miércoles, 8 de julio de 2015

Santiago 500: Balcón de Velázquez, un mirador natural




María Antonia Medina Téllez
El Balcón de Velázquez es el mejor mirador natural que tiene la ciudad de Santiago de Cuba, adaptado geográficamente a la topografía de la oriental urbe y donde se recogen los primeros momentos de su  historia.
La extensa terraza con techo plano y fachada de apariencia militar alcanza unos ocho metros por encima del nivel de la vía, por la calle San Basilio que lleva directamente al mar, porque la entrada principal  son tres arcadas por la céntrica arteria de Corona,  en el mismo anillo fundacional de la otrora villa.
Quizás porque se ubica en el segundo nivel de altura a partir de la costa, limita el término del tradicional barrio del Tivolí y abre espacio al Parque Céspedes, con imágenes seductoras por encima de tejados rojos y el mar azul,  casi a la altura de las verdes montañas.
Con el paso del tiempo el fuerte tuvo varias adaptaciones, como la de cuartel a principios del siglo XX cuando la  intervención norteamericana en Cuba, más tarde, en 1930, la revista Archipiélago recoge que “(…) conservaba unas aspilleras que daban a la bahía muy cercana a la vista y que caen en el callejón de Manga Chupa”.
De sus bases sólidas da fe un estrecho pasaje, desde el cual pueden verse y tocarse los restos de los muros originales de aquel revellín como piedras fundacionales.
En ese entorno las casas parecen comprimidas y descienden tal cual anfiteatro que llega en su nivel más bajo al paisaje de la rada, y allende las elevaciones se introducen en el Mar Caribe sin dejar indiferente a quienes la observan a diario o por primera vez.
Escudos, farolas y una trabajada herrería, completan la atmósfera de lo que fue el primer baluarte de defensa  de la naciente villa, fundada el 25 de julio de  1515.
Según documentos, el proyecto de construirlo como Balcón en honor al conquistador español  fue en enero de 1950, y las autoridades civiles y militares de la Isla lo inauguraron el 16 de septiembre 1953.
Grandes tarjas de bronce en forma de medallones tienen la imagen y nombre de los primeros aposentados en la historia de esta región: Guamá, el indio rebelde,  Diego Velázquez, el Adelantado, Hernán Cortés, el primer alcalde de la villa, y Fray Bartolomé de Las Casas, el protector de los indios, adornan el patio interior.
En abril de 1997 vuelve a reinaugurarse la fortificación con la intención de dotar a la ciudad de un sitio mirador histórico para las nuevas generaciones y adjuntarle un uso hacia lo cultural.


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