Aída
Quintero Dip
La sociedad basada en la propiedad privada sobre
los medios de producción, imperante en la Cuba neocolonial y republicana, propiciaba que el
empleo no fuera asunto de interés ni preocupación estatal, situación que tuvo
un giro de 180 grados tras el triunfo revolucionario, cuando se puso en
práctica el Programa del Moncada, diseñado y defendido por Fidel Castro y sus
compañeros de ideales.
Santiago de
Cuba era fiel reflejo del panorama nacional con un cuadro deprimente en cuanto
a empleo y una inexistente seguridad social. De ahí la importante misión de la Dirección Municipal
de Trabajo y Seguridad Social, fundada en mayo de 1963, para dirigir y
controlar la política concerniente a tan sensibles esferas en la nueva sociedad
que nacía, venciendo vestigios del pasado y desafiando un cruel bloqueo.
Unas 500
mil personas en busca de empleo, en 1959, en Cuba, representaban una tasa de desempleo de 23,7%,
con el problema más grave en la desocupación femenina, además de cobertura
incompleta, prestaciones insuficientes, desigualdad de derechos, desfalcos e
inadecuado financiamiento,…hechos que retratan parte de la situación de la
época.
A partir de
las medidas adoptadas por la
Revolución en materia laboral, desaparece el desempleo en
1960, como fenómeno social; en los años posteriores se propició a todos acceder
a un trabajo digno, decoroso y bien remunerado; creció la población en edad
laboral, y se crearon nuevos empleos; se promovió también un sustancial
incremento de la presencia femenina en los puestos de trabajo.
Como
consecuencia de las transformaciones propias de una Revolución inédita, el
empleo posibilitó la unión de todas las fuerzas de trabajo a otros factores de
la producción, en función de hacer crecer la economía y aumentar la riqueza
productiva.
No puede
olvidarse tampoco la arista social del empleo, como una condición
necesaria para el despliegue continuado
de las capacidades humanas y como vía para obtener ingresos monetarios en aras
de mejorar las condiciones de vida personal y familiar, y a los cuales el nuevo
proceso gestado en Cuba dio verdadero valor.
Puede
afirmarse que el empleo tuvo un justo precio tras el Primero de Enero, fue
reconocido como un medio importante de inserción y movilización social, que
contribuyó de manera trascendente a la transformación de las ideas y
expectativas de las personas.
A partir de
1987, como forma de mejorar el modelo económico, se inicia un proceso de
rectificación de errores y tendencias negativas, que en términos de empleo se
manifestó en la eliminación del sistema de primas y plantillas infladas, se restringió
la actividad por cuenta propia, y se
experimentó una nueva forma de organización del trabajo: los contingentes, con
una influencia decisiva en el avance de la economía.
Un ejemplo
de los nuevos tiempos que favoreció a los santiagueros, igual que a todos los
cubanos, fue que no solo hubo interés y voluntad política por asegurar empleo,
sino también por dignificar algunos oficios y profesiones, y humanizar faenas
rudas.
Un hecho
positivo en la década del 80 fue el rejuvenecimiento de la fuerza de trabajo y
el salto cualitativo en materia de calificación, además de la incursión de las
mujeres en disímiles esferas de la vida socioeconómica. Ellas fueron
consideradas, sin obviar el aporte de los hombres, un potencial decisivo para enfrentar los
retos del desarrollo y la sostenibilidad.
Cuando hubo
necesidad de iniciar un período especial, a raíz de la caída del campo
socialista y del recrudecimiento del bloqueo económico, comercial y financiero
de los Estados Unidos contra Cuba, la nueva situación repercutió lógicamente en
la economía y, por ende, en la esfera laboral.
Por
ejemplo, se ampliaron las actividades por cuenta propia como una alternativa de
empleo y de incremento de los ingresos familiares por la vía del trabajo, se
redujeron las posibilidades de creación de nuevas plazas por la interrupción
del proceso inversionista en varias ramas y la paralización total o parcial de
empresas y entidades.
No
obstante, se defendió siempre como decisión insoslayable que prevaleciera el
principio de equidad en todo este
proceso de ajuste a las nuevas circunstancias, con el fin de preservar el
empleo y los ingresos a los trabajadores estatales.
Entre lo
más relevante, en cuanto a empleo, está la disposición de conservar la política
vigente en sus aspectos sociales, que ha experimentado cambios para atemperarse
a los nuevos tiempos, signados por la
crisis económica global que nos afecta, pero, sobre todo, en beneficio de las
personas más vulnerables, con una seguridad social de avanzada, de mucho
impacto y desconocida en muchos lugares del planeta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario