AÍDA QUINTERO DIP
Quién mejor que Rolando Beltrán Hurtado para integrar la
selecta lista de galardonados con el Premio José de la Luz y Caballero que se otorga,
cada dos años, a pedagogos que presentan a concurso enfoques y enjundiosos análisis
sobre la vida y obra del célebre educador cubano del siglo XX.
Quién mejor que este discípulo suyo que, como muchos
otros de sus coterráneos, ha hecho realidad la profecía del insigne maestro:
“Enseñar puede cualquiera, educar solo quien sea un evangelio vivo”.
La palabra maestro es algo mágica para este hombre, le
sugiere, le estimula, le emociona, siempre le convida al compromiso y al
trabajo sin límites, ante un empeño que le ganó desde que era apenas un
escolar.
El apego al magisterio le nació a Beltrán bajo la
influencia de muy buenos profesores que le dejaron huellas, al revelarle el
encanto de las primeras letras y los primeros números. “En el recuerdo guardo
nombres imprescindibles en mi formación como César Castellanos y Liliam
Pascual”.
Al responsable puesto de forjar nuevas
generaciones se ha dedicado con tanto amor que acumula 18 años consecutivos mereciendo la
condición de Vanguardia Nacional, además de ostentar la Orden Lázaro Peña de
III Grado, las medallas de Proeza Laboral y por la Educación Cubana,
y la Orden Frank
País, entre otras distinciones que lo honran en grado sumo.
Con tal aval confiesa: “Nada en mi vida tendría
sentido sin la escuela, sin la algarabía de más de mil niños y niñas que colman
las aulas de aprendizajes y alegrías. El seminternado Abel Santamaría de
El Caney, en Santiago de Cuba, que dirijo desde hace 37 años es la mayor
motivación de mi existencia”.
Él fue de aquellos jóvenes que respondieron a la
convocatoria de la
Revolución, en 1963, para hacerse maestro, que como dijo José
Martí es hacerse creador, y así pasó por la imprescindible escuela de Minas de
Frío, Topes de Collantes y Tarará, donde asimiló influencias de
paradigmas en el magisterio como Rafael María de Mendive y Raúl Ferrer.
“Esos hombres también han marcado mi actuación; merecí
el Premio Raúl Ferrer, en 1998, por mi trayectoria laboral en el sector, así
como la distinción que honra al maestro de José Martí por mis años de servicios
en un frente tan importante para el progreso del país”.
No hay secretos en esos logros, “sí consagración al
trabajo, amor con que asumo las tareas, el ejemplo personal como cuadro,
cohesión en la labor de todas las organizaciones, respaldo de los padres y de
la comunidad y, esencialmente, por contar con un colectivo de buenos maestros y
auxiliares.
El desempeño en la dirección del plantel no le ha
limitado como maestro impartiendo clases, siempre forjando. De esto dan
fe sus reiteradas evaluaciones de MB como profesor y la condición de Educador
Ejemplar desde 1982 hasta hoy, cuando ya es máster en Ciencias de la Educación, además de su
asidua participación en foros y eventos de pedagogía, en los cuales ha expuesto
experiencias de avanzada, aplicadas con resultados en el seminternado.
Más que sus éxitos, le estimulan los de su escuela,
ciertamente un modelo de la educación cubana, centro de referencia, Vanguardia
Nacional por 17 años consecutivos, puntera en el cuidado de la propiedad
social y el fomento de parcelas que complementan la formación integral del
escolar, con un movimiento cultural competitivo, y promociones que superan los
sueños.
Sui
géneris es la iniciativa de desarrollar el movimiento Seguidores de Abel que
permite fomentar valores patrióticos y revolucionarios, y al cual pueden
aspirar todos los alumnos, pero merecer la condición únicamente los más
integrales en el estudio y cumplimiento de las tareas pioneriles.
Abundan ejemplos de la simiente que esta escuela va
regando en el ámbito santiaguero y nacional y hasta más allá. Migdalia Escudero
es una buena referencia; en el “Abel Santamaría” concluyó con excelentes
resultados la
Enseñanza Primaria y hace unos pocos años regresó con nuevas
alegrías y sueños a su añorada escuela: fue a defender allí su tesis de Doctora
en Ciencias Pedagógicas.
Como Migdalia hay muchos jóvenes profesionales que
aportan en universidades, industrias, hospitales, instituciones científicas,
que no olvidan que allí adquirieron la primera luz del saber de las manos de
buenos maestros que sintetiza Rolando Beltrán Hurtado.
Esa es la mayor recompensa, el más dulce premio, destaca
quien disfruta por estos días un nuevo lauro a su centro escolar: El Premio Los
zapaticos de rosa, el más alto galardón que otorga la organización de Pioneros
José Martí a personalidades e instituciones cubanas.
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