domingo, 6 de enero de 2019

César Garrido y la historia que palpita en su alma



Aída Quintero Dip foto: Miguel Rubiera Jústiz
  A 60 años de Revolución triunfante todavía camina por las calles de Santiago de Cuba la historia viva, representada en veteranos combatientes que enfrentaron a sangre y fuego la feroz tiranía de Fulgencio Batista cuando eran jóvenes dispuestos a conquistar la soñada alborada de la libertad.
  Emociona escucharlos, conocer las vivencias de quienes no se vanaglorian de su entrega sin límites a la causa, porque sencillamente sienten orgullo de haber cumplido el deber, al  ser protagonistas de una epopeya más grande que nosotros mismos, que sigue siendo faro de luz para muchos pueblos del mundo.
  Uno de ellos es César Garrido Pérez, al que, apenas siendo mozalbete, le surgieron inquietudes sobre el monocultivo de la caña y el sistema educacional, quería cambiar condiciones de injusticia en su natal Alto Songo, donde vio la luz el 12 de enero de 1935, influenciado por su familia, especialmente del padre comunista.
  Con ese antecedente que le forjó para no ser solo testigo ante los males de la sufrida nación, al mudarse en 1950 para la ciudad de Santiago de Cuba se incorporó a la lucha, primero en manifestaciones estudiantiles en el Instituto de Segunda Enseñanza, luego en acciones de más envergadura como sabotajes, contactos, labores de propaganda, apoyo al Ejército Rebelde…
  “Estoy orgulloso de ser parte de esa pléyade de jóvenes como Frank País, Pepito Tey, Tony Alomá, Salvador Pascual, Félix Pena, Héctor Pavón, mártires de la Patria, que conspiraban en La Placita, en casas de colaboradores, en fábricas y los sitios más insospechados de una ciudad rebelde, hospitalaria, comprometida con todo lo que oliera a revolución”, confiesa.
  “Arriesgué la vida en varias acciones, recuerda, en ocasiones en que fui sospechoso y me registraron, me decían: ´Si te vuelvo a ver no respondo´ o ´anoche pude haberte matado, vete´. Era la época en que obstruíamos verbenas que organizaban para dar la impresión de que el pueblo estaba contento con la situación del país;  así, en una de estas, recibí golpes en la cabeza, fui operado por una fractura y hasta Frank me fue a ver al hospital.
  “Pero es en diciembre, días después del levantamiento armado del 30 de noviembre de 1956, cuando me integro oficialmente al Movimiento 26 de Julio (M-26-7) en las milicias de acción y sabotaje, mediante Miguel Peña que mantenía vínculos estrechos con Raúl Perozo, ya probado en la lucha, en un grupo dirigido por Emiliano Díaz, otro mártir junto a  su hermano Carlos”.
  Garrido Pérez tiene grabado en su memoria la manifestación popular por la muerte de Frank,  el 30 de julio de 1957, cuando el M-26-7 se jugó la vida en honor a su entrañable jefe y el pueblo santiaguero demostró su apoyo a pecho descubierto a la lucha, condición puesta de relieva ya en el acontecer nacional, pero ese día brilló por el desafío frontal a la dictadura.
 El audaz combatiente tuvo participación destacada en numerosos hechos y rememora en particular la Huelga del 9 de Abril, como miembro de la célula obrera clandestina de la Planta Eléctrica, donde fue a trabajar en enero de 1957 como aprendiz del taller de mecánica, conoció a Héctor Pavón y a otros compañeros de afanes libertarios, en un colectivo que nunca delató a nadie a pesar de conocer en lo que andaban.
 Este santiaguero se alzó a finales de 1958 en la columna 10 René Ramos Latour del II Frente Oriental Frank País y después pasó a la 9 Antonio Guiteras del III Frente Mario Muñoz, con la que participó, como miembro de su tropa de choque, en el cerco a Santiago de Cuba, en diciembre de ese año,  una arriesgada misión por la superioridad de hombres y armas de los efectivos enemigos.
  “La Operación Santiago, refiere, fue todo el tiempo favorable para el Ejército Rebelde, desde la victoria de la batalla de Guisa se puso en marcha y se le sumaron la toma y liberación de cuarteles aledaños a la ciudad como El Cristo, el Cobre, El Caney, La Maya, San Luis y Alto Songo, así como la derrota de un fuerte convoy enemigo en el Puerto de Moya”.
  “Era el plan estratégico de Fidel y la dirección del M-26-7 para tomar la segunda capital del país, y yo tuve el privilegio de ser de las columnas que bajaron con el Comandante en Jefe hacia  El Escandel, donde establece la Comandancia General del Ejército Rebelde y se entrevista con el  jefe de la plaza de Santiago de Cuba, el coronel José M. Rego Rubido para la rendición de la fortaleza militar.
   “Y la historia del 95 no se repitió, esta vez los mambises sí entraron en Santiago de Cuba como había vaticinado Fidel”, subraya emocionado el veterano combatiente.
    En los avatares de la lucha sintió la pérdida de compañeros valiosos y algunos no han recibido los honores que merecen, piensa, como Indalecio Montejo Gómez, primer teniente rebelde, hombre valiente, que fue apresado, torturado y en todas las acciones ocupó la vanguardia, un camagüeyano devenido santiaguero que murió en un fatal accidente.
  Hoy César ostenta con orgullo las medallas de la Lucha Clandestina y por los aniversario 30, 40, 50 y 60  de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, muestra de su heroísmo en los tiempos en que tomar partido podía ser motivo para perder la vida. Hoy tiene otro trofeo siempre a su lado, su fiel esposa Josefina.
   Con la Revolución en el poder ha estado lo mismo en la trinchera del conocimiento que en la del trabajo desde estudiante de Economía en la Universidad de Oriente, que no pudo terminar; cursar estudios en la ex Unión Soviética, graduarse de Licenciado en Ciencias Sociales y ser subdirector de la Refinería Hermanos Díaz.
   En el campo político su experiencia es vasta, resultó secretario general del núcleo del Partido Unido Revolucionario Socialista en la Planta Eléctrica, para más tarde ocupar responsabilidades en el Partido Comunista de Cuba en los municipios de Santiago de Cuba y Guamá y a nivel provincial por más de 20 años.
  La nueva y la vieja generación santiaguera se privilegian en tenerlo cerca; a pesar de su delicado estado de salud y a sus 84 años César Garrido Pérez siempre encuentra motivos para dialogar y enseñar, empeñado, sobre todo, en salvaguardar la historia que ayudó a forjar con la imprescindible presencia de Fidel como guía para actuar en cada momento de su vida.

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