Luz Marina Fornieles Sánchez
Cuba ha apostado en
materia turística por un desarrollo sustentable con total respeto a la
privilegiada herencia legada por la naturaleza y sus antepasados.
Cuando se pondera
el potencial local para la industria sin chimeneas y sus ventajas competitivas,
tal afirmación parte del hecho de hacer referencia a un destino de sol y playa;
pero que también posee una multiplicidad de atributos.
La magia de las
ciudades patrimoniales impacta, precisamente, por su diversidad arquitectónica,
con un abanico de estilos constructivos.
El proceso de
colonización de la Isla a cargo de los
peninsulares con Diego Velázquez a la cabeza, comenzó en 1511, 19 años después
de la primera visita del Almirante Cristóbal Colón.
En ese año se fundó
la Villa de Nuestra Señora de la Asunción de Baracoa y 24 meses más tarde
correspondió el turno a San Salvador de Bayamo.
Fue 1514 un período
de mucha actividad: surgen entonces las Villas de la Santísima Trinidad, la de
Sancti Spíritus, la de Santa María del Puerto del Príncipe, posteriormente
llamada hasta hoy Camagüey; y el asentamiento inicial de San Cristóbal de La
Habana.
Entre los
villorrios primigenios comparecen, además, Remedios y Santiago de Cuba.
Fundada en febrero
de 1511, Baracoa fungió como la capital
pionera de la ínsula. A la primogénita,
como se le conoce, nadie le disputa tal condición. Rodeada de montañas, la oriental
urbe disfrutaba entonces de un placentero aspecto tropical y como en
otros poblados, en este se levantaron fortalezas para protegerse de los ataques de piratas y corsarios.
En orden
cronológico le siguió Bayamo en 1513. Ciudad
de espíritu rebelde, Monumento Nacional, se le ha designado como la cuna
de la nacionalidad.
Trinidad -en 1514-
devino la tercera y una de las de la avanzada
en el continente americano. El contexto urbano trinitario constituye un
conjunto de edificaciones domésticas de excepcional continuidad tipológica y
elevada homogeneidad constructiva y formal.
En ese mismo año y
en el propio territorio centro-sureño, nace Sancti Spíritus con la particularidad de haber sido en su
arrancada la única en ser creada tierra adentro, alejada de las costas, en una
zona hoy conocida como Pueblo Viejo, a ocho kilómetros de su ubicación actual
junto al río Yayabo.
También en esos 12
meses se unió a tan selecto grupo, Camagüey, localizado al norte de la actual provincia homónima,
cerca de la costa. En poco tiempo se
trasladaría hacia el cacicazgo de Caonao y en 1528, en busca de mayor seguridad
para sus pobladores, se asentó definitivamente entre los ríos Tinima y
Jatibonico, tierra adentro.
Igualmente por esas
fechas se tiene conocimiento del asentamiento pionero de La Habana, que tuvo
dos emplazamientos transitorios antes de que sus vecinos eligieran el
definitivo en la margen izquierda de Carenas: al sur, en las inmediaciones de Batabanó, área baja y de muchos mosquitos; y hacia el
norte, más tardíamente, en la desembocadura del río Casiguaguas, según los
aborígenes, o Almendares, de acuerdo con los españoles, en un sitio designado
La Chorrera.
Sin embargo, el
momento exacto de su fundación aparece de forma imprecisa, por lo que se ha
tomado como tal el día en que se efectuó la misa para bendecir la decisión de
su último traslado, acaecido el 16 de noviembre de 1519.
San Juan de los
Remedios se sumó durante el primer cuarto del siglo XVI y permaneció de
incógnita por varios años, una economía poco floreciente le permitió,
paradójicamente, conservar su patrimonio casi intacto, como llega hasta hoy.
En el centro del
pueblo el Parque Martí marca el punto cero de callejuelas intrincadas. Divide este también, imaginariamente, los
dominios de los barrios contrincantes en las parrandas de diciembre, al norte
se expande San Salvador; al sur, se despliega El Carmen.
Este 24 de junio
último, en esa localidad perteneciente hoy a la central provincia de Villa
Clara, se festejó por todo lo alto sus cinco centurias, aniversario para el
cual se alista a su vez en breve
Santiago.
Fue el 25 de
julio de 1515 la ocasión escogida por los historiadores
para marcar ese acontecimiento, ocurrido en un lugar apacible, en la vecindad
del mar.
Vivir en Santiago
de Cuba es todo un privilegio, por la idiosincrasia, alegría y hospitalidad de su
gente, y por su rica historia.
Y qué decir de sus
carnavales, del orgullo de haber sido cuna de prestigiosos cantores y de
géneros como la trova y el son.
Son estas las
ciudades que quedan para siempre en la memoria. Se erigen ellas por sí mismas
en fuertes imanes para los veraneantes que escogen a la ínsula como su destino,
por los encantos del país y su pueblo.
Visitarlas deviene
inobjetablemente un viaje a un pasado enriquecedor, donde cada piedra e
inmueble tienen mucho que contar, muchos secretos que develar.
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