Pablo Soroa Fernández
José Maceo
también “vino de león y de leona”, como
su hermano Antonio, el primogénito de la familia, el guerrero más sobresaliente
de la gesta independentista contra España, sobre quien José Martí escribió en el periódico Patria la frase puesta entre
comillas.
Contra lo pensado,
la figura del Titán de Bronce no arroja sombra, si no luces,
sobre el segundo de la prole de
Mariana Grajales y Marcos Maceo, al cual
el primero tuvo como subalterno en más de una ocasión.
José Marcelino Maceo
y Grajales estuvo presente en el transcurso de las tres guerras: la del 68, la
denominada chiquita (1879) y la del 95.
En algunos
episodios de esa confrontación entre la
Cuba que intentaba despojarse de su condición de colonia, y la metrópoli
-España-, él debió acatar las órdenes de
su hermano mayor, el cual, según consta en relatos y documentos escritos, lo
trató con asombrosa severidad.
Esa disciplina
férrea, que al decir del General
Antonio, debía comenzar por la familia, la ejerció sin perjuicio de reconocer
en José a uno de los mejores soldados de
la Revolución y de transferirle las enseñanzas y secretos del arte militar de
Máximo Gómez, de quien el Héroe de Baraguá fue el discípulo más aventajado.
Gran arrojo y
valentía exhibió el segundogénito de Mariana Grajales, para alcanzar los grados
de teniente a fines de 1870, ascender a capitán al año siguiente y acreditarse las insignias de comandante y
la jefatura del regimiento de Guantánamo, luego de ser gravemente herido en el
combate del cafetal La Indiana.
Fue salvado entonces
en una acción suicida de su hermano, quien en tono que pocos osaban utilizar
para dirigirse a Máximo Gómez (que había
ordenado la retirada), le espetó “General, tengo allí a mi hermano, muerto o
herido grave, y no lo abandono en poder del enemigo”.
Las charreteras de
General de Brigada las mereció durante la llamada Guerra chiquita (1879-1880),
fracasado intento emancipador al que se sumó el también llamado León de
Oriente, luego de rechazar el Pacto del Zanjón, y respaldar la Protesta de
Baraguá, el 15 de marzo de 1878.
Detenido en 1880 por
sus actividades revolucionarias,
deportado a los presidios españoles en África, y posteriormente
indultado, marcha a reunirse en 1884 con
su familia, primero en Jamaica y luego en Costa Rica, donde contribuye a formar
una colonia junto a su hermano Antonio, Flor Crombet y otros emigrados cubanos.
Luego regresó a la
patria el primero de abril de 1895, en
la expedición Maceo-Crombet, a bordo de la goleta Honor.
Protagoniza una
odisea por los montes más abruptos de Cuba, debe incluso lanzarse a un abismo
para sobrevivir a la persecución hispana, al quedar aislado de la tropa durante
el primer combate de los mambises a raíz del desembarco por Playa Duaba.
Se une a las filas
del Mayor General Pedro Agustín Pérez, el primer sublevado de Guantánamo
durante el reinicio del conflicto bélico; salva la vida al Apóstol en el
combate de Arroyo Hondo, el 25 de abril,
y tres días después le comunican su ascenso a Mayor General.
El 20 de octubre asume la Jefatura Militar del Departamento
Oriental.
Cayó mortalmente
herido el cinco de julio de 1896 en Loma
del Gato, jurisdicción de su natal Santiago, y falleció cinco horas después en
la finca Soledad, de Ti Arriba.
Había participado en
casi 500 combates y regado con su sangre en 19 ocasiones la tierra que se afanó en redimir.
Al conocer el
infausto suceso, el Generalísimo dijo: “Pocos cubanos he conocido más libre,
más trabajador y más valiente; y más resuelto, ninguno".
El ilustre dominicano,
el único general del Ejército Libertador
que llegó a ser jefe de todos los cubanos, para salir al paso a quienes no perdonaban la independencia de
criterios y la franqueza de José
Marcelino Maceo y Grajales, escribió, además, las frases que siguen:
(…) Era de un
carácter insugestionable. No pedía nada y mucho menos cabía la queja en su
grandeza y abnegación, pero no permitía tampoco que se le cohibieran sus
derechos y sus facultades, porque entonces se sentía sublevado”.
Pero nunca tan
sublevado, como ante España, a la que combatió 28, de los 47 años de su
fructífera vida.
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