Aída Quintero Dip
Por derecho propio
los ancianos deben ocupar un sitio de privilegio en el hogar y en cada espacio
y estructura de la sociedad, donde todavía pueden disfrutar de los encantos
patrimoniales, históricos, culturales y del afecto de las personas que les rodean.
Para que esa etapa
de atinados consejos y un caudal valioso de experiencia y sabiduría sea
placentera, es necesario prodigarles atención esmerada y crearles condiciones óptimas para una
superior calidad de vida.
En la aspiración
de bienestar supremo para este grupo etario no pueden faltar las expresiones de afecto, cariño y apoyo sin
medida en el hogar y en el seno de la familia, y en cada espacio público donde
estas personas se encuentren, una cultura que es imprescindible ir arraigando.
Insertada en uno de
los programas más sensibles forjados por la Revolución, la Atención al Adulto
Mayor prioriza la asistencia integral, con énfasis en la salud, así como la reparación,
mantenimiento y construcción de áreas más confortables como los hogares de
ancianos y casas de abuelos.
“La mentalidad no
debe ser que ya vivieron lo que iban a vivir, sino intentar mejorar su calidad
de vida, para que el tiempo que les queda sea el mejor”, según criterios de
investigadores sobre longevidad y envejecimiento y salud.
Con tal precepto
como bandera debe trabajarse con las personas de la tercera edad, como una de las estrategias del Estado fruto
de la labor conjunta del Gobierno y el Sistema de Salud, y con la premisa de
que la solución de sus necesidades no es un favor que les hacemos, sino una
retribución merecida por lo que hicieron con otras generaciones durante su paso
por la vida.
El énfasis está en
conseguir mayor respaldo de la familia al adulto mayor y en consolidar la
atención a trastornos emocionales como la depresión, para enfrentar el
envejecimiento de la población de manera más armónica, teniendo en cuenta que
la esperanza de vida al nacer de los cubanos supera los 77 años.
Por eso resulta preciso potenciar la gereatrización
de los servicios de salud, con hincapié en los organismos que interactúan con
el sistema sanitario. Por ejemplo, a la hora de construir hay que tener
conciencia de que la población envejece y deben evitarse las barreras
arquitectónicas y hacer asideros en sitios públicos para impedir caídas y
accidentes.
Ante el
envejecimiento poblacional que privilegia actualmente a Cuba, hay que darle
prioridad a la construcción o adaptación de locales para casas de abuelos y hogares de ancianos, y
diseminarlos también por los municipios.
En correspondencia
con el propósito de crear estilos de vida más saludables y hacérsela más
placentera, también es importante el funcionamiento de los círculos de abuelos,
donde socializan diversas actividades y, sobre todo, realizan ejercicios
físicos que redundan en más salud.
Ese empeño
contribuye a cambios esenciales que pueden coadyuvar a la reducción del número
de caídas y accidentes, entre otros beneficios, además de una asistencia
integral de psicología, estomatología, servicio social, enfermería y otras
ramas consagradas a los pacientes geriátricos.
El Programa Social
de Atención al Adulto Mayor se erige sobre tres pilares fundamentales:
proyección del adulto mayor como agente de cambio en la comunidad, legitimación de un programa sociocultural
como estímulo para su participación social
y articulación de una estrategia para garantizar la accesibilidad de los
ancianos.
Hay que mirar con
luz larga porque para el 2025 se pronostica que la Isla estará entre las
naciones más envejecidas de América Latina, pero desde hoy no escatime en
darles amor, primero amor, porque el
arte de envejecer es el arte de conservar alguna esperanza.
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