Aída Quintero Dip
Sin sacudirse la angustia ante la devastación que dejó el
huracán Sandy, los hombres y mujeres de El Caney levantaron la frente y echaron
a andar.
A la primera impresión de dolor por el panorama tan
desolador que vislumbraron apenas
amaneció el 25 de octubre, cedió la certidumbre de que no podían quedarse con
los brazos cruzados.
Una tierra tan pródiga para el desarrollo de diversos cultivos,
sobre todo, de frutas, y reconocida por el valor y sencillez de su gente, no
podía dormirse en los laureles. Su estirpe no lo permitiría.
La impactante imagen de casas destruidas totalmente o con
deterioro parcial, escuelas, industrias, farmacia, policlínico, instalaciones
deportivas y comerciales con un panorama irreconocible de la noche a la mañana,
tuvo contrapartida con el trabajo que poco a poco fue aunando voluntades para
devenir hervidero de hombres, mujeres, jóvenes y hasta niños recuperando cuanto
era posible, con el respaldo de quienes llegaron de otras provincias con las
manos llenas de solidaridad.
Igual que hay jardines destrozados donde florecieron, como
por arte de magia, matas de rosas, en ese pedacito de Santiago de Cuba también renace
la vida, con la fortaleza de su gente que no se deja vencer ante los
infortunios.
Y es que los pobladores de El Caney están en zafarrancho de
combate, de faena en faena con especial entrega, apenas hay tiempo para el
descanso ni para pensar en los daños de “Sandy”. Los ojos y el corazón miran
hacia el futuro.
Es lógica esa actitud. Por allí están frescas las huellas de
Fidel con su tropa rebelde y victoriosa, en la alborada del triunfo, y más
reciente las de Raúl, una inyección de aliento a los caneyenses; por allí hay casas que recuerdan a Frank País,
cuando conspiraba contra la dictadura batistiana, y hay vestigios también de la
lucha por la independencia: el fuerte de El Viso es un testigo.
“Caney de Oriente, tierra de amores/ una florida donde vivió
el Siboney/ donde las frutas son como flores /llenas de aroma y saturadas de
miel”. Me parece escuchar la hermosa melodía del Trío Matamoros que no se cansó
de cantar a la fertilidad y belleza del terruño de los más famosos mangos de
Cuba.
Como su gente tiene un alto sentido colectivo, de amor a la Patria chica que es una
manera de amar la Patria
toda, piensan que habrá que echar rodilla en tierra para contar en el futuro
con las buenas cosechas de antaño, y los cubanos puedan seguir degustando los
sabrosos mangos de bizcochuelos, corazón, mamey, toledo…, así como la piña, el
mamoncillo, el marañón…
Y es que ni “Sandy” ni nadie ha podido arrancar el espíritu
indoblegable de este pueblo que ha puesto a un lado el dolor por la tragedia y
está inmerso en la faena de recuperación para levantar su ciudad desde los
escombros.
Quien alababa a El Caney, tierra pródiga, divina, donde las
frutas son como flores, saturadas de miel; seguramente no la reconocería hoy,
pero sus habitantes están dispuestos a devolverle su fisonomía y tal vez dejarla más hermosa todavía.
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