Magaly Zamora
Cuenta una antigua
fábula que un padre ya anciano quiso dar una lección a sus hijos y le entregó a
cada uno de ellos una rama, pidiéndole que la partieran, lo cual hicieron con
facilidad.
Más tarde repitió
la solicitud, esta vez con un conjunto de varillas, pero ni el más fuerte de
los hermanos logró quebrarlas.
La moraleja de este
cuento se resume en una frase repetida millones de veces en manifestaciones
populares desde el triunfo de la Revolución en enero de 1959: “ El pueblo,
unido, jamás será vencido”.
Pero más que una
consigna, tal aseveración constituye una filosofía de vida de los cubanos,
demostrada con creces a través de la historia tanto por los reveces sufridos a
lo largo de las guerras de independencia como por las victorias.
Del fracaso de
1869 aprendimos que el regionalismo y el
caudillismo solo sirvieron para empoderar al enemigo y menguar el poderío del
Ejército Libertador hasta llegar al Pacto del Zanjón.
Por eso en la
organización de la Guerra Necesaria, José Martí funda en 1892 el Partido
Revolucionario Cubano, legítimo intento de cohesionar a los viejos luchadores y
a los más jóvenes en torno a los
esfuerzos independentistas.
De él diría en el
periódico Patria ….”y a la palabra partido se amparan, para decir que se unen
en esfuerzo ordenado, con disciplina franca y fin común, los cubanos que han
entendido ya que, para vencer a un adversario deshecho, lo único que necesitan
es unirse”.
Más cercano en el
tiempo el máximo líder de la Revolución cubana, Fidel, autor de la unidad
nacional, a decir de Eusebio Leal, en su largo quehacer mantuvo siempre el
empeño por agrupar en la diversidad de las fuerzas los intereses comunes que
pudieran engrosar las filas de defensores de la más justa de las causas.
Esa lucha perenne
por articular de forma sólida todas las fuerzas conlleva a la reunión de Altos
de Mompié, en plena Sierra Maestra el tres de mayo de 1958, de la cual se
deriva la decisión de unificar los
mandos de la Sierra y del Llano bajo una misma jefatura.
Es el momento en
que Fidel Castro resulta nombrado Secretario General del Movimiento y
Comandante en Jefe del Ejército Rebelde.
La decisión tenía un claro carácter de unidad y expresaba el criterio de
la guerra como un fenómeno que trascendía ya las fronteras de una sola
organización.
“Perdura lo que un
pueblo quiere”, anticipó Martí, y ese
pueblo unido junto a sus principales líderes, es el que ha salvado a la Cuba
socialista y revolucionaria de las garras imperiales por casi seis décadas.
Ejemplos como
Girón, la campaña de alfabetización, la lucha contra bandidos y el
enfrentamiento al bloqueo y a la guerra económica contra el país demuestran la
fuerza arrolladora de las masas cuando unen fusiles, brazos o azadones para
salvar la patria, la revolución y el socialismo.
Esa cultura de la
unidad ha creado también la cultura de la solidaridad frente a eventos
fortuitos o catástrofes como la más reciente ocasionada por el huracán Irma.
La seguridad de
que nadie queda desamparado a su suerte y la fe en que unidos podemos salir
adelante es una idea sembrada por Fidel
y regada con ahínco por todos los cubanos para que sus frutos perduren por
siempre.
Esa convicción nos
protege hoy de corrientes neoliberales y retrógradas, con predominio de
gobiernos entreguistas y serviles, frente a los cuales Cuba ratifica la
voluntad de su pueblo entero y exclama con orgullo: Gracias Fidel por tu
legado.
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