Jorge Wejebe Cobo
En vísperas del fin de año de 1958, fuerzas del Ejército Rebelde dirigidas por el Comandante en Jefe Fidel Castro cercaron a Santiago de Cuba en una rápida campaña que permitió la toma de Bayamo, Guisa, Jiguaní, Baire, Contramaestre, Palma Soriano, El Cobre y otros territorios, aunque en las pocas horas que faltaban para la liberación de la ciudad ocurrirían acontecimientos que cambiarían la historia de la nación.
Mientras esto sucedía, en el centro de la Isla la columna invasora de Camilo Cienfuegos tomaría la ciudad de Yaguajay el día 31, en tanto Santa Clara era liberada por la columna del comandante Ernesto Che Guevara alrededor del mediodía del primero de enero, con lo cual el país quedaba dividido en dos y sin posibilidades para las fuerzas batistianas de enfrentar la ofensiva final del Ejército Rebelde.
En las horas finales de 1958, sucedió lo previsible de acuerdo con los antecedentes marrulleros y de servicio al imperialismo del presidente Fulgencio Batista, quien intentó frustrar el inminente triunfo con una farsa de golpe de Estado escenificada en la fiesta presidencial del 31, realizado por una “Junta Militar” organizada por el propio dictador, la que en tono plañidero le solicitó abandonar el poder, por el “bien de la Patria.”
De esa forma, el dictador y sus principales cómplices salieron al exterior en varios aviones en la madrugada del primero de enero de 1959 y fue despedido con honores militares y con banda de música por el general Eulogio Cantillo, jefe del presunto golpe, quien recibió las últimas instrucciones de Batista, sobre todo la de mantener al tanto de todas sus acciones al embajador estadounidense.
Sin embargo, la jugada lo único que logró fue acelerar la respuesta político militar de las fuerzas rebeldes dirigidas por Fidel, quien el propio 31 de diciembre alertó por Radio Rebelde que "(...) Hay muchos intereses que están tratando de evitar el triunfo pleno de la Revolución. Le quieren escamotear al pueblo y al Ejército Rebelde la Victoria”.
Al confirmarse la noticia del presunto golpe de Estado, el primero de enero el máximo líder desde Palma Soriano y por la Planta de Radio Rebelde, denunció la maniobra traidora del general Cantillo, el cual jornadas antes había acordado con él sumarse al ejército rebelde, junto con las tropas e impedir la huída de Batista.
Fidel percibió la urgente necesidad de impedir la consolidación de la maniobra con la toma inmediata de Santiago de Cuba y expresó:
“Cualesquiera que sean las noticias procedentes de la capital, nuestras tropas no deben hacer alto al fuego por ningún concepto. También llamaría a la huelga nacional bajo la consigna de “¡Revolución, sí; golpe militar, no!”
Se conminó sin dilación la rendición de la guarnición de Santiago de Cuba y su incorporación al movimiento revolucionario, a lo que accedió el jefe de la plaza, el coronel José M. Rego Rubido, un militar honesto ajeno a la traición de los mandos militares de la capital.
Por otra parte, las columnas invasoras del Che y Camilo de inmediato se dirigieron hacia la capital, a la cual llegaron en los primeros días de enero bajo el total apoyo del pueblo y la completa desmoralización de las fuerzas del régimen y su mascarada de golpe de Estado que se desintegró impotente ante el curso de la historia.
Fidel y sus fuerzas entraron a Santiago de Cuba el primero de enero y en la noche de ese día desde el ayuntamiento de la ciudad, pronunció un discurso en el que proclamó que esta vez “la Revolución llegará de verdad al poder” y no será como en el 95 que vinieron los americanos e intervinieron a última hora y después ni siquiera dejaron entrar a Calixto García que había peleado durante 30 años."
Recuerdo, además, que tampoco en esta ocasión no será como la Revolución del 33, traicionada por Batista y su régimen dictatorial que frustraron las esperanzas del pueblo.
Resultaron necesarias poco más de 24 horas en aquellas históricas jornadas desde el establecimiento del cerco a Santiago de Cuba por el Ejército Rebelde y su entrada el primero de enero en esa urbe oriental, para consolidar el triunfo revolucionario ante complejas circunstancias creadas por el infructuoso intento de la dictadura y el imperialismo de salvar su sistema de dominio en la Isla.
viernes, 29 de diciembre de 2017
jueves, 28 de diciembre de 2017
Haydée, mixtura de humanismo y amor
Luz María Martínez Zelada
A Haydée le bastó
amar bien para poder entender el mundo, sentenció Celia María Hart Santamaría,
hija de la revolucionaria, en el prólogo del texto Del Moncada a la Casa, escrito en el
aniversario 25 del fallecimiento de la excepcional mujer que vio en Fidel
Castro todas las esperanzas del pueblo cubano.
Poseedora de una
personalidad rebelde, Haydée Santamaría Cuadrado nació el 30 de diciembre de
1922, en Encrucijada, actual provincia de Villa Clara, y dejó su impronta en la
historia de Cuba, con una pasión que sobrepasó los límites personales para
darse a los más desposeídos.
En los recuerdos de
infancia, Celia María, descendiente de una estirpe patriota, agregaba que su
madre le decía: “Cuando te reconozcan por tus apellidos di que tu nombre va primero,
que te llamas así por Celia Sánchez y es ese el que debes cuidar. Fue el mejor
regalo que te he dado, aprende a respetarlo”.
Evocó una anécdota
infantil en uno de sus cumpleaños, que muestra el humanismo de la heroína del
Moncada, cuando recibió de regalo una caja de muñecas, yo no pasaba de los
siete, y después de dejarme disfrutar de aquella sorpresa me dijo: "Ahora
escoge una, el resto para tus amiguitas que no tienen…”
Roberto Fernández
Retamar, director de Casa de las Américas, quien trabajó a su lado durante 15
años dijo… "en el caso de Haydée, sus orígenes remiten a los del alma
misma de la patria: la patria chica, Cuba, y la patria grande, nuestra América,
como nos la nombró Martí.”
Muchos de quienes
conocieron a Haydée Santamaría se subyugaron con su personalidad, de ahí las
palabras de Marta Rojas, periodista que asistió al proceso por los sucesos del
Moncada, el 16 de octubre de 1953.
Más de una vez-
refirió- me han preguntado cómo era Haydée: ¿alegre o triste? Para mí, las dos
cosas. La conocí severa y profundamente triste durante el juicio del Moncada. Y
la conocí muy alegre, como también la veía el Che, esperando un año nuevo.
Agregó que “…amaba
a su familia y valoraba la amistad cultivándola con preciosismo siempre que no
se contradijera, ni un ápice, con la lealtad a la Revolución y a Fidel”.
Abel, su hermano, a
quien torturaron y asesinaron después del asalto al cuartel del ejército en
Santiago de Cuba, en compañía de otros jóvenes, fue decisivo en su vida. Juntos
aprendieron a odiar las injusticias y a
tomar partido para defender la Patria y a los oprimidos.
Esta mujer, a quien
los esbirros enseñaron los ojos que habían arrancado a su hermano, escribió a
sus padres desde la cárcel de Guanajay en 1953: "Abel no nos faltará
jamás. Mamá, piensa que Cuba existe y Fidel está vivo para hacer la Cuba que
Abel quería."
Y agregaba: “Mamá,
piensa que Fidel también te quiere, y que para Abel, Cuba y Fidel eran la misma
cosa, y Fidel te necesita mucho. No permitas a ninguna madre te hable mal de
Fidel, piensa que eso sí Abel no te lo perdonaría".
La heroína integró
el primer Comité Central del Partido Comunista de Cuba, constituido el tres de
octubre de 1965, en reconocimiento a su participación en la dirección nacional
del Movimiento 26 de julio.
Ostentó la Orden
Ana Betancourt, colocada en su pecho por el líder de la Revolución cubana quien
en la autodefensa después del ataque al cuartel Moncada, refiriéndose a ella y
a Melba Hernández expresó:
“Nunca fue puesto en un lugar tan alto el heroísmo y la
dignidad de la mujer cubana”.
viernes, 15 de diciembre de 2017
Recetas de amor para los venerables ancianos
Aída Quintero Dip
Conozco una anciana venerable, como abundan en Cuba, se llama Joaquina Aranda Montoya, que es todo amor y sabiduría, siempre rodeada de cariño y de mimos familiares, la mejor receta para vivir más y mejor.
Pensando en ella, medito en el deber de la sociedad y especialmente de sus seres más cercanos de proteger a esas personas, una misión ennoblecedora que enaltece y concierne a todos.
Es necesario otorgarle la prioridad que el asunto merece y mirar con luz larga ya que para el 2025 se pronostica que la Isla estará entre las naciones más envejecidas de América Latina.
Pero desde hoy y cada día es preciso obrar en complicidad para hacerles el amanecer más placentero, y todo el tiempo de sus vidas, sin escatimar muestras de amor, primero amor, pues el arte de envejecer es el arte de conservar alguna esperanza.
Los ancianos, por derecho propio, deben ocupar un sitio de privilegio en el hogar y en cada espacio y estructura de la sociedad, donde aún pueden disfrutar de la compañía de los descendientes, hijos, nietos, bisnietos y hasta tataranietos, en algunos casos, además de los encantos patrimoniales, históricos, culturales y del afecto de las personas que les rodean.
Para que esa etapa de atinados consejos y un caudal valioso de experiencia y sabiduría sea satisfactoria, es necesario prodigarles atención esmerada y crearles condiciones óptimas para una superior calidad de vida.
Es altamente criticable la actitud de quienes maltratan a los longevos con palabras o acciones, que no les proporcionan las atenciones que merecen, en una guagua, en un hospital, en la bodega, en la casa, donde no solo demandan alimentación adecuada para su edad, sino del aseo a su hora y también de distracciones propias a ese grupo etario.
En la aspiración de bienestar supremo para nuestros queridos viejos no pueden faltar las expresiones de afecto, cariño, y es preciso reiterarlo, además del apoyo sin medida en el hogar y en el seno de la familia, y en cada espacio público donde estas personas se encuentren, una cultura que es imprescindible ir arraigando.
Insertada en uno de los programas más sensibles forjados por la Revolución, la Atención al Adulto Mayor prioriza la asistencia integral, con énfasis en la salud, así como la reparación, mantenimiento y construcción de áreas más confortables como los hogares de ancianos y casas de abuelos.
“La mentalidad no debe ser que ya vivieron lo que iban a vivir, sino intentar mejorar su calidad de vida, para que el tiempo que les queda sea el mejor”, según criterios de investigadores sobre longevidad y envejecimiento y salud.
Con tal precepto como bandera debe trabajarse con las personas de la tercera edad, como una de las estrategias del Estado fruto de la labor conjunta del Gobierno y el Sistema de Salud, y con la premisa de que la solución de sus necesidades no es un favor que les hacemos, sino una retribución merecida por lo que hicieron con otras generaciones durante su paso por la existencia.
El énfasis está en conseguir mayor respaldo de la familia al adulto mayor y en consolidar la atención a trastornos emocionales como la depresión, para enfrentar el envejecimiento de la población de manera más armónica, teniendo en cuenta que la esperanza de vida al nacer de los cubanos supera los 77 años.
Ante el envejecimiento poblacional que privilegia actualmente a Cuba, hay que darle prioridad a la construcción o adaptación de locales para casas de abuelos y hogares de ancianos, y diseminarlos también por los municipios, en la medida de las posibilidades.
De acuerdo con el propósito de crear estilos de vida más saludables y hacérsela más agradable, es importante asimismo el funcionamiento de los círculos de abuelos, donde socializan diversas actividades y, sobre todo, realizan ejercicios físicos que redundan en más salud.
Ese empeño contribuye a cambios esenciales que pueden coadyuvar a la reducción del número de caídas y accidentes, entre otros beneficios, además de una asistencia integral de psicología, estomatología, servicio social, enfermería y otras ramas consagradas a los pacientes geriátricos.
El Programa Social de Atención al Adulto Mayor se erige sobre tres pilares fundamentales: proyección del adulto mayor como agente de cambio en la comunidad, legitimación de un programa sociocultural como estímulo para su participación social y articulación de una estrategia para garantizar la accesibilidad de los ancianos.
Pero volviendo a la venerable anciana Joaquina, debieran multiplicarse por cada rincón de esta hermosa Isla historias como la de ella.
viernes, 8 de diciembre de 2017
Carlos Rafael Rodríguez: un hombre de talla extraordinaria
Onelia Chaveco
Entre las tres
categorías de escritores: los que escriben sin pensar, los que piensan para
escribir y los que escriben después de haber pensado, Carlos Rafael Rodríguez
quería pertenecer al último grupo.
El verbo razonado
hasta en los momentos de mayor improvisación mostraba entonces que la madurez y
raciocinio del intelectual, político y
revolucionario cienfueguero, venían del análisis previo, pero también de esa
vasta cultura, que con solo 20 años afloraba y recibía halagos de intelectuales
como Manuel Navarro Luna, Jorge Mañach y Medardo Vitier.
Pero, ¿quién fue
Carlos Rafael Rodríguez que hoy su pensamiento económico, antimperialista y
revolucionario da respuesta a muchos debates suscitados en aulas universitarias
y centros obreros sobre la realidad cubana y la actualización de su modelo
económico?
Antes de merecer
tantos títulos honoríficos y llegar a ser miembro del Buró Político del Partido
Comunista de Cuba, este hombre venerable fue un muchacho inquieto, con las
propias contradicciones y rebeldía de los jóvenes, muy dispuestos a los debates
como todos los adolescentes que hoy recorren el Prado de Cienfuegos, tierra
donde nació el 24 de mayo de 1913.
Fue en esas calles y
en las aulas de los colegios Monserrat y Hermanos Maristas donde comenzó la
fogosidad de Carlos Rafael.
Con 17 años
participa en su ciudad natal en una manifestación contra el gobierno de Gerardo
Machado en protesta por la caída de Rafael Trejo, y con 18 años publica su
primer artículo Fuerzas encontradas en el periódico El País en la Habana, el 12
de agosto de 1931.
Es en esta ciudad
marinera, junto a varios colegas, donde funda el grupo literario Ariel, el cual
es presentado en el teatro Terry y donde el joven Carlos Rafael pronuncia un
discurso-ensayo titulado Significación de Ariel, publicado al día siguiente en
el diario La Correspondencia y ello le abre las puertas para colaborar con ese periódico.
Poco después funda
la revista Segur, donde publica el artículo “La docencia intacta”, además
traduce La dialéctica Marxista de Sidney Hook.
En 1935 cuando
Carlos Rafael entra en la Universidad de La Habana forma parte del equipo
editorial de la revista Universidad, y el 10 de enero pronuncia un discurso en
el Aula Magna en conmemoración a la caída de Julio Antonio Mella.
Allí en la magna
sede fortaleció su pensamiento intelectual y culminaría en cuatro años sus
estudios de Derecho y de Ciencias Políticas, Sociales y Económicas.
Vinculado a las
luchas clandestinas, apoya la llegada de
las columnas invasoras a La Habana y con el triunfo revolucionario se incorpora
de lleno a la construcción de la
sociedad nueva.
A su pensamiento
revolucionario se adosan los estudios sobre la economía en la fase de
transición del capitalismo al socialismo, con aportes a la conceptualización
del desarrollo y del crecimiento productivo.
Resulta singular la
proyección diversa del conocimiento de este cubano que logró profundizar con
idéntica claridad en temas económicos, como políticos y culturales.
De ahí sus ideas
pioneras al defender el desarrollo como un proceso favorable para incrementar
el bienestar de la sociedad.
En los primeros
años de la Revolución dirigió el Instituto Nacional de la Reforma Agraria.
Ocupó el cargo
de Ministro – Presidente de la Comisión
Nacional de Colaboración Económica y Científico-Técnica desde 1965 hasta 1976.
En ese periodo de tiempo asumió la cartera de representante
permanente de Cuba en el Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME) desde julio de 1972.
Carlos Rafael
Rodríguez también fue viceprimer Ministro para el sector de Organismos
Exteriores desde noviembre de 1972 hasta diciembre de 1976.
Miembro del Comité
Central del Partido Comunista de Cuba, desde su creación en octubre de 1965, y
de su secretariado desde 1965 hasta 1976, porque en el Primer Congreso del
Partido Comunista de Cuba, efectuado en diciembre de 1975, resultó elegido
miembro de su Comité Central y posteriormente de su Buró Político.
Su fallecimiento el
ocho de diciembre de 1997 constituyó una gran pérdida para la revolución
Cubana, que atravesaba un duro periodo especial, con cambios económicos y una lucha tenaz por preservar las conquistas
en medio de un recrudecido bloqueo yanqui al país.
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