Aída Quintero Dip
Muchos compatriotas se sienten convocados con las palabras del Presidente cubano Miguel Díaz-Canel, en la celebración del 26 de Julio en Granma, cuando expresó: “La Revolución… precisa, al mismo tiempo, que fortalezcamos en nuestra gente la espiritualidad, el civismo, la decencia, la solidaridad, la disciplina social y el sentido del servicio público’’.
Hay conciencia y comprensión de que la gran batalla por la defensa y la economía se apuntala y refuerza con sólidos cimientos en el entramado social, si verdaderamente queremos edificar un socialismo próspero y sostenible en la suprema aspiración de construir un mejor país para todos.
La experiencia confirma que ningún progreso sería duradero si el cuerpo social se descompone moralmente, lo que indica la necesidad de apelar a los grandes legados de los próceres de la independencia de la Patria, de quienes se nutrió la Generación del Centenario para que el 26 de Julio sea inspiración perenne, y hacer de cada compromiso un Moncada victorioso, como dijo Díaz-Canel.
Para el maestro y Héroe del Trabajo de la República de Cuba, Rolando Beltrán Hurtado, en el empeño imprescindible y motivador de rescatar valores hay que recurrir a José Martí, que advirtió y enseñó desde la Edad de Oro del decoro, el respeto y las cualidades morales que deben caracterizar a los hombres de bien.
Ineludible es, igualmente, en esta batalla el magisterio de su mejor discípulo, el eterno líder Fidel, quien expuso en una ocasión que son realmente tan hermosos los hábitos de educación formal que la sociedad socialista no debe renunciar jamás a ello, recalcó el director del seminternado Abel Santamaría, de El Caney, en Santiago de Cuba.
Díaz-Canel nos llamó a potenciar la formación de valores, el respeto, la decencia, la disciplina social, que es una manera de potenciar también la unidad de todos los cubanos para dar continuidad a las ideas del Héroe Nacional y el Comandante en Jefe, y hay condiciones de emprender con éxito esa noble misión, consideró Beltrán Hurtado.
Los educadores comprometidos con la obra de la Revolución estamos conscientes de la responsabilidad que entraña la formación integral de niños, niñas, adolescentes y jóvenes, para lo cual tenemos que ser ejemplo y conjugar el verbo y la acción, como representantes de la ideología cubana, de la moral que siempre se nos ha inculcado, agregó.
En otro sentido, es importante alimentar la espiritualidad del pueblo, avivar su gusto estético para apreciar y disfrutar el arte en toda su hondura y diversidad, como antídoto ante la desidia, el egoísmo, la indisciplina social que tanto lacera, expresa con la autoridad de quien ha fomentado en su escuela un movimiento cultural amplio y de calidad.
Es un privilegio,
además de enseñar, educar como lo profetizó José de la Luz y Caballero, en la fragua
de hombres y mujeres más plenos, laboriosos, honestos, respetuosos, solidarios, que obren
con humildad e inteligencia en pos del bien colectivo, subraya el educador
santiaguero.
Él habla con
orgullo de algunos que escogieron ser maestro, que es ser creador, como dijo
Martí, e integran su claustro como los jóvenes Dayron Mengana Mustelier, Helen
Texidor Ávila y Ana María Batista Castellanos, portadores de las virtudes
morales exigidas para poder forjar personas de bien.
Ellos
están conscientes, añade, de que la labor del maestro se evalúa por el bien que hace a los
demás, siendo desde la modestia y la humildad un buscador perenne de la
sabiduría, siempre al servicio de la comunidad y la familia en la preparación
del ciudadano que la sociedad demanda y merece.
Para Rolando, Cuba tiene el mérito de contar
cada año con nuevos profesionales del sector formados con nivel científico y
calidad académica en una nación donde la equidad, la justicia y la igualdad de
oportunidades son pilares de su sistema social, y que están abocados a aportar al
crecimiento del país no solo desde el conocimiento, también desde la civilidad.
Hay certeza de que el interés por rescatar valores y, en especial la
decencia, compete a todos los ciudadanos desde su ocupación u oficio, pero los
pedagogos asumen un papel esencial en todo lo que hoy queremos para el bienestar
del país, cuyo primer ejemplo lo tienen en José Martí y Fidel Castro.
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