Israel
Hernández Álvarez
“Disculpe, por favor”, expresó un hombre
luego del pisotón que inconscientemente le propinó al joven, de unos 20 años.
“Qué disculpe, ni disculpe, lo que tiene es
que ver por dónde camina”, respondió airado el transeúnte, quien continuó proliferando palabrotas en medio de
su injustificada furia, hasta que ambos se fueron a las manos.
Ese es solo uno de los hechos de violencia
que en ocasiones ocurren en plena vía pública innecesariamente.
Hay quienes obvian la cortesía, las buenas
costumbres: dar disculpas, solicitar perdón o aceptarlo ante un hecho
involuntario, y en su lugar emplean la guapería.
Son muchas las manifestaciones de brutalidad
que contradicen las normas de convivencia en una sociedad civilizada como la de
Cuba, de la cual se ha dicho que es una de las más educadas del mundo.
¿Por qué esos modos de actuación siguen presentándose
entre nosotros?
¿Acaso las difíciles condiciones económicas
que vive el país han contribuido a perder la cordura?
¿Será que patrones de conductas extranjeros,
vistos en televisión, vídeos u otros medios audiovisuales, están influyendo
sobre la realidad cubana?
Interrogantes como esas podrían convertirse
en temas de estudio por psicólogos, sociólogos, o cualquier investigador que
desee ocupar su tiempo en asuntos tan importantes.
La
familia, célula fundamental de la sociedad, debe ser promotora de la armonía y
no de la discordia, sin embargo a diario se ve a madres y padres que dañan
física y psicológicamente a sus hijos y ello los convierte en seres violentos
para el resto de su vida.
Resulta penoso que adolescentes actúen de
forma tan feroz que son capaces de privar de la vida a sus semejantes en un
riña que, en la mayoría de las veces, pudo haberse evitado con la comunicación,
con ese don que le dio la naturaleza a los seres humanos que es la palabra.
Varios hogares se han enlutado para siempre
al recibir en una sala de cuidados intensivos o en la morgue de un hospital a
un hijo que horas antes lo habían despedido en una noche festiva.
La mala formación y falta de amor familiar
constituyen ingredientes en actuaciones que llevan en sí el sello del
salvajismo y provocan hechos vandálicos.
Si propugnamos insultos y ofensas en hogares,
centros laborales, en la calle u otro sitio donde convivamos es imposible
evitar la brusquedad que tanto lacera a los buenos sentimientos.
La violencia, de acuerdo con estudios, tiene
varias formas de expresión y puede ser ejercida mediante presión síquica o
abuso de la fuerza con el propósito de obtener fines contra la voluntad de la
víctima.
Se explica también por especialistas en la
materia que constituye “una acción ejercida por una o varias personas en donde
se somete de manera intencional al maltrato, presión, sufrimiento,
manipulación, etc, que atente contra la integridad tanto física como
psicológica y moral de cualquier persona o grupo de ellas”.
Más que conceptualizar el término, sin
soslayar sus definiciones científicas,
de lo que se trata es de evitar esa tendencia, creciente en estos años del
denominado período especial que vive Cuba.
Resulta más hermosa la paz, la armonía, la
avenencia, la amistad, porque esos atributos unen y hacen fuerte a los seres
humanos para enfrentar las dificultades objetivas de estos tiempos de crisis en
el mundo, por eso hay que "vacunarse" contra la violencia.
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