lunes, 11 de julio de 2016

El honor de dialogar con Fidel



Aída Quintero Dip
  A más de 30 años de su diálogo con el Comandante en Jefe Fidel Castro, en abril de 1986, sobre el funcionamiento de la textilera Celia Sánchez Manduley, de esta ciudad, el ingeniero civil René Blanco Heredia no ha olvidado ningún detalle.
   Hoy jubilado, rememora que el 26 de julio de 1983 Santiago de Cuba fue escenario de la celebración por el aniversario 30 de la gesta moncadista, y el día 27 el líder de la Revolución inauguró el gigante complejo textil, donde Blanco Heredia era jefe de la sección de control técnico constructivo de la inversión.
  Refiere haber escuchado con mucha atención el discurso y el instante especial en el que aplaudieron por largo tiempo al mencionar a Celia y decir que llevar su nombre era un honor y los obligaba a seguir su ejemplo y el compromiso de ser exigente y cumplidor como ella.
  Tres años después de la puesta en marcha de la textilera, Fidel vuelve a visitarla para analizar problemas de eficiencia que tenía la industria y buscar colectivamente la solución, y en su condición de inversionista principal de la obra, René participó en el intercambio y lo acompañó en el recorrido.
  Recuerdo que se interesó por las filtraciones del techo, una situación que afectada  el proceso productivo, pues era vital tener bien controlada la humedad y la temperatura del área de producción que incluía dos plantas: la de tejido de algodón y tejido de poliestileno, dijo.
 Pero no se conformó con mis explicaciones, quiso verlo con sus propios ojos y subió al techo por una estrecha escalera con una agilidad asombrosa, añadió.
  Me impresionó su forma de actuar, con tanta responsabilidad ocupándose y analizando in sito pormenores de una fábrica de importancia para el país, en aras de hacerla eficiente y de lograr los objetivos por los cuales se había edificado. Fue una gran lección para mí que influyó en mi desempeño futuro, dijo.
   Su presencia impacta, pero si usted domina el tema de conversación, como era mi caso ya que me sabía al dedillo todos los pormenores de la obra, entonces el diálogo fluye espontáneo, familiar, como si toda la vida me hubiera preparado para responder sus inquietudes, comentó.
   “Percibí  en Fidel cierto sentimiento de regocijo de que aquella fábrica llevara el nombre de Celia, la intrépida guerrillera, pilar en la Revolución. Recuerdo que convocó a inspirarse siempre en el ejemplo de la heroína a la hora de asumir la misión productiva que había por delante.
  “Conservo como una reliquia las fotos de aquella jornada y puedo reafirmar lo que pensaba desde entonces: Fue el momento más significativo de mi trayectoria profesional y  laboral, a su lado, qué cubano no siente orgullo de ser contemporáneo de este hombre visionario y excepcional”.
   El ingeniero civil trabajó en la textilera de Santiago de Cuba hasta 1992, luego asumió tareas en la Empresa de Proyectos y en Oficina del Conservador de la Ciudad, laboró en Matanzas y fue profesor de la Universidad yumurina, pero lo vivido en la “Celia Sánchez” está latente en su memoria como el primer día.
  Las vivencias con Fidel lo enaltecen sobremanera, pero René no vive solo de la historia, la sigue construyendo con pasión; hoy jubilado se mantiene como profesor de la Universidad de Oriente y es un activo militante comunista en su comunidad.    

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