viernes, 30 de marzo de 2012

Vilma en la memoria

AÍDA QUINTERO DIP
Este 7 de abril la eterna presidenta de la Federación de Mujeres Cubanas, Vilma Espín Guillois, cumpliría 82 años, y para honrarla, profundizar en su pensamiento y seguir bebiendo de su legado, las federadas santiagueras le dedican una jornada de homenaje y recordación Por siempre Vilma.
Surina Acosta Brook, miembro del Consejo de Estado y secretaria general de la FMC en la provincia, señaló que harán énfasis en las actividades con jóvenes continuadoras de sus sueños, con actos de ingreso a la organización y conversatorios que versarán sobre la vigencia de la vida y obra de la destacada combatiente del Ejército Rebelde y Heroína de la Revolución.
Agregó que habrá encuentros con mujeres de sectores decisivos en el acontecer socioeconómico del territorio, y se significará el aporte de la singular revolucionaria en el desarrollo de los círculos infantiles, el sistema de becas, la creación de los huertos escolares, la educación sexual y las estructuras para la atención a la familia.
Como colofón de la jornada -apunto Acosta Brook-, se realizará en el Memorial que lleva su nombre en la que fuera su casa en la Ciudad Héroe, el I Taller Vilma en la memoria, el día 7 de abril, para promover el conocimiento de su hermosa hoja de servicios de la Patria, y debatir en torno a la labor de la mujer en la Revolución, así como el papel social que le corresponde desempeñar a la organización en los momentos actuales.
Será ocasión propicia para tener presente lo que dijo Fidel ante su fallecimiento, el 18 de junio del 2007: “El ejemplo de Vilma es hoy más necesario que nunca”, convocando a recordar siempre a esa simpar cubana que legó una obra imperecedera a las nuevas generaciones.
Porque Vilma fue sencillamente una cubana auténtica, de una
regia y a la vez sencilla personalidad en la que sobresalía la hondura de su pensamiento y su proverbial manera de amar la vida.
Amó el arte y lo irradió, tenía una linda voz, especial para el canto; una mujer hermosa, elegante, parecía modelo, con una dulzura y delicadeza en el trato cautivante y un comportamiento ético que la distinguía.
Parecía una virgen, dijo una anciana santiaguera en los días de lucha clandestina, cuando la vio pasar como una flecha por el techo de su casa huyendo de los guardias de la tiranía que la perseguían, tras una acción junto a otros jóvenes revolucionarios.
Pero también esta ejemplar cubana anidó rebeldía en su pecho desde la adolescencia, interpretando la necesidad de cambiar el panorama de la tierra oprimida. Prefirió consagrarse por entero al arte de luchar por la libertad de su pueblo.

En su amada tierra de Santiago de Cuba donde ya había nacido una Mariana Grajales de cuya estirpe se nutrió, llegó Vilma al mundo, el 7 de abril de 1930. Ahora en que se cumplen 81 años de su natalicio y su casa en San Jerónimo No. 473 se convirtió en un memorial, el principal compromiso de las santiagueras y cubanas todas es mantenerla viva entre nosotros.
Así será, a cada paso estará su impronta; en la Universidad de Oriente, la misma que la viera desafiar al régimen en la época de estudiante de Ingeniería Química Industrial; en las casas que ante el peligro le dieron abrigo para que nadie pudiera dañarla; en la ciudad que la sintió combatiendo y forjando sueños, la eligió diputada al Parlamento cubano y le entregó siempre un cariño muy especial.
En la legendaria urbe donde la vieron vestir el uniforme verde olivo, por primera vez, el 30 de noviembre de 1956, en el levantamiento armado, como miembro del movimiento revolucionario bajo la guía de Frank País, y estimulada luego de la osadía de los asaltantes al Moncada con Fidel, Raúl, Abel, Boris Luis, y dos valerosas mujeres: Haydée y Melba.
No es posible olvidar su singular sonrisa, que la distinguió entre los guerrilleros en los días de la Sierra Maestra, cuando ella y Celia Sánchez eran las niñas lindas de la tropa y los rebeldes lo mismo les regalaban flores, que las acompañaban a riesgosas misiones.
Vivió años de avatares y desafíos disímiles, propios de una Revolución, pero siempre conservó esa dulzura, mezcla de madre, compañera y amiga.

jueves, 29 de marzo de 2012

La cultura santiaguera no cabe en un escenario

Aída Quintero Dip

Cuando se afirma que Santiago de Cuba es una tierra afortunada, razones no faltan; tan rica y diversa como su historia es la cultura, tan alegre y rítmica como su música es la ciudad, tan rebelde y hospitalaria como sus calles son las personas que la habitan llenándola de tradiciones y de luz.
Es que Santiago de Cuba es también un bolero de Pepe Sánchez, un son de Matamoros, un lienzo de Ferrer Cabello, el Bertillón 166 de Soler Puig; una danza del Caribe hecha folclor, una conga de Los Hoyos que hace vibrar los vitrales, las tejas de las casas y los pies de los bailadores.
No podía tener mejor ubicación que a orillas del Mar Caribe, para reflejar como un espejo sus célebres montañas, para que ni el nativo ni el visitante la olviden por esa magia singular que irradia, cantada por trovadores de todas las épocas. Hay que admitir como el poeta Waldo Leyva en Una definición de la ciudad, que si las puertas no están abiertas a la guitarra puedes decir que Santiago no existe.
Espacio de afinidad de mitos, leyendas y realidades, en la urbe palpita la vida; como expresara el profesor catalán Don Francisco Prat Puig: “Es donde la trova exhala su amorosa y lánguida canción acompañada de moriscas guitarras, en el ambiente morisco de nuestra arquitectura. A modo de respiro de las calles santiagueras, donde también las comparsas marcan el ritmo acompasado del salto de sus hijos, bajando de la loma hacia el bajío de sus trochas, para fiestar a sus anchas”.
Como plaza de raigambre en la cultura, puede considerarse esta oriental ciudad gracias a su exquisito acervo, reconocido en el país e internacionalmente, que ha trascendido luego del triunfo de la Revolución, sobre todo, por su calidad, hondura y alcance popular.
Atrás quedó la política cultural de los gobiernos burgueses, de carácter eminentemente simbólico, que servía para denotar la clase en el poder, con exponentes que no representaban cultura nacional, sino más bien la foránea pues era un arte de elite.
Al nacer una Revolución social y cultural se estructuró un sistema dirigido a satisfacer las necesidades culturales y fortalecer los rasgos más identitarios; estimuló la creación de instituciones, de acuerdo con las diversas manifestaciones artísticas y literarias, para promover desde el ámbito local hasta internacional lo más auténtico; fundó un sistema de escuelas para la formación de artistas y profesores, y se organizaron acciones sistemáticas atendidas por las casas de cultura, que irrumpieron en el panorama cubano.
Un valor agregado de la cultura santiaguera es que no es únicamente privativa de los grandes escenarios, garantía de disfrute y participación del pueblo en variados proyectos desde los barrios y casas de cultura de la comunidad, desde la zona de montaña hasta el litoral, con dedicación especial a grupos vulnerables y a la población penal.
Resulta -en esencia- fiel reflejo de la idiosincrasia del pueblo al que va destinada; es seductora como su propia gente que la hace perdurar cuando es buena y la olvida muy pronto cuando carece de esa fuerza que le imprime vitalidad al paso de los años.
En resumen, la cultura en Santiago de Cuba no cabe en un escenario, esa mezcla de hondura popular y alto rango artístico la hacen inmensa en su esencialidad.

miércoles, 28 de marzo de 2012

Raúl Castro y Benedicto XVI intercambian saludos después de la Misa

La Habana, 28 mar (PL) El presidente cubano, Raúl Castro, y el Papa Benedicto XVI intercambiaron hoy saludos y breves palabras al concluir en esta capital la misa al aire libre oficiada por el Sumo Pontífice. Después de finalizar la eucaristía en la explanada de la Plaza de la Revolución José Martí, el mandatario cubano subió al altar levantado para la ocasión y se encontró con Su Santidad.

Cientos de miles de cubanos y visitantes extranjeros acudieron a la Plaza que rinde homenaje al prócer independentista y héroe nacional de la isla para la ceremonia litúrgica.

Durante la misa, Benedicto XVI reconoció ante creyentes y no creyentes los pasos dados en Cuba para que "la Iglesia lleve a cabo su misión insoslayable de expresar pública y abiertamente su fe".


Antes, el Papa realizó un recorrido en auto panorámico por la explanada para saludar a los presentes, quienes le correspondieron con banderas y pañuelos.
El Obispo de Roma concluye hoy una visita apostólica de tres días a Cuba, viaje enmarcado en el Año Jubilar por el 400 aniversario del hallazgo de la imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre.

Papa Benedicto XVI oficia Misa en la Plaza de la Revolución de La Habana


En una Misa oficiada en la Plaza de la Revolución José Martí, en La Habana, el Papa Benedicto XVI reconoció ante ciento de miles de cubanos, creyentes y no creyentes, que “en Cuba se han dado paso para que la Iglesia lleve a cabo su misión insoslayable de expresar pública y abiertamente su fe”.

Benedicto XVI añadió que “es preciso seguir adelante”, y legitimó que “los creyentes ofrezcan una contribución a la edificación de la sociedad”.

Recordó al presbítero cubano Félix Varela, “educador y maestro, hijo ilustre de esta ciudad de La Habana, que ha pasado a la historia de Cuba como el primero que enseñó a pensar a su pueblo. El Padre Varela nos presenta el camino para una verdadera transformación social: formar hombres virtuosos para forjar una nación digna y libre, ya que esta transformación dependerá de la vida espiritual del hombre, pues ‘no hay patria sin virtud’”.

Añadió que “Cuba y el mundo necesitan cambios, pero estos se darán solo si cada uno está en condiciones de preguntarse por la verdad y se decide a tomar el camino del amor, sembrando reconciliación y fraternidad”.

Antes, el Cardenal Jaime Ortega Alamino, Arzobispo de La Habana, agradeció en nombre de los católicos y de todo el pueblo de Cuba, que Benedicto XVI haya incluido a la Isla en este viaje a América.

La segunda casa de mi hija

AÍDA QUINTERO DIP
Con cuánta razón, en la dedicatoria de su tesis, mi hija Celia ponderaba a la facultad de Derecho de la Universidad de Oriente como "mi segunda casa". En el acto de graduación, ese inolvidable 6 de julio del 2011, comprendí la magnitud de esa frase, de ese amor manifiesto hacia el sitio vital de su vida estudiantil...
Ese día se reveló ante mis ojos el sentido de su valoración, sintetizado en un pensamiento: "Educar no es llenar la olla, sino prender el fuego"; evidentemente en los cinco años de la carrera los 73 jóvenes que se diplomaban habían crecido como profesionales hasta alcanzar su sueño y, sobre todo, como personas en el afán de ser mejores ciudadanos para hacer un mejor país.
Busqué causas y las hallé; la primera estaba en la mesa académica de consagrados juristas y profesores de sobresaliente currículo que entregaron el título a los egresados, pero antes en las aulas habían sembrado el amor hacia el Derecho y la vocación por la justicia, a la vez que cultivaron valores y fomentaron acciones altruistas, convirtiendo lo trascendente en cotidiano.
Una carrera que en ese curso escolar ratificó la acreditación de Excelencia, era expresión de la calidad de la enseñanza superior impartida. Y el detalle de acentuar el nivel de aprovechamiento, las potencialidades y hasta la nobleza que anida en el corazón de cada uno de los nuevos licenciados, al recibir su título, demostraba que los pedagogos, cual orfebres, habían delineado bien su obra, porque tal vez pensaron en la utilidad de la virtud, que advertía José Martí.
El acto de graduación fue de emoción en emoción: desde su nombre "Promoción 50 años conquistando sueños", dedicada a la victoria de Girón; inspirada y bebiendo de la savia de juristas de la talla de Ignacio Agramonte, Raúl Roa o Fidel; 19 Títulos de Oro, ocho alumnos más integrales, reflejo de sólidos conocimientos y saberes...
Mas, los rostros felices de muchachas y muchachos revelaban que habían crecido no solo en conocimientos, porque disfrutaron en la universidad el regalo de una vida sana, con alta dosis de amor, creando amistades verdaderas, venciendo retos, compartiendo sueños, sin egoísmos ni mezquindades, con la plenitud de pisar tierra firme.
Como colofón el reconocimiento de la doctora Josefina Méndez López, decana de la facultad de Derecho, que más allá de títulos y responsabilidades fue confesora, guía, madre; con su dulzura peculiar ella los convocó al desafío cognoscitivo para convertir la cultura jurídica en parte indisoluble de la sociedad cubana.

Nota: Retomo este tema que escribí a raíz de la graduación de Celia, porque en esos días una colega me decía que no solo era la segunda casa de mi hija, sino que pronto ella sería dueña y anfitriona aboluta, ya que estaba propuesta para ser profesora de la facultad de Derecho de la Universidad de Oriente. Así ha sido, está feliz en esos trajines y le va muy bien, ya empezó a amar su nueva vida frente a un aula enseñando lo que ayer aprendió.

La segunda casa de mi hija

AÍDA QUINTERO DIP
Con cuánta razón, en la dedicatoria de su tesis, mi hija Celia ponderaba a la facultad de Derecho de la Universidad de Oriente como "mi segunda casa". En el acto de graduación, ese inolvidable 6 de julio del 2011, comprendí la magnitud de esa frase, de ese amor manifiesto hacia el sitio vital de su vida estudiantil...
Ese día se reveló ante mis ojos el sentido de su valoración, sintetizado en un pensamiento: "Educar no es llenar la olla, sino prender el fuego"; evidentemente en los cinco años de la carrera los 73 jóvenes que se diplomaban habían crecido como profesionales hasta alcanzar su sueño y, sobre todo, como personas en el afán de ser mejores ciudadanos para hacer un mejor país.
Busqué causas y las hallé; la primera estaba en la mesa académica de consagrados juristas y profesores de sobresaliente currículo que entregaron el título a los egresados, pero antes en las aulas habían sembrado el amor hacia el Derecho y la vocación por la justicia, a la vez que cultivaron valores y fomentaron acciones altruistas, convirtiendo lo trascendente en cotidiano.
Una carrera que en ese curso escolar ratificó la acreditación de Excelencia, era expresión de la calidad de la enseñanza superior impartida. Y el detalle de acentuar el nivel de aprovechamiento, las potencialidades y hasta la nobleza que anida en el corazón de cada uno de los nuevos licenciados, al recibir su título, demostraba que los pedagogos, cual orfebres, habían delineado bien su obra, porque tal vez pensaron en la utilidad de la virtud, que advertía José Martí.
El acto de graduación fue de emoción en emoción: desde su nombre "Promoción 50 años conquistando sueños", dedicada a la victoria de Girón; inspirada y bebiendo de la savia de juristas de la talla de Ignacio Agramonte, Raúl Roa o Fidel; 19 Títulos de Oro, ocho alumnos más integrales, reflejo de sólidos conocimientos y saberes...
Mas, los rostros felices de muchachas y muchachos revelaban que habían crecido no solo en conocimientos, porque disfrutaron en la universidad el regalo de una vida sana, con alta dosis de amor, creando amistades verdaderas, venciendo retos, compartiendo sueños, sin egoísmos ni mezquindades, con la plenitud de pisar tierra firme.
Como colofón el reconocimiento de la doctora Josefina Méndez López, decana de la facultad de Derecho, que más allá de títulos y responsabilidades fue confesora, guía, madre; con su dulzura peculiar ella los convocó al desafío cognoscitivo para convertir la cultura jurídica en parte indisoluble de la sociedad cubana.
Nota: Retomo este tema que escribí a raíz de la graduación de Celia, porque en esos días una colega me decía que no solo era la segunda casa de mi hija, sino que pronto ella sería dueña y anfitriona que ya que estaba propuesta para ser profesora de la facultad de Derecho de la Universidad de Oriente, así ha sido, está feliz en esos trajines y le va bien, ya empezó a amar su nueva vida frente a un aula enseñando lo que ayer aprendió.

lunes, 5 de marzo de 2012

Adaibis, maestra contra viento y marea

Aída Quintero Dip
Ni la discapacidad que sobrevino a su vida ha podido tronchar el magisterio que anida en el corazón de Adaibis Reyes Muñoz, porque ella es la estampa viva de la maestra, cuando está despierta, durmiendo, frente al aula, ante sus hijos, siempre forjando, dejando huellas.
Atesora 30 años de ejercicio en la profesión y desde el 2009 en que se tituló como máster en Educación ha ido perfeccionando su desempeño ante sus escolares de quinto grado en la escuela Hermes Leyva Iglesia, del municipio de San Luis, en la provincia de Santiago de Cuba. Una pasión que se alimenta del conocimiento, la superación constante y la práctica como criterio de la verdad.
En los tiempos de estreno, Adaibis iba todos los días camino a la escuela en el intrincado paraje sanluisero de Chaveco, donde revitalizaba su espíritu emprendedor e inquieto, en complicidad con los alumnos, a quienes dedicaba horas y horas para el aprendizaje y las alegrías mutuas.
Pero un viaje tan maravillosa, que le hacía falta como el aire a la vida, iniciado 17 años antes, quedó interrumpido aquel fatídico 27 de agosto de 1998, cuando un accidente le arrebató cuatro dedos de su mano derecha, y con esto gran parte de sus sueños.
“Entonces el mundo se me acabó -recuerda- , qué iba a hacer con mi pasión de maestra, y mi vocación por el magisterio porque tenía ilusión desde niña de enseñar y dejar alguna huella en las generaciones que me sucedieran”.
En verdad ese trabajo que era más bien placer, quedaba postergado y ella intuía que para siempre. “Yo no tenía valor para enfrentarme así a un aula, lloraba sin consuelo, sufría, me aislé, no quería ver a nadie, nada me estimulaba”.
Su mutismo comenzó a desaparecer cuando tocó a su puerta Alfredo Ramos Tassé, presidente de la Asociación Cubana de Limitados Físico-Motores de San Luis, quien le contó su historia de profesor devenido trabajador de Contabilidad de la dirección de Educación en el municipio, donde volvió a sentirse útil, pese a la falta de una pierna.
“La lección me sirvió de mucho para romper las barreras sicológicas y primero aceptarme a mí misma, elevar mi autoestima porque todavía yo podía ser útil aun en Educación. Aprendí a escribir con la mano izquierda, me acerqué a las actividades de la asociación y hice descubrí que eran personas normales, felices como cualquiera.
“Entonces me animé, empecé a trabajar de nuevo pero en la escuela primaria Hermes Leyva, porque la mía, la Rafael Millán, me quedaba muy lejos, y volví a encontrarme con los alumnos y a experimentar el hermoso placer de enseñarles, ir corrigiendo conductas y moldeando carácteres como un orfebre”.
Después del primer encuentro con Alfredo, la ACLIFIM también la ganó para sus filas, a tal punto se dedicó a la incorporación de los discapacitados a las tareas que fue elegida vicepresidenta en San Luis y en estos años ha ocupado diversas responsabilidades hasta integrar en la actualidad el Consejo Provincial, haber asistido al 4 Congreso y ser delegada al próximo, “pero lo único que he hecho para merecerlo es estimular a quienes un día se sintieron como yo”.
Adaibis ha mostrado ser muy buena educadora, pero también ha aprovechado sus dotes en cuestiones de índole organizativa y movilizativa, sobre todo, por su carácter alegre, jovial, que sabe cómo integrar, convencer y persuadir.
“No me canso, más bien me reconforta ir de casa en casa de los discapacitados, movilizándolos para que participen en las actividades y se conviertan en personas útiles, pues les hago comprender que la sociedad necesita y espera también por sus aportes.
La última faceta de esta luchadora mujer, descubierta por ella misma y sus compañeros, es la de escritora de sus vivencias en tan humano trabajo, para transmitirlas a sus congéneres y darlas a conocer en eventos, con el fin de sensibilizar al prójimo, para que no haya indiferentes y sí mucha solidaridad.
Ese afán empezó en el consejo popular donde reside, el día que se atrevió a presentar una ponencia sobre la atención social a la mujer discapacitada en el que refleja su experiencia en el trabajo comunitario realizado en beneficio de esas personas.
Siguió por ese camino, y de qué manera, no hay un taller, evento que prescinda de sus aportes, ha perdido la cuenta desde que estimulada por la ACLIFIM y la FMC, junto a otras tres santiagueras estuvo en el Primer Encuentro Nacional de Mujeres Discapacitadas, en el 2001, en La Habana, con un trabajo que versaba acerca del derecho de la mujer discapacitada físico-motora al empleo.
La entrega sin miramientos es su divisa, “’como una forma de responder a las atenciones y oportunidades que nos ofrece la Revolución”, expresa.
Para Adaibis fue un reto aprender a escribir con la mano izquierda, pero fue, sobre todo, una necesidad espiritual de ser nuevamente útil y reencontrarse con sus alumnos.
Su vecina Dunia lo corrobora: Posee un don especial para acometer las tareas y movilizar a las mujeres. Además supo vencer tabúes y complejos, y crecerse ante la adversidad para continuar aportando desde un puesto tan responsable como el de maestra”.
Pero para ella “no todo ha sido color de rosa, se requiere perseverancia, porque a veces tenemos trabas; hay empresas que no quieren ubicar a un discapacitado pero, después, cuando conocen que son responsables, disciplinados y muy cumplidores en sus puestos, no lo quieren perder.
Adaibis ahora no se amilana fácilmente, se siente rehabilitada por completo, le fascina utilizar cualquier tribuna para hablar de un tema tan sensible como el de la integración a la sociedad de los discapacitados. “En los temas que escribo hago énfasis en el aspecto psicológico, pues son muchos los trastornos psíquicos que nos afectan, mi experiencia personal me dice que en ellos y en ellas hay tendencia a la timidez, al aislamiento por temor, a hacer el ridículo”.
Su elección reiterada como delegada a congresos de la FMC y la ACLIFIM premia su tenacidad y entereza lo que la impulsa a seguir haciendo desde una manera tan singular y humana.
Cuenta con una familia que lo comporte todo: trabajo, responsabilidades, alegrías y tristezas; con sus tres hijos Félix y Adiannis, estudiantes universitarios, y Juan José, técnico de nivel medio, y hasta con la nieta Lien Milagros; y el consejo de su profesora, al recalcarle que había perdido una parte de la mano, pero no su intelecto y tenía la vida para luchar y crear.