miércoles, 18 de abril de 2018

Gracias Fidel por tu legado de unidad



Magaly Zamora
   Cuenta una antigua fábula que un padre ya anciano quiso dar una lección a sus hijos y le entregó a cada uno de ellos una rama, pidiéndole que la partieran, lo cual hicieron con facilidad.
    Más tarde repitió la solicitud, esta vez con un conjunto de varillas, pero ni el más fuerte de los hermanos logró quebrarlas.
   La moraleja de este cuento se resume en una frase repetida millones de veces en manifestaciones populares desde el triunfo de la Revolución en enero de 1959: “ El pueblo, unido, jamás será vencido”.
   Pero más que una consigna, tal aseveración constituye una filosofía de vida de los cubanos, demostrada con creces a través de la historia tanto por los reveces sufridos a lo largo de las guerras de independencia como por las victorias.
    Del fracaso de 1869  aprendimos que el regionalismo y el caudillismo solo sirvieron para empoderar al enemigo y menguar el poderío del Ejército Libertador hasta llegar al Pacto del Zanjón.
     Por eso en la organización de la Guerra Necesaria, José Martí funda en 1892 el Partido Revolucionario Cubano, legítimo intento de cohesionar a los viejos luchadores y a los más jóvenes en torno  a los esfuerzos independentistas.
    De él diría en el periódico Patria ….”y a la palabra partido se amparan, para decir que se unen en esfuerzo ordenado, con disciplina franca y fin común, los cubanos que han entendido ya que, para vencer a un adversario deshecho, lo único que necesitan es unirse”.
   Más cercano en el tiempo el máximo líder de la Revolución cubana, Fidel, autor de la unidad nacional, a decir de Eusebio Leal, en su largo quehacer mantuvo siempre el empeño por agrupar en la diversidad de las fuerzas los intereses comunes que pudieran engrosar las filas de defensores de la más justa de las causas.
    Esa lucha perenne por articular de forma sólida todas las fuerzas conlleva a la reunión de Altos de Mompié, en plena Sierra Maestra el tres de mayo de 1958, de la cual se deriva la decisión  de unificar los mandos de la Sierra y del Llano bajo una misma jefatura.
     Es el momento en que Fidel Castro resulta nombrado Secretario General del Movimiento y Comandante en Jefe del Ejército Rebelde.  La decisión tenía un claro carácter de unidad y expresaba el criterio de la guerra como un fenómeno que trascendía ya las fronteras de una sola organización.
 “Perdura lo que un pueblo quiere”, anticipó Martí,  y ese pueblo unido junto a sus principales líderes, es el que ha salvado a la Cuba socialista y revolucionaria de las garras imperiales por casi seis décadas.
    Ejemplos como Girón, la campaña de alfabetización, la lucha contra bandidos y el enfrentamiento al bloqueo y a la guerra económica contra el país demuestran la fuerza arrolladora de las masas cuando unen fusiles, brazos o azadones para salvar la patria, la revolución y el socialismo.
    Esa cultura de la unidad ha creado también la cultura de la solidaridad frente a eventos fortuitos o catástrofes como la más reciente ocasionada por el huracán Irma.
    La seguridad de que nadie queda desamparado a su suerte y la fe en que unidos podemos salir adelante  es una idea sembrada por Fidel y regada con ahínco por todos los cubanos para que sus frutos perduren por siempre.
   Esa convicción nos protege hoy de corrientes neoliberales y retrógradas, con predominio de gobiernos entreguistas y serviles, frente a los cuales Cuba ratifica la voluntad de su pueblo entero y exclama con orgullo: Gracias Fidel por tu legado.

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