Aída
Quintero Dip
“Boda rebelde, idilio surgido en la manigua,
es el título de la exposición fotográfica que celebra los 60 años del matrimonio
del entonces Comandante Raúl Castro y la combatiente revolucionaria Vilma
Espín, la cual se exhibe en la sala
transitoria del Memorial que perpetúa la vida y obra de la Heroína de la Sierra
y el Llano, en la ciudad de Santiago de Cuba.
A la sagacidad de los profesionales del lente
Francisco Cano (Panchito) y Humberto M. Pérez, se debe este regalo de unas 20 instantáneas,
junto a otras del archivo de la institución
cultural santiaguera, de la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado
y de la Galería Arte Santiago.
Mediante
imágenes se rememora la significativa y
modesta ceremonia que tuvo como escenario el Hotel Rancho Club, de la legendaria
ciudad, el 26 de enero de 1959, y que constituye
un símbolo de una relación amorosa consagrada en el tiempo y modelo de la
familia cubana.
Además
de la exposición fotográfica se exhibe el acta del matrimonio ante el doctor
Juan Escalona Reguera, abogado y notario con jurisdicción en El Cobre, que tuvo entre sus testigos
a Asela de los Santos y a Manuel Piñeiro; los zapatos utilizados por Vilma, un
ejemplar de las invitaciones y una de las copas de cristal empleadas en el
brindis.
También
integra la exposición la página del 29 de noviembre del 2010 del libro de
visitantes del Memorial Vilma Espín, firmada por el General de Ejército Raúl
Castro, quien escribió: “El 26 de enero de 1959 en esta casa me puse un nuevo
uniforme de guerrillero y me fui a la boda con Vilma… lo mejor y más lindo que
hice toda mi vida”.
Asimismo refleja otros momentos de la familia de los dos guerrilleros del II
Frente Oriental Frank País García, con los hijos y los nietos, como expresión
de una relación que resultó imperecedera, porque a los principios patrióticos,
revolucionarios y éticos, les unió el amor.
Vilma sintió la
satisfacción de haber forjado -junto a Raúl- una hermosa familia, pródiga de
amor, de cuatro hijos y ocho nietos, con la que seguramente quiso perpetuar de
alguna manera su vida y experiencia clandestina y guerrillera, pues dos de sus
hijas llevan sus más conocidos nombres de guerra: Déborah y Mariela.
Precisamente
Mariela, al referirse a su papá y también a su mamá, en la última
sesión de la Asamblea Nacional del Poder Popular manifestó: "....me enseñó que se puede
amar a la Revolución sin abandonar a la familia, y que se puede amar a la
familia sin abandonar a la Revolución".
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