Aída
Quintero Dip
He hecho del
periodismo el sentido de mi vida, más de
41 años activa en la profesión es tiempo
suficiente para corroborarlo, años de sacrificio, dedicación y también
satisfacciones, pero ser periodista en tiempo de Fidel es lo más grande para mí, el premio que nunca creí merecer.
Desde los
estudios de preuniversitario me enamoré de la carrera y cuando la comencé en la
Universidad de La Habana me apasionó saber que sería una cronista de mi tiempo.
He vivido
momentos de gloria, de alegría por los premios, de buenos resultados,
intercambios, eventos, de función de
jurado, el honor de estar en tres
congresos de la Upec, de entrevistar personas increíbles y dar coberturas a
sucesos memorables de la Patria.
También he sufrido la pérdida de magníficos
colegas, me acompañaron avatares, incomprensiones,
inconvenientes, algunos regaños, justos
o sin razón; en resumen he estado en el
punto de colimador, pero siempre con mirada al frente, nunca esquivando tareas, con ética, compromiso, respeto,
lealtad y vocación de servicio al pueblo.
En este
bregar me han acompañado personas maravillosas que me enseñaron a ser mejor
persona y otras no tanto, por lo que muy pronto olvidé su mal proceder hacia
mí, pero también les agradezco porque me
enseñaron crecer.
Sin embargo,
ningún sinsabor me ha quitado el sueño, sobre todo, cuando pienso que soy
periodista en Cuba y en tiempos de Revolución, tengo que disfrutar a plenitud
esa felicidad en una época en que los humildes y las mujeres han ocupado el
verdadero lugar que le corresponde en la sociedad.
Tengo una
máxima: el oficio se adquiere en el trabajo, el verdadero periodista se forja
en el ejercicio cotidiano, con responsabilidad y disciplina. En mi caso he sido
por más de20 años cuadro de la prensa y nunca dejé de escribir, incluso la
mayoría de los más de 40 premios periodísticos obtenidos corresponden a esa
etapa.
He enseñado
a los jóvenes periodistas, y me siento recompensado por esa labor, le he
enseñado lo que mi experiencia me ha permitido ofrecerles, a quienes siempre
les recalco que la academia les aporta
una parte importante, el oficio se logra
en la práctica, junto al afán de superación constante.
Me enorgullezco
por haber merecido el Premio Gloria Cuadras por la Obra del Año en dos
ocasiones. Qué honor, llegué a conocerla, ella era una periodista de pluma y fusil,
santiaguera de pura cepa, brava, osada, revolucionaria
íntegra que representó el enlace entre la generación que combatió a Gerardo
Machado y la Generación del Centenario.
También me
hace feliz que la Unión de Periodistas en Santiago de Cuba me haya otorgado al
término de 2017 el Premio Mariano Corona Ferrer por la Obra de la Vida, un patriota de pluma y
fusil que tuvo la estima y confianza de Antonio Maceo y dirigió el Cubano
Libre, una artillería pesada en la guerra de independencia.
Pero el
trofeo que más quiero, que no puedo tocar con mis manos y me acompaña invariablemente en la vida: ser
periodista en tiempos de Fidel.
Sus
enseñanzas constituyen mi mejor escuela, esa que me ofreció por la Televisión,
en sus discursos, esa que aprendí de su obra y también la que percibí de cerca
en reuniones, en coberturas, en congresos.
Disfruté de
su aleccionadora presencia y sabiduría en dos de los tres congresos de la Upec en
que tuve el honor de ser delegada: el
quinto y el séptimo, en 1999, cuando de tres días lo alargó a 5 pues nos dijo
que necesitaba tiempo para conspirar con nosotros sobre temas cruciales nacionales,
internacionales y del periodismo, quería que lo admitiéramos en nuestras filas
como un periodista más, y con qué
orgullo y cálido aplauso lo recibimos.
Asimismo mis primeras
coberturas de importancia el 11 de marzo de 1978 en la celebración del
aniversario 20 de la creación del II Frente Oriental Frank País, donde Fidel habló y encendió la Llama Eterna que arde en
el mausoleo en honor a los mártires del frente guerrillero, y pocos días
después, el 15 de marzo, en el centenario de la Protesta de Baraguá, con su
histórico discurso.
Le debo a
esta profesión mi vocación martiana, tras las huellas del comunicador José
Martí y buscando su herencia todavía virgen en el periodismo que hacemos hoy he
andado en los Talleres Nacionales Martí y la Prensa, donde he ganado en dos
ocasiones el Gram Premio Nuestra América y también la certeza de que tenemos una gran deuda
con su legado que resume el concepto de
que el periodista es un soldado de las ideas.
A Martí, a Fidel, mis paradigmas, los sigo
teniendo cerca, están ahí juntos, el Maestro en su Mausoleo, el discípulo en
una piedra donde no cabe su grandeza, cual grano de maíz con toda la gloria del
mundo, en el cementerio patrimonial Santa Ifigenia, en su Santiago de Cuba, a
la cual lo unían vínculos afectivos e históricos, y le dio las gracias por
tanto apoyo en el camino hacia la libertad y en la consolidación de la epopeya.
Hermosas vivencias,Gracias por compartir esos sentimientos y por enseñarnos a crecer.
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