Luz María Martínez Zelada
A Haydée le bastó
amar bien para poder entender el mundo, sentenció Celia María Hart Santamaría,
hija de la revolucionaria, en el prólogo del texto Del Moncada a la Casa, escrito en el
aniversario 25 del fallecimiento de la excepcional mujer que vio en Fidel
Castro todas las esperanzas del pueblo cubano.
Poseedora de una
personalidad rebelde, Haydée Santamaría Cuadrado nació el 30 de diciembre de
1922, en Encrucijada, actual provincia de Villa Clara, y dejó su impronta en la
historia de Cuba, con una pasión que sobrepasó los límites personales para
darse a los más desposeídos.
En los recuerdos de
infancia, Celia María, descendiente de una estirpe patriota, agregaba que su
madre le decía: “Cuando te reconozcan por tus apellidos di que tu nombre va primero,
que te llamas así por Celia Sánchez y es ese el que debes cuidar. Fue el mejor
regalo que te he dado, aprende a respetarlo”.
Evocó una anécdota
infantil en uno de sus cumpleaños, que muestra el humanismo de la heroína del
Moncada, cuando recibió de regalo una caja de muñecas, yo no pasaba de los
siete, y después de dejarme disfrutar de aquella sorpresa me dijo: "Ahora
escoge una, el resto para tus amiguitas que no tienen…”
Roberto Fernández
Retamar, director de Casa de las Américas, quien trabajó a su lado durante 15
años dijo… "en el caso de Haydée, sus orígenes remiten a los del alma
misma de la patria: la patria chica, Cuba, y la patria grande, nuestra América,
como nos la nombró Martí.”
Muchos de quienes
conocieron a Haydée Santamaría se subyugaron con su personalidad, de ahí las
palabras de Marta Rojas, periodista que asistió al proceso por los sucesos del
Moncada, el 16 de octubre de 1953.
Más de una vez-
refirió- me han preguntado cómo era Haydée: ¿alegre o triste? Para mí, las dos
cosas. La conocí severa y profundamente triste durante el juicio del Moncada. Y
la conocí muy alegre, como también la veía el Che, esperando un año nuevo.
Agregó que “…amaba
a su familia y valoraba la amistad cultivándola con preciosismo siempre que no
se contradijera, ni un ápice, con la lealtad a la Revolución y a Fidel”.
Abel, su hermano, a
quien torturaron y asesinaron después del asalto al cuartel del ejército en
Santiago de Cuba, en compañía de otros jóvenes, fue decisivo en su vida. Juntos
aprendieron a odiar las injusticias y a
tomar partido para defender la Patria y a los oprimidos.
Esta mujer, a quien
los esbirros enseñaron los ojos que habían arrancado a su hermano, escribió a
sus padres desde la cárcel de Guanajay en 1953: "Abel no nos faltará
jamás. Mamá, piensa que Cuba existe y Fidel está vivo para hacer la Cuba que
Abel quería."
Y agregaba: “Mamá,
piensa que Fidel también te quiere, y que para Abel, Cuba y Fidel eran la misma
cosa, y Fidel te necesita mucho. No permitas a ninguna madre te hable mal de
Fidel, piensa que eso sí Abel no te lo perdonaría".
La heroína integró
el primer Comité Central del Partido Comunista de Cuba, constituido el tres de
octubre de 1965, en reconocimiento a su participación en la dirección nacional
del Movimiento 26 de julio.
Ostentó la Orden
Ana Betancourt, colocada en su pecho por el líder de la Revolución cubana quien
en la autodefensa después del ataque al cuartel Moncada, refiriéndose a ella y
a Melba Hernández expresó:
“Nunca fue puesto en un lugar tan alto el heroísmo y la
dignidad de la mujer cubana”.
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