miércoles, 30 de enero de 2019

Idilio nacido en la manigua, boda rebelde de Raúl y Vilma



Aída Quintero Dip

 “Boda rebelde, idilio surgido en la manigua, es el título de la exposición fotográfica que celebra los 60 años del matrimonio del entonces Comandante Raúl Castro y la combatiente revolucionaria Vilma Espín, la cual se exhibe en  la sala transitoria del Memorial que perpetúa la vida y obra de la Heroína de la Sierra y el Llano, en la ciudad de Santiago de Cuba.

  A la sagacidad de los profesionales del lente Francisco Cano (Panchito) y Humberto M. Pérez, se debe este regalo de unas 20 instantáneas,  junto a otras del archivo de la institución cultural santiaguera, de la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado y de la Galería Arte Santiago.

  Mediante imágenes se rememora  la significativa y modesta ceremonia que tuvo como escenario el Hotel Rancho Club, de la legendaria ciudad,  el 26 de enero de 1959, y que constituye un símbolo de una relación amorosa consagrada en el tiempo y modelo de la familia cubana.

  Además de la exposición fotográfica se exhibe el acta del matrimonio ante el doctor Juan Escalona Reguera, abogado y notario con jurisdicción  en El Cobre, que tuvo entre sus testigos a Asela de los Santos y a Manuel Piñeiro; los zapatos utilizados por Vilma, un ejemplar de las invitaciones y una de las copas de cristal empleadas en el brindis.

  También integra la exposición la página del 29 de noviembre del 2010 del libro de visitantes del Memorial Vilma Espín, firmada por el General de Ejército Raúl Castro, quien escribió: “El 26 de enero de 1959 en esta casa me puse un nuevo uniforme de guerrillero y me fui a la boda con Vilma… lo mejor y más lindo que hice toda mi vida”.

  Asimismo refleja otros momentos de la familia de los dos guerrilleros del II Frente Oriental Frank País García, con los hijos y los nietos, como expresión de una relación que resultó imperecedera, porque a los principios patrióticos, revolucionarios y éticos, les unió el amor.

  Vilma sintió la satisfacción de haber forjado -junto a Raúl- una hermosa familia, pródiga de amor, de cuatro hijos y ocho nietos, con la que seguramente quiso perpetuar de alguna manera su vida y experiencia clandestina y guerrillera, pues dos de sus hijas llevan sus más conocidos nombres de guerra: Déborah y Mariela.

 Precisamente Mariela, al referirse a su papá y también a su mamá, en la última sesión de la Asamblea Nacional del Poder Popular  manifestó: "....me enseñó que se puede amar a la Revolución sin abandonar a la familia, y que se puede amar a la familia sin abandonar a la Revolución".


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