viernes, 21 de agosto de 2015

Génesis de una Federación con madurez y vitalidad



Aída Quintero Dip
   Muchas mujeres han debido existir, luchar, flaquear y vencer para que las de hoy sigan escribiendo esa difícil  historia de construirse un camino propio.
   Inscritos están sus nombres en esa leyenda de heroísmo y rebeldía únicos  tejida antes, durante y después del triunfo de la Revolución. Para honrar a cada una también se fundó la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) porque ellas pusieron la primera piedra con su protagonismo en la forja de la Patria libre.
   Para enaltecer su grandeza en el proceso revolucionario cubano bastaría mencionar a la patriota Mariana Grajales, madre de la estoica prole de los Maceo; o Ana Betancourt, quien se anticipó a la época alzando su voz para proclamar y salvaguardar los derechos de la mujer.
   Otras tantas podrían  sintetizar  su hidalguía en todos los tiempos y las historias anónimas todavía de aquellos días de combate silencioso o frente a frente del enemigo: Haydée Santamaría, Melba Hernández, Celia Sánchez, Vilma Espín, Asela de los Santos, Gloria Cuadras…
   Desde el Moncada y la Sierra Maestra, Fidel avizoró la valía de su aporte. Ahí está el ejemplo de Melba y Haydée en la gesta del 26 de Julio; el de Celia, la primera guerrillera; del pelotón Mariana Grajales, que peleó en los tiempos de la guerra; y Lidia y Clodomira, eficaces mensajeras en la insurrección.
   Igual hizo el avezado líder clandestino, Frank País, el cual les confió arriesgadas misiones y les prodigó el cariño de hermanas; algunas con responsabilidades en el Movimiento 26 de Julio como la veterana luchadora Haydée Santamaría, y Vilma Espín con un aval ganado en la pelea frontal contra el tirano.
   Rostros femeninos subieron a la Sierra a engrosar las filas del Ejército Rebelde, donde cumplieron faenas increíbles; cosieron para el estreno los uniformes verde olivo en el sigilo de la madrugada; resguardaron a los perseguidos en armarios, bajo la cama y en los sitios más inverosímiles, abriendo de par en par las casas y los corazones.
   Su altruismo tuvo reconocimiento, al servir de estímulo a los compañeros de armas, quienes se crecían ante la adversidad al comprobar la actitud de ellas, cual herederas de Mariana Grajales.
   Otras, heroínas ellas mismas del presente, nos recuerdan desde lo más hondo del sentimiento aquella célebre frase del escritor argentino Lucio V. Mansilla... “hay héroes porque hay mujeres”.
   Tantas, cuyos nombres no alcanzan este espacio y tiempo, hacen a diario desde su anónima actuación,  siguen levantando a fuerza de coraje, intuición, energía y sacrificios personales esta obra que no sería completa sin su sonrisa.
   Esos ejemplos han sido el legado más perdurable para las mujeres de hoy, que lo han tomado como bandera para conquistar derechos y espacios; exigir un puesto en el combate y en el trabajo;  ocupar responsabilidades en sectores estratégicos, y servir con desinterés a otros pueblos hermanos.
   “Ellas son la inspiración y la mejor herencia de la Federación de Mujeres Cubanas en sus 55 años de fructífera vida, que se celebra este 23 de Agosto, con probada lealtad, especialmente a su creador y guía, Fidel Castro, y el singular protagonismo de sus miembros”, considera Yuleidis Vega Blanco.
   Para la joven secretaria general de la FMC en la provincia de Santiago de Cuba, es un orgullo dedicar buena parte de su existencia a una organización que seguirá siendo una fuerza poderosa al servicio de la Revolución.
   Confiesa que la motiva a trabajar cada día con mayor consagración junto a su equipo, el hecho de marchar tras las huellas de la más insigne federada, Vilma Espín, la Heroína que constituye paradigma en la forja de virtudes en las nuevas generaciones.
   Para estar a su altura no escatima tiempo ni energías, afianza el sentido de pertenencia, perfecciona la política de cuadros con la selección de mujeres abnegadas y comprometidas, prepara a las jóvenes y reconoce a las fundadoras.
   “Esa vocación de ser útil, estar en la primera trinchera del deber, de dar el primer paso para cumplir tareas,  sin olvidar la condición de madres, esposas e hijas en la formación del relevo, la aprendimos de Vilma, la eterna presidenta de la FMC hasta el último aliento.
   “Nuestra organización tiene el mérito de atesorar la madurez de los años y la vitalidad del primer día, y lo evidencia el hecho de que seguimos trabajando con ahínco, conquistando espacios, asumiendo misiones y, sobre todo, comprometidas con el futuro”, destaca Yuleidis Vega Blanco.

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