Aída Quintero Dip
Quién le iba a
decir a Rosa La Rosa Hechavarría que luego de jubilarse como maestra de la
Enseñanza Especial con 42 años de servicio, se entregaría en cuerpo y alma a
una faena de tanta responsabilidad como la de hacer crecer una minindustria
para la producción de alimentos saludables.
Pero le sobra
ímpetu a esta mujer de 62 años, tiene
una energía y vitalidad que contagia y piensa que sin una alta dosis de amor no
hay empeño que fructifique, tal vez recordando su profesión de logopeda, en el
Centro Médico Psicopedagógico América Labadí, de la ciudad de Santiago de Cuba.
“Allí dirigí un
grupo musical de niños de uno y otro sexo con discapacidad físico-motora, un
proyecto de infinita ternura que tuvo
gran alcance y éxito en la reinserción de ellos a la vida útil y a la
sociedad, y que pude incluso mostrar con
orgullo en República Dominicana, donde impactó mucho”, refiere.
Esta santiaguera de
fe cristiana siente placer en servir a los demás, sobre todo a las personas con
desventaja social, por eso dedicó, en
parte, a esos menesteres su finca que nombró La rosa de Sarón, que en la biblia quiere decir tierra
prodigiosa, de fertilidad, la cual le brinda algunos de los cultivos necesarios
para materializar su meta.
“La otra parte la
adquiero de la cooperativa de crédito y servicios 16 de Abril, en la carretera
de El Cobre, de la que soy integrante y
es la base para abastecer la minindustria,
que comencé a desarrollar en 2007 y tres años más tarde generalicé dado
mi interés por elaborar productos sin aditamentos químicos, para influir en una
alimentación más sana.
“Yo conservo desde
sazón completo, viandas deshidratadas, frutas secas, vegetales encurtidos,
vinagre y vino seco hasta dulces en almíbar, mermelada, sirope, cidra y jugos
de frutas”, dice satisfecha de la
acogida que exhibe su oferta entre la población.
Ella comercializa
sus productos en ferias y en una unidad climatizada en la céntrica avenida de
Garzón, de la urbe capital, y le reconforta prestar ayuda, especialmente, a
infantes enfermos de cáncer o nefróticos
en los hospitales y en sus propias casas, donde hay preferencia por sus jugos.
También coopera con las personas de la tercera edad.
En su hogar, en el
Centro Urbano José Martí, esta familia goza de respeto y admiración. “Mi corazón, afirma, palpita con más ardor cuando trabajo por el
bien de mis semejantes y lo hago con mayor gusto cuando resuelvo problemas a
personas con desventaja social, por ejemplo, pequeños de padres alcohólicos o
con el VIH-Sida.
“Considero que esta
experiencia no es exclusiva, debe haber otras en Cuba, pero con mi marca de
varias líneas de producción, estoy segura de que es la única. Creo que ese fue
un aval importante para que la minindustria fuera declarada en 2015 de
Referencia Nacional en la Agricultura Urbana”.
Esta historia Rosa
la viene escribiendo con fuertes trazos
desde hace algunos años, ya que ha merecido Premio Relevante en varios eventos
de los Fórums de Ciencia y Técnica en la
provincia santiaguera, primero con propuestas referidas a la salud y ahora en
torno a la esfera agrícola.
“Tengo un
colaborador inestimable, mi esposo, Armando Pérez Mejías, también jubilado y
quien, además de compartir todo conmigo y ser mi mano derecha, me aporta sus
conocimientos como graduado en conservación de alimentos”, confiesa.
Madre de dos hijos,
José Antonio y María de Jesús, estudiante de sexto año de medicina, quien por
seguir la tradición de su progenitora ya concluyó un curso de conservación de
los alimentos, para inculcar lo aprendido a sus pacientes cuando se gradúe.
Para que la obra
que ha edificado con voluntad y sacrificio no se quede únicamente con ella,
Rosa ha impartido más de 20 cursos seminarios
y no solo en el ámbito local, sino lo ha hecho igualmente en Camagüey,
Cienfuegos y La Habana. Participa en un
programa todos los miércoles en CMKC,
Radio Revolución, de la Ciudad Héroe.
“Estoy graduada
también de Diseño en Permacultura, especialidad que se dedica al cuidado del
hombre y la mujer, de la naturaleza, en resumen del medio ambiente, y fomenta
la cultura para evitar la producción de desecho, como prioridad número uno.
“Me he preparado y
sigo haciéndolo cada día para ser una agricultora eficiente, que contribuya a
la alimentación del pueblo, pero con artículos sanos que aportan bienestar y
vida”.
Esa es la filosofía
que guía la labor de esta santiaguera emprendedora, alegre, feliz, de un empuje tremendo, que ha recibido en más de
una ocasión el reconocimiento de la Federación de Mujeres Cubanas por ser una
digna representante de sus filas.
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