jueves, 28 de diciembre de 2017

Haydée, mixtura de humanismo y amor




Luz María Martínez Zelada
   A Haydée le bastó amar bien para poder entender el mundo, sentenció Celia María Hart Santamaría, hija de la revolucionaria, en el prólogo del texto  Del Moncada a la Casa, escrito en el aniversario 25 del fallecimiento de la excepcional mujer que vio en Fidel Castro todas las esperanzas del pueblo cubano.
   Poseedora de una personalidad rebelde, Haydée Santamaría Cuadrado nació el 30 de diciembre de 1922, en Encrucijada, actual provincia de Villa Clara, y dejó su impronta en la historia de Cuba, con una pasión que sobrepasó los límites personales para darse a los más desposeídos.
   En los recuerdos de infancia, Celia María, descendiente de una estirpe patriota, agregaba que su madre le decía: “Cuando te reconozcan por tus apellidos di que tu nombre va primero, que te llamas así por Celia Sánchez y es ese el que debes cuidar. Fue el mejor regalo que te he dado, aprende a respetarlo”.
   Evocó una anécdota infantil en uno de sus cumpleaños, que muestra el humanismo de la heroína del Moncada, cuando recibió de regalo una caja de muñecas, yo no pasaba de los siete, y después de dejarme disfrutar de aquella sorpresa me dijo: "Ahora escoge una, el resto para tus amiguitas que no tienen…”
     Roberto Fernández Retamar, director de Casa de las Américas, quien trabajó a su lado durante 15 años dijo… "en el caso de Haydée, sus orígenes remiten a los del alma misma de la patria: la patria chica, Cuba, y la patria grande, nuestra América, como nos la nombró Martí.”
   Muchos de quienes conocieron a Haydée Santamaría se subyugaron con su personalidad, de ahí las palabras de Marta Rojas, periodista que asistió al proceso por los sucesos del Moncada,  el 16 de octubre de 1953.
   Más de una vez- refirió- me han preguntado cómo era Haydée: ¿alegre o triste? Para mí, las dos cosas. La conocí severa y profundamente triste durante el juicio del Moncada. Y la conocí muy alegre, como también la veía el Che, esperando un año nuevo.
   Agregó que “…amaba a su familia y valoraba la amistad cultivándola con preciosismo siempre que no se contradijera, ni un ápice, con la lealtad a la Revolución y a Fidel”.
   Abel, su hermano, a quien torturaron y asesinaron después del asalto al cuartel del ejército en Santiago de Cuba, en compañía de otros jóvenes, fue decisivo en su vida. Juntos aprendieron  a odiar las injusticias y a tomar partido para defender la Patria y a los oprimidos.
   Esta mujer, a quien los esbirros enseñaron los ojos que habían arrancado a su hermano, escribió a sus padres desde la cárcel de Guanajay en 1953: "Abel no nos faltará jamás. Mamá, piensa que Cuba existe y Fidel está vivo para hacer la Cuba que Abel quería."
   Y agregaba: “Mamá, piensa que Fidel también te quiere, y que para Abel, Cuba y Fidel eran la misma cosa, y Fidel te necesita mucho. No permitas a ninguna madre te hable mal de Fidel, piensa que eso sí Abel no te lo perdonaría".
   La heroína integró el primer Comité Central del Partido Comunista de Cuba, constituido el tres de octubre de 1965, en reconocimiento a su participación en la dirección nacional del Movimiento 26 de julio.
   Ostentó la Orden Ana Betancourt, colocada en su pecho por el líder de la Revolución cubana quien en la autodefensa después del ataque al cuartel Moncada, refiriéndose a ella y a Melba Hernández expresó:
“Nunca fue puesto en un lugar tan alto el heroísmo y la dignidad   de la mujer cubana”.

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