Evelyn Corbillón Díaz
La suerte está
echada. Cuba llegará a Japón con algo más que las ansias de retornar al podio
del Clásico Mundial de Béisbol, la más importante competencia de selecciones a
nivel global, que en la primera edición saboreó con su segundo puesto, luego de
la discusión del título ante el conjunto nipón.
Lo hará consciente
de las implicaciones de una buena actuación en la llamada Tierra del Sol
Naciente, no solo para el prestigio internacional, sino como muestra de que en
la Mayor de las Antillas resurge el pasatiempo nacional, de que el evento
cubano da pasos acertados en el fogueo de sus protagonistas y la afición puede
hablar de nuevo orgullosa de su equipo.
Cuando el siete de
marzo venidero en el estadio Tokio Dome se escuche la voz de play ball, el
elenco antillano comenzará otra vez a hacer historia, por la simple razón de
medirse a otros que lucen muy grandes para el tamaño del torneo de las bolas y
los strikes en un pequeño archipiélago situado en el Mar Caribe, bloqueado y
vilipendiado hasta la saciedad.
El timonel Carlos
Martí, con su certera conducción de los Alazanes de Granma hacia la corona de
la LVI Serie Nacional, el cuarto escaño en la LIX Serie del Caribe y la
experiencia de más de cuatro décadas al servicio de la pelota cubana, se ganó
el respeto y admiración de cuantos aman el deporte dentro y fuera de nuestras
fronteras.
Ahora, junto a su
cuerpo técnico asumirá un duro reto en su carrera, pero lo respalda el
compromiso con sus discípulos y los más de 11 millones de cubanos expectantes,
ávidos de ver en la grama el coraje distintivo de los nacidos en esta región
del mundo y que no los dejará “tirar la toalla” hasta el último out.
Figuras jóvenes
deberán nutrirse de la experiencia de aquellos con mayor cantidad de
comparecencias en citas del orbe, como es el caso de los integrantes de la
nómina participantes en algunas de las ediciones precedentes del Clásico, con
destaque para Frederich Cepeda y Alfredo Despaigne, amplios conocedores de las
mañas del béisbol japonés.
Rivales poderosos y
otros con deseos de crecerse en la cuarta entrega, enfrentará la escuadra
cubana, aunque solo su presencia en la segunda ronda resultaría más que
meritoria, en la cual se verán las caras las dos mejores novenas de los grupos
A y B.
Superar los
resultados de las lides de 2009 y 2013, quizás no figure en las mentes
estrategas de la delegación caribeña por la sabida fuerza de la gran mayoría de
los asistentes; no obstante, los aficionados sí albergan esas esperanzas por
remotas que puedan parecer y más allá de vaticinios adversos.
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