viernes, 28 de agosto de 2015

Un aplauso para Cuba en el Día Internacional de la Solidaridad



Lisandra Romeo Matos

  Cuba tiene motivos más que suficientes para celebrar este 31 de agosto el Día Internacional de la Solidaridad, fecha proclamada por la Organización de Naciones Unidas con vistas a contribuir y promover ese valor en las relaciones entre países, pueblos y personas.
   Resultaría difícil hablar de la Antilla Mayor sin mencionar su vocación solidaria y su mano amiga, dispuesta siempre a tenderse hacia aquellos que precisan apoyo ante cualquier circunstancia, sin importar lo difícil que sea.
   Habrá que mencionar entonces, sin chovinismos ni falsas modestias, su presencia en los cinco continentes compartiendo el saber humano que tiene, a pesar de las carencias materiales y económicas acumuladas por varias décadas.
   También las innumerables y crecientes muestras de apoyo recibidas desde el triunfo de la Revolución, el Primero de Enero de 1959, indican que son cada vez más las naciones que defienden la causa de los cubanos.
   Fundado el 30 de diciembre de 1960 por iniciativa del Comandante en Jefe Fidel Castro, el Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP) ha sido  promotor y guía de las acciones en esta dirección para con los demás países, y viceversa.
   Alicia Corredera, vicepresidenta de esa institución, asevera que el movimiento solidario con la nación caribeña alcanza casi dos mil organizaciones, distribuidas en 153 naciones.
   Esos grupos están conformados por personas pertenecientes a sectores populares y progresistas, interesadas no solo en conocer la realidad cubana, sino que han tomado como suyas las diferentes batallas encabezadas por este pueblo durante más de medio siglo.
   En los últimos años, el amplio movimiento de solidaridad con la Isla se enfocó en la liberación de Los Cinco antiterroristas que permanecieron encarcelados en Estados Unidos por más de 15 años, reconoce la vicetitular del  ICAP.
    “Hoy, ese apoyo se ha redimensionado hacia el reclamo por el cese del bloqueo económico, comercial y financiero que impone el gobierno norteamericano a Cuba desde hace más de cinco decenios, además de divulgar la verdad y las transformaciones positivas en este país, silenciadas por los grandes medios de comunicación masiva”.
    De acuerdo con Alicia Corredera,  otra vertiente del trabajo de esa organización consiste en la realización de actividades con el Cuerpo Diplomático acreditado en La Habana, entre las que destacan la celebración de días significativos y efemérides de los territorios amigos.
   “Nuestros vecinos y hermanos latinoamericanos y caribeños reciben un apoyo especial del ICAP, pues estamos muy atentos a las luchas de sus pueblos”, dijo en alusión a las recientes muestras de solidaridad hacia los gobiernos de Venezuela y Ecuador, debido a los intentos desestabilizadores protagonizados por la derecha.
   Y es que, más allá de expresarla en acciones lideradas por una institución, para esta sociedad la solidaridad y el internacionalismo forman parte de su sistema de valores y se manifiestan en ramas vitales como la salud, la educación, el deporte y la cultura.
   Ejemplos contundentes demuestran la vocación humanista de médicos, maestros, ingenieros, deportistas y profesionales de otros sectores, que han partido hacia diversas tierras para ayudar a los más necesitados.
   La muestra más reciente fue la colaboración de más de 200 profesionales de la salud en países del África Occidental para combatir la peligrosa epidemia del Ébola, sin mencionar la presencia de médicos cubanos que cumplen misión en varias latitudes.
   También están aquellos que llevan “la luz del saber” a los más apartados rincones de la geografía con el método cubano "Yo, Sí Puedo", para enseñar a leer y escribir, traducido a varios idiomas.
   Es por eso que este 31 de agosto Cuba merece el aplauso del mundo  por el  hecho de siempre estar al tanto de las necesidades de los demás pueblos, sin buscar compensaciones a cambio, solo la grata satisfacción de haber contribuido al mejoramient
o humano.

martes, 25 de agosto de 2015

¿Corrupto yo?



Magaly Zamora Morejón
   Corrupción, palabra maldita que algunos prefieren pronunciar en voz baja o sustituir por otras de menor fetidez moral como indisciplina, negligencia o descontrol.
   Actitud indecorosa que como la lava ardiente va cubriendo  todo a su paso y se cuela por debajo de la puerta de climatizadas oficinas, sube en elevadores hasta los pisos más altos de encumbrados edificios, viaja en autos de lujo, se hospeda en hoteles de alta categoría y no distingue esferas, sectores, ni avales personales.
   Punta de un iceberg que se sustenta en la falta de exigencia, el egoísmo, el afán de lucro,  de poseer y ostentar por encima de los demás y sobre todo de la    pérdida de valores como la honestidad y la honradez.
   La historia recoge numerosos ejemplos del daño que puede ocasionar  un jefe militar, un político, un empresario o hasta el más simple de los individuos cuando es capaz de vender su alma al diablo y traicionar la confianza  y la responsabilidad que le han sido asignadas.
   Cuba no escapa a tales hechos, a pesar de la educación impartida, desde edades tempranas a sus ciudadanos, basada en principios de integridad moral.
   Resaltaron en su momento casos como el de la empresa niquelífera, el de Cubana de Aviación y las comunicaciones, reflejados en  la prensa y que envolvieron también, en casi todos los casos a empresarios extranjeros como principales agentes de soborno.
   Más recientemente, el Noticiero de la Televisión se hizo eco de los hechos ocurridos en las actividades relacionadas con la perforación y extracción de petróleo y los cuantiosos daños ocasionados a la economía.
   Habría que preguntarse por qué fallan tan a menudo los sistemas de control y supervisión a nivel de empresas y organismos y hasta incluso pasan inadvertidos para las auditorias los desvíos de recursos, las apropiaciones indebidas y la venta ilícita de propiedades estatales.
   Este mal parece extenderse cual metástasis a las más diversas esferas, pero más que hacer la autopsia  de los expedientes ya cerrados, vale la pena analizar qué condiciones propician la proliferación de actitudes negativas en el comportamiento de los cuadros administrativos y qué hacer para prevenir tales desafueros.
   Un país bloqueado, que ha sobrevivido a extraordinarias presiones internacionales y a incontables pruebas internas, no ha vendido uno sólo de sus principios y ha sabido cortar de raíz cualquier atisbo de corrupción a precios extremadamente dolorosos.
   Sin embargo, ¿de qué serviría todo eso si dejara que ahora, el delito económico carcomiera como el comején, el tronco que sostiene el sistema político de la nación?
   ¿Qué ejemplo estaremos dando si tiramos por la borda tantos años de igualdad social para terminar asumiendo posiciones liberales, donde tengamos que ofrecer por la izquierda alguna prebenda para recibir algo que por derecho nos corresponde? 
   ¿Cuál será el futuro que  nos espera si cada quien  dispone de los recursos de su empresa para su uso particular o para venderlos y engrosar su capital?
   No vivimos en una burbuja y las influencias del mundo exterior son asimiladas de maneras diferentes por los ciudadanos, que en muchos casos no se resignan a vivir de manera sencilla y tratan de solventar sus desmedidas ambiciones a costa del Estado.
    Solamente una sólida formación moral unida al control y fiscalización adecuada en cada puesto laboral puede prevenirnos de caer en la tentación o ponerle freno a tiempo a lo que a veces comienza para satisfacer  una necesidad perentoria y termina en la actitud desfachatada del que se cree intocable y por encima de los demás.
   Hay que tener valor para conformarse con las escasas opciones que permite el salario y explicarle a la familia que los recursos que manejamos no nos pertenecen, mientras  el vecino que apenas acaba de ocupar un cargo comienza rápidamente a cambiar su modo de vida y su conducta .
   No hay mayor gloria que el alma que está contenta de sí, dijo José Martí, el más universal de los cubanos, que con los zapatos raidos,  fue incapaz de tocar un centavo de las contribuciones recogidas para organizar la Revolución.
    Preservar esa gloria que se ha vivido es un compromiso de cada cubano tanto con los héroes que labraron el camino hasta aquí como con las generaciones que vendrán. Está en juego el prestigio y la existencia misma de la Revolución y no se trata de sálvese quien pueda, sino de salvarnos todos de la deshonra y de la condena de la Historia.

viernes, 21 de agosto de 2015

Ofelia, ¿una federada más?




Martin Corona Jeres
   A solo horas del cumpleaños 55 de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), la anciana Ofelia González Osorio, de la ciudad de Bayamo, está alegre porque su provincia, Granma, ganó la sede del acto nacional, y se autocalifica como “una federada más”.
   Sin embargo, es interesante su historia de mujer pobre, nacida en Holguín, en 1933; residente en Bayamo desde los 11 años de edad, y graduada de técnica en química industrial, con notables esfuerzos y expediente brillante.
   Afirma que durante la Guerra de Liberación (1956-1959) su casa fue un campamento, para confeccionar cocteles Molotov y propaganda revolucionaria, esconder a combatientes y realizar reuniones secretas.
    En ese hogar, dice, se le comenzó a llamar San Luis al jovencito Eliseo Reyes Rodríguez, quien entonces marchaba hacia la Sierra Maestra, y más tarde moriría en Bolivia, como parte de la guerrilla de Ernesto Che Guevara.
  También estuvo Hernán Pérez Concepción, miembro del comando que ajustició al criminal Fermín Cowley en Holguín, y luego dirigente del Movimiento 26 de Julio en Bayamo, relata.
   Allí, añade, se alojaron o reunieron Julita Guevara, Robert Paneque, William Ayala, Eloína Guerra,  Cheíta Varona, Rafael Lapinell y otros combatientes destacados.
   Ella comenzó a trabajar en 1959, en el laboratorio de una casa de socorros, y después estuvo en el hospital General Luis Ángel Milanés y en el Banco de Sangre de Bayamo.
    Su trabajo la llevó a participar de manera destacada en las campañas iniciales de la Revolución por la salud humana, con apoyo de la FMC y los Comités de Defensa de la Revolución.
   Con especial cariño recuerda la confección de pañales y juguetes para círculos infantiles, además de otras jornadas voluntarias, varias convocadas “para ahora mismo”, debido a la urgencia de las tareas.
   Ofelia menciona entre sus responsabilidades la de controlar la asistencia de las federadas del barrio al trabajo voluntario.
   Asimismo, dice, convocaba las mujeres para la prueba citológica, y los jóvenes para el examen médico previo a la incorporación al Servicio Militar.
   Recuerda, con tristeza, mujeres que habían adquirido enfermedades contagiosas en el ejercicio de la prostitución, y la Revolución las curó, las educó y les dio empleo.
   No olvida las primeras campañas masivas de vacunación, extendidas a zonas campesinas, en las cuales no existían instituciones sanitarias ni medios de transporte.
   Cercana a los 82 años, Ofelia González Osorio siente el rigor de la edad, pero sigue leyendo mucho, ve televisión y escucha música instrumental a través de Radio Enciclopedia.
   No soy combatiente porque tengo medallas, soy combatiente porque jamás he traicionado los principios de la Revolución, subraya.
 

Génesis de una Federación con madurez y vitalidad



Aída Quintero Dip
   Muchas mujeres han debido existir, luchar, flaquear y vencer para que las de hoy sigan escribiendo esa difícil  historia de construirse un camino propio.
   Inscritos están sus nombres en esa leyenda de heroísmo y rebeldía únicos  tejida antes, durante y después del triunfo de la Revolución. Para honrar a cada una también se fundó la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) porque ellas pusieron la primera piedra con su protagonismo en la forja de la Patria libre.
   Para enaltecer su grandeza en el proceso revolucionario cubano bastaría mencionar a la patriota Mariana Grajales, madre de la estoica prole de los Maceo; o Ana Betancourt, quien se anticipó a la época alzando su voz para proclamar y salvaguardar los derechos de la mujer.
   Otras tantas podrían  sintetizar  su hidalguía en todos los tiempos y las historias anónimas todavía de aquellos días de combate silencioso o frente a frente del enemigo: Haydée Santamaría, Melba Hernández, Celia Sánchez, Vilma Espín, Asela de los Santos, Gloria Cuadras…
   Desde el Moncada y la Sierra Maestra, Fidel avizoró la valía de su aporte. Ahí está el ejemplo de Melba y Haydée en la gesta del 26 de Julio; el de Celia, la primera guerrillera; del pelotón Mariana Grajales, que peleó en los tiempos de la guerra; y Lidia y Clodomira, eficaces mensajeras en la insurrección.
   Igual hizo el avezado líder clandestino, Frank País, el cual les confió arriesgadas misiones y les prodigó el cariño de hermanas; algunas con responsabilidades en el Movimiento 26 de Julio como la veterana luchadora Haydée Santamaría, y Vilma Espín con un aval ganado en la pelea frontal contra el tirano.
   Rostros femeninos subieron a la Sierra a engrosar las filas del Ejército Rebelde, donde cumplieron faenas increíbles; cosieron para el estreno los uniformes verde olivo en el sigilo de la madrugada; resguardaron a los perseguidos en armarios, bajo la cama y en los sitios más inverosímiles, abriendo de par en par las casas y los corazones.
   Su altruismo tuvo reconocimiento, al servir de estímulo a los compañeros de armas, quienes se crecían ante la adversidad al comprobar la actitud de ellas, cual herederas de Mariana Grajales.
   Otras, heroínas ellas mismas del presente, nos recuerdan desde lo más hondo del sentimiento aquella célebre frase del escritor argentino Lucio V. Mansilla... “hay héroes porque hay mujeres”.
   Tantas, cuyos nombres no alcanzan este espacio y tiempo, hacen a diario desde su anónima actuación,  siguen levantando a fuerza de coraje, intuición, energía y sacrificios personales esta obra que no sería completa sin su sonrisa.
   Esos ejemplos han sido el legado más perdurable para las mujeres de hoy, que lo han tomado como bandera para conquistar derechos y espacios; exigir un puesto en el combate y en el trabajo;  ocupar responsabilidades en sectores estratégicos, y servir con desinterés a otros pueblos hermanos.
   “Ellas son la inspiración y la mejor herencia de la Federación de Mujeres Cubanas en sus 55 años de fructífera vida, que se celebra este 23 de Agosto, con probada lealtad, especialmente a su creador y guía, Fidel Castro, y el singular protagonismo de sus miembros”, considera Yuleidis Vega Blanco.
   Para la joven secretaria general de la FMC en la provincia de Santiago de Cuba, es un orgullo dedicar buena parte de su existencia a una organización que seguirá siendo una fuerza poderosa al servicio de la Revolución.
   Confiesa que la motiva a trabajar cada día con mayor consagración junto a su equipo, el hecho de marchar tras las huellas de la más insigne federada, Vilma Espín, la Heroína que constituye paradigma en la forja de virtudes en las nuevas generaciones.
   Para estar a su altura no escatima tiempo ni energías, afianza el sentido de pertenencia, perfecciona la política de cuadros con la selección de mujeres abnegadas y comprometidas, prepara a las jóvenes y reconoce a las fundadoras.
   “Esa vocación de ser útil, estar en la primera trinchera del deber, de dar el primer paso para cumplir tareas,  sin olvidar la condición de madres, esposas e hijas en la formación del relevo, la aprendimos de Vilma, la eterna presidenta de la FMC hasta el último aliento.
   “Nuestra organización tiene el mérito de atesorar la madurez de los años y la vitalidad del primer día, y lo evidencia el hecho de que seguimos trabajando con ahínco, conquistando espacios, asumiendo misiones y, sobre todo, comprometidas con el futuro”, destaca Yuleidis Vega Blanco.