A más de 30 años de
su diálogo con el Comandante en Jefe Fidel Castro, en abril de 1986, sobre el
funcionamiento de la textilera Celia Sánchez Manduley, de esta ciudad, el ingeniero
civil René Blanco Heredia no ha olvidado ningún detalle.
Hoy jubilado,
rememora que el 26 de julio de 1983 Santiago de Cuba fue escenario de la
celebración por el aniversario 30 de la gesta moncadista, y el día 27 el líder
de la Revolución inauguró el gigante complejo textil, donde Blanco Heredia era
jefe de la sección de control técnico constructivo de la inversión.
Refiere haber
escuchado con mucha atención el discurso y el instante especial en el que
aplaudieron por largo tiempo al mencionar a Celia y decir que llevar su nombre
era un honor y los obligaba a seguir su ejemplo y el compromiso de ser exigente
y cumplidor como ella.
Tres años después de
la puesta en marcha de la textilera, Fidel vuelve a visitarla para analizar
problemas de eficiencia que tenía la industria y buscar colectivamente la
solución, y en su condición de inversionista principal de la obra, René
participó en el intercambio y lo acompañó en el recorrido.
Recuerdo que se
interesó por las filtraciones del techo, una situación que afectada el proceso productivo, pues era vital tener
bien controlada la humedad y la temperatura del área de producción que incluía
dos plantas: la de tejido de algodón y tejido de poliestileno, dijo.
Pero no se conformó
con mis explicaciones, quiso verlo con sus propios ojos y subió al techo por
una estrecha escalera con una agilidad asombrosa, añadió.
Me impresionó su
forma de actuar, con tanta responsabilidad ocupándose y analizando in sito
pormenores de una fábrica de importancia para el país, en aras de hacerla
eficiente y de lograr los objetivos por los cuales se había edificado. Fue una
gran lección para mí que influyó en mi desempeño futuro, dijo.
Su presencia
impacta, pero si usted domina el tema de conversación, como era mi caso ya que
me sabía al dedillo todos los pormenores de la obra, entonces el diálogo fluye
espontáneo, familiar, como si toda la vida me hubiera preparado para responder
sus inquietudes, comentó.
“Percibí en Fidel cierto sentimiento de regocijo de
que aquella fábrica llevara el nombre de Celia, la intrépida guerrillera, pilar
en la Revolución. Recuerdo que convocó a inspirarse siempre en el ejemplo de la
heroína a la hora de asumir la misión productiva que había por delante.
“Conservo como una
reliquia las fotos de aquella jornada y puedo reafirmar lo que pensaba desde
entonces: Fue el momento más significativo de mi trayectoria profesional y laboral, a su lado, qué cubano no siente
orgullo de ser contemporáneo de este hombre visionario y excepcional”.
El ingeniero civil
trabajó en la textilera de Santiago de Cuba hasta 1992, luego asumió tareas en
la Empresa de Proyectos y en Oficina del Conservador de la Ciudad, laboró en
Matanzas y fue profesor de la Universidad yumurina, pero lo vivido en la “Celia
Sánchez” está latente en su memoria como el primer día.
Las vivencias con
Fidel lo enaltecen sobremanera, pero René no vive solo de la historia, la sigue
construyendo con pasión; hoy jubilado se mantiene como profesor de la
Universidad de Oriente y es un activo militante comunista en su comunidad.
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