lunes, 28 de enero de 2019

José Martí, un ser profundamente humano



Aída Quintero Dip
  Cuando se cumple el aniversario 166 del natalicio del Héroe Nacional cubano José Martí, quien vio la luz un viernes muy frío, alrededor de la una de la madrugada, quiero evocar al hombre sincero que daba su mano franca y de niño fue travieso, cazaba mariposa, cultivaba plantas en el patio de su casa; al primogénito de una familia de siete hermanas a las cuales quería entrañablemente  y ayudaba a la madre a cuidarlas. 
 Quiero recordar  al hombre de acrisoladas virtudes que  lo convirtieron en un ser profundamente humano: cautivador, enamorado del amor, de la vida, de la madre, de la mujer, y de las causas justas, buen amigo y patriota apasionado, con una sensibilidad tal como para anteponerlo todo a la Patria.
 Quiero recordar al Apóstol de la independencia de Cuba  que poseía  un talento para comunicar y movilizar con un verbo ardiente como periodista de primera línea; al tiempo que tenía amigos del alma como Fermín Valdés Domínguez y maestros que forjaron su carácter como Rafael Sixto Casado, el primero, y Rafael María de Mendive.
  Quiero evocar pasajes del hombre de carne y hueso que fue el Héroe de Dos Río, de gran corazón, que necesitaba un rincón para querer y que lo quisieran, que dormía poco y escribía mucho, de vestir modesto, pero pulcro, y que tuvo el privilegio de que las mujeres se apasionaban con él, mas Carmen Zayas Bazán fue el amor de su existencia.
  Quiero recordar al Apóstol que padeció varias enfermedades, no  obstante hizo  147 viajes en cinco años, muchos  en  afanes libertarios,  y  en una ocasión escribió: “De salud no muy bien, pero traigo en el alma la alegría de un hombre de trabajo en tiempo de fundación”, refiriéndose a la creación del Partido Revolucionario Cubano.
    Quiero recordar al Martí comunicador que mostró también su alta sensibilidad en un texto pedagógico de alcance ético y humano como La Edad de Oro, que trasciende por la calidad de los mensajes para los niños y las niñas a los cuales aconsejaba que “la bondad da belleza”, con plena vigencia a 130 años de fundado.
  Quiero evocar al más universal de los cubanos, del cual se dijo: "La palabra de aquel hombre era miel y no me cansaba de oírlo". "Su palabra era algo viviente que transfundía vida". "Como escribía hablaba y era un mago que subyugaba al auditorio".
 Quiero recodar al Martí que tomaba vino medicinal vigorizante de las funciones del cerebro y gustaba del  café y el chocolate, además tenía predilección por las hayacas venezolanas y las arepas y tortillas mexicanas.
  Quiero recordar a quien dijo que “José White no toca, suspira”, y que “la música era el hombre escapado de sí mismo”.
  “No hay mayor hermosura que el agradecimiento”, sentenció nuestro José Martí, y hoy yo quiero agradecer por todo cuanto el Maestro nos ha dado, a Cuba y al mundo entero.

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