sábado, 3 de noviembre de 2012

Crónica a El Caney, una tierra pródiga



Aída Quintero Dip

Sin sacudirse la angustia ante la devastación que dejó el huracán Sandy, los hombres y mujeres de El Caney levantaron la frente y echaron a andar.
A la primera impresión de dolor por el panorama tan desolador que  vislumbraron apenas amaneció el 25 de octubre, cedió la certidumbre de que no podían quedarse con los brazos cruzados.
Una tierra tan pródiga para el desarrollo de diversos cultivos, sobre todo, de frutas, y reconocida por el valor y sencillez de su gente, no podía dormirse en los laureles. Su estirpe no lo permitiría.
La impactante imagen de casas destruidas totalmente o con deterioro parcial, escuelas, industrias, farmacia, policlínico, instalaciones deportivas y comerciales con un panorama irreconocible de la noche a la mañana, tuvo contrapartida con el trabajo que poco a poco fue aunando voluntades para devenir hervidero de hombres, mujeres, jóvenes y hasta niños recuperando cuanto era posible, con el respaldo de quienes llegaron de otras provincias con las manos llenas de solidaridad.
Igual que hay jardines destrozados donde florecieron, como por arte de magia, matas de rosas, en ese pedacito de Santiago de Cuba también renace la vida, con la fortaleza de su gente que no se deja vencer ante los infortunios.
Y es que los pobladores de El Caney están en zafarrancho de combate, de faena en faena con especial entrega, apenas hay tiempo para el descanso ni para pensar en los daños de “Sandy”. Los ojos y el corazón miran hacia el futuro.
Es lógica esa actitud. Por allí están frescas las huellas de Fidel con su tropa rebelde y victoriosa, en la alborada del triunfo, y más reciente las de Raúl, una inyección de aliento a los caneyenses;  por allí hay casas que recuerdan a Frank País, cuando conspiraba contra la dictadura batistiana, y hay vestigios también de la lucha por la independencia: el fuerte de El Viso es un testigo.
“Caney de Oriente, tierra de amores/ una florida donde vivió el Siboney/ donde las frutas son como flores /llenas de aroma y saturadas de miel”. Me parece escuchar la hermosa melodía del Trío Matamoros que no se cansó de cantar a la fertilidad y belleza del terruño de los más famosos mangos de Cuba.
Como su gente tiene un alto sentido colectivo, de amor a la Patria chica que es una manera de amar la Patria toda, piensan que habrá que echar rodilla en tierra para contar en el futuro con las buenas cosechas de antaño, y los cubanos puedan seguir degustando los sabrosos mangos de bizcochuelos, corazón, mamey, toledo…, así como la piña, el mamoncillo, el marañón…
Y es que ni “Sandy” ni nadie ha podido arrancar el espíritu indoblegable de este pueblo que ha puesto a un lado el dolor por la tragedia y está inmerso en la faena de recuperación para levantar su ciudad desde los escombros.
Quien alababa a El Caney, tierra pródiga, divina, donde las frutas son como flores, saturadas de miel; seguramente no la reconocería hoy, pero sus habitantes están dispuestos a devolverle su fisonomía  y tal vez dejarla más hermosa todavía.

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