Marta Gómez Ferrals
Declaraciones
recientes de dirigentes de Estados Unidos no dejan lugar a dudas sobre las
intenciones verdaderas de su plan con Cuba, dichas sin tapujos y, mucho menos
sonrojo.
Pero si aún alguien
se preguntara sobre las razones de la suspicacia de muchos compatriotas, nada
mejor que ir a la historia y recordar la imposición del engendro de la Enmienda
Platt como apéndice de la Constitución neocolonial cubana de 1901, aprobada el
12 de junio de ese año.
De acciones
engañosas y maquiavélicas se valió el entonces presidente William McKinley para
llevar a vías de hecho la famosa doctrina de la fruta madura, enunciada en 1823
por John Quincy Adams, incluso antes de ser presidente de EE.UU.
Según esta, Cuba
debía caer casi grácilmente en sus manos, por gravitación, cuando las
condiciones (fin del dominio colonial español) así lo propiciaran.
La historia
consigna que Washington vio llegar ese momento en 1898 cuando el Ejército
Libertador, tras años de heroicos combates, había desgastado y agotado el
poderío peninsular y estaba muy cercana la anhelada victoria e independencia.
Vino después el
horrendo pretexto de la voladura del Maine en La Habana, todavía con misterios
por descubrir, su decisión de entrar en la guerra, la derrota de la escuadra
española frente a la bahía de Santiago de Cuba, el desembarco de sus tropas en
la Isla y la infamia del Tratado de París, que excluyó en su cita y acuerdos a
la beligerancia patriótica cubana.
El fin del
colonialismo hispano derivado oficialmente del tratado, no marcó el fin de la
intervención estadounidense.
Se usaron la
injerencia y la fuerza, a pesar de que el presidente William McKinley había
rubricado una resolución Conjunta el 20 de abril de 1898, en la cual declaraba
“…que el pueblo de la isla de Cuba es y de derecho debe ser libre e
independiente”.
Leonard Wood,
gobernador militar norteamericano y Mayor General del Ejército, en 1900 dictó
la Orden que decretó elecciones para crear la Asamblea Constituyente, que
entraría en funciones en ese año y redactaría la Constitución.
En la instauración
de la Constituyente Word llegó a pedirles a los cubanos su parecer en torno a
las relaciones que deseaban sostener con EE.UU., el cual debía ser redactado
para llegar a un acuerdo final, beneficioso para todos. Puras mentiras.
Escrita la
Constitución, se dio paso al momento de definir las relaciones políticas
bilaterales, para lo cual se creó una comisión que trabajaría en ello en
febrero de 1901.
Con la posición de
fuerza que le daba su ocupación militar, su formidable desarrollo industrial y
militar, las cosas entre los constituyentes y los interventores llevaron
fatalmente a la creación e imposición de la Enmienda Platt, ultraje y
cercenamiento de la soberanía cubana.
No se consiguió
plasmar la afrenta sin batalla, hay que reconocerlo con rigor. A pesar de la
desmesurada diferencia entre contendientes. Hubo rechazo, desacuerdos de muchos
destacados patriotas, discusiones acaloradas, valientes disposiciones en
contra, envío de una comisión a Estados Unidos.
Entre los más
valiosos defensores de la dignidad nacional estuvieron el connotado combatiente
mambí Manuel Sanguily y el preclaro Juan Gualberto Gómez, amigo y hombre de
confianza del Apóstol en el 95.
El quinto
aspecto de los que regirían las citadas relaciones incluía el derecho de esa
nación a adquirir título, y conservarlo, de terrenos para estaciones navales y
mantener estas en ciertos puntos específicos.
Se informó sin
miramientos a la Constituyente cubana que la Enmienda Platt debía ser aprobada
en su totalidad sin ninguna aclaración o cambio, como así querían muchos buenos
cubanos al no poder impedir su inclusión.
El 12 de junio de
1901, en sesión secreta de la Asamblea Constituyente, fue sometida a votación
la incorporación de la Enmienda Platt en calidad de apéndice a la Constitución
de la República, aprobada el 21 de febrero.
El propio Leonard Wood, en carta confidencial a Theodore Roosevelt consignaba en ese año:
“Por supuesto que a Cuba se le ha dejado poca o ninguna independencia
con la Enmienda Platt y lo único indicado ahora es buscar la anexión. …“Con el
control que sin duda pronto se convertirá en posesión, en breve prácticamente
controlaremos el comercio de azúcar en el mundo. La isla se americanizará
gradualmente y, a su debido tiempo, contaremos con una de las más ricas y
deseables posesiones que haya en el mundo…”
En 1934 fue abolido
el apéndice de la Constitución, por razones que convenían entonces a la
política de la potencia y nada más.
Pero las
consecuencias, persisten. El territorio ilegalmente ocupado por la base naval
en Guantánamo, no ha sido devuelto y es hoy uno de los puntos que plantea Cuba
para la normalización de relaciones con Estados Unidos.
Esa zona usurpada
ha sido utilizada para fines execrables en los últimos tiempos a los ojos del
orbe, como la instalación de cárceles y la tortura de reos que han permanecido
por años en un limbo jurídico. Cuba reclama porque la injuria no ha cesado.
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