Marlene Montoya Maza
Muchos rasgos
distintivos tiene la ciudad de Santiago de Cuba, heredados desde que se fundó
la villa, -hace casi 500 años, el 25 de julio de 1515-, por la topografía
ondulante y empinada del valle donde se asentó, dando lugar al trazado
irregular que muestra hoy.
Fue así como
surgieron los callejones, callejuelas, calles escalonadas y los pretorios,
estos últimos acertadas soluciones arquitectónicas para salvar los diferentes
niveles.
Constituyen
verdaderos promontorios que se adecuaron de forma armónica a la irregularidad
del terreno.
Por cualquier
lugar del Centro Histórico sorprende al caminante una loma, en ocasiones de
pendientes severas, de ahí que el acceso a muchas viviendas en lo alto se hizo
a través de los pretorios, con una diversidad de formas constructivas.
Son numerosos
los exponentes dispersos por la añeja urbe pero, entre tantos, llama la
atención el de la calle Heredia, entre Calvario y Reloj, que se distingue por
su altura dando la imagen de un paredón que interrumpe por la acera el tránsito
peatonal.
Algunos de
los que visitan esta ciudad y transitan por esa populosa vía, devenida arteria
cultural y cuna del poeta José María Heredia, dirigen su mirada a ese pretorio,
en cuyo concreto nace la vegetación como una curiosidad de la arquitectura
santiaguera.
Hace casi
cinco siglos que el conquistador español Diego Velázquez fundó la villa de
Santiago de Cuba. La fecha escogida por consenso de los historiadores fue el 25
de julio.
Son muchos
los invitados al festejo y quienes lo hagan por vez primera podrán admirar las
peculiaridades arquitectónicas y urbanísticas de la localidad, entre esas los
referidos pretorios.
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