Aída Quintero Dip
   El círculo infantil
Mis zapaticos, ubicado en La Risueña, en la  ciudad de Santiago de Cuba, es como la casa
grande de Arelis Yudith  Ochoa Chaveco.
Allí se las ingenia para darles ternura a todos los  niños y niñas que la reclaman  y le profesan un cariño muy especial  cada mañana.
   Ese fue su primer
centro laboral desde hace casi 26 años y ella 
intuye que será el único, por lo bien que se siente rodeada de los  infantes, quienes saben multiplicarle las
alegrías y cimentan  cotidianamente
nuevas emociones para que nunca le falte amor para  entregarles.
   Arelis Yudith se
tituló en la Escuela Formadora de Maestros Frank  País, de la Ciudad Héroe,  donde en el segundo año de la carrera
optó  por ser Educadora de Círculos
Infantiles y “estoy  feliz de haber  escogido ese camino, pues me ha ido de
maravilla”, confiesa.
   “Decididamente nací
para enseñar, me gustan los pequeños, me encanta  trabajar con ellos,    disfruto a plenitud de su compañía, de sus  travesuras y hasta de sus perretas, pues he
aprendido a controlarlos y  ganármelos
con afectos y más afectos”.
   Se interesó por la
especialidad de Educación Musical que concluyó en  1990 y tiene la responsabilidad de formar
unidades artísticas, tanto  con los
infantes como con los trabajadores del centro, de esa manera  ha creado coros, danzas, grupos de música,
solistas, dramatizaciones…
   Una muestra de su
quehacer lo regaló el 10 de abril último en la 
celebración por los 55 años de creados los círculos infantiles, en
el  Teatro Heredia, donde sus pupilos se
lucieron y fueron la sensación  del
auditorio.
   Esa alma de niña
grande que la escolta posee su raíz en el intrincado paraje de Mangá, en el
municipio santiaguero de Segundo  Frente,
donde aún viven sus padres y ella nació y creció rodeada de  amor y de una naturaleza virgen y exuberante
que le aportó tanto  espiritualmente  que le alcanza para compartir a manos llenas.
    Bien sabe por qué
siempre revolotea por su cabeza un pensamiento de  José Martí, que trata de hacer realidad en su
desempeño cotidiano:  “…el desarrollo de
una sociedad tiene sentido si sirve para 
transformar a la persona,  si le
multiplica la capacidad creadora…”
  “Difícil sí, este
trabajo es muy difícil, admite sin titubeo, pero  gratificante a la vez, cuando una observa cómo
aprenden, dejan de ser  huraños,
participan con desenfado, memorizan textos sencillos,  canciones, versos  y destilan alegría por todas partes.
   “Se logra si pones
todo el empeño con una alta dosis de amor, 
ternura y comprensión; además hay que ser sistemáticos y no
cansarse,  tampoco ponerte brava con
ellos porque algo salga mal o no lo hagan 
como lo concebiste.
   “Me considero de
las personas que tienen amor en el corazón y tal  virtud ha sido ideal para tener esa empatía
con los niños, sé cómo  tratarlos cuando
lloran porque papá o mamá los dejan a nuestro 
cuidado, tengo mucha paciencia para llegar a ellos y conquistarlos”.
   Invariablemente a
ella le gustó cantar y de hecho lo hace, con buenas referencias de quienes la
han escuchado, incluso integró el grupo Son Santiago, de artistas aficionados
de música tradicional, en el cual era solista.
   Esta incansable
mujer ostenta la Distinción Por la Educación Cubana como reconocimiento a sus
méritos profesionales y haber contribuido 
con su labor al enriquecimiento de la educación desde un ámbito tan  peculiar como es el círculo infantil, donde
se forjan los primeros  valores  en las edades más tempranas.
    Como asidua
participante en los eventos de pedagogía en calidad de  jurado o ponente ha expuesto sus
experiencias, muy útiles también para 
colegas de instituciones similares.
    Exhibe un espíritu
de superación admirable, se graduó de Licenciada  en Educación Preescolar en 1996 y luego se
hizo Máster en Ciencias de la Educación, preparación que le ha servido para
obtener excelentes  resultados cursos tras
cursos con evaluación de MB, además de ser 
tutora de maestros en formación.
   Capítulo valioso en
su existencia son sus mellizas Lisandra y Lianet  que las parió casi al término de su
carrera,  pero ese prodigio de la  vida que es la maternidad no le impidió
continuar su faena en el  círculo, donde
más tarde también se forjaron sus hijas que le decían  seño mami.
   Hoy sus dos frutos
verdaderos estudian el cuarto año de la carrera 
de Ingeniería en Informática en la Universidad de Oriente y son unas  muchachas cariñosas, inteligentes, de una vida
interior intensa, plena; el otro gran orgullo de Arelis Yudith. 
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