Marta Gómez Ferrals
Aún con la
contundencia de resultados concretos y notorios, a veces es difícil percibir hoy la magnitud de
cuánto deben niñas y niños, muchachas adolescentes y adultas a la Federación de
Mujeres Cubanas (FMC), fundada por iniciativa del Comandante en jefe Fidel
Castro el 23 de agosto de 1960.
Tal vez esa visión
demasiada generalizadora y a ratos carente de los colores del detalle venga de
la complejidad de la trama social, en la que interviene un integrado y
variopinto sistema de instituciones gubernamentales, organizaciones políticas y
de masas, a la cual se suma la pequeña empresa privada en auge.
Pero para nadie
puede haber dudas de que la organización, nacida a inicios del floreciente
programa revolucionario en marcha desde 1959, colocó a la mujer cubana, por vez
primera y de manera masiva, en un camino de incorporación plena al desarrollo
social, de liberación. Una ruta antes solo transitada por unas pocas
precursoras y patriotas.
Desde entonces hubo
un antes y un después, y no es retórica.
Mucho de la
ternura, rectitud, audacia, fuerza y
empuje de la presidenta de la organización, Vilma Espín, combatiente de la
Sierra y el Llano, marcaron el fluir de
los proyectos, programas sociales y
ejecutoria de la entidad que marchaba al parecer a la par de las demás, pero
que siempre significó “una revolución dentro de la Revolución”.
Vale recordar las
batallas por la justicia social, el empeño por la igualdad de géneros, la
educación, la maternidad saludable y responsable, campañas sanitarias, los
derechos de la familia, el combate a la violencia de género y a los embates del
machismo entronizado hasta los tuétanos, la incorporación al trabajo, en medio
de las agresiones del bloqueo y la
contracción económica del período especial…
No ha sido un
camino de rosas conseguir eso que ahora son logros que parecen tan naturales y
al alcance de la mano, aunque la cotidianidad siga siendo de otra manera un
reto nada fácil de asumir, como en los primeros días.
Las cubanas aún
tienen por ganar nuevas conquistas, está claro y nada detendrá su paso, como el
de sus antecesoras. De ahí el imperativo histórico y la vigencia de su
organización de avanzada.
Hablando de los logros actuales, fuentes
oficiales han informado que el 66 por
ciento de la fuerza técnica y profesional de Cuba está formada por féminas.
De acuerdo con tal
realidad Teresa Amarelle, secretaria general de la FMC, afirma que resulta
imposible actualizar el modelo económico nacional sin la participación activa
de esa fuerza.
Más detalles: en el
sector estatal civil el 48 por ciento de la fuerza laboral es femenina. Las mujeres representan el 80 por ciento de
la fuerza técnica y profesional de los ocupados, a nivel estatal, en la
economía.
Entre los
trabajadores por cuenta propia son poco más del 30 por ciento, y el 53 por
ciento de las personas asociadas a cooperativas no agropecuarias.
En la salud cubren
el 60 por ciento del personal médico cubano, y el 64 de los profesionales que
cumplen misión internacionalista.
Es grande la contribución
que puede dar y está dando ya la mujer, de acuerdo con Amarelle. En el país se
llevan a cabo transformaciones potenciadoras del avance sostenible, pero
pausado, eficiente y razonable, de las
fuerzas productivas, con apego al modelo socialista y a los logros de
las últimas décadas en materia social.
Las Casas de
Orientación a la Mujer y a la Familia, con una experiencia de larga data en el
adiestramiento de la potencial fuerza laboral femenina, ya adelanta programas
de apoyo que se ajustan a las labores
por cuenta propia.
La FMC cuenta hoy
con unas 81 mil delegaciones de base, integradas por más de cuatro millones de
cubanas, el 89 por ciento de las féminas mayores de 14 años en toda la nación.
En el momento de su
creación, en Cuba funcionaban la Unidad Femenina Revolucionaria que reunía a un
gran número de mujeres campesinas, la Columna Agraria, las Brigadas Femeninas
Revolucionarias, los llamados Grupos de Mujeres Humanistas, la Hermandad de
Madres y otras. Todas dieron entonces el gran paso de la unidad revolucionaria.
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