viernes, 27 de julio de 2018

Del Programa del Moncada a la actual Constitución, igual esencia

 Aída Quintero Dip
   El Día de la Rebeldía Nacional, el 26 de Julio, es de las fechas más memorables de la Patria, cuando el pueblo rinde tributo a los héroes y mártires de la gesta heroica de 1953, renueva el compromiso de ser fiel a su legado, y, sobre todo, valora cuánto ha hecho la Revolución en el poder para cumplir el Programa del Moncada.
   Este momento de celebración histórica por el aniversario 65 de la epopeya, también convida a reflexionar sobre la grandiosa obra edificada para hacer realidad el profundo anhelo, al fin logrado, de José Martí: “Yo quiero que la ley primera de nuestra República sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre”.
   En aquella acción los jóvenes de la Generación del Centenario con Fidel Castro al frente atacaron la segunda fortaleza militar en el país para despertar el archipiélago dormido desde hacía tiempo y mostrar la existencia de una vanguardia y un líder, que esgrimían la táctica de la lucha armada para combatir los males de la nación.
  La Historia me absolverá como alegato de autodefensa en el juicio por esos sucesos y trascendental documento de denuncia de la paupérrima situación socioeconómica que imperaba en el panorama nacional, define las características y magnitud del Programa del Moncada, que es el de la Revolución, con el supremo interés de hacer un mejor país “Con todos y para el bien de todos”, como lo soñó Martí.
   Tanto su letra como su espíritu incitaban a transformar radicalmente las condiciones de la Isla donde, por ejemplo, abundaban los cubanos sin empleo o los obreros industriales y braceros cuyos salarios pasaban de las manos del patrón a las del garrotero, con una vida de trabajo perenne y como descanso la tumba.
   En los profesionales jóvenes caían otros desmanes: médicos, ingenieros, abogados, veterinarios, pedagogos, dentistas, farmacéuticos, periodistas, pintores, escultores, salían de las aulas con sus títulos deseosos de lucha y llenos de esperanza para encontrarse cerradas todas las puertas.
   Por eso el valiente joven abogado Fidel Castro, al mando de corajudos hombres y mujeres, decidió atacar el cuartel Moncada no para propiciar un cambio de un tirano por un presidente al frente de la República, con un consejo de ministros, un congreso y un ejército a la usanza de la democracia representativa de la época.
   La acción del 26 de julio de 1953 resultó una respuesta enérgica y osada al testamento político de José Martí y encarnó su ideario como aliento y bandera de impulso a la lucha de liberación nacional, con un basamento auténtico y propuestas concretas para propiciar cambios profundamente radicales en la nación.
   Otro soberano objetivo apuntaba a que el pueblo pudiera acceder a las diversas esferas del saber, la cultura, la salud, la educación, la ciencia; tener un trabajo decoroso y elevar su nivel y calidad de vida, en esencia dignidad plena, como la primera ley que promulgaba el Héroe Nacional.
   Por su esencia, principios y sentido benefactor da continuidad al Programa del Moncada la Constitución actual, aprobada el 24 de febrero de 1976, en referendo popular, justamente cuando se cumplía el aniversario 81 del comienzo de la Guerra Necesaria de 1895, cuyo artífice principal fue el Apóstol de la Independencia.
   Esa tradición nacida desde el propio inicio de las luchas independentistas en 1868, la patentiza la Constitución de Guáimaro que los patriotas elaboraron y aprobaron, el 10 de abril de 1869, en plena guerra y con artículos hondamente radicales a favor de las masas populares.
   El pueblo de Cuba vive otro momento de alta significación en su historia: la actual Constitución de la República -aprobada en 1976 con el respaldo del 97,7 por ciento de los ciudadanos-, marcha hacia una reforma total, en un proceso que será amplio, participativo  y trascendental.
   La gran responsabilidad de enriquecer y aprobar la Ley de Leyes la tiene el pueblo de esta Isla, como no la tiene nadie en el mundo, una ocasión formidable, única, para seguir construyendo una nación siempre mejor, “Con todos y para el bien de todos”, como lo soñó Martí.

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