viernes, 30 de octubre de 2015

El privilegio de Ana no es exclusivo

Aída Quintero Dip
   La santiaguera Ana Martínez Fuentes  parecía una virgen vestida de blanco el día que celebró sus 106 años de vivir en esta tierra hermosa, su terruño, el cual,  según confesiones, le da fuerzas para seguir recibiendo el cariño de tantas personas que la respetan y la miman.
   Durante una linda mañana del pasado septiembre de 2015, y bajo los influjos de un sol ardiente,  festejó el cumpleaños en su casita de la calle Pizarro número 203, en el reparto Flores, de la ciudad de Santiago de Cuba, donde hay otros centenarios como ella que gozan de una existencia plena.
   Nació en 1909 esta enérgica mujer y sus padres la nombraron Ana. Todos la llaman así, excepto Celia,  otra dulce santiaguera que explica con mucho orgullo que es ella la mejor amiga de “Nena”, como prefiere decirle.
   “De joven Nena siempre fue cariñosa, y ahora también, alegre, muy activa y conversaba todas las noches conmigo hasta que su esposo regresaba del trabajo. Adora los danzones, que antes escuchaba en una radio grande que él le regaló.
   “Ella es mi madrina y amiga, aunque yo la amo como a una madre y sé que ella también me quiere como a una hija”.
   Entre el grupo de amigos, familiares y vecinos que le regalaron una fiesta de cariño inolvidable, para festejar sus 106 años,  Ana sonríe para expresar que lo único que le molesta es la pierna, pues ya no le permite caminar como antes.
   Su sobrina-nieta, Lidia, refiere: “Mi tía fue una mujer muy elegante y vestía con pamelas, finas carteras y tacones altos. También siente adoración por los niños y recuerdo que con frecuencia hacía arroz con leche y helados, y cada Día de la Santa Ana nos ofrecía unas celebraciones divinas.
   “Siempre estaba alegre, cuidando de sus plantas que eran parte de sus distracciones favoritas, aunque se duele de la mata de mango que ya no pare mucho; siempre alegre, hasta aquella triste desgracia…”, rememora Lidia.
   Para la longeva, el golpe más intenso de su vida lo tuvo en 1979 con la pérdida de su única hija Ana Caridad, quien se convirtió en mártir de la nación cubana, mientras cumplía misión internacionalista como profesora en la República de Angola, al morir, junto a otros cuatro compatriotas, en un jeep que contactó suelo minado.
   “Yo no sabía cómo darle la noticia a Nena, recuerda Celia. Fue muy doloroso, ya que ellas eran muy apegadas. Se complacía en compartir los ideales de su hija, quien fue combatiente de la Revolución Cubana… y por eso Nena cosía los brazaletes del Movimiento 26 de Julio para entregárselos a Anita que estaba ligada a la causa.
   Ana sufrió esa gran pérdida, es cierto, más hoy tiene el privilegio de estar rodeada de personas que le ofrecen amor, la cuidan y le proporcionan una vejez tranquila y plena, realidad que no es exclusiva, porque se va arraigando en torno a los ancianos que honran la geografía santiaguera.

miércoles, 28 de octubre de 2015

Camilo en el recuerdo, tan alto y firme como la Sierra Maestra



   Lucilo Tejera Díaz
   Las hazañas del Comandante del Ejército Rebelde Camilo Cienfuegos Gorriarán permanecen vívidas en el pensamiento de los cubanos, quienes en su gran mayoría las saben por relatos de personas que lo conocieron, compartieron con él los rigores de la guerra de liberación o por lecturas de libros y artículos de prensa.
   Porque Camilo es, así en presente, una de las figuras de la Revolución más queridas y admiradas por su desenvolvimiento como combatiente de la primera línea en la lucha contra la tiranía proimperialista y su extrema fidelidad al Comandante en Jefe Fidel Castro, y también por su carácter afable, jaranero, de sonrisa amplia plena de cubanía.
  En una ocasión Ángel Peláez Geijo, quien estuvo presente en Camagüey en los momentos críticos de la revolución victoriosa cuando era amenazada por la traición de Hubert Matos, contó que a pesar de la tensión de aquel 21 de octubre de 1959,  Camilo en ningún momento dijo una blasfemia y mantuvo su carácter jovial.
  En la noche de ese día Peláez asistió a una reunión para decidir las acciones con el fin de fortalecer el proceso revolucionario y al llegar Camilo le preguntó a Mario Herrero Toscano, camagüeyano que estuviera en la Columna Invasora Antonio Maceo, si podía quitarse las botas, a lo que aquel le manifestó en un tono igualmente jaranero: “Mejor no lo haga, Comandante.”
   Ni una sola mala palabra expresó y eso que hubo momentos en que se notaba que estaba indignado con algunas cosas, en una situación así cualquiera las dice porque el momento que se vivía en la ciudad era de tensión, recordó Peláez.
  Otro revolucionario, el bayamés Julio Julián (William) Ayala Quesada, quien integró la tropa de Camilo en las llanuras del Cauto, señaló en una entrevista de prensa que el jefe guerrillero tenía un carácter especial, aunque “no se las cortaba” con quien cometiera indisciplinas u otros errores.
  Su valor, audacia e intrepidez permitieron que el Comandante Ernesto Che Guevara lo situara entre los mejores combatientes del Ejército Rebelde, agregó.
  El tunero Eusebio González, también integrante de la agrupación que operó en los llanos de la antigua provincia de Oriente, coincidió con Camilo, en Camagüey, en aquellas jornadas de octubre del 59, cuando cumplía una misión del Estado Mayor del Ejército Rebelde.
   El 28 de ese mes se presentó ante el Comandante Guerrillero en el Regimiento Ignacio Agramonte. Allí el jefe revolucionario le ordenó llevar por carretera a La Habana a uno que había cometido fechorías en el Ejército Rebelde.
   “Te espero mañana temprano en el Estado Mayor”,  recordó años después que le dijo Camilo en el momento de despedirse, y al rato ya estaba en camino hacia la capital del país, pero en medio del trayecto el vehículo sufrió un desperfecto que impediría a González estar en la mañana del día siguiente en el Estado Mayor.
   Por microonda hizo contacto con Camilo, quien había salido de los dominios camagüeyanos hacia la capital  pasadas las seis de la tarde en un pequeño avión bimotor Cessna, para explicarle el percance. Primero habló con el piloto Luciano Fariñas y después con Camilo, que le dijo que por una tormenta la aeronave se desviaría de la ruta trazada, tras lo cual se cortó la comunicación.
  -Al otro día numerosos combatientes me estaban esperando en el Estado Mayor, con la esperanza de que Camilo anduviera con nosotros, pero tras conocer la triste realidad, comenzó la movilización para encontrar al héroe, al piloto Fariñas y al soldado Félix Rodríguez, que también viajaba en el Cessna, rememoró el veterano combatiente.
  Nada más se supo de Camilo, y después de días y noches de intensa búsqueda por mar y tierra, el Comandante en Jefe Fidel, en rueda de prensa el 12 de noviembre, repasó las acciones de rastreo y dio por terminadas las operaciones para encontrar al Héroe de Yaguajay.
  Crecería desde entonces la leyenda de Camilo, afincada en su trayectoria de 27 años, de vida intensa, y entregada a la causa del pueblo cubano, que no lo pierde en el recuerdo a 56 años de su desaparición porque se mantiene, como él dijera: "Tan altos y firmes como la Sierra Maestra son hoy la vergüenza, la dignidad y el valor del pueblo de Cuba.”

martes, 13 de octubre de 2015

Contra el bloqueo, hasta el final



María Elena Alvarez
    Del bloqueo no escapa ningún cubano. No importan edad, sexo, raza, posición social, nivel de instrucción, credo religioso ni filiación política.
   Cuba no exagera cuando habla de genocidio. El bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por el gobierno de Estados Unidos desde hace más de medio siglo, apunta implacable contra todos.
   Tanto tiempo lo ha convertido en parte de nuestras vidas. Millones no conocemos otra manera de existir que bajo ese cerco, y más incalculables que los daños, son los prodigios que hemos hecho para resistir y burlarlo, para abrirnos camino y dejar al Imperio con las ganas de acabar con la Revolución, de matarnos o rendirnos por hambre y enfermedades.
   ¿Efectos? Sería imposible enumerarlos todos, pero están a la vista, a toda hora, en cualquier parte, hasta en la psiquis del cubano, como una flagrante y sistemática violación de cualesquiera de sus derechos, incluso los más elementales para un ser humano, como la alimentación y la salud.
   Igual, en educación, golpes y secuelas son masivos, nadie está a salvo, y no podría ser de otro modo.
    En un país como Cuba, con ese derecho plenamente conquistado -y donde, por demás, la enseñanza es obligatoria hasta terminar el nivel medio-, está claro que por la escuela pasamos todos y de la escuela jamás nos despedimos del todo, bien porque una vez graduados seguimos superándonos, o porque tenemos siempre en las aulas a alguien cercano y querido.
   Desde la cruzada alfabetizadora en 1961, experiencias y logros han convertido a la Antilla Mayor en referente a nivel mundial sobre qué hacer y cómo trabajar en aras de una educación de calidad y al alcance de todos los ciudadanos.
   Muy a pesar del bloqueo esa conquista está ahí y la compartimos con otros pueblos.
   Lo que sí se resiente y afecta es la calidad de la educación, porque sin escuela ni maestro no se ha quedado un niño en estos años, pero cuánto más hubiese podido invertir, adquirir y progresar el país, constituyen preguntas que inevitablemente nos hacemos.
   La gran secuela son esas carencias cotidianas que afectan el proceso de aprendizaje, investigación y la labor científica de alumnos y profesores, y eso consta en el Informe de Cuba sobre la Resolución 69/5 de la Asamblea General de la ONU “Necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos de América contra Cuba”.
   El texto es bien claro: “Las principales afectaciones reportadas en el sector de la Educación están determinadas por el pago de abultadas tarifas por concepto de flete para la transportación de los productos adquiridos en mercados lejanos, la falta o insuficiencia de algunos medios y recursos de enseñanza para la docencia y la investigación debido a sus costos más elevados en otros mercados, el acceso limitado a información científica y a herramientas informáticas necesarias para la producción de multimedias educativas, y los obstáculos para recibir los pagos por los servicios profesionales que se brindan en el extranjero”.
   Cerca de dos millones de dólares tuvo que gastar el Ministerio de Educación solo en el traslado de contenedores con insumos desde lejanos territorios. Poder adquirirlos en el sur de EE.UU. hubiese reducido, no solo la distancia, sino también el costo del flete y el monto de lo erogado por esas importaciones nada menos que en 39,72 por ciento.
   Digámoslo de modo que se entienda. Con el dinero que hubo que desembolsar y se perdió por concepto de lejanía y pago de fletes, era perfectamente posible dotar a 162 círculos infantiles de medios didácticos muy necesarios, pero en la vida real solo 60 recibieron esos útiles. ¡De 162, apenas 60!
   Y, en este punto, vale recordar que, además de encarecer el pago por concepto de flete, la distancia geográfica obliga a almacenar las mercancías, a veces durante largos meses, con la lógica depreciación y los gastos que implica, eso sin hablar del deterioro, las pérdidas, los pagos adicionales y otros males derivados.
   He aquí apenas un ejemplo. ¿Cuánto más podría avanzar la educación cubana sin el bloqueo? Es una pregunta tan buena como ¿cuánto más podría avanzar Cuba? Y no hay que ir a la universidad para saber qué es lo que sus enemigos tratan de impedir a toda costa. Denunciar esta criminal política, enfrentar esta amenaza de muerte colectiva, no es un capricho. Y no nos cansaremos de denunciar ni de luchar.

viernes, 9 de octubre de 2015

Cuba entera en un manifiesto inolvidable

Martín A. Corona Jerez  
Entre los documentos más importantes de la historia de Cuba ocupa un lugar prominente el manifiesto leído por Carlos Manuel de Céspedes el 10 de octubre de 1868, al iniciar la primera gesta independentista en el país.
   Es una muestra temprana y contundente de la cultura general, la experiencia política, los principios humanistas y la valentía personal del grupo de terratenientes, abogados, poetas, literatos, periodistas, artistas y soñadores que se atrevió a empezar la era de las revoluciones en el mayor archipiélago antillano.
   Se le cita poco en la historiografía, tal vez porque todavía hay  interesados en presentar las guerras independentistas como simples estallidos de ira y sucesiones de rivalidades personales, victorias y derrotas militares, y no como lo que fueron, formidables contribuciones al desarrollo de las ideas.
   El “Manifiesto de la Junta Revolucionaria de la Isla de Cuba, dirigido a sus compatriotas y a todas las naciones” no requiere de muchas explicaciones para ser entendido, y por eso en esta reseña predominarán las citas textuales.
   Denuncia que España gobierna a Cuba “con un brazo de hierro ensangrentado”, le impide toda libertad política, civil y religiosa; destierra los hijos de la Isla o los ejecuta mediante comisiones militares, y les priva del derecho de reunión.
   “Desea España que seamos tan ignorantes que no conozcamos nuestros sagrados derechos, y que si los conocemos no podemos reclamar su observancia en ningún terreno”, agrega.
   Tras señalar la desastrosa situación económica de la ínsula, la proclama recuerda que en innumerables ocasiones la Metropoli ha prometido respetar los derechos de los cubanos, pero no cumple su palabra.
   “Cuando un pueblo llega al extremo de degradación y miseria en que nosotros nos vemos, nadie puede reprobarle que eche mano a las armas para salir de un estado tan lleno de oprobio”, afirma.
   Después aclara: “No nos extravían rencores, no nos halagan ambiciones, sólo queremos ser libres e iguales, como hizo el Creador a todos los hombres.”
   En cuanto a principios políticos, dice: “Creemos que todos los hombres somos iguales, amamos la tolerancia, el orden y la justicia en todas las materias."
   También se pronuncia por “la emancipación gradual y bajo indemnización, de la esclavitud”, y por “el libre cambio con las naciones amigas que usen de reciprocidad.”
   Plantea que los cubanos desean “la representación nacional para decretar las leyes e impuestos, y, en general, demandamos la religiosa observancia de los derechos imprescriptibles del hombre, constituyéndonos en nación independiente”.
   El manifiesto es hermoso en la proyección internacional de la revolución: “Cuba aspira a ser una nación grande y civilizada, para tender un brazo amigo y un corazón fraternal a todos los demás pueblos.”
   Este documento prueba que el 10 de octubre de 1868, con el Grito de La Demajagua, cerca de la ciudad de Manzanillo, en la actual provincia de Granma, empezó una revolución social, por la independencia nacional y contra la esclavitud, máximas aspiraciones posibles en el momento.
   No arrancó entonces una guerra contra España, sino contra el dominio colonial; no se inició una revuelta política más, sino una revolución independentista y antiesclavista; no estalló la ira de terratenientes para defender sus intereses, sino la acción pensada de hombres cultos que encarnaban las aspiraciones de un pueblo y la dignidad de una nación.

Niñas: el derecho de ser felices

  Leydis Tassé Magaña
  Solaine es una niña feliz, basta ver la sonrisa en su rostro y el ímpetu con el que se levanta para ir a la escuela, compartir con sus amigos y disfrutar de las maravillas propias de los 15 años.
  Cocinar, lavar, planchar, atender al esposo y los hijos, fueron acciones que, como muchas féminas, imitó en sus juegos infantiles, al igual que su hermana de 13 años que, como ella, estudia en la Secundaria Básica Orlando Fernández Badell, de la ciudad de Santiago de Cuba.
  Sol, como la llaman todos, es una santiaguera común, cuya cotidianidad tiene muchos puntos en común con la de otras niñas cubanas, fundamentalmente, el derecho al bienestar y las condiciones para ser felices.
   Una ojeada al panorama mundial no arrojaría los mismos resultados, pues la violencia, discriminación e inseguridad son solo las realidades conocidas por niñas como Solaine, obligadas a abandonar los estudios, dedicarse al trabajo doméstico y prostituirse para llevar un bocado a casa.
   Tristemente, la discriminación a la mujer comienza desde sus primeros años, incluso desde la posición de hombres que al embarazarse su pareja, anhelan que los frutos de la relación sean varones, por encima de todo.
   Concepciones culturales, fundamentalismos religiosos, machismos que laceran el alma de la sociedad, son algunas de las raíces de los males que afectan a muchas de este género en el mundo, hasta los 18 años.
   No sorprende entonces que entre tantas jornadas dedicadas a nobles causas, en 2011 la Asamblea General de las Naciones Unidas declarara el 11 de octubre Día Internacional de la Niña, con el objetivo de abordar los desafíos que enfrentan esos seres y promover su empoderamiento.
   Elocuentes los ejemplos de adolescentes como la pakistaní Malala Yousafzai, la cual    sobreponiéndose a criterios enclaustrados, defendió los derechos de las niñas en su país, donde el régimen talibán les prohibía asistir a la escuela.
   Pobreza, ignorancia, injusticia, racismo y privación de derechos básicos fueron algunos de los hechos denunciados por Malala, quien desde los 10 años comenzó una campaña para el acceso de las infantes a la educación, lo que unido al enfrentamiento a las milicias talibanes, provocó que atentaran contra su vida en 2011.
   Pero sobrevivió y para sorpresa de sus agresores y los que odian las causas que promueve, en 2014 se convirtió, con solo 17 años, en la persona más joven en ser galardonada con el Premio Nobel de la Paz, en toda la historia de esos lauros.
   Quién sabe cuál hubiera sido la historia de Malala si hubiera nacido en Cuba, tal vez la de una adolescente aspirante a una carrera universitaria, dirigente estudiantil o miembro de la Federación de Mujeres Cubanas.
   En la lsla la protección a la infancia es una prioridad del proyecto revolucionario, a la que el Estado dedica cuantiosos recursos, de lo cual son muestra los programas Educación Comunitaria para la Vida, Educa a tu Hijo y Atención Integral al Adolescente, dirigidos sin distinción de sexo.
   Cuál sería la alegría de Malala al observar las millones de jóvenes de su edad incorporadas a tareas sociales de impacto, que ni siquiera imaginan lo que es verse obligadas a estar sujetas a sus maridos en plena pubertad, como lo sufren sus contemporáneas en otras naciones.
   Se estremecería la pakistaní con los sueños cumplidos de las niñas cubanas que lo mismo en el campo que en la ciudad, acceden a similares oportunidades que el sexo opuesto.
   La historia ha demostrado que pese a normativas jurídicas, entre ellas la Convención Internacional de los Derechos del Niño, las pequeñas son violentadas cada día, desde varios enfoques.
   Continúan los reclamos, en no pocos rincones del mundo hay “Malalas”,  y continúa la misma situación.
   Más voluntad política y más espacios para defender esos motivos, demanda el contexto internacional, lo cual difícilmente fructificará si antes no se remueven mentalidades y concepciones cimentadas en las culturas de los pueblos.
   Mucho pueden hacer voces aisladas y organizaciones no gubernamentales para proteger a las pequeñas, pero grandioso sería sembrar voluntades desde el corazón para amar y respetar a esos tesoros.
   Entonces, es probable, tendremos menos historias tristes como las de Malala y más como las de Solaine y su hermana, niñas santiagueras a las que les brillan los ojos y sonríen, porque son felices.

miércoles, 7 de octubre de 2015

El crimen de Barbados: ¿CONCIENCIA LIMPIA CON 73 VIDAS TRUNCADAS?



M.Sc. Miguel A. Gaínza Chacón

No es que cada 6 de octubre la herida vuelva a abrirse. Es que nunca ha cerrado. Cuba desde aquella tarde del atentado a una nave de Cubana de Aviación en Barbados, jamás ha dejado de llorar a sus hijos, masacrados junto con norcoreanos y guyaneses en nombre del terrorismo y por el solo hecho de ser el nuestro un país digno, independiente, que no claudica.  
Sobrecoge una y otra vez, y así a lo largo de 39 años, la grabación de los últimos instantes a bordo del avión. Cuántos sueños se fueron al fondo del mar en medio de la desesperación, de la impotencia, de la entereza de la tripulación que trató hasta el momento postrero, de salvar la nave y su carga preciosa de vidas.
Duele más el Crimen de Barbados, porque casi cuatro décadas después, la ignominia de sucesivos gobiernos norteamericanos ha consentido que con lacerante impunidad, criminales confesos como Orlando Bosch y Posada Carriles insulten el sentimiento de familiares y de la nación cubana.
Mucho antes de morir apaciblemente en Miami, en abril de 2011 a los 84 años, Bosch dijo en Estados Unidos que si tenía que hacerlo de nuevo (explotar otro avión cubano) lo haría; que en definitiva, dentro de la nave iba un grupo de negritas y negritos comunistas.
Jean Guy Allard, en “Cubadebate”, en agosto de 2004 recordaba que el Sustituto del Procurador General de USA, Joe D. Whitley, para nada simpatizante de Cuba, en mayo de 1989 negó a Bosch el asilo que solicitaba, al describirlo “como un terrorista, que durante 30 años, ha sido resuelto e intransigente en su abogacía de la violencia terrorista. Ha amenazado y desarrollado actos de violencia terrorista contra numerosos blancos, incluyendo naciones amistosas hacia los Estados Unidos y sus más altos oficiales. Sus acciones han sido las de un terrorista, exento de las leyes y la decencia humana, amenazando e infligiendo violencia sin consideración a la identidad de sus víctimas”. Y Whitley ordenó la deportación de Orlando.
Pero jamás Bosch, “cerebro del crimen de Barbados”, fue expulsado de USA y más bien en 1990 “recibió el perdón presidencial de George Bush (padre)”. Orlando aparece entonces “como posible cómplice de Luis Posada Carriles”, en la organización de los atentados en La Habana en 1997, que costaron la vida del joven italiano Fabio Di Celmo. 
Otro de los “asesinos de Barbados” sin castigo aún, es Luis Clemente Faustino Posada Carriles, quien a sus 87 años pinta tranquilamente en Miami, y a la vez no ha dejado nunca de atentar contra el pueblo cubano y otros países, algo que jamás ha ocultado. Él y Bosch prepararon el plan y hasta los explosivos que hicieron estallar la nave aérea en pleno vuelo, con 73 personas a bordo.
Por el motivo precedente, los dos: Orlando y Luis Clemente fueron enjuiciados en Venezuela, junto con Hernán Ricardo y Freddy Lugo quienes colocaron los artefactos explosivos en el avión.
Increíblemente, con un historial terrorista que asombra, Bosch es indultado y contra toda lógica, porque tenía cuentas pendientes con la justicia en USA, entra en ese país, siguió allí sus actividades terroristas, reconoció muchas veces lo que hizo en Barbados en 1976, y como ya señalamos, murió apaciblemente en el “paraíso de la indolencia”.
Faustino también hizo lo suyo: salió como “perro” por su casa por la puerta principal de la cárcel venezolana y desde entonces “ha trabajado” casi abiertamente contra Cuba y otros pueblos latinoamericanos; incluso detenido junto con otros terroristas en Panamá por planificar el asesinato de Fidel Castro, en el que por lógica perecerían cientos de estudiantes y profesores panameños, “olímpicamente” fueron indultados por la presidenta Mireya Moscoso, quien terminó en el istmo, se fue a Miami y allí ha dicho que llegado el momento los volvería a indultar.
En fin, ahí sigue en USA el viejo Faustino, quien a los 87 años parece empeñado en ser artista de la plástica, quizás para retratarse él mismo con Dorian Gray en la memoria.
Esas posturas de las autoridades y la justicia norteamericanas en relación con terroristas confesos; esas palabras de la ex presidenta panameña laceran los sentimientos de los familiares de las víctimas y de todo el pueblo cubano.
Igual que llena de indignación saber que Freddy Lugo, hoy taxista en una ciudad venezolana, diga que tiene la conciencia limpia, como le expresó al periodista Simón Romero que lo entrevistó en Caracas para The New York Times. Dijo más: Que no siente  remordimientos por la muerte de 73 personas, incluyendo varios jóvenes del equipo de esgrima de Cuba. “Soy un hombre normal. Soy inocente. Ahora vivo tranquilo y tengo la conciencia limpia.”
Increíble hasta donde puede descender moralmente un ser humano. ¿Acaso cree que los 17 años de cárcel que cumplió enmiendan el crimen horrendo que cometieron él y Hernán Ricardo Lozano (ni se sabe el paradero de Hernán), al dejar en el baño de la aeronave, un tubo de pasta dental Colgate lleno de C4 que hundió en el mar la esperanza de 73 personas inocentes. Seguramente ya no le quedará un céntimo de los 16 000 dólares que cobraron por el “trabajo” para repartirse a partes iguales.
Pero como la Revolución cubana es tan inmensa y como la vida reserva tantos intríngulis, quién niega que Lugo en Venezuela, o Hernán donde esté, ante un padecimiento o urgencia de ellos o de sus familiares, tengan que ser asistidos por alguno de los miles de médicos cubanos que prestan su servicio en la Patria del inolvidable Hugo Chávez o en cualquiera de las decenas de naciones hasta donde llega la colaboración médica de este archipiélago caribeño al que Freddy, Ricardo, Bosch y Posada llevaron ese dolor eterno y permanente que nos invade desde la tarde del 6 de octubre de 1976.