nacional (AIN) hoy Agencia Cubana de Noticias ( ACN), todos ubicados en la occidental provincia de Matanzas, Pérez Betancourt conserva un solo estilo, el periodístico.
  Mi librito es el de la puntualidad, uno de los principales problemas del periodismo en Cuba hoy día radica en la falta de exigencia para hacer cumplir horarios, existe escasa prontitud para hacer llegar la noticia en tiempo, opina el también profesor.
  Incómodo por naturaleza, Pérez Betancourt cuenta numerosas desavenencias con directivos a lo largo de su trayectoria profesional, casi todas provocadas por el maldito defecto de decir lo que piensa, sin medir los efectos de sus palabras.
  El periodismo hay que ejercerlo desde el compromiso con tu propia ideología y valores, a partir de sentimientos incorporados a través de la formación humanista, conceptualiza con voz quebrada, visiblemente emocionado.
  Roberto pudiera hablar de muchas cosas, desde la estrecha relación con su hermano menor Rolando Pérez Betancourt, también cronista, o de su experiencia como corresponsal de guerra en Angola, y, en última instancia (o en primera), pudiera hablar del amor.
  Después de 55 primaveras de casado conservo la unión con Delma, ella es mi guía y mi sostén, la persona con la cual comparto mis momentos más felices y el apoyo firme para soportar adversidades, sentencia quien fuese presidente de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) en Matanzas.
  Fuera de entrevista, tras la despedida formal y saludos previos al clásico adiós, Roberto Pérez Betancourt lanza el dardo “no concibo el periodismo fuera de mi vida porque mi vida la marcó el periodismo”.

Nota: Tuve el inmenso placer, en mis primeros años del periodismo, de ser junto a Roberto de la misma familia de la AIN, él en Matanzas, yo en Santiago de Cuba. Una etapa muy hermosa de la que guardo gratos recuerdos, sobre todo, por sus enseñanzas y acertados juicios en la vida y el trabajo, como un verdadero maestro en la profesión, de quien mucho aprendí. Gracias Roberto, este es mi modesto homenaje.