jueves, 12 de enero de 2017

Cuando las luces de la tierra llegaron al cielo



Martín A. Corona Jerez
   Se estremece el alma del cubano cuando recuerda la madrugada del 12 de enero de 1869, aquella en que la ciudad de Bayamo, una de las más importantes de la región oriental, fue convertida en cenizas por sus moradores, para continuar la guerra independentista en bosques y montañas.
  La llamarada llegó hasta el cielo de la Patria, porque se hizo símbolo de amor a la libertad y de valentía para conquistarla, además de raíz fértil e inconmovible de la resistencia colectiva que ahora asombra al planeta.
  Es necesario hacer algunas precisiones, confirmadas por  estudios históricos, para que se comprenda mejor la significación del acontecimiento.
  No tiene nada de asombroso que una urbe,  un cuartel u otro lugar sea quemado en una guerra. Lo singular de Bayamo fue que la incendiaron sus habitantes, los hijos de la localidad prendieron fuego a propiedades suyas e instituciones públicas.
   Son incontables las ocasiones en que los atacantes han incinerado edificaciones, para vencer la resistencia de los defensores. Esta vez fueron los defensores quienes destruyeron lo suyo, cuando no pudieron seguir defendiéndolo.
    El objetivo no era “impedir que la ciudad fuera ocupada por los españoles”. Esto resultaba imposible y, precisamente, cuando los bayameses comprendieron la imposibilidad, acudieron a la candela, para demostrar cuánto amaban la libertad, y que estaban decididos a sacrificarlo todo por ella.
    La decisión no fue unánime, lógicamente. Hubo un acuerdo del gobierno provisional de la ciudad, bajo la presidencia del insigne Pedro Figueredo Cisneros (Perucho), autor del Himno Nacional, y tuvo el apoyo de una buena parte de los pobladores.
    También  existen testimonios de personas que manifestaron desacuerdo ante las autoridades, con argumentos nada superficiales.
    La historia humana guarda infinidad de acciones valientes, audaces y suicidas. La hazaña de los bayameses fue valiente y audaz, pero no suicida; estaban convencidos de que podían vencer en aquella guerra, y se decidieron a continuarla en otras circunstancias.
    Esto resulta muy importante, porque tempranamente demostró  que la filosofía patriótica del pueblo cubano incluye sacrificios extremos, hasta la muerte, pero excluye la rendición y el suicidio. Los hijos de esta tierra pelean para triunfar.
   Es bueno recordar que la idea de sacrificarlo todo en pro de la libertad apareció con frecuencia desde el comienzo de la conspiración previa al estallido del 10 de octubre de 1868, y algunas veces se habló, o escribió, de quemarlo todo.
   Por tanto, el incendio no nació como reacción primaria e  impensada de los patriotas.
   Recuérdese que la urbe era el centro de la región histórica del Cauto, escenario de tempranas muestras de madurez de la nacionalidad cubana, y un grupo de bayameses comenzó la conspiración que inició la primera guerra cubana contra el colonialismo y la esclavitud.
   También resultó la primera, y la única ciudad que los patriotas ocuparon durante un tiempo prolongado en la llamada Guerra de los Diez Años.
  Las llamas gloriosas del  12 de enero siguen alumbrando hoy desde el cielo de la Patria, y convocando al respeto, la  admiración y el compromiso.

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