viernes, 15 de diciembre de 2017

Recetas de amor para los venerables ancianos




Aída Quintero Dip

  Conozco una anciana venerable, como abundan en Cuba, se llama Joaquina Aranda Montoya, que es todo amor y sabiduría, siempre rodeada de cariño y de mimos familiares, la mejor receta para vivir más y mejor.

  Pensando en ella, medito en el deber de la sociedad y especialmente de sus seres más cercanos de proteger a esas personas, una misión ennoblecedora que enaltece y concierne a todos.

  Es necesario otorgarle la prioridad que el asunto merece y  mirar con luz larga ya que para el 2025 se pronostica que la Isla estará entre las naciones más envejecidas de América Latina.

   Pero desde hoy y cada día es preciso obrar en complicidad para hacerles el amanecer más placentero, y todo el tiempo de sus vidas, sin escatimar muestras de amor, primero amor, pues el arte de envejecer es el arte de conservar alguna esperanza.

   Los ancianos, por derecho propio, deben ocupar un sitio de privilegio en el hogar y en cada espacio y estructura de la sociedad, donde aún pueden disfrutar de la compañía de los descendientes, hijos, nietos, bisnietos y hasta tataranietos, en algunos casos, además de los encantos patrimoniales, históricos, culturales y del afecto de las personas que les rodean.

  Para que esa etapa de atinados consejos y un caudal valioso de experiencia y sabiduría sea satisfactoria, es necesario prodigarles atención esmerada  y crearles condiciones óptimas para una superior calidad de vida.

  Es altamente criticable la actitud de quienes maltratan a los longevos con palabras o acciones, que no les  proporcionan las atenciones que merecen, en una guagua, en un hospital, en la bodega, en la casa, donde no solo demandan alimentación adecuada para su edad, sino del aseo a su hora y también de distracciones  propias a ese grupo etario.

   En la aspiración de bienestar supremo para nuestros queridos viejos no pueden faltar  las expresiones de afecto, cariño, y es preciso reiterarlo, además del apoyo sin medida en el hogar y en el seno de la familia, y en cada espacio público donde estas personas se encuentren, una cultura que es imprescindible ir arraigando.

   Insertada en uno de los programas más sensibles forjados por la Revolución, la Atención al Adulto Mayor prioriza la asistencia integral, con énfasis  en la salud, así como la reparación, mantenimiento y construcción de áreas más confortables como los hogares de ancianos y casas de abuelos.

  “La mentalidad no debe ser que ya vivieron lo que iban a vivir, sino intentar mejorar su calidad de vida, para que el tiempo que les queda sea el mejor”, según criterios de investigadores sobre longevidad y envejecimiento y salud.

   Con tal precepto como bandera debe trabajarse con las personas de la tercera edad,  como una de las estrategias del Estado fruto de la labor conjunta del Gobierno y el Sistema de Salud, y con la premisa de que la solución de sus necesidades no es un favor que les hacemos, sino una retribución merecida por lo que hicieron con otras generaciones durante su paso por la existencia.

    El énfasis está en conseguir mayor respaldo de la familia al adulto mayor y en consolidar la atención a trastornos emocionales como la depresión, para enfrentar el envejecimiento de la población de manera más armónica, teniendo en cuenta que la esperanza de vida al nacer de los cubanos supera los 77 años.

   Ante el envejecimiento poblacional que privilegia actualmente a Cuba, hay que darle prioridad a la construcción o adaptación de locales para  casas de abuelos y hogares de ancianos, y diseminarlos también por los municipios, en la medida de las posibilidades.

   De acuerdo con el propósito de crear estilos de vida más saludables y hacérsela más agradable, es importante asimismo el funcionamiento de los círculos de abuelos, donde socializan diversas actividades y, sobre todo, realizan ejercicios físicos que redundan en más salud.

   Ese empeño contribuye a cambios esenciales que pueden coadyuvar a la reducción del número de caídas y accidentes, entre otros beneficios, además de una asistencia integral de psicología, estomatología, servicio social, enfermería y otras ramas consagradas a los pacientes geriátricos.

   El Programa Social de Atención al Adulto Mayor se erige sobre tres pilares fundamentales: proyección del adulto mayor como agente de cambio en la comunidad,  legitimación de un programa sociocultural como estímulo para su participación social  y articulación de una estrategia para garantizar la accesibilidad de los ancianos.

   Pero volviendo a la venerable anciana Joaquina, debieran multiplicarse por cada rincón de esta hermosa Isla historias como la de ella.

 

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