Aída Quintero Dip
Cuando se celebra con renovado patriotismo la histórica fecha del 26 de Julio, Día de la Rebeldía Nacional, en Santiago de Cuba se evoca a Gloria Cuadras de la Cruz (1911-1987), destacada combatiente de estrechos vínculos con Fidel y la Generación del Centenario.
Veterana luchadora desde la época de Gerardo Machado, el asalto al cuartel Moncada, en 1953, la conmovió de la misma manera que estremeció a todo el país, y le dio la esperanza de labrar un futuro mejor para su sufrida Patria.
En sus testimonios rememoraba con vehemencia el justo instante en que conoció a Fidel y la seguridad de que tenía delante al hombre que cambiaría definitivamente el destino de Cuba.
Con frecuencia recordaba que ante su insistencia por asistir al juicio de los asaltantes a la fortaleza militar, un oficial de la dictadura inquiría por qué tanto interés en ver a Fidel y en seguir aquel hecho, y ella sencillamente decía que era un buen hombre, revolucionario, honesto y además muy galante.
Junto a su esposo, Amaro Iglesias, rescató los restos de los muertos por aquellos sucesos para darles digna sepultura, y asumió la misión de cuidar las tumbas de los mártires de la epopeya y de mantener relaciones plenas de cariño y respeto con sus familiares.
Santiago de Cuba no olvidará nunca su bravura y pasos sigilosos en tiempos de clandestinaje en la lucha por la libertad desde su ciudad natal, junto a Haydée Santamaría, Frank País, Vilma Espín, Armando Hart, Pepito Tey, Tony Alomá y Otto Parellada.
Con esa hornada de jóvenes revolucionarios desempeñó un rol protagónico en el levantamiento armado de la urbe, el 30 de noviembre de 1956, para apoyar el desembarco del yate Granma que venía desde México con Fidel Castro al frente para ser libres o mártires, como había vaticinado.
Asumió la gran responsabilidad de ser una de las máximas organizadoras del Movimiento 26 de Julio junto a Frank, y fue el enlace entre esa generación y la precedente, como luchadora experimentada y compañera de avatares de Antonio Guiteras.
Gloria se distinguía por sus convicciones muy sólidas e ímpetu poco común y cuando, por determinadas causas, se frustraban los anhelos libertarios no desmayaba ni un ápice su quehacer.
Su emblema era confiar siempre en el pueblo y en la fuerza de los buenos hijos de Cuba, así lo confesó muchas veces.
Laboró con esmero para apoyar a Eduardo Chibás, y con la muerte del hombre que esgrimía ''Vergüenza contra dinero'', el Partido Ortodoxo fue a la quiebra, pero Gloria buscó nuevos derroteros y los encontró en los jóvenes de la Generación del Centenario que atacaron el Moncada con la guía iluminada de Fidel.
A la justa causa de esos valientes cubanos se entregó en cuerpo y alma, y no se olvidan sus valiosos servicios junto a su esposo y a otros compañeros de lucha para saber dónde estaban enterrados los muertos por el ataque a la fortaleza el 26 de Julio.
De su colaboración, expresó una vez la Heroína del Moncada Melba Hernández Rodríguez del Rey:
“Ellos cuidaron de nuestros gloriosos cadáveres hasta dejarlos depositados en Santa Ifigenia y siempre nos mandaron mensajes de que estaban bien cuidados y de que se les ponía flores. Siempre muy cerca de nosotros el pueblo de Santiago de Cuba y muy especial el caso ejemplar de esa luchadora que se llamó Gloria Cuadras.”
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