martes, 12 de marzo de 2019

Ser periodista en tiempos de Fidel


Aída Quintero Dip
  He hecho del periodismo el sentido de mi vida,  más de 41 años activa en la profesión  es tiempo suficiente para corroborarlo, años de sacrificio, dedicación y también satisfacciones, pero ser periodista en tiempo de Fidel es lo más  grande para mí, el premio que nunca creí merecer.
  Desde los estudios de preuniversitario me enamoré de la carrera y cuando la comencé en la Universidad de La Habana me apasionó saber que sería una cronista de mi tiempo.
  He vivido momentos de gloria, de alegría por los premios, de buenos resultados, intercambios, eventos,  de función de jurado,  el honor de estar en tres congresos de la Upec, de entrevistar personas increíbles y dar coberturas a sucesos memorables de la Patria.
  También he sufrido la pérdida de magníficos colegas,  me acompañaron avatares, incomprensiones, inconvenientes, algunos regaños,  justos o sin razón;  en resumen he estado en el punto de colimador, pero siempre con mirada al frente, nunca  esquivando tareas, con ética, compromiso, respeto, lealtad y vocación de servicio al pueblo.
  En este bregar me han acompañado personas maravillosas que me enseñaron a ser mejor persona y otras no tanto, por lo que muy pronto olvidé su mal proceder hacia mí,  pero también les agradezco porque me enseñaron  crecer.
  Sin embargo, ningún sinsabor me ha quitado el sueño, sobre todo, cuando pienso que soy periodista en Cuba y en tiempos de Revolución, tengo que disfrutar a plenitud esa felicidad en una época en que los humildes y las mujeres han ocupado el verdadero lugar que le corresponde en la sociedad.
  Tengo una máxima: el oficio se adquiere en el trabajo, el verdadero periodista se forja en el ejercicio cotidiano, con responsabilidad y disciplina. En mi caso he sido por más de20 años cuadro de la prensa y nunca dejé de escribir, incluso la mayoría de los más de 40 premios periodísticos obtenidos corresponden a esa etapa.
  He enseñado a los jóvenes periodistas, y me siento recompensado por esa labor, le he enseñado lo que mi experiencia me ha permitido ofrecerles, a quienes siempre les recalco que  la academia les aporta una parte importante, el  oficio se logra en la práctica, junto al afán de superación constante.
  Me enorgullezco por haber merecido el Premio Gloria Cuadras por la Obra del Año en dos ocasiones. Qué honor, llegué a conocerla, ella era una periodista de pluma y fusil, santiaguera  de pura cepa, brava, osada, revolucionaria íntegra que representó el enlace entre la generación que combatió a Gerardo Machado y la Generación del Centenario.
  También me hace feliz que la Unión de Periodistas en Santiago de Cuba me haya otorgado al término de 2017 el Premio Mariano Corona Ferrer  por la Obra de la Vida, un patriota de pluma y fusil que tuvo la estima y confianza de Antonio Maceo y dirigió el Cubano Libre, una artillería pesada en la guerra de independencia.  
  Pero el trofeo que más quiero, que no puedo tocar con mis manos  y me acompaña invariablemente en la vida: ser periodista en tiempos de Fidel.
Sus enseñanzas constituyen mi mejor escuela, esa que me ofreció por la Televisión, en sus discursos, esa que aprendí de su obra y también la que percibí de cerca en reuniones, en coberturas, en congresos.
  Disfruté de su aleccionadora presencia y sabiduría en dos de los tres congresos de la Upec en que tuve el honor de ser delegada:  el quinto y el séptimo, en 1999, cuando de tres días lo alargó a 5 pues nos dijo que necesitaba tiempo para conspirar con nosotros sobre temas cruciales nacionales, internacionales y del periodismo, quería que lo admitiéramos en nuestras filas como un periodista más,  y con qué orgullo y cálido aplauso lo recibimos.
  Asimismo mis primeras coberturas de importancia el 11 de marzo de 1978 en la celebración del aniversario 20 de la creación del II Frente Oriental Frank País, donde Fidel  habló y encendió la Llama Eterna que arde en el mausoleo en honor a los mártires del frente guerrillero, y pocos días después, el 15 de marzo, en el centenario de la Protesta de Baraguá, con su histórico discurso.
  Le debo a esta profesión mi vocación martiana, tras las huellas del comunicador José Martí y buscando su herencia todavía virgen en el periodismo que hacemos hoy he andado en los Talleres Nacionales Martí y la Prensa, donde he ganado en dos ocasiones el Gram Premio Nuestra América  y también la certeza de que tenemos una gran deuda con su legado  que resume el concepto de que el periodista es un soldado de las ideas.
  A Martí, a Fidel, mis paradigmas, los sigo teniendo cerca, están ahí juntos, el Maestro en su Mausoleo, el discípulo en una piedra donde no cabe su grandeza, cual grano de maíz con toda la gloria del mundo, en el cementerio patrimonial Santa Ifigenia, en su Santiago de Cuba, a la cual lo unían vínculos afectivos e históricos, y le dio las gracias por tanto apoyo en el camino hacia la libertad y en la consolidación de la epopeya.

1 comentario:

  1. Hermosas vivencias,Gracias por compartir esos sentimientos y por enseñarnos a crecer.

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