martes, 25 de septiembre de 2012

Trabajo y Seguridad Social en Cuba: un proceso benefactor


Aída Quintero Dip
La  sociedad basada en la propiedad privada sobre los medios de producción,  imperante en la Cuba  neocolonial y republicana, propiciaba que el empleo no fuera asunto de interés ni preocupación estatal, situación que tuvo un giro de 180 grados tras el triunfo revolucionario, cuando se puso en práctica el Programa del Moncada, diseñado y defendido por Fidel Castro y sus compañeros de ideales.
Santiago de Cuba era fiel reflejo del panorama nacional con un cuadro deprimente en cuanto a empleo y una inexistente seguridad social. De ahí la importante  misión de la Dirección Municipal de Trabajo y Seguridad Social, fundada en mayo de 1963, para dirigir y controlar la política concerniente a tan sensibles esferas en la nueva sociedad que nacía, venciendo vestigios del pasado y desafiando un cruel bloqueo.
Unas 500 mil personas en busca de empleo, en 1959, en Cuba,  representaban una tasa de desempleo de 23,7%, con el problema más grave en la desocupación femenina, además de cobertura incompleta, prestaciones insuficientes, desigualdad de derechos, desfalcos e inadecuado financiamiento,…hechos que retratan parte de la situación de la época.
A partir de las medidas adoptadas por la Revolución en materia laboral, desaparece el desempleo en 1960, como fenómeno social; en los años posteriores se propició a todos acceder a un trabajo digno, decoroso y bien remunerado; creció la población en edad laboral, y se crearon nuevos empleos; se promovió también un sustancial incremento de la presencia femenina en los puestos de trabajo.
Como consecuencia de las transformaciones propias de una Revolución inédita, el empleo posibilitó la unión de todas las fuerzas de trabajo a otros factores de la producción, en función de hacer crecer la economía y aumentar la riqueza productiva.
No puede olvidarse tampoco la arista social del empleo, como una condición necesaria  para el despliegue continuado de las capacidades humanas y como vía para obtener ingresos monetarios en aras de mejorar las condiciones de vida personal y familiar, y a los cuales el nuevo proceso gestado en Cuba dio verdadero valor.
Puede afirmarse que el empleo tuvo un justo precio tras el Primero de Enero, fue reconocido como un medio importante de inserción y movilización social, que contribuyó de manera trascendente a la transformación de las ideas y expectativas de las personas.
A partir de 1987, como forma de mejorar el modelo económico, se inicia un proceso de rectificación de errores y tendencias negativas, que en términos de empleo se manifestó en la eliminación del sistema  de primas y plantillas infladas, se restringió la actividad por cuenta propia,  y se experimentó una nueva forma de organización del trabajo: los contingentes, con una influencia decisiva en el avance de la economía.
Un ejemplo de los nuevos tiempos que favoreció a los santiagueros, igual que a todos los cubanos, fue que no solo hubo interés y voluntad política por asegurar empleo, sino también por dignificar algunos oficios y profesiones, y humanizar faenas rudas.
Un hecho positivo en la década del 80 fue el rejuvenecimiento de la fuerza de trabajo y el salto cualitativo en materia de calificación, además de la incursión de las mujeres en disímiles esferas de la vida socioeconómica. Ellas fueron consideradas, sin obviar el aporte de los hombres,  un potencial decisivo para enfrentar los retos del desarrollo y la sostenibilidad.
Cuando hubo necesidad de iniciar un período especial, a raíz de la caída del campo socialista y del recrudecimiento del bloqueo económico, comercial y financiero de los Estados Unidos contra Cuba, la nueva situación repercutió lógicamente en la economía y, por ende, en la esfera laboral.
Por ejemplo, se ampliaron las actividades por cuenta propia como una alternativa de empleo y de incremento de los ingresos familiares por la vía del trabajo, se redujeron las posibilidades de creación de nuevas plazas por la interrupción del proceso inversionista en varias ramas y la paralización total o parcial de empresas y entidades.
No obstante, se defendió siempre como decisión insoslayable que prevaleciera el principio de equidad en  todo este proceso de ajuste a las nuevas circunstancias, con el fin de preservar el empleo y los ingresos a los trabajadores estatales.
Entre lo más relevante, en cuanto a empleo, está la disposición de conservar la política vigente en sus aspectos sociales, que ha experimentado cambios para atemperarse a los nuevos tiempos,  signados por la crisis económica global que nos afecta, pero, sobre todo, en beneficio de las personas más vulnerables, con una seguridad social de avanzada, de mucho impacto y desconocida en muchos lugares del planeta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario