María
Elena Balán Saínz
Es
cierto que en muchos lugares, en recintos cerrados se prohíbe fumar, pero así y
todo quien gusta de prender un tabaco o cigarrillo no repara en los daños a su
salud ni en la de quienes pasivamente reciben lo expelido sobre ellos.
Cual
horno que va quemando por dentro, aunque aparentemente represente un placer al
individuo acostumbrado a fumar, ese humo salido con profusión contiene unas 60
sustancias cancerígenas como el arsenio, cromo, hidrocarburos, polonio,
benceno, y otras son irritables y tóxicas como el formol, amoniaco, nicotina y
monóxido de carbono.
Lo
peor es que quienes no tenemos adicción al tabaco, estamos igualmente
involucrados como fumadores pasivos. Mis
vecinos, por ejemplo, los prenden desde temprano y desde el portal de su casa “regalan”
toda esa polución que el aire cuela por las ventanas.
Tras
salir a tomar el ómnibus, igual te encuentras en la parada muchos que son
fumadores y aunque te alejes o te tapes la nariz, cae sobre ti la carga
contaminante. Y si decides adelantar y montarte en un viejo auto
clásico, de esos que tienen el rótulo de taxi, entonces ahí también te va
persiguiendo, por lo general, las bocanadas de otro adicto.
Ninguno de ellos piensa entonces
en que el 86 por ciento de las muertes
por cáncer de pulmón son atribuibles al tabaquismo, al menos así lo demuestran
las estadísticas en Cuba, las cuales igualmente refieren la incidencia de las
enfermedades respiratorias crónicas, las cardiovasculares y la úlcera péptica.
Entiendo que aunque no quieran, la mano se les cuela en el bolsillo o
cartera y sacan el cigarrillo con deleite, porque bien es cierto que los
adictos al tabaco desarrollan dependencia y sufren síntomas de abstinencia
cuando no lo consumen.
No obstante, si deciden abandonar
ese gusto pueden someterse a tratamiento, pero a partir de su propia decisión y
fuerza de voluntad. ¿Qué no se puede? Pues les digo que sí, porque yo misma fui
fumadora, allá por la época cuando era estudiante y la cercanía de exámenes
hacía que bebiera más café y encendiera un cigarrillo. Luego decidí dejarlo y
lo logré.
Otras
muchas personas también se propusieron abandonar ese mal hábito y alcanzaron su
propósito. Creo que resulta oportuno hacer caso al alerta de la Organización
Mundial de la Salud: “De no invertirse la tendencia actual, causará unos 10 millones de muertes cada año
hasta el 2020”.
Lejos
de representar un placer, como decía una vieja canción, fumar constituye el
acto de exponerse a una muerte lenta y silenciosa, no solo las personas que
tienen esa adicción sino también aquellos que comparten la convivencia y
resultan, de hecho, fumadores pasivos.
El
mundo entero, ante la inminencia de las nefastas consecuencias de ese mal
hábito, desarrolla una campaña con el fin de restar adeptos al tabaco. Para
ello se aprovechan todos los medios, e inclusive espacios televisivos con alta
audiencia, hacen referencia a ese problema.
Pero
no son muchos los fumadores que interiorizan los mensajes y es común escuchar
comentarios como: “mi tío fumó toda la vida y no se murió de eso”, o también
otros que resignadamente dicen: “de algo hay que morirse”, aunque ven ese
fenómeno como una cuestión ajena a su persona.
Nuestro país, a pesar de ser una Isla pequeña, muestra una alta cifra de
fumadores, y lo peor es que el número de cigarrillos consumidos por una persona
mayor de 18 años es alta.
Cada
día observamos que son numerosos los jóvenes que comienzan a incursionar en el
tabaquismo, muchas veces porque sus padres padecen la adicción o porque tienen
compañeros de estudio que también lo hacen y los invitan a echar una fumadita.
De
esa primera vez pasan a otras y así, sucesivamente, hasta convertirse en un
elemento del cual no pueden prescindir.
Muchas veces lo hacen bajo el erróneo concepto de que dan la impresión
de ser más hombres y resultan atractivos ante las muchachas, lo cual es un
error, porque son otros elementos los que determinan la madurez y la proyección
de un joven.
Ante
la cercanía del 31 de mayo, Día Mundial sin Tabaco, en lugar de poner sobre el
cenicero un cigarrillo, coloquemos una rosa, empeño inicial para ir restando
adeptos al tabaquismo.
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