jueves, 21 de abril de 2016

El sexo en la tercera edad: ¡existe!



Liz Beatriz Martinez Vivero
PLENITUD, sección de la ACN
   Si bien nadie ignora que la menopausia marca el cese para la función reproductora, los cambios en el plano físico y psíquico no hacen mucho rejuego al nivel de respuesta sexual. En otras palabras, si la estimulación sexual es efectiva no hay el menor problema, científicamente hablando, para disfrutar a plenitud.
   No obstante, y aunque no  he preguntado, salta a la vista que las mujeres adultas generalmente enfrentan día a día, el conflicto mente-cuerpo. Alteraciones de todo tipo que entorpecen el equilibrio emocional de mis congéneres pueden resultar en el autofreno a las más agradables sensaciones.
   La mujer de más de 60 años se encuentra en un especial período de su existencia, en una etapa de vida en la cual, así como en la adolescencia, es muy susceptible de ser influenciada por el medio social que la rodea. La familia, las pautas religiosas, los mitos, influyen de manera negativa para poder realizarse sexualmente y continuar con una actividad placentera.
   Habitualmente, el entorno las repleta de censura, vergüenza de su cuerpo y hasta de su sensibilidad como seres sexuales al fin y al cabo.
   Existen varios factores resultantes del desajuste del sistema endocrino que pueden ocasionar dolor durante las relaciones sexuales en la mujer de la tercera edad, en principio porque la lubricación de la vagina disminuye paulatinamente, pero si se realizan unos preliminares de estimulación adecuados por parte del hombre esa situación puede cambiar favorablemente.
   Para los hombres el tema no es menos complejo. De hecho, un estudio reciente estuvo midiendo en ellos la actividad sexual, la preferencia, el deseo y los niveles de satisfacción.
   El estudio incluyó aproximadamente a 3 200 hombres de entre 75 y 95 años de edad, quienes fueron evaluados con cuestionarios.
Lo que descubrieron fue un poco sorprendente: los hombres que tenían actividades sexuales por lo menos una vez al año tendían a estar satisfechos, por lo general les resultaban satisfactorias y tenían la tendencia a considerarlas como algo que esperaban. Muy pocos hombres no estaban interesados.
   Las características que determinaron si eran o no eran sexualmente activos, como era de esperar, tenían que ver con tener una pareja que viviese con ellos y si ambos estaban sanos.
  A partir de mi perspectiva, desde el inicio de la actividad sexual, en la adolescencia, para un hombre cualquier tópico relacionado con la sexualidad es muchísimo más complejo. No se trata de establecer comparaciones, pero ellos, aunque de lejos no parezca también precisan atenciones afectivas, de cualquier naturaleza.
   La vorágine de nuevas tendencias que ha traído consigo el siglo XXI no ha dilapidado conceptos como la incomprensión.
   A ojos de los más jóvenes la salud sexual de los adultos de la tercera edad no es un asunto a tener en cuenta.  Por eso a veces critican y censuran cualquier postura relacionada incluso con empezar una nueva relación en el momento que el cabello se torna grisáceo y se empiezan a confundir algunos recuerdos en la memoria debido al paso inexorable del tiempo.
   Pero si la propia Organización Mundial de Salud considera a la salud sexual como un derecho básico de todos los individuos, entonces corresponde tanto a los adultos como a los más jóvenes respetar el derecho de los mayores a sentirse plenos desde el punto de vista espiritual, afectivo y en el orden íntimo.
   Antiguas tradiciones y tabúes, que incluyen formas de pensar discriminatorias, deben quedar ya en el pasado.

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