viernes, 10 de junio de 2016

Enmienda Platt, un alerta que viene de la historia



Marta Gómez Ferrals
   Declaraciones recientes de dirigentes de Estados Unidos no dejan lugar a dudas sobre las intenciones verdaderas de su plan con Cuba, dichas sin tapujos y, mucho menos sonrojo.
   Pero si aún alguien se preguntara sobre las razones de la suspicacia de muchos compatriotas, nada mejor que ir a la historia y recordar la imposición del engendro de la Enmienda Platt como apéndice de la Constitución neocolonial cubana de 1901, aprobada el 12 de junio de ese año.
   De acciones engañosas y maquiavélicas se valió el entonces presidente William McKinley para llevar a vías de hecho la famosa doctrina de la fruta madura, enunciada en 1823 por John Quincy Adams, incluso antes de ser presidente de EE.UU.
  Según esta, Cuba debía caer casi grácilmente en sus manos, por gravitación, cuando las condiciones (fin del dominio colonial español) así lo propiciaran.
   La historia consigna que Washington vio llegar ese momento en 1898 cuando el Ejército Libertador, tras años de heroicos combates, había desgastado y agotado el poderío peninsular y estaba muy cercana la anhelada victoria e independencia.
   Vino después el horrendo pretexto de la voladura del Maine en La Habana, todavía con misterios por descubrir, su decisión de entrar en la guerra, la derrota de la escuadra española frente a la bahía de Santiago de Cuba, el desembarco de sus tropas en la Isla y la infamia del Tratado de París, que excluyó en su cita y acuerdos a la beligerancia patriótica cubana.
   El fin del colonialismo hispano derivado oficialmente del tratado, no marcó el fin de la intervención estadounidense.
    Se usaron la injerencia y la fuerza, a pesar de que el presidente William McKinley había rubricado una resolución Conjunta el 20 de abril de 1898, en la cual declaraba “…que el pueblo de la isla de Cuba es y de derecho debe ser libre e independiente”.
   Leonard Wood, gobernador militar norteamericano y Mayor General del Ejército, en 1900 dictó la Orden que decretó elecciones para crear la Asamblea Constituyente, que entraría en funciones en ese año y redactaría la Constitución.
    En la instauración de la Constituyente Word llegó a pedirles a los cubanos su parecer en torno a las relaciones que deseaban sostener con EE.UU., el cual debía ser redactado para llegar a un acuerdo final, beneficioso para todos. Puras mentiras.
   Escrita la Constitución, se dio paso al momento de definir las relaciones políticas bilaterales, para lo cual se creó una comisión que trabajaría en ello en febrero de 1901.
   Con la posición de fuerza que le daba su ocupación militar, su formidable desarrollo industrial y militar, las cosas entre los constituyentes y los interventores llevaron fatalmente a la creación e imposición de la Enmienda Platt, ultraje y cercenamiento de la soberanía cubana.
   No se consiguió plasmar la afrenta sin batalla, hay que reconocerlo con rigor. A pesar de la desmesurada diferencia entre contendientes. Hubo rechazo, desacuerdos de muchos destacados patriotas, discusiones acaloradas, valientes disposiciones en contra, envío de una comisión a Estados Unidos.
   Entre los más valiosos defensores de la dignidad nacional estuvieron el connotado combatiente mambí Manuel Sanguily y el preclaro Juan Gualberto Gómez, amigo y hombre de confianza del Apóstol en el 95.
      El quinto aspecto de los que regirían las citadas relaciones incluía el derecho de esa nación a adquirir título, y conservarlo, de terrenos para estaciones navales y mantener estas en ciertos puntos específicos.
   Se informó sin miramientos a la Constituyente cubana que la Enmienda Platt debía ser aprobada en su totalidad sin ninguna aclaración o cambio, como así querían muchos buenos cubanos al no poder impedir su inclusión.
    El 12 de junio de 1901, en sesión secreta de la Asamblea Constituyente, fue sometida a votación la incorporación de la Enmienda Platt en calidad de apéndice a la Constitución de la República, aprobada el 21 de febrero.
El propio Leonard Wood, en carta confidencial a Theodore  Roosevelt consignaba en ese año:
“Por supuesto que a Cuba se le ha dejado poca o ninguna independencia con la Enmienda Platt y lo único indicado ahora es buscar la anexión. …“Con el control que sin duda pronto se convertirá en posesión, en breve prácticamente controlaremos el comercio de azúcar en el mundo. La isla se americanizará gradualmente y, a su debido tiempo, contaremos con una de las más ricas y deseables posesiones que haya en el mundo…”
   En 1934 fue abolido el apéndice de la Constitución, por razones que convenían entonces a la política de la potencia y nada más.
   Pero las consecuencias, persisten. El territorio ilegalmente ocupado por la base naval en Guantánamo, no ha sido devuelto y es hoy uno de los puntos que plantea Cuba para la normalización de relaciones con Estados Unidos.
    Esa zona usurpada ha sido utilizada para fines execrables en los últimos tiempos a los ojos del orbe, como la instalación de cárceles y la tortura de reos que han permanecido por años en un limbo jurídico. Cuba reclama porque la injuria no ha cesado.

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