Martín A. Corona Jerez
Se estremece el alma del cubano cuando
recuerda la madrugada del 12 de enero de 1869, aquella en que la ciudad de
Bayamo, una de las más importantes de la región oriental, fue convertida en
cenizas por sus moradores, para continuar la guerra independentista en bosques
y montañas.
La llamarada llegó
hasta el cielo de la Patria, porque se hizo símbolo de amor a la libertad y de
valentía para conquistarla, además de raíz fértil e inconmovible de la
resistencia colectiva que ahora asombra al planeta.
Es necesario hacer
algunas precisiones, confirmadas por
estudios históricos, para que se comprenda mejor la significación del acontecimiento.
No tiene nada de
asombroso que una urbe, un cuartel u
otro lugar sea quemado en una guerra. Lo singular de Bayamo fue que la incendiaron
sus habitantes, los hijos de la localidad prendieron fuego a propiedades suyas
e instituciones públicas.
Son incontables las
ocasiones en que los atacantes han incinerado edificaciones, para vencer la
resistencia de los defensores. Esta vez fueron los defensores quienes
destruyeron lo suyo, cuando no pudieron seguir defendiéndolo.
El objetivo no era
“impedir que la ciudad fuera ocupada por los españoles”. Esto resultaba
imposible y, precisamente, cuando los bayameses comprendieron la imposibilidad,
acudieron a la candela, para demostrar cuánto amaban la libertad, y que estaban
decididos a sacrificarlo todo por ella.
La decisión no fue
unánime, lógicamente. Hubo un acuerdo del gobierno provisional de la ciudad,
bajo la presidencia del insigne Pedro Figueredo Cisneros (Perucho), autor del
Himno Nacional, y tuvo el apoyo de una buena parte de los pobladores.
También existen testimonios de personas que
manifestaron desacuerdo ante las autoridades, con argumentos nada
superficiales.
La historia humana
guarda infinidad de acciones valientes, audaces y suicidas. La hazaña de los
bayameses fue valiente y audaz, pero no suicida; estaban convencidos de que
podían vencer en aquella guerra, y se decidieron a continuarla en otras
circunstancias.
Esto resulta muy
importante, porque tempranamente demostró
que la filosofía patriótica del pueblo cubano incluye sacrificios
extremos, hasta la muerte, pero excluye la rendición y el suicidio. Los hijos
de esta tierra pelean para triunfar.
Es bueno recordar
que la idea de sacrificarlo todo en pro de la libertad apareció con frecuencia
desde el comienzo de la conspiración previa al estallido del 10 de octubre de
1868, y algunas veces se habló, o escribió, de quemarlo todo.
Por tanto, el
incendio no nació como reacción primaria e
impensada de los patriotas.
Recuérdese que la
urbe era el centro de la región histórica del Cauto, escenario de tempranas
muestras de madurez de la nacionalidad cubana, y un grupo de bayameses comenzó
la conspiración que inició la primera guerra cubana contra el colonialismo y la
esclavitud.
También resultó la
primera, y la única ciudad que los patriotas ocuparon durante un tiempo
prolongado en la llamada Guerra de los Diez Años.
Las llamas gloriosas
del 12 de enero siguen alumbrando hoy
desde el cielo de la Patria, y convocando al respeto, la admiración y el compromiso.
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