lunes, 22 de agosto de 2016

FMC: los retos de las cubanas en el tercer milenio




Marta Gómez Ferrals
  Aún con la contundencia de resultados concretos y notorios, a  veces es difícil percibir hoy la magnitud de cuánto deben niñas y niños, muchachas adolescentes y adultas a la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), fundada por iniciativa del Comandante en jefe Fidel Castro el 23 de agosto de 1960.
  Tal vez esa visión demasiada generalizadora y a ratos carente de los colores del detalle venga de la complejidad de la trama social, en la que interviene un integrado y variopinto sistema de instituciones gubernamentales, organizaciones políticas y de masas, a la cual se suma la pequeña empresa privada en auge.
  Pero para nadie puede haber dudas de que la organización, nacida a inicios del floreciente programa revolucionario en marcha desde 1959, colocó a la mujer cubana, por vez primera y de manera masiva, en un camino de incorporación plena al desarrollo social, de liberación. Una ruta antes solo transitada por unas pocas precursoras y patriotas.
   Desde entonces hubo un antes y un después, y no es retórica.
   Mucho de la ternura, rectitud, audacia,  fuerza y empuje de la presidenta de la organización, Vilma Espín, combatiente de la Sierra y el Llano, marcaron  el fluir de los proyectos, programas  sociales y ejecutoria de la entidad que marchaba al parecer a la par de las demás, pero que siempre significó “una revolución dentro de la Revolución”.
   Vale recordar las batallas por la justicia social, el empeño por la igualdad de géneros, la educación, la maternidad saludable y responsable, campañas sanitarias, los derechos de la familia, el combate a la violencia de género y a los embates del machismo entronizado hasta los tuétanos, la incorporación al trabajo, en medio de las agresiones del bloqueo  y la contracción económica del período especial…
    No ha sido un camino de rosas conseguir eso que ahora son logros que parecen tan naturales y al alcance de la mano, aunque la cotidianidad siga siendo de otra manera un reto nada fácil de asumir, como en los primeros días.
 Las cubanas aún tienen por ganar nuevas conquistas, está claro y nada detendrá su paso, como el de sus antecesoras. De ahí el imperativo histórico y la vigencia de su organización de avanzada.
   Hablando de los logros actuales, fuentes oficiales han informado que el 66  por ciento de la fuerza técnica y profesional de Cuba está formada por féminas.
  De acuerdo con tal realidad Teresa Amarelle, secretaria general de la FMC, afirma que resulta imposible actualizar el modelo económico nacional sin la participación activa de esa fuerza.
  Más detalles: en el sector estatal civil el 48 por ciento de la fuerza laboral es femenina.  Las mujeres representan el 80 por ciento de la fuerza técnica y profesional de los ocupados, a nivel estatal, en la economía.
  Entre los trabajadores por cuenta propia son poco más del 30 por ciento, y el 53 por ciento de las personas asociadas a cooperativas no agropecuarias.
  En la salud cubren el 60 por ciento del personal médico cubano, y el 64 de los profesionales que cumplen misión internacionalista.
  Es grande la contribución que puede dar y está dando ya la mujer, de acuerdo con Amarelle. En el país se llevan a cabo transformaciones potenciadoras del avance sostenible, pero pausado, eficiente y razonable, de las  fuerzas productivas, con apego al modelo socialista y a los logros de las últimas décadas en materia social.     
   Las Casas de Orientación a la Mujer y a la Familia, con una experiencia de larga data en el adiestramiento de la potencial fuerza laboral femenina, ya adelanta programas de apoyo  que se ajustan a las labores por cuenta propia.
  La FMC cuenta hoy con unas 81 mil delegaciones de base, integradas por más de cuatro millones de cubanas, el 89 por ciento de las féminas mayores de 14 años en toda la nación.
   En el momento de su creación, en Cuba funcionaban la Unidad Femenina Revolucionaria que reunía a un gran número de mujeres campesinas, la Columna Agraria, las Brigadas Femeninas Revolucionarias, los llamados Grupos de Mujeres Humanistas, la Hermandad de Madres y otras. Todas dieron entonces el gran paso de la unidad revolucionaria.

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