viernes, 31 de julio de 2015

Eloína Miyares...en presente y futuro



M.Sc. Miguel A. Gaínza Chacón
No busco llegar hasta la Eloína Miyares Bermúdez creadora, junto a Vitelio Ruiz Hernández, del Diccionario Básico Escolar o el Léxico Activo Funcional del Escolar Cubano ni a la Dra. Honoris Causa ni a la Heroína Nacional del Trabajo de la República de Cuba ni a la brillante conferencista sobre temas lingüísticos.
Quiero encontrar, aun después de su adiós el pasado 26 de julio, a la mujer sencilla, a la madre ejemplar de vientre fecundo, que trajo al mundo ocho hijos, de estos tres pares de mellizos, y que fundó con Vitelio una familia paradigmática.
Esta tarde hay polémica en el patio de la casa de calle 8 esquina a 7, en Vista Alegre. Unos hijos dicen que las piezas de repostería eran de la dulcería de Ferreiro y que ellos mismos las buscaban casi al amanecer; otros afirman que debieron ser en almíbar y hechas por la propia Eloína.
No reparo en ese detalle. Es más importante que en 1967 y principios de 1968 en esta casa donde estoy hoy para hurgar en la vida de una cubana excepcional, Eloína, tan amable y servicial que nos dejaba sin habla, se aparecía siempre con dulces y limonada bien fría para nosotros.
Llegábamos allí dos o tres becados de la Tecnológica Antonio Maceo, llevados por Oscarito, con los años el entrañable e inolvidable Oscar Ruiz Miyares, el Monstruo. Ni recuerdo cómo empezó la amistad. Él no era alumno de la “Maceo” pero nuestros albergues estaban en Vista Alegre y quizás nos unía el mismo encanto por The Beatles, Los Fórmula V, Leonardo Fabio…  Siempre cantaba “Hoy corté una flor…” pero las guitarras las poníamos nosotros.  
Tampoco recuerdo si a Eloína y a Vitelio les gustaba lo que tocábamos. Ahora sé que los padres de Oscarito eran adictos a la música y no parecía molestarles la cantaleta que formábamos. Pero a sugerencia de Oscar y para no importunar, trasladamos el escenario de las actuaciones de la sala al patio, al cual teníamos acceso por un pasillo lateral de la casa.
Cuarenta y ocho años después vuelvo al patio. Faltan para siempre Oscar y Pepín, pero Vitelio Manuel, Raúl, Jorge, Daniel y Leonel me ayudan a reconstruir la imagen de Eloína. Francisco (Pancholo), médico, está en Qatar. En la saleta dormita Vitelio, el padre, quien por teléfono y con voz cortada había dicho: “Estoy derrumbado”.
LA GUÍA CERTERA DE MAMÁ
 “De nuestra madre, nosotros siempre hemos tenido una influencia enorme, tanto de ella como de mi papá, Vitelio Ruiz Hernández, en cuanto a la formación dentro del ámbito de la ética, moral, la disciplina… Se nos dio siempre un seguimiento en el aspecto cultural, en nuestra superación profesional; en cuanto a la solidaridad, a la hermandad. Todos somos profesionales pero ninguno cogimos una misma carrera universitaria. En el contexto familiar existen médico, abogado, ingeniero, historiador, filólogo… Y cada uno tuvimos la guía certera y muy atinada de mamá. Me gradué de abogado, en la especialidad de Fiscal Militar. Muy atinadamente esa disciplina, esa pre…ocupación constante por cada uno de nosotros nos ayudó. Ella nos hacía partícipe a todos de su obra, nos pedía criterio, escuchaba opiniones, asumía nuestras acotaciones, las analizaba y decía ‘tú tienes razón’. Y lo sobresaliente es que no se circunscribió solo a criarnos sino que aportaba su granito de arena a la sociedad, no solo santiaguera sino nacional, en la especialidad de lingüística, del magisterio, la pedagogía.” (Vitelio Manuel)
SIEMPRE SE RESPIRÓ EN CASA EL PATRIOTISMO
“Quisiera hacer énfasis en dos cuestiones: en primer lugar, la rectitud, la proyección y la visión de mi mamá sobre la perspectiva de cada uno de sus hijos en el estudio. Ella siempre nos exigió con fuerza pero también con ternura. Era una persona muy amable; tenía el don del convencimiento pero con mucho cariño. Era una madre protectora para todos. Y también sobre cómo proyectarnos como hombres de bien de la Patria y del mundo. Siempre se respiró en esta casa un espíritu de patriotismo; un espíritu de cultura… cultura que se fue cultivando en la memoria de todos nosotros, a partir de algo muy sencillo: las narraciones que hacía cuando se iba la corriente eléctrica en los años 60, 70, y nos reuníamos y ella contaba Las Mil y una Noches, Simbad el Marino, las novelas de William Shakespeare… y luego en las librerías, en las enciclopedias aquí, buscábamos para conocer las interrogantes que mi mamá dejaba abiertas. Eso nos fue fomentando la cultura y el interés por la investigación; el interés por conocer el mundo más allá de lo que está cercano a uno. Y en gran medida, esa cultura que hoy tenemos se lo debemos a ella, a mi papá, pero fundamentalmente a ella, porque siempre nos incentivó el conocimiento a las humanidades. Y soy maestro gracias a ella y a mi papá. Yo era un poco díscolo… repetí sexto grado. Y ella previó que me iba a casar joven y me puso en la Formadora de Maestros Frank País y me hice maestro, y luego me hice historiador gracias a ella, por esa visión de futuro que tenía.   Era una persona que siempre supo orientar la educación de sus hijos … con mano fuerte y a la vez con ternura.” (Raúl)
UNA EXPERIENCIA MEMORABLE
“Mi mamá, desde que éramos pequeños, nos enseñó a través de sus cuentos. Ella seguía una tradición oral que según su referencia le venía de su papá, de Manuel Miyares. Nos llenó nuestra niñez de unos cuentos fantásticos. Era una experiencia memorable sentarnos todos por las tardes, alrededor de ella, y lo mismo era Aladino, Simbad… Ella tenía una gran habilidad para recitar. Crecimos con todos esos poemas de Martí. De mi mamá se puede escribir mucho. En este momento doloroso a nosotros nos reconforta escuchar, leer cómo la gente se refiere a Eloína Miyares. Tengo un recuerdo en particular: estábamos en una Escuela al Campo, en Veguitas, en los sesenta y tantos. Estábamos mi mellizo, Pepín, y yo. Era domingo, llegaban los padres. Papá estaba viajando y ella no llegaba. Estábamos un poquito triste.  De repente a lo lejos llega un camión, se levanta una polvareda, y cuando se fue aplacando el polvo apareció Eloína Miyares… ya casi de noche, cuando los padres comenzaban a retirarse pero ella llegó. Era así. Tenía otras cualidades pero la primera es que era madre amantísima de sus hijos. Nos quería entrañablemente y eso mismo la fue curtiendo. La vida le deparó muchos golpes pero se sobreponía a las dificultades, a las tragedias… tuvimos tragedias familiares. Pero nos enseñó a sobreponernos, y siempre con cariño, con candor; es inolvidable su sentido del humor, su sonrisa, su alegría, su amor por la música. Nos enseñó a amar la música, igual que mi papá, tanto popular como clásica. Y nos enseñó algo muy especial: a ser santiagueros. Ella nos enseñó a adorar esta ciudad.” (Jorge) 
TENÍA A SANTIAGO EN EL CORAZÓN
 “Abarcar todas las cosas de Eloína Miyares en una sola conversación es muy difícil. Pero si algo yo quería resaltar era lo referido a Santiago de Cuba. A mi mamá le podían hacer cualquier oferta para trabajar fuera de la ciudad… Yo recuerdo   un ofrecimiento a ella y a mi papá para mudarnos para La Habana, por un trabajo que debían realizar. Y ella no quiso. ¿Ud. sabe por qué? Porque  tenía a Santiago de Cuba como algo muy particular. Si veía noticias en la TV enalteciendo logros, a ella le parecía que no era suficiente… quería tanto a nuestra ciudad que cualquier homenaje que se le hiciera a Santiago a ella le parecía poco. Y eso no es más que el amor que sentía por su tierra.  También eran proverbiales su perseverancia y su visión para con sus hijos. Cuando yo estaba en los Camilitos…yo siempre canté pero necesitaba ayuda de otro compañero con la guitarra. Y antes de irme para la Unión Soviética ella me exigió que aprendiera a tocar guitarra. Después me convertí en un trovador canto y me acompaño gracias a la persistencia de Eloína Miyares Bermúdez. Yo fui militar, me gradué y todo, pero al final me convertí en un cantante.  Mamá era extremadamente dulce. Cualquier cosa humana le hacía brotar las lágrimas. Y además, todo lo que hizo lo llevó a cabo con un total desinterés. Simplemente quería, que el prójimo, su barrio, su ciudad, su provincia, la Nación, incluso más allá de sus fronteras… todo lo que ella concibiera individual o colectivamente, fuera para el provecho del ser humano.” (Daniel) 
DEDICACIÓN TOTAL A LA FAMILIA Y AL TRABAJO
“Mamá y papá son paradigma, ejemplo no solo para nosotros sino para muchos investigadores, para muchas personas, por la dedicación total a la familia y al trabajo, a la educación en el hogar, que es lo más importante; marcaron pauta, al hacer estudios en todas las vertientes de la lingüística. Empezaron por la fonética, después el léxico, luego la ortografía; tuvieron resultados palpables y divulgaron la parte científica, la docencia. Papá funda el Centro de Linguística Aplicada en enero de 1971; mamá se incorpora dos años después y yo de forma casual, pues necesitaban un ingeniero en computación. Entré, hice el sistema computacional con más de 700 000 palabras del Léxico Activo Funcional del Escolar Cubano, diccionario electrónico, el sistema para sordos e hipoacúsicos… ahí nació la lingüística computacional en el Centro. Y como mami y papi me enseñaron a no ser absoluto digo que creo que ahí comenzó la rama de la lingüística computacional en Cuba. Y ahora más que nunca no puede dejarse caer el batón. Ahora, con su ejemplo, hay que seguir adelante, con más cohesión.” (Leonel)
IMPRESIONANTE LA UNIDAD FAMILIAR
“Yo llegué a esta casa muy jovencita y lo que más me impresionó desde el principio fue la unidad familiar; cómo Eloína mantuvo siempre esta unidad entre los hermanos, que eran varios y con sus diferencias. Nuestros hijos son iguales y es por ese ejemplo. Esa mesa se llenaba: los siete hermanos, las siete nueras, los 14 sobrinos. Ella hacía que el espacio diera para todos y montaba un campamento. Y todo el que llegaba debía ser agasajado fuera de la familia o no. Era una cortesía. Ella disfrutaba eso aunque el recién llegado fuera de la familia o no.” (Alicia, la nuera)  
NUEVE HOMBRES SE INCLINAN
Ocho hermanos y Vitelio, el esposo: nueve hombres y ella la voz superior, en Gallo, entre San Mateo y San Antonio, donde vivían. Eloína asignaba tareas: Vitelito y Oscar, fregar; Pancholo, recoger la mesa… Luego, en Vista Alegre, igual:    lavar, buscar los mandados. Los mayores con el papá al mercado a comprar víveres.
En las cuestiones domésticas, los hijos tenían que ayudarla porque ella era sola. Vitelio estudiando en España… Entonces    asumía el trabajo del esposo en la Universidad. Hacía sus turnos de clase y luego impartía clases a los grupos de Vitelio. Era lógico que los muchachos se encargaran de tareas domésticas.
Pero el esfuerzo de Eloína parecía no tener límites. Trabajaba el día completo, y por la noche daba clases en la Facultad Obrero Campesina.
Los hijos hacían un juego de palabras Eloína-Heroína. De niña pasó trabajo pero el tesón fue superior y se hizo maestra normalista. Vitelio va a La Habana a hacerse Dr. en Pedagogía, pero ella no puede acompañarlo porque a los nueve meses de casarse nacieron Oscar y Vitelio Manuel; trabaja y estudia, se hace Licenciada en Letras en 1971, después Doctora; por las madrugadas estudia ruso.
Además de Vanguardia Nacional en siete ocasiones y prominente federada y cederista y de sus colectivos del barrio en esas organizaciones; militante del Partido muy activa, el currículo profesional de Eloína es simplemente muy extenso: una treintena de cursos y seminarios nacionales a maestros y profesores sobre el amplísimo campo de la lingüística; talleres; decenas de proyectos desde 1966 hasta la actualidad, sobre ortografía, léxico, los morfemas en el sintagma nominal, psicolinguística, Diccionario Escolar Computarizado, Léxico Activo Funcional del Escolar Cubano; Diccionario Básico del Español Caribeño, versión electrónica del Diccionario Básico Escolar…
A lo precedente se suman decenas de publicaciones desde 1966 hasta la actualidad, incluida la ortografía técnico práctica, cursos a locutores y actores de radio y TV, y la lingüística aplicada en Cuba y en otros países de América, Europa, y por extensión decenas de premios, medallas, órdenes…       
Eloína Miyares Bermúdez deja una impronta indeleble en el campo de la pedagogía y como investigadora del Centro de Lingüística Aplicada, en Vista Alegre, porque su vida estuvo consagrada al mejoramiento del idioma y por ende de la cultura popular.
Santiago de Cuba, agradecida, le otorgó el Escudo de la Ciudad. Pero en verdad fue recíproco el reconocimiento, pues de Eloína son estas palabras dichas en una ocasión a la periodista Aída Quintero Dip:
”Santiago de Cuba es para mí la vida… Adoro todo cuanto tenga que ver con Santiago: su paisaje, los niños, los peloteros, los artistas, su  historia extraordinaria, y nuestro pueblo con su carácter, su alegría… Hasta comerme un mango de bizcochuelo es especial para mí… Me estimula ser santiaguera, vivir, crear aquí, y las muestras de cariño que he recibido como reconocimiento a mi obra, que es también de Vitelio, mi compañero en la vida y el trabajo.”





jueves, 30 de julio de 2015

Frank: el novio eterno de Santiago



Leydis Tassé Magaña
Cuando el 30 de julio de 1957 América Domitro, acompañada de su amiga Graciela Aguiar, buscaba algunas prendas para su ajuar de boda, no sospechaba la joven que ese día 22 balazos a su amado Frank País, a sangre fría, harían truncos ese sueño.
Hasta que no escuchó la noticia en la emisora CMKC, no imaginaba Doña Rosario que esos tiros habían detenido al niño que llevó nueve meses en su vientre, el pequeño que pese a la humildad con la que fue criado en San Bartolomé, decía ser rico porque tenía a Dios y a la Patria en el alma. 
Esbirros dieron fin a la vida de aquel santiaguero de solo 22 años. Estaban sedientos de sangre revolucionaria que saciaron con Frank y Raúl Pujol.
El teniente coronel José María Salas Cañizares y sus secuaces fueron los monstruos que asesinaron aquella inteligencia, carácter e integridad, como aludiera en la jornada siguiente el líder histórico de la Revolución cubana, Fidel Castro, desde la Sierra Maestra en emotiva carta, al conocer los sucesos.
La delación de quien había sido uno de los compañeros de Frank en la Escuela Normal para Maestros, devino catalizador de la anhelada masacre de los tiranos, esta vez consumada en el Callejón del Muro, donde fueron cercados, salvajemente golpeados y finalmente ultimados.
Quién sabe en quién pensó Frank por última vez cuando vio a Sala Cañizares sacar la ametralladora. Quizás en la novia que imaginó como madre de sus hijos; en el Dios que le enseñaron a amar en la Primera Iglesia Bautista; en su progenitora; en Fidel; en la Sierra; tal vez en Cuba.
Indescifrable misterio, resulta lamentable como unos trozos de acero pueden mutilar, en cuestión de segundos, los más bellos sueños.
Sobre la acera quedó Frank, con los brazos en cruz y como un libro abierto -cual sentenciara el poeta-, un libro que leyó toda la multitud que acudió al velorio en la casa de América Domitro, en Heredia y Clarín, y que luego en una gran peregrinación acudió al cementerio Santa Ifigenia.
A solo un mes de haber perdido también a su hijo Josué, estremece la firmeza de Doña Rosario, quien ante las sugerencias de los conocidos de Frank de tapar el féretro, se negó y dijo: “Yo quiero que mi hijo vea el pueblo que lo sigue”.
Y así fue... más de 20 cuadras abarcó la compacta multitud, de todas las clases sociales, razas, edad, credos y filiación política en un Santiago que aquel día olió a flores desmenuzadas en pétalos que caían de los balcones.
Un mar de sentimientos dejó la muerte de Frank, quien alguna vez fuera David o Salvador, el niño amante del piano, el joven que en una ocasión le confesó a su novia que su rival tenía una falda de listas azules y blancas, el corpiño rojo y sobre su cabeza un gorro frigio con una estrella blanca.
Cuando América Domitro buscaba su ajuar de boda aquel 30 de julio no sospechaba que Frank ya no sería más su prometido, sino que se convertiría en el novio eterno de toda una Isla, mediante un pacto sellado con sangre.
Tal vez las últimas palabras del joven fueron: Te amo, América.
Quizás en el Callejón del Muro se oyó decir, en un susurro: Te amo, Santiago; Te amo, Cuba.


miércoles, 29 de julio de 2015

Alina Rodríguez: Muchos espíritus dentro de un alma




Martha Sánchez Martínez
La Habana, jul (PL) El fallecimiento de la extraordinaria actriz cubana Alina Rodríguez todavía hoy conmociona a artistas y pueblo por el inesperado golpe y la energía desplegada por sus recientes caracterizaciones, muy arraigadas en la cultura del país.
La fuerza de su maestra Carmela en la multipremiada película Conducta, de Ernesto Daranas, exaltó los mejores valores de la pedagogía y diseminó la añoranza por las educadoras que equilibran en su profesión sensatez y corazón.
Rodríguez estudió y ejerció la anatomía patológica, pero por suerte un día descubrió que la actuación le fluía como la sangre por las venas y le dedicó todo, sin cotos, supo desenvolverse en el cine, en el teatro, en la televisión.
Sus compañeros de reparto admiraron de ella la confianza y voluntad de estudio, pues no hacía nada gratuito ni improvisado, así lo confirma Enrique Molina, el actor con el que más veces le tocó entablar pareja en novelas, seriales y filmes.
Aquí tenemos muy buenos intérpretes, mujeres y hombres, pero en lo adelante a mí me va a costar trabajo encontrar a esa compañera que nada más de mirarla establecía una comunicación tan grande que sabíamos si alguno necesitaba una pausa en la actuación, aseguró a Prensa Latina.
Molina elogió a la profesional y al ser humano incapaz de hacer algo para robarle espacio a un colega en una escena.
Alina iba muy segura al trabajo y nunca percibí con ella la desagradable sensación de que quería robarse los mejores momentos dentro de un rodaje, por el contrario sentí el apoyo de la compañera cómplice, contó el intérprete de Silvestre Cañizo en Tierra Brava, una telenovela en la cual ambos se lucieron.
Sus desempeños en esa obra nunca parecieron secundarios gracias al contraste tan fuerte que marcaron con los protagonistas, una de ellas la actriz Luisa María Jiménez confesó que llegó a sentirla como una madre.
Ella es mi mamá Justa, mi querida, eterna e imperecedera mamá Justa, dijo en pleno velorio con lágrimas en los ojos acerca del personaje que la Rodríguez encarnó en Tierra Brava, donde como criada principal de una hacienda debía asumir la crianza de la hija huérfana del patrón.
Según contó la también reconocida artista, Rodríguez era muy grande para todos los que deseaban incursionar en el complejo mundo de la interpretación.
Trabajar con ella era ir al seguro, poseía una fortaleza, un temperamento que te invadía y daba energías para enfrentar el trabajo sin miedo, aseveró.
A juicio del presidente de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), Miguel Barnet, Alina tenía uno de los ojos más expresivos del teatro cubano y no tiene dudas de que será recordada por su talento y versatilidad. Ella era dueña de una vis cómica y a la vez dramática, la recuerdo mucho en el teatro, en Santa Camila de La Habana Vieja y en tantas otras obras memorables, comentó el además presidente de la Fundación Fernando Ortiz.
Para el etnólogo, Rodríguez deja una huella en el teatro y el cine, donde interpretó un papel magistral en el último año dentro de la ya mencionada cinta Conducta.
En reconocimiento a su desempeño en ese largometraje, los festivales de cine de Málaga, España; y Nueva York, Estados Unidos; confirieron a la artista el premio a Mejor Actriz, por su caracterización de Carmela.
Ahí volcó todos sus sentimientos, su versatilidad, aseveró Barnet, mientras el director de la academia de canto Mariana de Gonitch, Hugo Oslé, prefirió resaltar la simpatía de la mujer, su gracia y alegría contagiosa en la vida cotidiana.
No es difícil suponer que aquella mulata le quitó el sueño a más de uno en la juventud, su compañero de estudios Amado del Pino lo atestiguó en un comentario, pues respecto a ella da gusto destacar a la profesional y al ser humano, a la madre comprensiva de Hugo y a la vecina cordial del propio Oslé.
Como artista tenía un sello de cubanía muy especial y tocaba cada personaje con una personalidad distintiva, aseveró el maestro coral.
En la ópera prima de Marilyn Solaya, Vestido de novia, también estrenada el año anterior, la Rodríguez volvió a un papel secundario y pocos pudieron evadir la repulsión por aquella enfermera envidiosa que agredía hasta con la vista a su ejemplar colega de trabajo.
Las interpretaciones de Alina fueron tan creíbles, intensas, y sus 65 años de edad tan dedicados que una extraña sensación de arrebato resulta inevitable.
Seguro faltaron muchas entregas, de ella y para ella, porque lo otorgado aún no colma su nivel y porque la actriz probablemente tenía un montón de nuevos proyectos, de múltiples propuestas, acostumbrada como estaba a simultanear trabajos.
Las cenizas de Rodríguez fueron esparcidas la víspera en el Malecón de La Habana, a fin de cumplir su aspiración y el mar recibió de golpe a tantos nuevos espíritus fascinantes pues Carmela, Justa, María Antonia, Lala, Camila y tantas otras comparten una misma alma.