La Habana, 14 jun (ACN) Dice que no sabe hablar como sus
hermanos, pero que no dejará de hacerlo a los 90 años del nacimiento del Che.
Ernesto Guevara March rompe su silencio para evocar al padre que, en sus
cartas, con sus consejos, confiesa, les moldeó el alma para después.
«Por supuesto, todos
nosotros hemos sufrido y lamentado siempre la temprana ausencia física de un
hombre como él, no obstante, somos felices, porque llevamos su sangre y sus
genes e integramos una familia muy bonita”, manifiesta en una entrevista que
publica hoy el diario Juventud Rebelde.
Mi núcleo en
particular (mi esposa y mis tres hijos) son actualmente una de mis más grandes
alegrías, declaró Ernesto Guevara March, graduado en Derecho en la URSS en
1987.
«Mis hermanos y yo
venimos de una pareja inicial que se encontró en medio de una guerra de
liberación de nuestra patria. ¡Qué cosa más bonita! Mi madre participó en la
lucha clandestina primero en Santa Clara. Ya fichada por los órganos represivos
de la tiranía batistiana, es decir, “quemada”, tuvo que subir a la Sierra del
Escambray, y allí conoció a mi padre, comentó.
«Ambos participaron
en la lucha en el centro del país. Y la toma de Santa Clara fue un suceso
extraordinario, un eslabón clave para el triunfo de la Revolución",
señaló.
«Quiero aclararles
que es muy difícil no ser un tanto injusto cuando un hijo habla de un padre sin
hablar de la madre. A ella la llamaré indistintamente ahora, Aleida, Josefina o
Doctora (estos últimos, nombres de guerra) y a veces sencillamente Madre. Y a
mi padre le diré Comandante Guevara o sencillamente Che.
«Sé que enseñó bien
a sus cuatro hijos. En las cartas de ese ícono de millones de hombres en el
mundo que es el Che, nos legó una Revolución hecha y nos pidió estudiar y ser
revolucionarios", añadió.
«Tal como explica mi
propia madre en su libro Evocación, mi vida al lado del Che, vinculada con el
movimiento revolucionario como combatiente clandestina en la antigua provincia
de Las Villas, cumplió las órdenes de trasladar a diferentes compañeros hacia
las montañas y subió al Escambray también para llevar 50 mil pesos, colocados a
su espalda con esparadrapos, lo que le hizo más difícil su caminata hasta Gavilanes,
el primer campamento organizado por el Comandante Guevara en el territorio
libre de aquella provincia central del país.
«Aleida ha sido
madre y padre: ¡eso forma parte de las cosas más singulares de mi vida! Y como
madre y padre dirigió a la familia a su forma, y nosotros cuatro lo
agradecemos. Esa abnegación suya hace que yo ahora no pueda mencionar al Che
sin hablar de ella, que se levantaba siempre a las cinco de la mañana, y en
muchas ocasiones, se despedía de nosotros para ir a cumplir distintas tareas,
como cortar caña, por ejemplo".
«De ahí que ¡tengo
el honor de ser el hijo del Che con una madre así! Los unió un amor grande que
se ve en sus cartas, señales de una relación afectiva bella. ¡Me encanta el
modo en que se conocieron, se enamoraron y se amaron! Y aprovecho para que se
vea la gran sensibilidad de aquel hombre estricto y exigente, lleno de
ternura".
«En mi concepto el
amigo verdadero constituye una estructura vital de una sociedad, que se
convierte en una parte de tu familia. Pongo de ejemplo a José Ricardo, hijo de
Papi, el de los hermanos Tamayo; a Camilo Sánchez, hijo del comandante Sánchez
Pinares; a Pantoja, hijo del capitán Olo; y a otros que igualmente son como
hermanos para todos nosotros… Nuestro padre, en sus cartas, nos moldeó el alma
para después.
«Yo, por ejemplo,
recuerdo y quiero y protejo en mi memoria a los hombres de la Seguridad
Personal que en ausencia del Che nos cuidaban cuando niños: a Felo, villareño;
a Néstor, habanero; a Misael, oriental… Los veíamos como maestros o como padres
nuestros… A los varones nos enseñaban hasta el acto de orinar. De los tres solo
vive Néstor, de piel negra. A los dos que murieron hace algún tiempo los
enterramos con el dolor de la familia. Misael nos enseñó a tirar con el fusil Brno
2, calibre 22", agregó.
«Con el tiempo fui
del Comando de Misiones Especiales del Minint, donde llegué a ser teniente, un
honor para mí. Entonces tenía 23 años. Cuando disparaba en nuestras prácticas,
me venía a la mente la leyenda de mi padre".
«En una academia en
la Unión Soviética me hice Oficial Operativo de la Contrainteligencia, en 1990.
Siempre tuve conmigo los consejos de mi padre en sus cartas.
Refirió que es
coordinador de la empresa La Poderosa, "específicamente con lo que tiene
que ver con la parte extranjera. Es una
agencia de viaje, turística, especializada en motos, en la Harley Davidson, la
más fuerte, la que más se conoce y que más mercado tiene en el exterior, la que
en general gusta más como moto de paseo"
" Yo voy en una
de ellas guiando a los turistas. Se llama La Poderosa como un homenaje a
aquella Northon de 500 cc con que el Che y Alberto Granados recorrieron los
territorios latinoamericanos", acotó.
Precisa Juventud
Rebelde que Guevara March recuerda entonces que las misivas de su padre eran la
antesala de cómo veía el futuro.
«Con sus cartas a
nuestra familia nos fue preparando para el porvenir. Para eso nos alertó sobre
la vida y nos ofreció enseñanzas. Estaba convencido de que podría morir",
expresó.
«¡Ah, una noticia
curiosa! Nunca mi madre, Aleida March, lo ha dicho y hoy yo puedo, y a estas
alturas quiero revelarlo: Ella le pidió al viejo ir a combatir a Bolivia cuando
las condiciones lo permitieran, y él prometió que así sería, pero en definitiva
no pudo abrirse el segundo frente que se esperaba crear».
Guevara March contó
que estuvo en Angola casi dos años, primero en Cahama, después en Benguela,
Lobito y en otras zonas de guerra. "Claro que armado y como oficial
operativo de la Contrainteligencia Militar".
Sobre el ajedrez
manifestó que era el deporte favorito del Che. "Porque era el que más se
acercaba a lo militar, donde ejercitaba la táctica y la estrategia, la
ofensiva, la contraofensiva y, en definitiva, la defensa con las piezas como el
caballo, el alfil, las torres, los peones, como si fueran piezas de un combate
a tiros.
A continuación
afirma que " Mi padre fue, ante todo, muy generoso y humanitario, pese a
las calumnias de los enemigos. El mejor ejemplo de eso es ir a pelear a otras
tierras. Lo dejó todo, el cariño nuestro y el del pueblo, para que otros niños,
jóvenes y personas, otras familias, pudieran tener garantizadas la salud, el
estudio, los cuidados médicos, sus derechos humanos, en fin, el bienestar y la
felicidad.
Inspirado por el
diálogo, Ernesto comienza una evocación histórica. Recuerda que, ya graduado de
médico, su papá inició, desde Buenos Aires, su segundo viaje por América
Latina, el 7 de julio de 1953.
De esta gira resalta
que en Bolivia captó el impacto de la revolución de 1952; en Guatemala fue
testigo del derrocamiento de Jacobo Árbenz; en Costa Rica, Guatemala y México
tuvo contacto con revolucionarios cubanos, sobrevivientes de los
acontecimientos del 26 de julio de 1953 y conoció a Fidel Castro. Ahí decide
incorporarse al movimiento revolucionario liderado por este, que (luego del
desembarco del Granma) inició la lucha en Cuba.
«En carta del 10 de
diciembre de 1953 a su tía Beatriz, desde Costa Rica, le confesó que en
Guatemala se perfeccionaría y lograría lo que le faltaba para ser un
revolucionario auténtico", aseguró.
"Le decía:
“Además de médico, soy periodista y conferenciante… te abraza y te quiere tu
sobrino, el de la salud de hierro, el estómago vacío y la luciente fe en el
porvenir socialista, Chau, Chancho”.
«El 12 de febrero de
1954, al final de otra carta a Beatriz se despidió de este modo: “Un abrazo de
acero de tu proletario sobrino”.
«Y en carta a sus
padres desde la Cárcel de Gobernación, de México, el 6 de julio de 1956, les contó:
“Un joven líder cubano me invitó a ingresar al movimiento de liberación armada
de su tierra, y yo, por supuesto, acepté. Mi futuro está ligado a la Revolución
Cubana. O triunfo con esta, o muero allá. Por mi vida he pasado buscando mi
verdad a los tropezones. Solo llevaré a la tumba la pesadumbre de un canto
inconcluso”.
«Y en otra misiva,
esta vez a la madre, le dijo: “Mi profesión actual es la de saltarín, hoy aquí,
mañana allí. Los signos son buenos, auguran victoria. Pero si se equivocaran…
al fin hasta los dioses se equivocan. Mi trayectoria es esencialmente
aventurera y la lucha será de espaldas a la pared, como en los himnos, hasta
vencer o morir…”» concluye Ernesto Guevara March.
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