No tuviste mejor tiempo para brotar
que en el mayo de las flores que adornaban invariablemente tu pelo; parece que
te prefirió porque tú eres como la primavera: siempre está naciendo.
Ese día 9 de 1920 en Media Luna,
Manzanillo, brilló una luna llena para
alumbrar con tus ojos el cielo de la Patria, desbrozar los caminos más difíciles
y enderezar las situaciones más álgidas y torcidas.
Tú eres tan transparente como los
riachuelos de la sierra: siempre estás naciendo y creciendo hacia el mar, hacia
el infinito.
Y quién dice que alguien tan
virtuosa tiene tiempo para morir. El 11 de enero de 1980 solo depositamos en la
tierra una semilla, que germinó para
hacer emerger la flor más autóctona de
la Revolución.
Cómplice de obras imperecederas,
desde la protección de los principales documentos, de la memoria de la
Revolución para crear la Oficina de
Asuntos Históricos del Consejo de Estado, y poner manos e inteligencia en un
Palacio de Convenciones y en el Parque Lenin o paraíso verde de La Habana.
Supiste dar reconocimiento merecido a cada
campesino y hombre o mujer bienhechores que abrigaron primero, y lucharon después al lado del glorioso Ejército Rebelde.
Los propios héroes que te rodearon en la
ciudad del clandestinaje, en la sierra y en el llano combatiente, crecían ante
tu estatura de mujer singular, forjadora de sueños.
Fuiste Norma junto a Haydée
Santamaría, Frank País y Vilma Espín; guerrillera al lado de los rebeldes y de
Fidel, para ser siempre heroína.
Y volverás al Pico Turquino a venerar a José Martí, a la Plaza de la Revolución a
defender principios, a hacerte sentir en el escaño de diputada, y hasta a la
Asamblea General de la ONU irás junto a Fidel para denunciar e exigir que a
Cuba hay que respetarla.
Eres presencia viva, has legado
fidelidad, fortaleza, compromiso, y ahora sabemos que si la Revolución es
tocada, si el país es agredido, Cuba entera sería Celia.
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