martes, 9 de abril de 2013

Mi reverencia para los veteranos del trabajo


Aída Quintero Dip
A las puertas  del Primero de Mayo, Día Internacional de los Trabajadores, es pertinente enaltecer la creación en su sentido más abarcador; a los que asumen tareas de choque;  realizan proezas laborales; o están en el pelotón de vanguardia; pero la fecha constituye también motivos de reflexión y análisis en busca de perfeccionar aristas relacionadas con el potencial humano, por lo menos en naciones como Cuba donde esto puede ser posible.
Un asunto que no es privativo únicamente de investigadores, tema de la  academia o solo para debates en eventos, talleres y reuniones, sino también propio de tertulias entre personas sencillas del pueblo que tienen criterios en torno al empleo de la fuerza laboral.
Por eso no me sorprendió presenciar hace pocos días una controversia, no precisamente entre decimistas, con respecto a una situación neurálgica, que ocurre con más frecuencia de lo que imaginamos en los colectivos, y cuya solución puede estar  en dependencia de adquirir una conciencia adecuada de su prioridad.
Varios trabajadores debatían  acerca de dónde la magnitud del mal era mayor, si en el caso de uno, cuya jubilación pasó inadvertida en su centro laboral, luego de más de 30 años de servicio; o en otro, quien sentía relegada su presencia y su aporte por la llegada de los nuevos, pese a su capacidad de desempeño, conocimientos y valiosa experiencia en la rama en cuestión.
Cuestiones disímiles se enfocan en ese frecuente problema de discusión, pero con puntos de convergencia al poner sobre el tapete y enjuiciar la aplicación, a veces,  de una incorrecta política en el tratamiento del potencial humano, el más apreciable recurso con que cuenta  el país para vencer desafíos y avanzar en el importante campo del desarrollo socioeconómico.
Cuando un trabajador no rinde lo suficiente o ni siquiera lo acostumbrado, por el paso de los años; es justo, lógico e inteligente darle oportunidad a la juventud; mas debemos evitar que ese proceso sea traumático, ofreciendo una adecuada atención a quienes  han hecho historia en el trabajo y necesitan el merecido descanso.
En defensa de lo nuevo, que generalmente es garantía de lo mejor,  por el talento, empuje creador e iniciativas; pueden cometerse errores al rechazar valores  que encierran aún reservas laborales y tienen todavía mucho que aportar en beneficio del progreso, aunque en honor a la verdad, no es esa una práctica sistemática y generalizada en nuestro entorno.
Cada año veteranos del trabajo se jubilan, luego de cumplir una fructífera etapa de su vida signada por la entrega y el sacrificio en pos de la obra colectiva y, en ocasiones, una equívoca e inadecuada interpretación de la necesaria renovación,  opaca un poco y, en el peor de los casos, hasta daña la trascendencia de ese retiro. Así muchos me han confesado.
Si esto ocurre a la hora de la despedida del contexto laboral, más perjudicial  es  aún cuando se relega la acción de los más viejos trabajadores  -no por la edad sino por los años de servicio-, en plena capacidad creadora, a causa del solo hecho de recibir el relevo; se vulnera de esta forma el principio de conjugar experiencia con talento renovador, en beneficio de los intereses socioeconómicos de la nación.
Se ha recalcado, con frecuencia, en los procesos de renovación o ratificación de mandatos de las organizaciones políticas y de masas, la conveniencia de unir experiencia con sangre joven en los cuadros de dirección para preservar la continuidad, lo cual ha dado resultados. Sería provechoso contribuir a que la aplicación de esa  política estratégica, también ofrezca frutos en los centros laborales.
Sin ánimo de cuestionar problemas generacionales, pienso  que lo bueno siempre valdrá la pena tenerlo en cuenta, sea joven o viejo; merece atención la sabiduría que otorgan los años en un oficio, técnica o especialidad, aunque para ser sinceros hay ramas, como la industria azucarera, y disciplina como la Medicina, en las cuales un viejo profesional es respetado y admirado toda la vida….Por qué en otras no puede lograrse lo mismo?
Una oda que entonemos cada día con mayor fuerza, merece todo aquel que ha dejado parte de su vida en el torno, en el surco, en la escuela, en el hospital, en la fábrica, en la industria, en el puesto más sencillo y en el más encumbrado.
Que nunca pase por alto la jubilación de un trabajador; que nunca deje de reconocerse la  entrega de un veterano del trabajo; que nunca deje de emplearse a  fondo la experiencia y sapiencia de un consagrado junto a la de un novato, a quien tenemos el deber de enseñar todo cuanto aprendimos; ese es un camino para conquistar la eficiencia que buscamos.
Ese debe ser el proceder que nos distinga, amén del reordenamiento laboral  en que está empeñado el país, en aras de actualizar el modelo de la economía cubana y ponerlo a tono con los cambios que son necesarios también para  cumplir los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución, aprobados en el 6. Congreso del Partido.

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