miércoles, 31 de mayo de 2017

Fidel, el humanismo en persona



Aída Quintero Dip
   En su vida de excepcional revolucionario Fidel Castro libró muchas batallas: en la Sierra Maestra, en Playa Girón, en las Naciones Unidas, pero pocas impactaron tanto como la asumida, cual padre hacia un hijo, por la liberación del niño Elián González, secuestrado en los Estados Unidos.
   El estadística brilló en esas jornadas por su profundo humanismo y conmovió al propio pueblo norteamericano y al mundo entero ante el hecho inverosímil de un Jefe de Estado ocuparse por completo del retorno del niño a su progenitor, Juan Miguel González, y al seno de la familia y hogar en Cárdenas.
  Ya un joven graduado de ingeniería en la Universidad de Matanzas, Elián ponderó el gran humanismo y sensibilidad de Fidel que él sintió en carne propia luego de su regreso a Cuba en los frecuentes contactos que tuvo con el Comandante en Jefe, pendiente siempre de sus estudios y de su vida.
  La grandeza humana de este hombre se puso de manifiesto ante los reveses y las victorias, como estudiante universitario, organizador de la guerra de liberación, en su etapa de jefe guerrillero, y en más de 50 años de Revolución en el poder, virtud que le nació siendo niño allá en su natal Birán, en Holguín.
  Cuentan que cuando iba al río a bañarse con sus hermanos, les regalaba su ropa a los niños necesitados de la comunidad, y después decía a los padres que la corriente del río se la había llevado.
   Esos valores volvieron a germinar en los días de la guerra siempre atento al más mínimo detalle, la comida de sus compañeros de armas, el estado de la ropa que vestían, la medicina para los enfermos, situación de los heridos y los que morían en combate, muy doloroso para su espíritu rebelde y sensible.
  También se puso de relieve en el tratamiento a los enemigos que eran prisioneros, jamás permitió que alguien vejara a un soldado batistiano ni a un traidor, incluso después del triunfo en 1959 se preocupó porque los huérfanos fueran tratados sin distinción de quiénes habían sido sus padres.
  La profesora de Derecho de la Universidad de Oriente, Caridad García Rondón, recuerda aquel enternecedor pasaje de la expedición del yate Granma cuando cayó un compañero al agua y Fidel dijo que hasta que no lo rescataran no seguirían viaje, a pesar del riesgo de ser descubiertos.
  Uno de sus entrañables hermanos de lucha, el Comandante de la Revolución Juan Almeida Bosque, no se cansaba de repetir ese episodio de 1956 que le dio la medida de quién era Fidel, un hombre capaz de cualquier sacrificio, capaz de todo por los demás.
  Su gran amigo el escritor colombiano, Gabriel García Márquez, veía en él a un ser humano increíble, que cuando hablaba con la gente en plena calle, el diálogo recobraba expresividad y la franqueza de los afectos más sentidos.
  Por eso, decía, lo llaman sencillamente Fidel, como un amigo cercano, un padre, un hermano; lo abrazan, le reclaman, le plantean problemas, le discuten, en un intercambio sui géneris donde prevalece la verdad sin titubeos.
  “Es entonces que se descubre al ser humano insólito, que el resplandor de su propia imagen no deja ver. Este es el Fidel Castro que creo conocer”, precisaba el Premio Nobel de Literatura, ya fallecido.
  Este cubano fue un hombre extraordinario que supo cautivar a las mujeres y siempre las sintió útiles; tuvo la osadía de crear el pelotón Mariana Grajales para el combate y, después, las consideró una Revolución dentro de otra Revolución, mas invariablemente las trató con exquisitez y delicadeza.
  La pérdida de entrañables compañeros  lo laceró profundamente: Abel Santamaría, Frank País, Camilo Cienfuegos, Ernesto Che Guevara y tantos otros, pero visionario como era halló consuelo en quienes seguirían su ejemplo, al expresar que en el pueblo había muchos Camilos y que los pioneros serían como el Che.
   Solo un alma como la suya pudo idear la Operación Milagro en complicidad con el también fallecido presidente venezolano, Hugo Chávez, iniciada en 2004 con el propósito de operar a seis millones de latinoamericanos y caribeños en un plazo de 10 años.
  Este programa gratuito de rehabilitación oftalmológica ha cambiado la vida de muchas personas, quienes agradecen tal altruismo que no puede describirse con palabras, sino con el hecho de que ha posibilitado que los beneficiados tengan una mejor calidad de vida y puedan incorporarse a la sociedad.
  La Operación Milagro es un ejemplo de esa preocupación sempiterna del líder histórico de la Revolución cubana por los más pobres, olvidados y marginados, actitud que mostró también en el propio año 1959 al entregar la tierra a los campesinos mediante la Ley de Reforma Agraria.
  Es una expresión del humanismo y solidaridad que desde su triunfo mismo le inyectó Fidel al proceso emancipador, que bajo su liderazgo ha repartido salud y esperanza a numerosas regiones del mundo, sin importar distancias, ni diferencias políticas.
  Porque él no solo perteneció a Cuba. Ese por Viet Nam estamos dispuestos a dar hasta nuestra propia sangre para convertirlo en mil veces más heroico, signó una época y una generación bajo su hidalguía y magisterio.
  Angola resultó también un capítulo trascendente en el reflejo del ancestral humanismo de Fidel, que se esparció por toda África;  a los 40 años de su primera visita a ese país, del 23 al 27 de marzo de 1977, angoleños y cubanos destacaron ese legado que dejó para las nuevas generaciones.
  “Quiero agradecer por el apoyo que nos dio, que nos permite estar en esta sala ahora”, enunció el general Antonio dos Santos Franza, quien llegó a Cuba en 1962 para formarse como agrónomo y conoció al estadista en aquellos conversatorios con estudiantes en la Universidad de La Habana.
  “Fue una tremenda alegría la llegada del Jefe de la Revolución cubana, porque era un humanista por excelencia”, recordó Lucia Ingles, la secretaria general de la Organización de Mujeres Angoleñas, quien en aquella época era la secretaria de comunicaciones de la Presidencia.
   Un mensaje sobre el eterno líder dejó la destacada periodista y escritora Katiuska Blanco, en el contexto de la Feria del Libro, en abril último, en Santiago de Cuba: “Hemos leído y escuchado mucho a Fidel Castro, pero todavía no lo conocemos bien, hay que estudiarlo más para hallarle todos los días un significado nuevo a la gran obra que fue su vida”.
  Cuba tuvo la fortuna de tenerlo y compartir sus ideales con el mundo, y ahora asume el compromiso de que el pensamiento y obra de este revolucionario íntegro perduren para siempre entre nosotros. 

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