Aída Quintero Dip
Cuando se cumple el aniversario 166 del natalicio del Héroe Nacional
cubano José Martí, quien vio la luz un viernes muy frío, alrededor de la una de
la madrugada, quiero evocar al hombre sincero que daba su mano franca y de niño
fue travieso, cazaba mariposa, cultivaba plantas en el patio de su casa; al primogénito
de una familia de siete hermanas a las cuales quería entrañablemente y ayudaba a la madre a cuidarlas.
Quiero recordar al hombre de acrisoladas virtudes que lo convirtieron en un ser profundamente
humano: cautivador, enamorado del amor, de la vida, de la madre, de la mujer, y
de las causas justas, buen amigo y patriota apasionado, con una sensibilidad
tal como para anteponerlo todo a la Patria.
Quiero recordar al Apóstol
de la independencia de Cuba que
poseía un talento para comunicar y
movilizar con un verbo ardiente como periodista de primera línea; al tiempo que
tenía amigos del alma como Fermín Valdés Domínguez y maestros que forjaron su
carácter como Rafael Sixto Casado, el primero, y Rafael María de Mendive.
Quiero evocar pasajes del
hombre de carne y hueso que fue el Héroe de Dos Río, de gran corazón, que
necesitaba un rincón para querer y que lo quisieran, que dormía poco y escribía
mucho, de vestir modesto, pero pulcro, y que tuvo el privilegio de que las
mujeres se apasionaban con él, mas Carmen Zayas Bazán fue el amor de su
existencia.
Quiero recordar al Apóstol
que padeció varias enfermedades, no
obstante hizo 147 viajes en cinco
años, muchos en afanes libertarios, y en
una ocasión escribió: “De salud no muy bien, pero traigo en el alma la alegría
de un hombre de trabajo en tiempo de fundación”, refiriéndose a la creación del
Partido Revolucionario Cubano.
Quiero
recordar al Martí comunicador que mostró también su alta sensibilidad en un
texto pedagógico de alcance ético y humano como La Edad de Oro, que trasciende
por la calidad de los mensajes para los niños y las niñas a los cuales
aconsejaba que “la bondad da belleza”, con plena vigencia a 130 años de fundado.
Quiero evocar al más universal de los
cubanos, del cual se dijo: "La palabra de aquel hombre era miel y no me
cansaba de oírlo". "Su palabra era algo viviente que transfundía
vida". "Como escribía hablaba y era un mago que subyugaba al
auditorio". Quiero recodar al Martí que tomaba vino medicinal vigorizante de las funciones del cerebro y gustaba del café y el chocolate, además tenía predilección por las hayacas venezolanas y las arepas y tortillas mexicanas.
Quiero recordar a quien dijo que “José White no toca, suspira”, y que “la música era el hombre escapado de sí mismo”.
“No hay mayor hermosura que el agradecimiento”, sentenció nuestro José Martí, y hoy yo quiero agradecer por todo cuanto el Maestro nos ha dado, a Cuba y al mundo entero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario