martes, 9 de octubre de 2018

El Che vive


 Por Martha Gómez Ferrals
A nadie sorprende, pero es un tema sobre el cual enorgullece pensar: por estos días en que los cubanos se esfuerzan por hacer aportes que enriquezcan su nueva Carta Magna, el nombre del Che, su ejemplo y pensamiento revolucionario, han sido invocados repetidamente por los constituyentes, que son parte del pueblo de la Mayor de las Antillas.
    A 51 años de su asesinato en Bolivia –aquel triste nueve de octubre de 1967- al día siguiente de su captura y después de que su destacamento guerrillero fuera aniquilado, Ernesto Che Guevara nos acompaña de múltiples maneras y se le ve vivo cuando se piensa en el ejemplo más alto de ser humano, de combatiente y revolucionario.
  Los cubanos lo aman, reverencian, admiran como uno más de los hijos de esta tierra. Pero también lo ven como ejemplo, guía, maestro. Por eso desean destacar aún más, en muchos casos, su nombramiento en la Ley de leyes. Por eso lo citan de manera reiterada cuando se reclama por el trabajo eficiente, de calidad, se llama al esfuerzo tesonero, a  la igualdad y el respeto. Cuando se habla de honradez, altruismo y solidaridad. Y de coraje y valentía, de antimperialismo y equidad…
   En un nuevo aniversario de su muerte, el Che también está presente porque su lucidez, su pensamiento crítico, puntual y telescópico al mismo tiempo, son más necesarios no solo en Cuba, sino también en la Patria Grande y en cualquier lugar del mundo donde se cometa una injusticia.
     Vive porque creyó, y así lo afirmó varias veces,  que el socialismo, el mismo sistema que aparecerá refrendado en la Constitución como modelo económico y social de la nación, era el sistema más humano que podría existir y el mejor garante de la democracia, la libertad, el respeto a los derechos humanos y a la dignidad plena del hombre. Igual que los cubanos de hoy.
   Sí, está entre todos,  más que nunca en tiempos de ofensiva brutal del neoliberalismo,  comandada por órdenes imperiales,  que atenazan con hechos violentos, políticas represivas, encarcelamientos, asesinatos y campañas mediáticas agresivas en varios países de América.
   Una ofensiva que no solo es militar y represora, también invade los terrenos sutiles y a veces no tal sutiles de la seducción ofrecida en íconos, campañas, producciones y valores culturales emitidos por los grandes centros de poder hegemonistas.
     Ernesto Guevara de la Serna nació el 14 de junio de 1928 en Rosario, Argentina, pero desde hace más de 60 años se convirtió en el Che entrañable de los cubanos, cuando decidió unirse en México a los expedicionarios del yate Granma que enrumbaron en 1956 hacia la Sierra Maestra, a luchar por la libertad de la Isla.
   De allí bajó con los grados de Comandante, ganados bravamente en julio de 1957 y demostrados como jefe de una importante columna, cuando dirigió decisivos combates y en la legendaria batalla final de Santa Clara.
   El hombre que se había incorporado como médico a la lucha de los cubanos bien pronto demostró que estaba entre los primeros y más corajudos soldados e inteligente estratega.
    Los años que pasó entre los cubanos hablaron de la confianza del máximo líder de la Revolución, Fidel Castro, de los restantes cuadros del Ejército Rebelde y de su entrañable hermandad con otro jefe amado de los isleños, Camilo Cienfuegos.
    Como Ministro en actividades de gran peso en los sectores de la industria y bancario, Guevara se dedicó a fondo al estudio y la consagración sin límites al trabajo, para desempeñar con dignidad, creatividad y honradez sus funciones.
    Aplicó nuevos métodos de dirección, arrastraba y entusiasmaba a sus subordinados  mediante su entrega y ejemplo. Implantó un riguroso sistema de control que preconizaba ante todo la exigencia por la disciplina y el laboreo consciente y aplicado. Su austeridad y modestia fueron proverbiales.
    Estimuló el estudio, la calificación entre los obreros, trabajadores en general y sobre todo en los jóvenes.
    Junto a la inauguración de nuevas entidades productoras, muchas de ellas en activo y diseminadas por todo el país, se preocupó por la formación de cuadros y revolucionarios, de un tipo de ser humano distinto, nuevo: altruista, solidario y sin el extremo individualismo glorificado en el pasado.
    Y qué decir de su actuación efectiva y serena, para la defensa de la Isla, en los días luminosos y tristes de la amenaza de una guerra nuclear de alcance mundial en la Crisis de Octubre.
    Fidel leyó su emotiva carta de despedida el tres de octubre de 1965, el día en que nacía el primer Comité Central del nuevo Partido Comunista de Cuba, producto de la unidad,  y se fundara su órgano oficial, el periódico Granma. En ella liberaba a Cuba de toda su responsabilidad, por la decisión tomada, y anunciaba que continuaría su combate de liberación en otras tierras del mundo que reclamaban el concurso de sus modestos esfuerzos.
    En julio de 1997 tras ingentes y acuciosos trabajos de investigación y búsqueda, que incluyeron a valiosos científicos y revolucionarios del patio, se encontraron los restos del Che Guevara y algunos de sus compañeros en un recóndito terreno cercano a la pista del aeropuerto militar de Valle Grande, a más de 700 km de La Paz, la capital de Bolivia.
   Hoy, los pueblos, el cubano especialmente y los jóvenes agradecen al Che su combate inclaudicable por la libertad y su vida tan tempranamente entregada. Sus restos descansan finalmente en la tierra que lo hizo  suyo para siempre, en el Mausoleo de la ciudad de Santa
Clara, aquella que ganó su libertad conducida por su heroísmo. ¡El Che vive!

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