martes, 24 de enero de 2017

Festeja Granma entrada al olimpo del béisbol cubano



Yasel Toledo Garnache
  Granma es congas, bailes, abrazos y miles de personas felices, quienes sienten la sensación indescriptible de saberse más especiales porque su equipo, también conocido como los Alazanes, entró hoy al olimpo del béisbol Cubano.
   El sueño de los más de 830 mil pobladores de este oriental territorio se convirtió en realidad cuando casi eran las seis de la tarde y el antesalista Yunior Paumier recibió un fly, out 27, motivo para la euforia de todo un pueblo, para los saltos de alegría en los 13 municipios de esta histórica provincia, donde el béisbol es pasión.
   En el estadio Mártires de Barbados, cuartel general de los Alazanes, lugar de la hazaña definitiva, los aficionados no pudieron permanecer sentados porque la emoción era mucha, y se tiraron al terreno para celebrar junto a sus héroes, para abrazarlos y decirles “gracias”, con la voz y con los gestos.
  Y con la fuerza de miles retumbaba en todo el lugar una sola expresión: ¡Granma Campeón!, ¡Granma Campeón!..., y la gente bailaba como en una coreografía gigante, y en lo alto los fuegos artificiales ponían más luz.
   ¡Qué grande es el deporte!, ¡Qué inmenso es el béisbol!, ¡Qué sensación tan agradable percibir un diluvio de felicidad!, ver los rostros alegres de niños, jóvenes y adultos.
   Ya está escrito en la mente y en los corazones de los seguidores de los Alazanes: el 22 de enero es el Día del Béisbol en Granma, fecha en la cual Ibrahim Fuentes Diéguez, hijo de esta tierra, impuso récord de hits consecutivos en Series Nacionales de Béisbol (SNB), aunque en el año 1989, cuando el conjunto local alcanzó la medalla de bronce, su mejor actuación de la historia antes de esta campaña.
   Ciro Silvino Licea, el pitcher local con mejores estadísticas de la historia, quien actualmente se desempeña como entrenador, declaró a la Agencia Cubana de Noticias que la emoción es enorme y este gran triunfo le da más vida, más deseos de seguir en el deporte.
   Guillermo Avilés, uno de los jugadores decisivos en el play off con tres jonrones, incluido uno en el tercer juego de la final, manifestó estar muy feliz por alcanzar un sueño anhelado desde hace mucho tiempo.
   Alfredo Despaigne, considerado el mejor pelotero residente en Cuba, quien participó en las últimas tres campañas de la Liga Profesional de Béisbol de Japón, expresó que es imposible describir su alegría, porque ser campeón con Granma es lo máximo, lo más grande de su carrera deportiva hasta el momento.
   Noelvis Entenza, jugador de refuerzo, dijo que es el hombre más feliz del mundo por su primer gran éxito en el deporte y agradeció a sus compañeros de equipo y al pueblo de esta provincia por demostrarle mucho cariño.
  Los héroes de hoy, quienes ganaron el cuarto partido de la final sobre los Tigres de Ciego de Ávila, con marcador de tres anotaciones a dos, fueron esperados afuera del estadio por miles de aficionados, quienes cantaban y le demostraban su agradecimiento.
   La joven Ariannis Cebasto Diamonte, camarera, quien casi no podía hablar por la emoción, expresó que siente estar viviendo un sueño y se quedará fuera del Mártires de Barbados para celebrar junto a sus amigos y toda la multitud hasta el amanecer. 
   Después de salir de la instalación, los integrantes del conjunto recorrieron parte de Bayamo, Ciudad Monumento Nacional, donde seguramente pocos dormirán hoy porque todo es fiesta y entusiasmo.
   En un ómnibus pasaron por algunas de las zonas de la urbe y recibieron el cariño de sus seguidores.
   La proeza de los granmenses tiene mayores dimensiones porque incluyó cuatro victorias en la semifinal frente a los Cocodrilos de Matanzas, mejor equipo de la etapa clasificatoria, y las de la final fueron de forma consecutiva sobre el plantel avileño, campeón de las dos últimas ediciones.

jueves, 12 de enero de 2017

Cuando las luces de la tierra llegaron al cielo



Martín A. Corona Jerez
   Se estremece el alma del cubano cuando recuerda la madrugada del 12 de enero de 1869, aquella en que la ciudad de Bayamo, una de las más importantes de la región oriental, fue convertida en cenizas por sus moradores, para continuar la guerra independentista en bosques y montañas.
  La llamarada llegó hasta el cielo de la Patria, porque se hizo símbolo de amor a la libertad y de valentía para conquistarla, además de raíz fértil e inconmovible de la resistencia colectiva que ahora asombra al planeta.
  Es necesario hacer algunas precisiones, confirmadas por  estudios históricos, para que se comprenda mejor la significación del acontecimiento.
  No tiene nada de asombroso que una urbe,  un cuartel u otro lugar sea quemado en una guerra. Lo singular de Bayamo fue que la incendiaron sus habitantes, los hijos de la localidad prendieron fuego a propiedades suyas e instituciones públicas.
   Son incontables las ocasiones en que los atacantes han incinerado edificaciones, para vencer la resistencia de los defensores. Esta vez fueron los defensores quienes destruyeron lo suyo, cuando no pudieron seguir defendiéndolo.
    El objetivo no era “impedir que la ciudad fuera ocupada por los españoles”. Esto resultaba imposible y, precisamente, cuando los bayameses comprendieron la imposibilidad, acudieron a la candela, para demostrar cuánto amaban la libertad, y que estaban decididos a sacrificarlo todo por ella.
    La decisión no fue unánime, lógicamente. Hubo un acuerdo del gobierno provisional de la ciudad, bajo la presidencia del insigne Pedro Figueredo Cisneros (Perucho), autor del Himno Nacional, y tuvo el apoyo de una buena parte de los pobladores.
    También  existen testimonios de personas que manifestaron desacuerdo ante las autoridades, con argumentos nada superficiales.
    La historia humana guarda infinidad de acciones valientes, audaces y suicidas. La hazaña de los bayameses fue valiente y audaz, pero no suicida; estaban convencidos de que podían vencer en aquella guerra, y se decidieron a continuarla en otras circunstancias.
    Esto resulta muy importante, porque tempranamente demostró  que la filosofía patriótica del pueblo cubano incluye sacrificios extremos, hasta la muerte, pero excluye la rendición y el suicidio. Los hijos de esta tierra pelean para triunfar.
   Es bueno recordar que la idea de sacrificarlo todo en pro de la libertad apareció con frecuencia desde el comienzo de la conspiración previa al estallido del 10 de octubre de 1868, y algunas veces se habló, o escribió, de quemarlo todo.
   Por tanto, el incendio no nació como reacción primaria e  impensada de los patriotas.
   Recuérdese que la urbe era el centro de la región histórica del Cauto, escenario de tempranas muestras de madurez de la nacionalidad cubana, y un grupo de bayameses comenzó la conspiración que inició la primera guerra cubana contra el colonialismo y la esclavitud.
   También resultó la primera, y la única ciudad que los patriotas ocuparon durante un tiempo prolongado en la llamada Guerra de los Diez Años.
  Las llamas gloriosas del  12 de enero siguen alumbrando hoy desde el cielo de la Patria, y convocando al respeto, la  admiración y el compromiso.

Celia Sánchez Manduley, eterna flor de Cuba



Yasel Toledo Garnache
   Era 11 de enero de 1980. La tristeza iba de un extremo a otro de Cuba. Una palabra retumbaba en las entrañas de muchos: muerte. ¡No puede ser! ¡Eso es imposible!, decían algunos tras un manto de incredulidad o resistencia ante la noticia, el dolor.
   Celia, la Heroína, la amiga, la guerrillera, la joven inquieta que caminó por los actuales municipios de Media Luna, Pilón, Manzanillo…, que puso la escultura de José Martí casi entre las nubes, en la cima del Turquino.
   La joven que más tarde volvió a las montañas para vestirse de guerrillera, la mujer amorosa, con importantes cargos después de 1959, la Norma, Carmen, Liliana y Caridad de la lucha clandestina, falleció a las 11: 50 de la mañana de aquel viernes.
   El cáncer en los pulmones, detectado tres años antes, fue su más difícil enemigo.
   La estirpe de ella, el compromiso con los humildes, travesuras infantiles y singularidad espiritual perduran con la sensación de inmortal presencia.
   Recuerdo mis primeras visitas a su casa natal, actual museo, en Media Luna. Me detenía ante cada foto y otros objetos, algunos de los cuales pertenecieron a ella.
   Imaginaba a la niña, a la bella joven, a la mujer excepcional y me sentía más orgulloso por haber nacido en el mismo territorio donde ella en 1920.
   Mi mamá, admiradora de Sánchez Manduley, una de las más fieles ayudantes de Fidel Castro, me contaba que ella tenía la esperanza de que yo naciera en la misma fecha de la heroína, nueve de mayo, aunque con una diferencia de 70 años, y casi el deseo se convirtió en realidad, pero salí a la luz apenas unas horas antes, la noche anterior.
   Cuando niño, muchas personas mayores me hablaban de ella y su amabilidad, de su interés en ayudar siempre al pueblo, como una hermana grande o una madre que deseaba siempre el bien.
   Casi todas las mañanas, cuando yo iba hacia la escuela secundaria básica, pasaba frente al museo, lo miraba, y seguía.
   Escuché anécdotas, leí artículos y libros sobre ella, y así me formé como mejor revolucionario, uno que será siempre fiel a su ejemplo y a las esencias de la nación.
   La sede universitaria donde estudié, en Holguín, tiene su nombre y ese era y es otro motivo de orgullo, por eso me esforzaba más en el aula, en los eventos estudiantiles, en la Radio Base… y en cualquier tarea, algo que todavía hago con pasión.
   Celia era también hermosa y juguetona, amante del cigarro y el café, del mamoncillo, la ciruela criolla, el tamarindo y el mango.
  En Granma, provincia de gran historia, donde vivió y soñó, gravitan su imagen y acciones como símbolos de valor, inteligencia y capacidad organizativa.
   Ella vive como flor autóctona que crece con cada triunfo, reto y gesto solidario. Su ejemplo de mujer, cubana, luchadora, martiana, fidelista y comunista camina en la eternidad.

viernes, 6 de enero de 2017

Fidel en la Caravana del 59: más allá de la alegría



Marta Gómez Ferrals
  Cuando entró en La Habana, el ocho de enero de 1959, más de mil kilómetros había recorrido de manera triunfal la Caravana de la Libertad, liderada por el joven Comandante en Jefe Fidel Castro, tras su partida de Santiago de Cuba en la madrugada del día dos del propio mes.
   Fue por la barriada popular del Cotorro por donde se produjo el primer contacto con los capitalinos. Allí lo esperaban su hijo Fidelito, con quien Fidel se fundió en un abrazo,  y el Comandante Juan Almeida.
    A la altura de la afamada Virgen del Camino se incorporó al recorrido Camilo Cienfuegos, quien, al igual que el Che Guevara, había adelantado su entrada a La Habana, por órdenes de Fidel, tras la exitosa campaña de Oriente a Occidente, decisiva en el curso de la  guerra liberadora.
  Los combatientes rebeldes movilizados con Fidel, entre ellos unos tres mil guajiros fogueados en la lucha, recibieron en la gran ciudad las masivas muestras de cariño y alegría que en el resto de las localidades y poblados del país por donde habían pasado en días anteriores.
   Pasaron frente al Castillo de Atarés, los elevados del ferrocarril y la planta eléctrica de Tallapiedra.
  Un momento de singular impacto se produjo cerca de la  sede de la Marina de Guerra, porque cuando apareció el yate Granma, atado al muelle, Fidel bajó del vehículo en el cual iba y subió a la embarcación, en medio de un enjambre de combatientes rebeldes.
   Después de ese punto la  caravana se desvió por la Avenida de Las Misiones, rumbo al Palacio Presidencial, desde donde habló al pueblo en la terraza del ala norte de la edificación.
   Pero la ruta de la Libertad continuó por el Malecón y enfiló hacia la céntrica Calle 23, en la cual se detuvo Fidel en Radiocentro para dialogar con algunos artistas, y luego prosiguió con rumbo oeste hacia Marianao.
    Por la noche, y hasta horas de la madrugada del día nueve de enero, el líder de la Revolución cubana volvió a hablar al pueblo en los predios del antiguo campamento militar de Columbia, convertido después en Ciudad Escolar Libertad.
  "Se ha andado un trecho, quizás un paso de avance considerable. Aquí estamos en la capital, aquí estamos en Columbia, parecen victoriosas las fuerzas revolucionarias; el gobierno está constituido, reconocido por numerosos países del mundo, al parecer se ha conquistado la paz; y, sin embargo, no debemos estar optimistas.
  “Mientras el pueblo reía hoy, mientras el pueblo se alegraba, nosotros nos preocupábamos; y mientras más extraordinaria era la multitud que acudía a recibirnos, y mientras más extraordinario era el júbilo del pueblo, más grande era nuestra preocupación, porque más grande era también nuestra responsabilidad ante la historia y ante el pueblo de Cuba".
   La estatura moral del líder revolucionario, su excepcional visión política y estratégica, lo llamaron a hablar como siempre le hablaría al pueblo, desde la verdad y el compromiso.
     Así alertó a los buenos cubanos congratulados con el triunfo, con inmensa alegría y esperanza acerca de lo mucho por hacer todavía y sobre lo cierto de que, lo más difícil, seguramente estaría por venir a partir de entonces.
   El ya conocía bien a los poderosos enemigos de los pueblos, la equidad y la justicia social en el continente y en el planeta.
  Desde fines de la guerra liberadora que tras la ofensiva final del Ejército Rebelde                        - encabezado por él- derrotó a las huestes batistianas, había deshecho una conjura enemiga que intentó frustrar a última hora el éxito de la Revolución.
   El acuerdo entablado entre el Ejército Rebelde, a punto de vencer, y el general batistiano Eulogio Cantillo, de deponer las armas y entregar a Batista y los criminales de guerra, fue burlado por el militar en contubernio con el gobierno estadounidense.
  Fue  entonces cuando el primero de enero de 1959 Fidel lanzó la consigna de “Revolución sí, golpe de Estado no”, al comprobar las verdaderas intenciones del general, y se finalizaron los pasos decisivos que concretaron la victoria.
  De modo que Fidel sabía muy bien de lo que hablaba cuando se refería a las dificultades y peligros en ciernes. También, cuando insistió en la necesaria unidad de las organizaciones revolucionarias, y en el reconocimiento de la enorme fuerza y potencial latentes en el pueblo, más invencible que el mejor de los ejércitos.
  Fue una noche casi mágica, que muchos de los presentes vieron llena de buenas señales, como la de las palomas blancas posadas en su hombro y el surgimiento de la entrañable frase de: “¿Voy bien, Camilo”?, tan recordada.
  Los buenos augurios se cumplieron con los logros y momentos luminosos y de gloria vividos en 58 años.
  Pero la premonición dicha también aquella noche de la Revolución temprana, y recordada por el presidente Raúl Castro en la pasada sesión de la Asamblea Nacional, hoy también sobrecoge.
  Fue cuando dijo que una muchedumbre tan inmensa como aquella solo volvería ocurrir el día de sus exequias, cuando lo llevaran a la tumba, y ello sería porque nunca defraudaría al pueblo.
   Tuvo razón, como siempre, el Comandante.

domingo, 1 de enero de 2017

Un Primero de Enero desde Santiago y con Fidel



Leydis Tassé Magaña
El reloj no se detiene, el 2016 ya casi será un recuerdo, para muchos de logros y alegrías, para otros de tristezas solo curables con el tiempo, pero independientemente de las circunstancias, los cubanos no se estancan, menos los santiagueros que, con sabor humano único, hacen de cada fin de año una oportunidad para comenzar la vida.


Amanece en esta oriental ciudad y no se frena el ir de venir de la gente con los habituales “Felicidades”, “Salud” y “Prosperidad” entre sus labios, acompañados de una sonrisa.
Muchos ultiman los preparativos para que el aroma a lechón asado –ya sea entero o en un suculento pernil- no falte en casa, otros preparan la ropa con la que recibirán el 2017, y algunos, quizás, aseguran el coco que tirarán marcadas las 12 de la noche del 31 de diciembre para “romper lo malo” y “abrir los caminos”.
No obstante, más allá de las costumbres en cada hogar, un punto en común es la espera del año nuevo con optimismo, esperanza y fe en el futuro.
Pero como mismo hay alegrías compartidas, hay también tristezas, Cuba lo sabe, y al igual que en tantos puntos de la ínsula, aún en la ciudad de Santiago de Cuba se siente un vacío este fin de año, porque Fidel ya no está.
Cuando desde la radio o la televisión se escuche el Himno Nacional marcando la medianoche, y todo lo alegórico al aniversario 58 del triunfo de la Revolución, innumerables pensamientos en esos primeros segundos del Primero de Enero serán para el Comandante en Jefe.
Resultará la primera celebración de la fecha sin él, pero no menos emotiva, porque ese triunfo lleva su nombre y el de tantos héroes conocidos y anónimos cuya ofrenda para conquistar ese precioso sueño fue la sangre misma.
En el parque Céspedes, al festejar por 115 ocasión la Fiesta de la Bandera, no pocas miradas apuntarán hacia el balcón del Ayuntamiento donde la noche de aquella primera jornada de 1959, luego de los intentos del dictador Fulgencio Batista para sabotear el triunfo, Fidel dijo: ¡Al fin hemos llegado a Santiago!, y más tarde exclamó: ¡Ni ladrones, ni traidores, ni intervencionistas, esta vez sí que es una Revolución!
Y así ha sido durante este más de medio siglo: un torbellino de anhelos hechos realidad, un tsunami de humanismo, un terremoto de amor que ha removido el odio de quienes, a 90 millas y allende los mares, no conciben que una Isla pobre en recursos, pero con una riqueza moral y humana extraordinaria, sea dueña de sudestino.
Llegará el momento esperado la noche del día 31 para despedir el 2016 y Fidel estará en las casas de Cuba, en los ojos lacrimosos de quienes en ese instante recordarán su ausencia, en la nostalgia de los ancianos que una vez lo escucharon hablar en los predios del Ayuntamiento, en la risa de los pequeños que gracias a su obra tendrán un porvenir seguro y que mañana contarán a sus hijos las hazañas del líder.
El minutero no se detiene, se irá este año y la gente se abrazará, abrirá la botella de vino, cidra o del más puro ron cubano, y se deseará las mejores cosas.
Entonces, en medio de la algarabía, los besos y apretones de quienes amamos, en ese júbilo por abrazar un año más de existencia sobre este  planeta bendecido y a la vez convulso, en el cementerio Santa Ifigenia, cual natural cobertura para sagradas cenizas, resplandecerá la roca que desde el pasado cuatro de diciembre   -como alguien dijo por aquellos días-, parece que late.
Sé que desde allí, en silencio, pero en diálogo con la historia, Fidel recibirá junto a los cubanos esta nueva alborada de enero.
Advierto que desde las primeras horas del 2017 no faltará siquiera un revolucionario de Cuba o de cualquier pedacito del mundo para llevarle una flor.
Seguramente me equivoque, puede ser que en esa jornada, como ha sido desde que fue sembrado en Santiago, las visitas para Fidel, sean miles.
No será diferente con las flores. Yo, por lo menos, llevaré mi corazón y una rosa blanca.