M.Sc. Miguel A. Gaínza Chacón
No busco
llegar hasta la Eloína Miyares Bermúdez creadora, junto a Vitelio Ruiz Hernández,
del Diccionario Básico Escolar o el Léxico Activo Funcional del Escolar Cubano
ni a la Dra. Honoris Causa ni a la Heroína Nacional del Trabajo de la República
de Cuba ni a la brillante conferencista sobre temas lingüísticos.
Quiero
encontrar, aun después de su adiós el pasado 26 de julio, a la mujer sencilla,
a la madre ejemplar de vientre fecundo, que trajo al mundo ocho hijos, de estos
tres pares de mellizos, y que fundó con Vitelio una familia paradigmática.
Esta tarde
hay polémica en el patio de la casa de calle 8 esquina a 7, en Vista Alegre.
Unos hijos dicen que las piezas de repostería eran de la dulcería de Ferreiro y
que ellos mismos las buscaban casi al amanecer; otros afirman que debieron ser
en almíbar y hechas por la propia Eloína.
No reparo en
ese detalle. Es más importante que en 1967 y principios de 1968 en esta casa
donde estoy hoy para hurgar en la vida de una cubana excepcional, Eloína, tan
amable y servicial que nos dejaba sin habla, se aparecía siempre con dulces y
limonada bien fría para nosotros.
Llegábamos
allí dos o tres becados de la Tecnológica Antonio Maceo, llevados por Oscarito,
con los años el entrañable e inolvidable Oscar Ruiz Miyares, el Monstruo. Ni
recuerdo cómo empezó la amistad. Él no era alumno de la “Maceo” pero nuestros
albergues estaban en Vista Alegre y quizás nos unía el mismo encanto por The
Beatles, Los Fórmula V, Leonardo Fabio… Siempre cantaba “Hoy corté una
flor…” pero las guitarras las poníamos nosotros.
Tampoco
recuerdo si a Eloína y a Vitelio les gustaba lo que tocábamos. Ahora sé que los
padres de Oscarito eran adictos a la música y no parecía molestarles la
cantaleta que formábamos. Pero a sugerencia de Oscar y para no importunar,
trasladamos el escenario de las actuaciones de la sala al patio, al cual
teníamos acceso por un pasillo lateral de la casa.
Cuarenta y
ocho años después vuelvo al patio. Faltan para siempre Oscar y Pepín, pero
Vitelio Manuel, Raúl, Jorge, Daniel y Leonel me ayudan a reconstruir la imagen
de Eloína. Francisco (Pancholo), médico, está en Qatar. En la saleta dormita
Vitelio, el padre, quien por teléfono y con voz cortada había dicho: “Estoy
derrumbado”.
LA GUÍA
CERTERA DE MAMÁ
“De
nuestra madre, nosotros siempre hemos tenido una influencia enorme, tanto de
ella como de mi papá, Vitelio Ruiz Hernández, en cuanto a la formación dentro
del ámbito de la ética, moral, la disciplina… Se nos dio siempre un seguimiento
en el aspecto cultural, en nuestra superación profesional; en cuanto a la
solidaridad, a la hermandad. Todos somos profesionales pero ninguno cogimos una
misma carrera universitaria. En el contexto familiar existen médico, abogado,
ingeniero, historiador, filólogo… Y cada uno tuvimos la guía certera y muy
atinada de mamá. Me gradué de abogado, en la especialidad de Fiscal Militar.
Muy atinadamente esa disciplina, esa pre…ocupación constante por cada uno de
nosotros nos ayudó. Ella nos hacía partícipe a todos de su obra, nos pedía
criterio, escuchaba opiniones, asumía nuestras acotaciones, las analizaba y
decía ‘tú tienes razón’. Y lo sobresaliente es que no se circunscribió solo a
criarnos sino que aportaba su granito de arena a la sociedad, no solo
santiaguera sino nacional, en la especialidad de lingüística, del magisterio,
la pedagogía.” (Vitelio Manuel)
SIEMPRE SE
RESPIRÓ EN CASA EL PATRIOTISMO
“Quisiera
hacer énfasis en dos cuestiones: en primer lugar, la rectitud, la proyección y
la visión de mi mamá sobre la perspectiva de cada uno de sus hijos en el
estudio. Ella siempre nos exigió con fuerza pero también con ternura. Era una
persona muy amable; tenía el don del convencimiento pero con mucho cariño. Era
una madre protectora para todos. Y también sobre cómo proyectarnos como hombres
de bien de la Patria y del mundo. Siempre se respiró en esta casa un espíritu
de patriotismo; un espíritu de cultura… cultura que se fue cultivando en la
memoria de todos nosotros, a partir de algo muy sencillo: las narraciones que
hacía cuando se iba la corriente eléctrica en los años 60, 70, y nos reuníamos
y ella contaba Las Mil y una Noches, Simbad el Marino, las novelas de William
Shakespeare… y luego en las librerías, en las enciclopedias aquí, buscábamos
para conocer las interrogantes que mi mamá dejaba abiertas. Eso nos fue
fomentando la cultura y el interés por la investigación; el interés por conocer
el mundo más allá de lo que está cercano a uno. Y en gran medida, esa cultura
que hoy tenemos se lo debemos a ella, a mi papá, pero fundamentalmente a ella,
porque siempre nos incentivó el conocimiento a las humanidades. Y soy maestro
gracias a ella y a mi papá. Yo era un poco díscolo… repetí sexto grado. Y ella
previó que me iba a casar joven y me puso en la Formadora de Maestros Frank
País y me hice maestro, y luego me hice historiador gracias a ella, por esa
visión de futuro que tenía. Era una persona que siempre supo
orientar la educación de sus hijos … con mano fuerte y a la vez con ternura.”
(Raúl)
UNA
EXPERIENCIA MEMORABLE
“Mi mamá,
desde que éramos pequeños, nos enseñó a través de sus cuentos. Ella seguía una
tradición oral que según su referencia le venía de su papá, de Manuel Miyares.
Nos llenó nuestra niñez de unos cuentos fantásticos. Era una experiencia
memorable sentarnos todos por las tardes, alrededor de ella, y lo mismo era
Aladino, Simbad… Ella tenía una gran habilidad para recitar. Crecimos con todos
esos poemas de Martí. De mi mamá se puede escribir mucho. En este momento
doloroso a nosotros nos reconforta escuchar, leer cómo la gente se refiere a
Eloína Miyares. Tengo un recuerdo en particular: estábamos en una Escuela al
Campo, en Veguitas, en los sesenta y tantos. Estábamos mi mellizo, Pepín, y yo.
Era domingo, llegaban los padres. Papá estaba viajando y ella no llegaba.
Estábamos un poquito triste. De repente a lo lejos llega un camión, se
levanta una polvareda, y cuando se fue aplacando el polvo apareció Eloína
Miyares… ya casi de noche, cuando los padres comenzaban a retirarse pero ella
llegó. Era así. Tenía otras cualidades pero la primera es que era madre
amantísima de sus hijos. Nos quería entrañablemente y eso mismo la fue
curtiendo. La vida le deparó muchos golpes pero se sobreponía a las
dificultades, a las tragedias… tuvimos tragedias familiares. Pero nos enseñó a
sobreponernos, y siempre con cariño, con candor; es inolvidable su sentido del
humor, su sonrisa, su alegría, su amor por la música. Nos enseñó a amar la
música, igual que mi papá, tanto popular como clásica. Y nos enseñó algo muy
especial: a ser santiagueros. Ella nos enseñó a adorar esta ciudad.” (Jorge)
TENÍA A
SANTIAGO EN EL CORAZÓN
“Abarcar
todas las cosas de Eloína Miyares en una sola conversación es muy difícil. Pero
si algo yo quería resaltar era lo referido a Santiago de Cuba. A mi mamá le
podían hacer cualquier oferta para trabajar fuera de la ciudad… Yo
recuerdo un ofrecimiento a ella y a mi papá para mudarnos para La
Habana, por un trabajo que debían realizar. Y ella no quiso. ¿Ud. sabe por qué?
Porque tenía a Santiago de Cuba como algo muy particular. Si veía
noticias en la TV enalteciendo logros, a ella le parecía que no era suficiente…
quería tanto a nuestra ciudad que cualquier homenaje que se le hiciera a
Santiago a ella le parecía poco. Y eso no es más que el amor que sentía por su
tierra. También eran proverbiales su perseverancia y su visión para con
sus hijos. Cuando yo estaba en los Camilitos…yo siempre canté pero necesitaba
ayuda de otro compañero con la guitarra. Y antes de irme para la Unión
Soviética ella me exigió que aprendiera a tocar guitarra. Después me convertí
en un trovador canto y me acompaño gracias a la persistencia de Eloína Miyares
Bermúdez. Yo fui militar, me gradué y todo, pero al final me convertí en un
cantante. Mamá era extremadamente dulce. Cualquier cosa humana le hacía
brotar las lágrimas. Y además, todo lo que hizo lo llevó a cabo con un total
desinterés. Simplemente quería, que el prójimo, su barrio, su ciudad, su
provincia, la Nación, incluso más allá de sus fronteras… todo lo que ella
concibiera individual o colectivamente, fuera para el provecho del ser humano.”
(Daniel)
DEDICACIÓN
TOTAL A LA FAMILIA Y AL TRABAJO
“Mamá y papá
son paradigma, ejemplo no solo para nosotros sino para muchos investigadores,
para muchas personas, por la dedicación total a la familia y al trabajo, a la
educación en el hogar, que es lo más importante; marcaron pauta, al hacer
estudios en todas las vertientes de la lingüística. Empezaron por la fonética,
después el léxico, luego la ortografía; tuvieron resultados palpables y
divulgaron la parte científica, la docencia. Papá funda el Centro de
Linguística Aplicada en enero de 1971; mamá se incorpora dos años después y yo
de forma casual, pues necesitaban un ingeniero en computación. Entré, hice el
sistema computacional con más de 700 000 palabras del Léxico Activo Funcional
del Escolar Cubano, diccionario electrónico, el sistema para sordos e
hipoacúsicos… ahí nació la lingüística computacional en el Centro. Y como mami
y papi me enseñaron a no ser absoluto digo que creo que ahí comenzó la rama de
la lingüística computacional en Cuba. Y ahora más que nunca no puede dejarse
caer el batón. Ahora, con su ejemplo, hay que seguir adelante, con más
cohesión.” (Leonel)
IMPRESIONANTE
LA UNIDAD FAMILIAR
“Yo llegué a
esta casa muy jovencita y lo que más me impresionó desde el principio fue la
unidad familiar; cómo Eloína mantuvo siempre esta unidad entre los hermanos,
que eran varios y con sus diferencias. Nuestros hijos son iguales y es por ese
ejemplo. Esa mesa se llenaba: los siete hermanos, las siete nueras, los 14
sobrinos. Ella hacía que el espacio diera para todos y montaba un campamento. Y
todo el que llegaba debía ser agasajado fuera de la familia o no. Era una
cortesía. Ella disfrutaba eso aunque el recién llegado fuera de la familia o
no.” (Alicia, la nuera)
NUEVE
HOMBRES SE INCLINAN
Ocho
hermanos y Vitelio, el esposo: nueve hombres y ella la voz superior, en Gallo,
entre San Mateo y San Antonio, donde vivían. Eloína asignaba tareas: Vitelito y
Oscar, fregar; Pancholo, recoger la mesa… Luego, en Vista Alegre,
igual: lavar, buscar los mandados. Los mayores con el papá al
mercado a comprar víveres.
En las
cuestiones domésticas, los hijos tenían que ayudarla porque ella era sola.
Vitelio estudiando en España… Entonces asumía el trabajo del
esposo en la Universidad. Hacía sus turnos de clase y luego impartía clases a
los grupos de Vitelio. Era lógico que los muchachos se encargaran de tareas
domésticas.
Pero el
esfuerzo de Eloína parecía no tener límites. Trabajaba el día completo, y por
la noche daba clases en la Facultad Obrero Campesina.
Los hijos
hacían un juego de palabras Eloína-Heroína. De niña pasó trabajo pero el tesón
fue superior y se hizo maestra normalista. Vitelio va a La Habana a hacerse Dr.
en Pedagogía, pero ella no puede acompañarlo porque a los nueve meses de
casarse nacieron Oscar y Vitelio Manuel; trabaja y estudia, se hace Licenciada
en Letras en 1971, después Doctora; por las madrugadas estudia ruso.
Además de
Vanguardia Nacional en siete ocasiones y prominente federada y cederista y de
sus colectivos del barrio en esas organizaciones; militante del Partido muy
activa, el currículo profesional de Eloína es simplemente muy extenso: una
treintena de cursos y seminarios nacionales a maestros y profesores sobre el
amplísimo campo de la lingüística; talleres; decenas de proyectos desde 1966
hasta la actualidad, sobre ortografía, léxico, los morfemas en el sintagma
nominal, psicolinguística, Diccionario Escolar Computarizado, Léxico Activo
Funcional del Escolar Cubano; Diccionario Básico del Español Caribeño, versión
electrónica del Diccionario Básico Escolar…
A lo
precedente se suman decenas de publicaciones desde 1966 hasta la actualidad,
incluida la ortografía técnico práctica, cursos a locutores y actores de radio
y TV, y la lingüística aplicada en Cuba y en otros países de América, Europa, y
por extensión decenas de premios, medallas,
órdenes…
Eloína
Miyares Bermúdez deja una impronta indeleble en el campo de la pedagogía y como
investigadora del Centro de Lingüística Aplicada, en Vista Alegre, porque su
vida estuvo consagrada al mejoramiento del idioma y por ende de la cultura
popular.
Santiago de
Cuba, agradecida, le otorgó el Escudo de la Ciudad. Pero en verdad fue
recíproco el reconocimiento, pues de Eloína son estas palabras dichas en una
ocasión a la periodista Aída Quintero Dip:
”Santiago de
Cuba es para mí la vida… Adoro todo cuanto tenga que ver con Santiago: su
paisaje, los niños, los peloteros, los artistas, su historia
extraordinaria, y nuestro pueblo con su carácter, su alegría… Hasta comerme un
mango de bizcochuelo es especial para mí… Me estimula ser santiaguera, vivir,
crear aquí, y las muestras de cariño que he recibido como reconocimiento a mi
obra, que es también de Vitelio, mi compañero en la vida y el trabajo.”
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