jueves, 5 de noviembre de 2015

Manrique revive en Cuba la pasión por la gimnasia artística



Alejandro Martínez Martínez
   Cuando apenas quedaba en el recuerdo aquellas imágenes del para muchos mejor gimnasta cubano Erick López, con todos sus títulos continentales y su medalla mundial logrados en los años que van de 1990 y principios de los 2000, comienza a percibirse el resurgir de una pasión aletargada en el tiempo por este deporte en la Isla caribeña.
   Razones sobran, pues después  de toda una generación de excelsos gimnastas como Casimiro Suárez, Roberto León Richard y el propio López, no había germinado en Cuba, durante 12 años aproximadamente, una figura capaz de acelerarle el ritmo cardiaco al más sosegado e inmutable de los aficionados.
   De ahí que el joven santiaguero Manrique Larduet, de apenas 19 años de edad, se haya ganado ya el cariño de los apasionados a esta disciplina y de los que no lo son también, pero que igualmente disfrutan de la total entrega y los triunfos de sus representantes en cada competencia internacional.
   Casi desconocido para la gran mayoría, incluido los jueces, Larduet comienza a imponer su nombre en el Campeonato Panamericano por aparatos de San Juan 2013 (Puerto Rico), en el cual conquistó dos metales áureos en paralelas y salto y una de plata en manos libre.
   Aunque no muy conocido ese resultado entre los cubanos, fue precisamente en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Veracruz 2014, en México, donde impresionó con la limpieza y la seguridad con que realizó sus ejecuciones, que le valieron para alcanzar dos cetros y cuatro subtítulos.
   Ese palmarés lo engrosó este año con su primer título en justas panamericanas en la edición canadiense de Toronto, en la cual además se adjudicó  dos platas y un bronce, todo esto después de conquistar tres coronas y dos subtítulos en la Copa del Mundo de Anadia, Portugal, durante la propia temporada.
   Ahora, resalta su participación histórica en la justa del orbe recién concluida en la urbe escocesa de Glasgow, donde, además de clasificarse a los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016, de Brasil, se convirtió en el primer cubano que consigue más de una presea en citas planetarias y, por  ende, en una misma ocasión.
   Primero, sorprendió al más enconado de los escépticos, al convertirse en el segundo hombre más completo del orbe, con su presea de plata en el evento de máximo acumulador, solo superado por el japonés fuera de serie Kohei Uchimura.
   Después, redondeó su excelente labor al recibir el metal de bronce en barra fija, para obtener el boleto a la ciudad carioca, además de sus sobresalientes actuaciones en paralelas (5to) y manos libres (7mo), resultado general que bien pudiera reportarle más de un voto en las elecciones del mejor atleta masculino del año en Cuba.
   En este sentido, solo dos cubanos habían escalado al podio de premiaciones, por supuesto en una solo ocasión durante sus carreras deportivas, y ellos fueron López y León Richard, ambos en la versión belga de Gante, en el año 2001.
   Bastante ha llovido desde entonces, por ello lo superlativo de su actuación, pues en la actualidad ha aumentado la calidad y representatividad en el orbe, así como también el empleo cada vez más efectivo de las ciencias aplicadas al deporte.
   A esto, súmele el hecho de que el caribeño tuvo que adaptarse inmediatamente a los ejercicios de mayor grado de dificultad recién incorporados a su repertorio, en busca de una mayor calificación de los jueces, estrategia que surtió efecto, digna de destacársele a su entrenador Carlos Gil.
   Fruto de la nueva Escuela Nacional de Gimnasia (2006) –cuyo primer logro fue el oro conseguido por Ernesto Vila en los I Juegos Olímpicos de la Juventud de Singapur 2010-, Manrique tendrá ante sí un nuevo reto y su primera posibilidad de completar su sueño, conquistar una presea olímpica, aún escasa en las vitrinas de la gimnasia cubana.

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