Aída Quintero Dip
El Día de la Rebeldía Nacional, el 26 de Julio, es de las fechas más memorables de la Patria, cuando el pueblo rinde tributo a los héroes y mártires de la gesta heroica de 1953, renueva el compromiso de ser fiel a su legado, y, sobre todo, valora cuánto ha hecho la Revolución en el poder para cumplir el Programa del Moncada.
Este momento de celebración histórica por el aniversario 65 de la epopeya, también convida a reflexionar sobre la grandiosa obra edificada para hacer realidad el profundo anhelo, al fin logrado, de José Martí: “Yo quiero que la ley primera de nuestra República sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre”.
En aquella acción los jóvenes de la Generación del Centenario con Fidel Castro al frente atacaron la segunda fortaleza militar en el país para despertar el archipiélago dormido desde hacía tiempo y mostrar la existencia de una vanguardia y un líder, que esgrimían la táctica de la lucha armada para combatir los males de la nación.
La Historia me absolverá como alegato de autodefensa en el juicio por esos sucesos y trascendental documento de denuncia de la paupérrima situación socioeconómica que imperaba en el panorama nacional, define las características y magnitud del Programa del Moncada, que es el de la Revolución, con el supremo interés de hacer un mejor país “Con todos y para el bien de todos”, como lo soñó Martí.
Tanto su letra como su espíritu incitaban a transformar radicalmente las condiciones de la Isla donde, por ejemplo, abundaban los cubanos sin empleo o los obreros industriales y braceros cuyos salarios pasaban de las manos del patrón a las del garrotero, con una vida de trabajo perenne y como descanso la tumba.
En los profesionales jóvenes caían otros desmanes: médicos, ingenieros, abogados, veterinarios, pedagogos, dentistas, farmacéuticos, periodistas, pintores, escultores, salían de las aulas con sus títulos deseosos de lucha y llenos de esperanza para encontrarse cerradas todas las puertas.
Por eso el valiente joven abogado Fidel Castro, al mando de corajudos hombres y mujeres, decidió atacar el cuartel Moncada no para propiciar un cambio de un tirano por un presidente al frente de la República, con un consejo de ministros, un congreso y un ejército a la usanza de la democracia representativa de la época.
La acción del 26 de julio de 1953 resultó una respuesta enérgica y osada al testamento político de José Martí y encarnó su ideario como aliento y bandera de impulso a la lucha de liberación nacional, con un basamento auténtico y propuestas concretas para propiciar cambios profundamente radicales en la nación.
Otro soberano objetivo apuntaba a que el pueblo pudiera acceder a las diversas esferas del saber, la cultura, la salud, la educación, la ciencia; tener un trabajo decoroso y elevar su nivel y calidad de vida, en esencia dignidad plena, como la primera ley que promulgaba el Héroe Nacional.
Por su esencia, principios y sentido benefactor da continuidad al Programa del Moncada la Constitución actual, aprobada el 24 de febrero de 1976, en referendo popular, justamente cuando se cumplía el aniversario 81 del comienzo de la Guerra Necesaria de 1895, cuyo artífice principal fue el Apóstol de la Independencia.
Esa tradición nacida desde el propio inicio de las luchas independentistas en 1868, la patentiza la Constitución de Guáimaro que los patriotas elaboraron y aprobaron, el 10 de abril de 1869, en plena guerra y con artículos hondamente radicales a favor de las masas populares.
El pueblo de Cuba vive otro momento de alta significación en su historia: la actual Constitución de la República -aprobada en 1976 con el respaldo del 97,7 por ciento de los ciudadanos-, marcha hacia una reforma total, en un proceso que será amplio, participativo y trascendental.
La gran responsabilidad de enriquecer y aprobar la Ley de Leyes la tiene el pueblo de esta Isla, como no la tiene nadie en el mundo, una ocasión formidable, única, para seguir construyendo una nación siempre mejor, “Con todos y para el bien de todos”, como lo soñó Martí.
viernes, 27 de julio de 2018
jueves, 26 de julio de 2018
La santiaguera Gloria Cuadras y la Generación del Centenario
Aída Quintero Dip
Cuando se celebra con renovado patriotismo la histórica fecha del 26 de Julio, Día de la Rebeldía Nacional, en Santiago de Cuba se evoca a Gloria Cuadras de la Cruz (1911-1987), destacada combatiente de estrechos vínculos con Fidel y la Generación del Centenario.
Veterana luchadora desde la época de Gerardo Machado, el asalto al cuartel Moncada, en 1953, la conmovió de la misma manera que estremeció a todo el país, y le dio la esperanza de labrar un futuro mejor para su sufrida Patria.
En sus testimonios rememoraba con vehemencia el justo instante en que conoció a Fidel y la seguridad de que tenía delante al hombre que cambiaría definitivamente el destino de Cuba.
Con frecuencia recordaba que ante su insistencia por asistir al juicio de los asaltantes a la fortaleza militar, un oficial de la dictadura inquiría por qué tanto interés en ver a Fidel y en seguir aquel hecho, y ella sencillamente decía que era un buen hombre, revolucionario, honesto y además muy galante.
Junto a su esposo, Amaro Iglesias, rescató los restos de los muertos por aquellos sucesos para darles digna sepultura, y asumió la misión de cuidar las tumbas de los mártires de la epopeya y de mantener relaciones plenas de cariño y respeto con sus familiares.
Santiago de Cuba no olvidará nunca su bravura y pasos sigilosos en tiempos de clandestinaje en la lucha por la libertad desde su ciudad natal, junto a Haydée Santamaría, Frank País, Vilma Espín, Armando Hart, Pepito Tey, Tony Alomá y Otto Parellada.
Con esa hornada de jóvenes revolucionarios desempeñó un rol protagónico en el levantamiento armado de la urbe, el 30 de noviembre de 1956, para apoyar el desembarco del yate Granma que venía desde México con Fidel Castro al frente para ser libres o mártires, como había vaticinado.
Asumió la gran responsabilidad de ser una de las máximas organizadoras del Movimiento 26 de Julio junto a Frank, y fue el enlace entre esa generación y la precedente, como luchadora experimentada y compañera de avatares de Antonio Guiteras.
Gloria se distinguía por sus convicciones muy sólidas e ímpetu poco común y cuando, por determinadas causas, se frustraban los anhelos libertarios no desmayaba ni un ápice su quehacer.
Su emblema era confiar siempre en el pueblo y en la fuerza de los buenos hijos de Cuba, así lo confesó muchas veces.
Laboró con esmero para apoyar a Eduardo Chibás, y con la muerte del hombre que esgrimía ''Vergüenza contra dinero'', el Partido Ortodoxo fue a la quiebra, pero Gloria buscó nuevos derroteros y los encontró en los jóvenes de la Generación del Centenario que atacaron el Moncada con la guía iluminada de Fidel.
A la justa causa de esos valientes cubanos se entregó en cuerpo y alma, y no se olvidan sus valiosos servicios junto a su esposo y a otros compañeros de lucha para saber dónde estaban enterrados los muertos por el ataque a la fortaleza el 26 de Julio.
De su colaboración, expresó una vez la Heroína del Moncada Melba Hernández Rodríguez del Rey:
“Ellos cuidaron de nuestros gloriosos cadáveres hasta dejarlos depositados en Santa Ifigenia y siempre nos mandaron mensajes de que estaban bien cuidados y de que se les ponía flores. Siempre muy cerca de nosotros el pueblo de Santiago de Cuba y muy especial el caso ejemplar de esa luchadora que se llamó Gloria Cuadras.”
Cuando se celebra con renovado patriotismo la histórica fecha del 26 de Julio, Día de la Rebeldía Nacional, en Santiago de Cuba se evoca a Gloria Cuadras de la Cruz (1911-1987), destacada combatiente de estrechos vínculos con Fidel y la Generación del Centenario.
Veterana luchadora desde la época de Gerardo Machado, el asalto al cuartel Moncada, en 1953, la conmovió de la misma manera que estremeció a todo el país, y le dio la esperanza de labrar un futuro mejor para su sufrida Patria.
En sus testimonios rememoraba con vehemencia el justo instante en que conoció a Fidel y la seguridad de que tenía delante al hombre que cambiaría definitivamente el destino de Cuba.
Con frecuencia recordaba que ante su insistencia por asistir al juicio de los asaltantes a la fortaleza militar, un oficial de la dictadura inquiría por qué tanto interés en ver a Fidel y en seguir aquel hecho, y ella sencillamente decía que era un buen hombre, revolucionario, honesto y además muy galante.
Junto a su esposo, Amaro Iglesias, rescató los restos de los muertos por aquellos sucesos para darles digna sepultura, y asumió la misión de cuidar las tumbas de los mártires de la epopeya y de mantener relaciones plenas de cariño y respeto con sus familiares.
Santiago de Cuba no olvidará nunca su bravura y pasos sigilosos en tiempos de clandestinaje en la lucha por la libertad desde su ciudad natal, junto a Haydée Santamaría, Frank País, Vilma Espín, Armando Hart, Pepito Tey, Tony Alomá y Otto Parellada.
Con esa hornada de jóvenes revolucionarios desempeñó un rol protagónico en el levantamiento armado de la urbe, el 30 de noviembre de 1956, para apoyar el desembarco del yate Granma que venía desde México con Fidel Castro al frente para ser libres o mártires, como había vaticinado.
Asumió la gran responsabilidad de ser una de las máximas organizadoras del Movimiento 26 de Julio junto a Frank, y fue el enlace entre esa generación y la precedente, como luchadora experimentada y compañera de avatares de Antonio Guiteras.
Gloria se distinguía por sus convicciones muy sólidas e ímpetu poco común y cuando, por determinadas causas, se frustraban los anhelos libertarios no desmayaba ni un ápice su quehacer.
Su emblema era confiar siempre en el pueblo y en la fuerza de los buenos hijos de Cuba, así lo confesó muchas veces.
Laboró con esmero para apoyar a Eduardo Chibás, y con la muerte del hombre que esgrimía ''Vergüenza contra dinero'', el Partido Ortodoxo fue a la quiebra, pero Gloria buscó nuevos derroteros y los encontró en los jóvenes de la Generación del Centenario que atacaron el Moncada con la guía iluminada de Fidel.
A la justa causa de esos valientes cubanos se entregó en cuerpo y alma, y no se olvidan sus valiosos servicios junto a su esposo y a otros compañeros de lucha para saber dónde estaban enterrados los muertos por el ataque a la fortaleza el 26 de Julio.
De su colaboración, expresó una vez la Heroína del Moncada Melba Hernández Rodríguez del Rey:
“Ellos cuidaron de nuestros gloriosos cadáveres hasta dejarlos depositados en Santa Ifigenia y siempre nos mandaron mensajes de que estaban bien cuidados y de que se les ponía flores. Siempre muy cerca de nosotros el pueblo de Santiago de Cuba y muy especial el caso ejemplar de esa luchadora que se llamó Gloria Cuadras.”
El 26 de Julio, Fidel y los versos de Rubén Martínez Villena
Aida Quintero Dip
Santiago de Cuba volvió a ser epicentro de la celebración del Día de la Rebeldía Nacional este 26 de Julio, motivación patriótica que se recibió
Testigo excepcional del ataque a la segunda fortaleza militar del país, en 1953, los hijos de esta tierra rebelde no olvidan el heroísmo de los jóvenes de la Generación del Centenario al encender la llama que alimentó la lucha hasta el triunfo definitivo, en enero de 1959.
Cada vez que se acerca otro 26 de Julio y el aire de grandeza prevalece en la oriental urbe, se recuerda el gesto altruista de quienes simbolizaron el pensamiento anticipador de José Martí de que el verdadero hombre no mira de qué lado se vive mejor, sino de qué lado está el deber.
No hubo mejores intérpretes de la prédica martiana que los osados asaltantes del cuartel Moncada, persuadidos de que había llegado la hora de estallar la carga para matar bribones y acabar la obra de las revoluciones, como vislumbró en sus versos Rubén Martínez Villena.
Tras el triunfo de la Revolución, en cada conmemoración de la epopeya el pueblo rinde tributo a sus héroes y mártires con resultados en la vida socioeconómica, y se siente más identificado con los ideales de los que asumieron valientemente el enfrentamiento al régimen de Fulgencio Batista.
Pero una de las celebraciones más recordadas que conmovió a los santiagueros y caló hondamente en el sentimiento nacional fue la de 1973, en el aniversario 20 de la gesta, cuando el Comandante en Jefe Fidel Castro citó los encendidos versos del poeta revolucionario Martínez Villena.
“Hace falta una carga para matar bribones, para acabar la obra de las revoluciones; para vengar los muertos, que padecen ultraje, para limpiar la costra tenaz del coloniaje; para poder un día, con prestigio y razón, extirpar el Apéndice de la Constitución;… para que la República se mantenga de sí, para cumplir el sueño de mármol de Martí;… para que nuestros hijos no mendiguen de hinojos la patria que los padres nos ganaron de pie”.
Y Fidel concluyó emocionado, ante los cerrados aplausos del pueblo: “Desde aquí te decimos Rubén: el 26 fue la carga que tú pedias”.
En la labor periodística de ese digno cubano que llegó a ser un intelectual de gran prestigio, está la esencia, no solo de su estro lírico y ensayos literarios, sino de la evolución de su pensamiento político, puesto al servicio de las mejores causas en la prensa revolucionaria.
Uno de los presentes en ese acto de 1973, el combatiente y periodista Manuel Antonio García, recuerda el ambiente patriótico y emotivo que se respiraba, que llegó a su clímax, subraya, con el discurso siempre visionario y aleccionador de Fidel.
Cuántos ejemplos perviven en la memoria del pueblo para andar tras sus huellas: ahí están los moncadistas Abel Santamaría, Boris Luis Santa Coloma, Mario Muñoz Monroy, José Luis Tassende, Renato Guitart, y Melba Hernández y Haydée Santamaría, símbolos del estoicismo de las cubanas.
Ellos y otros tantos buenos hijos de Cuba cimentaron la obra que sucesivas administraciones de Estados Unidos han tratado de destruir, pero a contrapelo la Revolución sigue altiva y empeñada en edificar el socialismo próspero y sostenible, como ha reiterado el General de Ejército Raúl Castro, uno de los asaltantes al cuartel Moncada.
Como chispa convertida en fuego, la llama del 26 de julio de 1953 ha iluminado por los mejores senderos a Cuba y a los pueblos hermanos América Latina y el Caribe, continuadores del ejemplo de la Patria de José Martí y abanderados de las ideas de su líder histórico Fidel Castro.
con alegría, evocación y reconocimiento de cómo ha germinado en los pueblos hermanos del continente la semilla del Moncada.
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