Maité Rizo Cedeño
No pueden existir
dicha y paz mayor que la alcanzada en medio del bosque, sentada bajo frondosos
árboles, y con los oídos llenos del murmullo de ríos y aves, así, sintiéndolo
todo verde.
Tal vez caminar con
los pies descalzos, respirar aire puro y olvidar que existen el ruido y la
ciudad.
Para lograr la
armonía perfecta, afortunadamente, todavía quedan lugares así, a los que
podríamos llamar: paraísos para los amantes de la naturaleza, y con letras
grandes JARDÍN BOTÁNICO.
En el municipio
granmense de Guisa hay uno, considerado el tercero en importancia de Cuba y el
único que tiene un nombre propio: Cupaynicú.
Una imponente ceiba
y un cupey marcan el camino, y algunos pasos después se muestran en todo su
esplendor más de dos mil especies de plantas.
El jardín debe su
apelativo al cupey, ejemplar muy útil en los campos cubanos, porque al combinar
su fruto con alcoholes se obtiene pulimento para los muebles de madera, las
ramas eran empleadas como paletas para sacar bandejas del horno en las
panaderías rurales; y un poco más atrás, en las guerras independentistas, los
mambises utilizaban sus hojas para enviar mensajes secretos porque se revelaban
horas después de ser escritos al recibir el calor del sol o de otro tipo.
Las historias
asociadas a los árboles del parque natural son muchas, desde el ocuje (negro
por fuera y rojo por dentro), que recibió su denominación del valeroso esclavo
Juan Ocuje, negro y de cabello rojo, quien se reveló contra los españoles;
hasta la ceiba, venerada por la religión afrocubana.
En Cupaynicú
existe un bosque de los gigantes, denominado así porque -según el investigador
alemán Johannes Bisse-, muchos de los árboles que lo conforman sobrepasan los
200 años de antigüedad.
También tiene un área de plantas económicas, porque los
frutos de los árboles son comestibles y pueden ser comercializables, entre
ellos el coco, el dátil, el mango y el albaricoque.
Un restaurante
elegantemente rural, una zona con conexión wifi entre los árboles, y una tienda
en la que puedes obtener variedades de cactus; así como otras plantas en
posturas o macetas, forman parte de las opciones cuando recorres esos dominios.
Casi al final del
recorrido aparece una plantita que, por su tamaño, parece casi acabada de
sembrar, es la Microcycas calocoma, cuyo nombre común es palma corcho, la cual
constituye un fósil viviente endémico de Pinar del Río, y la única especie
declarada Monumento Natural Nacional en Cuba, según explica Yasmani Díaz
Nápoles, guía del jardín botánico.
Hay plantas
medicinales, aromáticas, venenosas...“de esta se obtiene una resina
cicatrizante, aquella es buena para curar el asma, la palma pequeña es oriunda
de zonas costeras y este árbol se encuentra en peligro de extinción”, así se
suceden los datos mientras avanzas por el vergel, y junto al maravilloso clima
selvático, aumentan los conocimientos sobre botánica cubana.
En un área
protegida se conservan los cactus, decenas de especies que destacan por su
resistencia y singular aspecto. En Cupaynicú también se escuchan los tocororos,
y tal vez hasta veas un pájaro carpintero en el tronco de un árbol.
Sentarse junto al
río, mojarse los pies y hacer picnic con cesta y todo, correr libremente como
los niños, y hacerse los mejores selfies de la historia, son algunas de las
acciones que hacen los visitantes en este sitio, un remanso de paz al cual el
cuerpo y la mente te pedirán volver.
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